La Patria Grande está en los contratos, pueden afirmar unos proveedores panameños señalados en su país por irregularidades pero favorecidos por los regímenes de La Habana, primero, y de Caracas, después. El clan de los hermanos Carretero Napolitano obtuvo la construcción del estadio de béisbol de Caracas, y aunque no concluyó la obra, el Estado chavista lo siguió premiando con contratos más grandes y jugosos, que incluyen el suministro de equipos informáticos para el carnet de afiliación a programas del gobierno y de control clientelar, así como negocios petroleros. Los avales del castrismo y del sobrino predilecto de Cilia Flores lo pueden explicar.
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El Carnet de la Patria guarda mucha información de sus usuarios. Con un simple escaneo del código QR que porta, los datos viajan y se almacenan rápidamente en los servidores de la plataforma gubernamental Patria. Pero fuera del sistema, aunque también relacionada con ese carnet, hay información valiosa: el mismo grupo empresarial panameño al que Nicolás Maduro benefició con grandes contratos de construcción apenas asumió el poder en 2013, y que emplea como directivo a un socio de Carlos Erick Malpica Flores, sobrino de la primera dama Cilia Flores, también se ganó algo más de 37 millones de dólares con la producción del nuevo documento.
Era el 29 de diciembre de 2016 cuando Maduro presentó por primera vez la idea para este plástico. Con el anzuelo de que la nueva tarjeta serviría para entregar bonos o sistematizar el registro de las llamadas misiones sociales, el régimen chavista dio otro paso hacia el control social de la población tras haber instaurado poco antes el reparto de comida subsidiada mediante los Comité Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP).
Menos de un mes después de aquel anuncio inicial, el 20 de enero de 2017, comenzó el registro masivo en todas las plazas Bolívar del país. Una semana antes, el 13 de enero de 2017, sin anuncio público y en la tranquilidad de los despachos, la administración de Maduro otorgó un contrato por poco más de 37 millones de dólares a Landscape Vision Corp (Lanvicorp) para la “adquisición de equipos tecnológicos” que serían usados por la telefónica estatal Cantv en el desarrollo del carnet. Ese primer año hasta 15 millones de personas obtuvieron el documento, según los voceros oficiales.
El negocio llevaba el sello de la Corporación Venezolana de Comercio Exterior (Corpovex), la estatal que centraliza las compras públicas, bajo el número 0002 de ese 2017 por la cantidad exacta de 37.649.248 millones de dólares. Pero Lanvicorp es, en realidad, una constructora de los empresarios panameños Carretero Napolitano, cosa que no resultó un impedimento para que se le otorgara un contrato de informática desde la oficina del mayor general de la aviación, Giuseppe Yoffreda, entonces presidente de Corpovex.
Tampoco frenó esa nueva contratación que las obras que entre 2013 y 2014 le asignó la Fundación Propatria 2000 a Lanvicorp ni siquiera se habían terminado, como el faraónico proyecto del estadio de béisbol Hugo Chávez en La Rinconada, en el suroeste de Caracas, que debió inaugurarse en 2015, primero, o el 30 de junio de 2019, que ofreció más tarde el propio Maduro como nueva fecha.
“¡Anótenlo! 30 de junio de 2019, aquí estaremos con el pueblo de Caracas y todo el que quiera venir a disfrutar de la inauguración del estadio más hermoso, más moderno y más grande de béisbol de toda América Latina y el Caribe”, prometió Maduro en vísperas de su cuestionada reelección del 20 de de mayo de 2018. Justificó el incumplimiento previo por la “caída de los precios petroleros, la guerra económica, la persecución financiera y el secuestro de recursos financieros por parte del gobierno de Estados Unidos contra Venezuela”.
Las fotografías tomadas en el lugar esta semana por Armando.Info confirman que para jugar en el estadio falta mucho. Mientras tanto, esos mismos contratistas panameños, Lanvicorp y los Carretero Napolitano, hicieron todo un rally de carreras mediante negocios con el Estado venezolano.
Porque no solo fue el Carnet de la Patria: un mes antes de esa asignación millonaria, por ejemplo, Corpovex había suscrito otro contrato con Lanvicorp, identificado con el número 0139 del 9 de diciembre de 2016, en el que la empresa obtendría 4,5 millones de dólares para la “adquisición de juguetes”, a pedido del Ministerio del Despacho de la Presidencia.
Fiel a su opacidad, es poco lo que el régimen chavista ha revelado acerca del Carnet de la Patria. Se sabe, al menos, que al cierre del año pasado 21 millones de personas tenían el documento.
