Un megaproyecto entre Argentina y Venezuela drenó millones y no hizo ni pío

De aquella época de fraternidad inquebrantable entre Hugo Chávez y el matrimonio Kirchner, el gobierno “revolucionario” firmó contratos con la empresa argentina Granja Tres Arroyos por 82 millones de dólares para construir un polo avícola en Venezuela. Fue en el año 2009 y hoy, diez años después de aquellos anuncios que prometían la soberanía alimentaria para Venezuela, queda un pequeño galpón de cría de pollos olvidado en el Parque Nacional de Uverito en el Estado Monagas. Una millonaria estafa al pueblo venezolano que también ocasionó el desplome de la economía de una ciudad argentina que hoy se recupera de una burbuja que reventó muy pronto

13 octubre 2019
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6 de marzo de 2008. Bajo la mirada del Libertador Simón Bolívar, entre paredes de caoba en el Salón de Ayacucho en el Palacio de Miraflores en Caracas, se firmaba una carta de intención entre la empresa avícola argentina Granja Tres Arroyos y PDVSA Agrícola, el brazo alimentario de la entonces poderosa Petróleos de Venezuela. 

En esos días, el gobierno de Venezuela anunciaba a viva voz que se iniciaba en el país un proceso de industrialización en el sector avícola destinado a garantizar la “soberanía alimentaria”. El programa era liderado por PDVSA Agrícola, dirigida por Egly Antonio Coronado, un tío del entonces presidente de la corporación petrolera Rafael Ramírez y era un ambicioso plan que incluía una inversión millonaria para dotar a Venezuela de la infraestructura, las capacidades técnicas y humanas necesarias para que produjera sus propios pollos.  

Carlos Mario Plano, representante de la poderosa firma Granja Tres Arroyos había llegado a Caracas en el marco de una visita de la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Una visita con la pompa usual: militares vestidos de gala, de completo rojo y dorado con sus sables al cinto recibían a la presidenta Cristina Fernández, a quien Hugo Chávez trataba de hermana y que declaraba ese día como peronista. Los representantes de Granja Tres Arroyos esperaban para firmar una “carta de intención” que se traduciría en contratos por 82 millones de dólares.

Ese 6 de marzo de 2008 corrió la tinta de firmas: de contratos, de memorandos de intención o de entendimento, de compra venta y de logística. Compra de maquinarias, plantas agroindustriales, empresas mixtas con la petrolera del Estado argentino, o de alimentos y equipos del hogar a los supermercados COTO. Había dinero para todo el mundo. El petróleo amanecía ese día a 103 dólares el barril. Chávez aún no tenía cáncer, Néstor Kirchner estaba vivo. Y en Buenos Aires empezaba la temporada teatral.

Promesas sin complejos

Pero sólo después de todas las firmas hablarían los presidentes. Cristina Fernández escogería de tema América Latina como región de paz y Chávez un poco de todo: que Venezuela era una colonia del imperio hasta que él llegó, del primer envío petrolero venezolano que hicieron él y Julio De Vido en un discurso en el que no faltó alguna mención a “mi general Perón”.

La firma del representante del gigante avícola argentino Granja Tres Arroyos fue relatada por la presentadora del evento de la siguiente manera: “Cuarto instrumento. Carta de intención entre Pdvsa Agrícola y Granja Tres Arroyos para formular y desarrollar proyecto integral avícola sustentable en la República Bolivariana de Venezuela. Por la República Bolivariana de Venezuela firma Egly Antonio Ramírez Coronado. Presidente de Pdvsa Agrícola. Por la República de Argentina firma Carlos Mario Plano, representante de la Granja Tres Arroyos. A través de esta carta de intención se realizarán estudios para el desarrollo conjunto del proyecto integral avícola sustentable de Pdvsa Agrícola”.

El proyecto agrícola sustentable ya tenía nombre grandilocuente: Complejo Industrial Avícola Socialista, luego popularizado por sus siglas, CIAS. Este Complejo alimentario pretendía erigirse en la zona de bosque de Uverito en el estado oriental de Monagas con objetivos de producción ambiciosos: 800 mil pollitos semanales, 70 mil toneladas de carne de pollo anuales para cubrir 30 por ciento del consumo anual de los venezolanos. 

La web de PDVSA Agrícola (que extrañamente se aloja en un hosting gratuito) lo expresa de la siguiente manera: “Este complejo avícola es el primero que garantiza una producción nunca antes vista en el país, con todas las instalaciones para realizar el sistema completo de incubación, cría, cortes y distribución de proteína cárnica avícola”. 

Una mirada al plan de negocios de PDVSA agrícola lo define en términos más específicos. “El CIAS estará en capacidad de producir 30% de la demanda nacional de consumo de carne de pollo (360 mil toneladas al año). Cada complejo dispondrá de granjas de levantes de pollonas, granjas para la producción de huevos fértiles, granjas para engorde, incubadoras, plantas de Alimento Balanceado (ABA). Se sembrarán en forma mecanizada 20 mil hectáreas de caraota y 10 mil hectáreas de frijol, para obtener 16 mil toneladas de la primera y 7.500 de la segunda, abasteciendo así el 25% de la demanda nacional”.

