APÓYANOS

El misterio del rebaño desaparecido

Venezuela se ha convertido en uno de los principales compradores de ganado brasileño. Pero las masivas importaciones apenas dejan notar algunas irregularidades, como casos de sobreprecios en el transporte marítimo, o las discrepancias entre los registros de los dos países, cuyas diferencias establecen que 100.000 cabezas de ganado dejaron de llegar a su destino.

14 febrero 2015
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Un toro de 1.000 kilos puede servir, en teoría, para un almuerzo de 4.000 personas. Como un kilo de carne cuesta en mercados caraqueños, en promedio, alrededor de 500 bolívares –o 79 dólares, según la tasa oficial de 6,3 bolívares por dólar reservada para la importación de alimentos-, se puede redondear en 79.000 dólares, a trazos muy gruesos, el precio de ese toro en la calle.

Esta sencilla e imprecisa aritmética ilustra el valor de la virtual evaporación de al menos 100.830 cabezas de ganado que fueron compradas por Venezuela a Brasil desde 2007 y hasta 2013, lo suficiente para alimentar a toda la población del municipio Libertador (centro-oeste de Caracas) durante dos meses.  El parangón adquiere un valor intangible, y aún mayor, en esta época de escasez crónica de consumos de primera necesidad en Venezuela.

Ese es el resultado que arroja el cotejo de las cifras brasileñas, cuya data de exportación la emite el Ministerio de Comercio Exterior de ese país, con los registros de importación de ganado en pie desde ese país del venezolano Instituto Nacional de Estadísticas (INE). Según Brasil, Venezuela compró durante esos años un poco menos de dos millones 600 mil cabezas de ganado. Según Venezuela, Brasil le vendió menos de dos millones y medio de ejemplares.

La diferencia puede lucir casi infinitesimal. Para Venezuela, representa 10% de su consumo anual de carne de res, prorrateado a lo largo de seis años. Pero para Brasil, que las cuentas no cuadren es un asunto serio. Venezuela es en la actualidad uno de los principales clientes de sus exportaciones de ganado. En ciertas regiones como Belem do Pará, 70% del rebaño de exportación se destina a Venezuela.

Sobreprecios en alta mar

En octubre de 2013 ese intercambio de petrodólares por carne sufrió un revés. Entonces Estados Unidos y Gran Bretaña solicitaron una investigación contra las exportadoras brasileñas de ganado, por supuestas irregularidades en las ventas que hacían a clientes venezolanos. El hecho, según los medios de comunicación de ese país y Portal Brasil, el website oficial del Gobierno brasileño, era que las empresas Kaiapos Fabril exportadora y Agroexport (máximas exportadoras de Brasil y con excelentes relaciones con empresarios venezolanos) habrían recurrido al sobreprecio de la mercancía y los costos de transporte a Venezuela para facilitar la fuga de divisas y evadir impuestos al Gobierno de Brasil. Navieras de banderas británica y estadounidense habrían participado en el fraude.

Cinco importadoras eran las principales corresponsales que todos los meses los cargamentos de ganado en Puerto Cabello (principal terminal marítimo de Venezuela, en el estado Carabobo, sobre la costa central del país). Hoy, en 2015, algunas de ellas ya no traen animales brasileños para los mataderos venezolanos.

Hasta el momento no es posible establecer una relación directa entre el caso de sobreprecio de las importaciones y la discrepancia en las cantidades de tales importaciones, incongruencias que abundan.

La estadística de importación de la Cámara de Comercio de Puerto Cabello muestra una cantidad de ganado en pie de Brasil de enero a septiembre de 2013 que difiere del registro privado de Importgenius.com, un portal estadounidense dedicado a llevar una data de los movimientos aduaneros y de comercio internacional de todo el mundo.

En Brasil abrieron una investigación a algunas de las empresas que exportaban carne a Venezuela. Foto: Flickr/Gaston Bevacqua.

Pero por otra parte, bases de datos como las del Registro Nacional de Contratistas (RNC), el Centro de Comercio Exterior (Cencoex), el Registro Mercantil e incluso la Fiscalía del Ministerio Público y la Oficina Nacional Antidrogas demuestran que algunas empresas de la importación cárnica tienen menos de dos trabajadores, pocos clientes, casi ninguna actividad comercial, poca actualización de datos y llamados de verificación por el Cencoex; rasgos típicos de las empresas de maletín.

Armando Chacín, presidente de la Federación de Ganaderos de la Cuenca del Lago de Maracaibo, denunció en mayo de 2014 que cualquier persona que tuviera “acceso al Estado venezolano y que pueda conseguir una planilla de importación” se pone en condiciones de traer contenedores al país sin ningún control. Su declaración podría dar una primera pista acerca de por qué “desaparece” el ganado bovino en la ruta desde Brasil a Venezuela. Otro vocero, Pedro Piñate, un consultor agropecuario, sugiere que con frecuencia el negocio está en conseguir acceso al dólar preferencial y luego venderlo a precios del mercado negro.