Una investigación de la agencia Reuters, publicada en 2018, descubrió la participación de la tecnológica china ZTE en el proyecto “para armar una base de datos con los carnets y crear un sistema de pago móvil para usar con la tarjeta”. El reportaje detalló que ZTE vendió los servidores para la base de datos que almacena la información de cada titular del carnet, así como que trabajadores de la compañía china estaban dentro de una “unidad especial de Cantv”. Nada hacía suponer que la constructora de los Carretero Napolitano tuviera su cuota en el proyecto.
El clan Carretero Napolitano está encabezado por los hermanos Ramón, Vicente y Roberto. El negocio familiar más conocido en Panamá es el de la distribuidora de bicicletas Rali, fundado hace décadas, y por el han estado ligados a la federación de ciclismo de ese país. Sin embargo, a Venezuela no llegaron en bicicleta, sino con la constructora Lanvicorp y mucho tiempo después: justo cuando Maduro aseguró la continuidad de la autodenominada Revolución Bolivariana.
Ni en Lanvicorp, ni en Distribuidora Rali, contestaron las peticiones de entrevistas formuladas por el redactor de la presente nota a través del correo electrónico.
Como en decenas de sociedades que tienen en Panamá, los tres hermanos intercambiaron roles en los papeles de Lanvicorp en Venezuela, pero a la postre Ramón Carretero Napolitano, de 56 años de edad, quedó al mando. También es el responsable de la filial registrada en Hong Kong en 2015. Fuentes conocedoras de sus actividades en Caracas, coinciden en que el grupo llegó al país recomendado por el régimen cubano, al que ha servido, y en que, desde un primer instante, Ramon Carretero Napolitano se volvió cercano a Carlos Malpica Flores, el sobrino de la primera dama venezolana con mayor relevancia en la administración pública. De ambas versiones hay evidencias.
La sucursal venezolana de Lanvicorp nació en agosto de 2013, siete años después de la creación de su holding homónimo en Panamá. En cuestión de meses obtuvo tres grandes contrataciones de la Fundación Propatria 2000: además del inacabado estadio de béisbol Hugo Chávez, a la empresa le encomendaron la “remodelación y reacondicionamiento de los hoteles Guaicamacuto y Gran Caribe”, en el costero estado Vargas, y la construcción de 20 “gimnasios verticales”, casi en simultáneo a un contrato similar para levantar otros 30 gimnasios que obtuvo el empresario Alex Saab -ya extraditado a Estados Unidos, donde espera juicio- junto con su socio, Álvaro Pulido Vargas.
Siendo aún “presidente encargado” de la República, el 1 de abril de 2013, menos de un mes después del fallecimiento de Hugo Chávez, Maduro ordenó que la Fundación Propatria 2000 quedara bajo control del Ministerio del Despacho de la Presidencia. Adicionalmente, los contratos de Fundación Propatria 2000 para Lanvicorp coinciden con el período en que Carlos Malpica Flores fue director principal de la institución -entró al cargo en noviembre de 2012- y poco antes de que Walter Jacob Gavidia Flores, hijo de Cilia Flores, asumiera la presidencia del organismo.
“En la Fundación [Propatria 2000] siempre se dijo que Lanvicorp estaba ligada a Carlos Malpica, y los colombianos [Alex Saab y Álvaro Pulido] a Walter Gavidia”, relata un exempleado de la Fundación Propatria 2000.
Carlos Malpica Flores luego continuó su escalada en cargos públicos hasta llegar a la tesorería nacional y la vicepresidencia de finanzas de la estatal petrolera Pdvsa, entre los más importantes, mientras que Ramón Carretero Napolitano siguió acumulando negocios en Venezuela. “Es más inteligente que Saab y Pulido”, afirma una fuente que prefiere el anonimato y que también ubica al empresario panameño en la actual comercialización de petróleo de Pdvsa.
Otro vínculo de Ramón Carretero Napolitano con Carlos Malpica Flores está documentado en el registro mercantil de Panamá. En las compañías Grupo Carrelop Corp, Pro Hogares S.A. y Galeras del Este, todas registradas entre enero y junio de 2014, y hoy las dos primeras disueltas, Ramón Carretero Napolitano compartió sociedad con Juan Carlos López Tovar, un empresario venezolano contratista de Pdvsa y socio de Carlos Malpica Flores en las compañías venezolanas Inlasa C.A y Redilama C.A, según el Registro Nacional de Contratistas (RNC).