Todo esto prometía el imponente Complejo Avícola CIAS

Al otro extremo del continente, en Argentina, se sentían las oleadas de optimismo, crecía el interés por Venezuela y los potenciales negocios. Granja Tres Arroyos, hoy una potencia en el sector avícola, daba sus primeros pasos del fructífero negocio que iba a trabar con Venezuela. 

Para agosto de 2009, un año y tres meses después de aquel festival de firmas, una nota de prensa de PDVSA sigue conjugando en futuro los verbos de la realización del proyecto, con fecha de realización en una primera fase para diciembre de ese año: “En el caso del estado Monagas, el CIAS iniciará su producción en el mes de diciembre del presente año con nueve de las 45 granjas previstas para este proyecto, con 16 galpones, informó Alcira Santamaría, Líder del Proyecto, quien agregó que en el arranque de la planta se procesarán aproximadamente 100 mil pollos semanales”.

Junto con las promesas de la soberanía alimentaria se iniciaron negocios millonarios entre las partes. Venezuela se comprometía con la firma avícola argentina Granja Tres Arroyos a contratar a la empresa para desarrollar el ambicioso complejo a cambio de 82 millones de dólares. 

Después de mucho indagar, este equipo de investigación logró identificar el detalle de cada uno de esos contratos. En el año 2011 en la Memoria y Cuenta de PDVSA se especifican los montos y números de contratos que iban a poblar el estado de Monagas de infraestructura, galpones, plantas de alimento balanceado y fábricas frigoríficas para alcanzar la producción deseada. Se trató de varios contratos que especificaban las etapas que requería montar este Complejo avícola en Venezuela:

- Un contrato por más de 10 millones de dólares para la adquisición de “instalaciones y equipamiento avícola para el plan piloto del complejo integral avícola socialista (CIAS) Monagas”.

- Un contrato por 27 millones de dólares por servicios de consultoría “para apoyo a la procura, ingeniería básica, capacitación y adiestramiento del personal, para la construcción del Complejo Avícola (CIAS Monagas)”

- Un contrato de 13,5 millones “para el suministro de equipamiento e instalaciones de planta de alimentos balanceados ABA”.

- Un contrato por más de 17 millones de dólares para “el suministro de equipos de planta de beneficio (del Complejo CIAS Monagas)”.

- Un contrato por 3 millones de dólares para “el suministro de equipos de la planta de incubación del complejo integral avícola Socialista (CIAS-Monagas)”.

- Y un último contrato de esta primera etapa por 12 millones de dólares “para suministro y equipamiento de galpones y depósitos para granjas de levante de pollonas y reproductoras en producción del complejo integral avícola socialista (CIAS Monagas)”. 

Florece Concepción

Mientras ese proceso daba sus frutos (al menos así se comunicaba desde la República Bolivariana de Venezuela), los mismos protagonistas montaron un monstruoso negocio de venta de pollo congelado de Argentina a Venezuela. La exportación de carne avícola desde Argentina a Venezuela pasó de cero toneladas en 2008 a la imponente cifra de más de 150 mil toneladas en 2013. Los años transcurrían y sólo florecían las exportaciones de Argentina a Venezuela porque el Complejo Avícola venezolano prometido no producía ni un sólo kilo de pollo. 

Para ese entonces, Granja Tres Arroyos ya era un viejo conocido en Venezuela. Sus ingenieros y referentes de la empresa viajaban de forma recurrente para diseñar, proyectar y volver a prometer la construcción del ansiado CIAS en Monagas. 

Bajo esas mismas promesas y los jugosos contratos, Granja Tres Arroyos daba un salto en sus inversiones, sumando más trabajadores, más tecnología y adquiriendo nuevas plantas asociadas al proceso avícola en Argentina.

Así luce una de las modernas plantas de Granja Tres Arroyos. Nada de eso existe en Monagas

La ciudad de Concepción del Uruguay, en Entre Rïos (Argentina) florecía al calor de los nuevos negocios de Granja Tres Arroyos. Se duplicaba el número de empleados de la planta frigorífica, se sumaban nuevos puestos en la planta productora de alimentos, los demás frigoríficos resurgían para alimentar el mercado interno. De ese modo, toda una ciudad, considerada la capital avícola de Argentina, sumaba cerca de 1200 nuevos empleados con los salarios más altos de la región. El comercio local vendía como nunca antes y las casas de electrodomésticos despachaban sus productos en cómodas cuotas, a sabiendas del excedente de ingresos que garantizaba la burbuja avícola promovida por Venezuela. La felicidad, esa quimera, parecía tocarse con la punta de los dedos. 

Apenas un alambrado

En Venezuela no llegó a sentirse ese optimismo. Fue en 2011 cuando Granja Tres Arroyos vuelve a aparecer y en el informe de gestión anual se explica el estado del Complejo Avícola CIAS para ese año: “Este contrato se mantiene en vigencia y contempla el suministro de equipos e instalaciones de los establecimientos que conforman el Complejo Integral Avícola Socialista Monagas”. Allí referían los escasos avances: “Durante el año 2011, se culminó la construcción de la cerca perimetral de la Planta de Incubación, Planta ABA y de las nueve Granjas de Engorde que conforman el Plan Piloto y adquisiciones de plantas de alimento balanceado e incubación y de galpones de ambiente controlado para pollos de engorde”.