Manuel Cipriano Heredia, ex presidente de la Federación de Ganaderos de Venezuela (Fedenaga), considera que bastaría con identificar a las privilegiadas empresas que reciben licencias por parte del Ministerio de Alimentación para importar carne y animales vivos. Pero eso, advierte por vía telefónica, parece ser un secreto de Estado.

Fallas del sistema

Las importadoras venezolanas dicen otra cosa. De la gran cantidad de empresas que reciben licencias por parte del Ministerio (en su Memoria y Cuenta 2013 explica que expende licencias pero no especifica a qué empresas), cinco de ellas mostraron irregularidades al comparar las cifras de Puerto Cabello con las de Importgenius.com. Es como una actividad estadística: se verifica el número de importaciones de cada empresa por mes entre enero y septiembre de 2013, justo un mes antes de que iniciara el proceso de detenciones en las exportadoras de Brasil. El resultado es claro: solo entre esas cinco empresas faltan 9.100 cabezas de ganado.

Comercializadora Lava, por ejemplo, aparece comprando un poco menos de cinco millones de kilos de ganado en pie en ese periodo de enero a septiembre de 2013, y al país llegaron un poco más de tres millones 200 mil kilos. Falta una diferencia aproximada de 3.000 cabezas.

Crisóforo Gómez, propietario de Importaciones Melgom, advierte que es imposible que un empresario venezolano compre algún producto en el exterior para revenderlo en Venezuela o quedarse con los dólares otorgados por Cencoex. Su explicación del proceso es esta: entrega una cantidad de requisitos al Ministerio de Alimentación para obtener una licencia que, como confirman desde Fedenaga, es la que dice cuántas cabezas de ganado comprar y cuántos dólares otorgarán para cada cabeza. Una vez con la licencia en la mano, el empresario hace su solicitud de aprobación de divisas a través del banco, y cuando ya tiene la aprobación llega al Banco Central de Venezuela (BCV) para que desde esa entidad hagan la importación.

Los registros de la aduana de Puerto Cabello no cuadran con los de Brasil, entre otras bases de datos. Foto:Flickr.

 “Los empresarios que traemos ganado no tocamos dólares. Todo se hace directamente con el Banco Central”. Según Gómez, el BCV se entiende con el Banco Central de Brasil para comprar el ganado a través de un viejo convenio de cooperación llamado Aladi. Una vez que la entidad bancaria cumple con el proceso, el empresario debe recibir de ella un “código de reembolso”, que es el documento que lo autoriza a sacar sus productos de Puerto Cabello. Ya con el producto, entonces se cancela en bolívares las divisas aprobadas por Cencoex y utilizadas para la compra del ganado.

La empresa de Gómez, Melgom, registra una diferencia aproximada de 1.500 cabezas de ganado en pie, es decir, que en Brasil compró una cantidad cercana a los cinco millones de kilos y Venezuela registra un poco más de tres millones 500 mil. Gómez justifica esta diferencia con el retraso de los códigos de reembolso. “Si no coincide un mes con otro, es porque, por ejemplo, en Brasil se compró en enero y a Venezuela llegó tres o cuatro meses después”. Pero las cifras de Puerto Cabello e Importgenius.com son las mismas en algunos meses y en otros no.

Gómez asoma otro tipo de eventualidad que quizás los registros no contemplan. En 2014 su empresa no pudo recibir ganado porque hubo retrasos en la expedición de los códigos de reembolso. Eso significó que 6.000 cabezas de ganado no pudieron salir de Brasil. Sin esos códigos es imposible registrar la mercancía y, supone Gómez, en tales casos el BCV no completó la compra.

Pero estas posibles fallas del sistema no aplicarían para casos como el fraude de sobreprecios de transporte destapado por las autoridades brasileñas. ¿Con qué contraparte venezolana, entonces, concertaron Kaiapos Fabril Exportadora y Agroexport las irregularidades?

A finales de enero de este año Valor Económico, periódico especializado de ese país, publicó que una fuente del Gobierno Federal aseguró que pedirá a Venezuela petróleo y oro como garantía para el pago de sus exportaciones –principalmente, de alimentos- a Caracas. Eso se debe, asegura Valor, a que Venezuela se queda sin dólares y hay exportadores brasileños que todavía esperan se les paguen las deudas pendientes desde Venezuela. De esto, como de lo anterior, tampoco existe una versión oficial venezolana.

Manuel Cipriano Heredia, ex presidente de Fedenaga, cree que para poner orden en la importación de ganado en pie, bastaría con identificar a las privilegiadas empresas que reciben licencias para participar en el negocio. Foto: Fedenaga.

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