La cercanía del socio de Carlos Malpica Flores con Ramón Carretero Napolitano es tal que en otras de sus compañías registradas en Panamá, Juan López Tovar usa como dirección el “edificio Rali Carretero Sport” en la avenida José Domingo Díaz de la capital panameña.
Ese es el caso de la sociedad Montecristo Enterprises Corp, a nombre de la que Juan López Tovar firmó un acuerdo comercial en diciembre de 2013, según papeles de la filtración periodística Pandora Papers, con Sylo Investments Ltd, una compañía de Islas Vírgenes Británicas perteneciente al empresario José Simón Elarba, dueño en Venezuela de la recolectora de basura Fospuca y quien públicamente ha reconocido su amistad con Carlos Malpica Flores: “Es mi amigo querido, mi amigo cercano”, reconoció Elarba a Armando.Info, consultado en su momento para otro reportaje.
Según los papeles, en ese acuerdo se especifica que Juan López Tovar y su empresa Montecristo Enterprise Corp tienen experiencia en el “área de telecomunicaciones, construcción de inmuebles, juguetería”, así como “amplia experiencia y conocimiento en la cotización y presupuestos para el manejo de las divisas necesarias para operar los negocios en Venezuela a través de los mecanismos válidos y lícitos para la obtención de divisas en el mercado bancario nacional”.
El nexo entre el socio de Carlos Malpica Flores y Ramón Carretero Napolitano es todavía mayor, de acuerdo a algunas versiones periodísticas, como la publicada en Infodio.com, según la cual Juan López Tovar es cuñado de Carlos Malpica Flores, al estar casado con Iriamni Malpica Flores. Allí se muestran documentos que revelan pagos realizados en 2013 por Corporación Logística del Caribe, otra empresa de Ramón Carretero Napolitano, al propio Juan López Tovar e Iriamni Malpica Flores, por 178.000 y 78.000 dólares, respectivamente.
Esa compañía, Corporación Logística del Caribe, también obtuvo contratos de la estatal Corpovex sólo meses después de que Lanvicorp sellara el negocio del Carnet de la Patria, de acuerdo a los documentos obtenidos para este reportaje.
Entre 2017 y 2018 la compañía, también registrada en Panamá, obtuvo contratos para la venta de 4.843 electrodomésticos, de casi cuatro millones de juguetes y 77.610 neumáticos. En conjunto, los tres contratos suman poco más de ocho millones de dólares, por un lado, y 17,3 millones de euros, por otra parte.
Esa misma Corporación Logística del Caribe, inscrita en Panamá en 1995, permite seguir la pista de los nexos de Ramón Carretero Napolitano con la Cuba de los Castro. Además de esa variedad de contratos en Venezuela, la compañía tiene una sucursal en la capital cubana y está representada por el propio Ramón Carretero Napolitano.
En Cuba, la Corporación Logística del Caribe cuenta con la licencia para sociedades mercantiles extranjeras, que le permite comercializar un amplio portafolio de productos que van desde alimentos como “preparación de carne”, “azúcares”, “cacao y sus preparaciones”, a “productos farmacéuticos”, “calzado” y hasta “objetos de arte o colección y antigüedades”, entre otros.
“Ramón Carretero conoce a Maduro y a Cilia [Flores] por Raúl Castro. En Cuba también hizo construcciones y se mueve entre Caracas y La Habana”, insiste una de las fuentes consultadas.
Aunque procura el bajo perfil, a finales del año pasado apareció con la varias veces ministra y actual alcaldesa de Caracas, la almiranta retirada Carmen Meléndez, en una nueva inspección de las autoridades al estadio de béisbol Hugo Chávez. “Seguimos avanzando en la construcción del estadio de béisbol Hugo Chávez, en La Rinconada”, publicó en Twitter el 30 de noviembre de 2021, sin comprometerse con una posible fecha de inauguración.
A diferencia de la suerte que han tenido en Venezuela, en Panamá tanto Ramón Carretero Napolitano como su hermano Roberto han sido investigados por las autoridades de ese país y castigados, precisamente, por irregularidades en contrataciones públicas en tiempos del gobierno de Ricardo Martinelli.
En diciembre pasado, por ejemplo, Roberto Carretero Napolitano y el exdirector del Programa de Ayuda Nacional (PAN) fueron condenados a cuatro años de prisión por el delito de peculado. “El delito probado se cometió a través de la adquisición irregular de instrumentos musicales destinados al Ministerio de Educación a través del PAN”, informó el Ministerio Público panameño.
En 2015 el propio Ramón Carretero Napolitano tuvo que presentarse en la Fiscalía Anticorrupción para rendir declaraciones, por las supuestas irregularidades en la adjudicación de contratos para la compra-venta de bolsas de comida a través de los fondos del PAN.
Pero en Venezuela, mientras tanto, Ramón Carretero Napolitano iba ganando influencia en el gobierno de Nicolás Maduro.
El gigante asiático, potencia mundial emergente, tiene años haciendo negocios con una Venezuela gobernada por sus aliados políticos y comerciales del chavismo. Pero en 2014, por alguna razón, dos de sus empresas emblemáticas del sector de tecnología, ZTE y Ceiec, precisaron de la intermediación de este abogado venezolano, dueño de la empresa de recolección de desechos Fospuca, para acceder a información privilegiada del mercado criollo y, en última instancia, conseguir contratos con las telefónicas locales Cantv y Movistar. A cambio, este recibió 28 millones de dólares.
José Simón Elarba ha levantado su perfil público como propietario y presidente de Fospuca, prestadora del servicio de aseo urbano en municipios de Caracas y otras regiones. De ese modo se ha dejado ver como un ejecutivo de buen gusto y mejores conexiones con el poder. Pero justo antes de hacerse de ese negocio -que gestiona, como otros de sus emprendimientos, con criterios de firma familiar- este abogado venezolano recibió una transferencia por un poco más de un millón de dólares desde una jurisdicción indeterminada y por orden de una empresa sin rastros. El Departamento del Tesoro tomó nota en Washington.
La solución habitacional para los hermanos Gavidia Flores, su padre, parejas y socios de negocios, supuso llevar a cabo una ambición extravagante: comprar una a una las catorce casas de un callejón de la urbanización Cumbres de Curumo de Caracas, una meta que completaron en cuatro años. Al mudarse en manada de El Paraíso, en el centro de la capital, al este burgués del valle, simbolizaron su asombroso ascenso social en medio de la debacle económica del país. La nueva ubicación les ofrece aislamiento y la posibilidad de vivir junto a Fuerte Tiuna, el hogar de su madre, la primera dama, y su padrastro, Nicolás Maduro. Para lograrlo diseñaron una estrategia de compra paulatina mediante terceros allegados, a través de empresas de maletín, y con pagos nominales en bolívares con cheques personales.
Su construcción masiva en barrios populares de todo el país fue la solución que en 2013 Nicolás Maduro, recién ungido presidente, ofreció ante el auge de la criminalidad. Pero de los 30 gimnasios prometidos, muchos quedaron sin terminar o en abandono. A pesar de esa ruina, el proyecto fue un negocio fértil para los empresarios que estaban detrás, los colombianos Alex Saab Morán y Álvaro Pulido Vargas, sancionados hace poco por el Departamento del Tesoro estadounidense. El dúo logró un contrato que, en cuestión de semanas, pasó de 60 a 100 millones de dólares gracias a la Fundación Pro-Patria 2000, un ente subordinado al Despacho de la Presidencia y por cuya directiva pasaron el hijo mayor y un sobrino de la primera dama, Cilia Flores.
Una compañía vinculada a un grupo empresarial bajo investigación en Panamá obtuvo en 2013 -junto a otras dos grandes asignaciones- el contrato para el nuevo estadio de béisbol de Caracas, a cuya culminación el presidente Nicolás Maduro acaba de ordenar que se le dé prioridad. ¿Cómo terminó beneficiado por el sucesor de Chávez el mismo emporio familiar que, como las pesquisas posteriores mostrarían, estaba siendo consentido al mismo tiempo por el Gobierno del neoliberal, y hoy prófugo, Ricardo Martinelli?
Carlos Erik Malpica Flores es uno de los civiles más poderosos de Venezuela por la cantidad de recursos y funciones que ocupa. Es el actual tesorero de la República y administrador de las finanzas de Pdvsa. Ha tenido una astronómica carrera como funcionario público desde que, de la mano de sus tíos, Cilia Flores y Nicolás Maduro, ingresara al gobierno. Durante 10 años ha sabido ocultar su rostro y cuidar con celo los detalles de su gestión. Su nombre comenzó a resonar hace poco, luego de que dos jóvenes parientes de la Primera Dama fueran detenidos por presunto narcotráfico en Nueva York. Hoy su identidad queda al descubierto, al mismo tiempo que una serie de negocios en Panamá asociados a sus familiares.
El llamado ‘ecosocialismo’ sopesó el potencial exportador del alga roja y levantó la veda sobre su cultivo y comercio, a los que ahora alienta. Se trata de dos especies asiáticas, introducidas a mano y asilvestradas en aguas del oriente del país, que dieron pie a un negocio que ya florecía en el vacío legal. En la isla de Margarita la actividad se concentra en un puñado de empresas -alguna conectada con la jerarquía chavista-, casi sin supervisión y ningún estudio de su impacto ecológico. Y los productores artesanales siguen en la miseria.
Ni en el retiro ni en prisión: con tres décadas en el oficio, el estafador venezolano José Trinidad Márquez acaba de volver a las andadas en España. Pero el ‘modus operandi’ que usa ha quedado expuesto. Su más reciente y fallido intento de conseguir comisiones, haciéndose pasar por un intermediario de petroleras latinoamericanas -fingió trabajar para Pdvsa y ahora para la mexicana Pemex-, topó con un hombre que pilló muy pronto sus artimañas y lo denunció ante las empresas víctimas -corporaciones internacionales-, la prensa y la justicia.
Un compuesto de suero de leche con almidones espesantes se vende desde hace tiempo en el mercado nacional bajo la marca Tigolac. Si la naturaleza del sucedáneo lácteo podría generar escepticismo entre los consumidores conscientes, el asunto se acaba de volver más serio: en Brasil allanaron la fábrica donde se produce y le encontraron adulteraciones con sustancias abrasivas y antisépticas no aptas para la ingesta. Entre tanto, el importador en Venezuela y el Ministerio de Salud, que otorgó el permiso sanitario, guardaron silencio.
Los cujíes lloran de dolor en el hábitat semiárido del Parque Nacional Cerro Saroche, entre Barquisimeto y Carora. También las veras y los curaríes. A todas estas especies arbóreas las está extinguiendo la voracidad comercial por sus maderas. Con el ojo puesto en un negocio de exportación, desde 2021 el oficialismo no solo impulsa, sino que también participa en su tala indiscriminada y procesamiento que busca suplir la demanda global de combustibles para cocinar al aire libre. Una empresa mixta, Carbonera El Obelisco, es punta de lanza en este boom ecocida.
A Edgar Marval, uno de los 10 estadounidenses canjeados por Alex Saab, le apagaron cigarros en la espalda y le sometieron a descargas eléctricas. Más allá de las torturas, su historia abre una oportunidad inédita para trazar la ruta del oro, que conecta el contrabando de Guayana con redes internacionales que han lavado más de 3.000 millones de dólares en cargamentos que llegaron incluso hasta la suiza Argor, la refinería más grande del mundo
Nicolás Maduro se ha comprometido con China a atender la demanda de ese mercado por las también llamadas ‘holoturias’, criaturas de aspecto repelente que en la cocina de Asia Oriental pasan por un manjar. Esa oferta no tiene en cuenta los fracasos anteriores de iniciativas para criar la especie en Margarita, lo que abre paso a su pesca indiscriminada. A costa del hábitat natural, la nueva fiebre ofrece una fuente de ingresos a los pescadores, así como un negocio en el que ya entraron amigos del régimen.
Compañía panameña de la familia Carretero Napolitano. Aterrizó en Venezuela en 2013. Ha recibido contratos para la construcción de grandes obras públicas, pero también para la importación de los equipos tecnológicos para el Carnet de la Patria.
Compañía controlada por Ramón Carretero Napolitano. Tiene presencia en Cuba y en Venezuela entre 2017 y 2018 recibió contratos de la estatal Corpovex para importar electrodomésticos, juguetes y neumáticos.
Empresario venezolano, contratista de Pdvsa. En Venezuela ha sido socio de Carlos Malpica Flores en las empresas Inlasa y Redilama. En Panamá comparte sociedad con Ramón Carretero Napolitano en al menos tres compañías.
Sobrino de Cilia Flores. Era director de Fundación Propatria 2000 cuando ese organismo otorgó contratos para la construcción de obras, como el estadio de béisbol Hugo Chávez, a la empresa panameña Lanvicorp.
Empresario panameño. Controla a Landscape Vision Corp (Lanvicorp) en Panamá, Venezuela y Hong Kong. Esa compañía primero recibió contratos para obras públicas en Venezuela, pero años después participó en importaciones de juguetes, electrodomésticos y hasta los equipos tecnológicos para el desarrollo del Carnet de la Patria.