La Memoria y Cuenta de PDVSA de 2011 refleja también las situaciones adversas que atravesó la construcción del CIAS Monagas. Menciona la declaración como desiertos a los distintos procesos de contratación de obras y las dificultades para la captación de personal que compiten con la actividad petrolera. También se afirma allí como problema la falta de disponibilidad oportuna de los recursos financieros y el flujo de caja.

En febrero de 2012 “De vuelta al campo”, la revista oficial de PDVSA Agrícola, mantiene el tono de promesa. Publica el Plan de Negocios y algunos adelantos en otras áreas del ambicioso proyecto agroindustrial de la petrolera.

Para confirmar el estado del CIAS durante 2012, basta revisar un informe de pasantía de  ingeniería mecánica  de la Universidad Simón Bolívar.  El reporte dice que el CIAS Monagas “se encuentra  actualmente en la fase final de ingeniería y en la fase inicial de construcción”. El trabajo de pasantía es una evaluación de los equipos, costos, manuales, periodicidad de mantenimiento requerido y fallas potenciales. Allí se detalla la utilidad, nombre y el costo de los equipos adquiridos hasta ese momento y la áreas de producción a la que pertenecen. El documento también refiere cierto hermetismo de Granja Tres Arroyos a la hora de entregar documentos a PDVSA Agrícola y alguna incongruencia de los materiales entregados.

En ese documento hay un croquis del Complejo Integral Avícola Socialista y una descripción detallada de lo que iba a ser: 

- Cuatro granjas de levante de pollos.

- Ocho granjas para la producción de huevos fértiles.

- Una planta de alimentos balanceados para pollos de engorde.

- Una planta de alimentos balanceados para reproductoras.

- 45 granjas de engorde de pollo.

- Una planta beneficiadora de aves y una red de transporte de alimentos balanceados, pollos, pollitos, pollonas y pollos terminados.

A pesar de los anuncios, la evaluación fue clara. En tres años habían incorporado alambrado al predio y poco más.

La granja no cumplió

Esos primeros contratos por 82 millones de dólares destinados a Granja Tres Arroyos mostraron un nuevo costado de la empresa argentina que, hasta entonces, no se caracterizaba por proveer infraestructura y maquinaria para el sector avícola. Su fortaleza y know how estaban en la cría y faena de pollos con frigoríficos con los que abastecen a toda Argentina y otros tantos países del mundo. 

Sin embargo, los negocios con Venezuela hicieron florecer un nuevo sector comercial vinculado a la actividad avícola en el que la firma prometió brindar la provisión de “instalaciones y equipamiento avícola”, el “equipamiento para una planta de alimentos balanceados”, el “suministro de equipos de planta de beneficio (donde se sacrifican los pollos)”, una planta de incubación, galpones y depósitos para granjas.

Además de la millonaria infraestructura de la que prometía dotar Granja Tres Arroyos a Venezuela, se sumó un llamativo contrato por 27 millones de dólares por servicios de consultoría “para apoyo a la procura, ingeniería básica, capacitación y adiestramiento del personal, para la construcción del Complejo Avícola (CIAS Monagas)”. Probablemente, el programa de capacitación y entrenamiento más caro de la historia de Venezuela. 

Una fuente que siguió de cerca el proceso en Venezuela reconoció que “la empresa argentina (Granja Tres Arroyos) estuvo al frente del proyecto para crear este polo avícola”. El ambicioso proyecto contemplaba el desarrollo de todas las actividades del proceso productivo: la creación de granjas de gallinas reproductoras; una planta de incubación, las granjas avícolas para la cría y el engorde de las aves, la instalación de un molino de alimento balanceado para los pollos y finalmente la faena en una planta frigorífica. Pero nada de eso se construyó. 

Las voces oficiales anunciaban que esta planta de procesamiento generaría una producción inicial de 100 mil pollos por semana, para alcanzar las 300.000 toneladas al año al final de todo el proceso. 

A pesar de la negativa de la empresa Granja Tres Arroyos a recibir las preguntas de Armando.info, se logró constatar que la firma argentina tuvo a su cargo el desarrollo de todo el proyecto, la asesoría técnica y la capacitación a los cuadros directivos que asignaba PDVSA Agrícola para el programa de Soberanía Alimentaria. Prueba de ello son tanto los acuerdos comerciales firmados como los numerosos viajes de profesionales enviados desde Argentina por Granja Tres Arroyos que durante varios años visitaron de forma frecuente Venezuela.

Nadie sabe, nadie supo

Luego de una década de promesas sin avances, hoy el Complejo Avícola no es más que un amplio predio alambrado en el estado  Monagas con un solo galpón de pollo que puede verse a la distancia. 

Este equipo de investigación se acercó hasta el lugar que queda a dos horas de  Maturín y al sur del estado Monagas, en medio del bosque de Uverito, una plantación de pinos de 600 mil hectáreas. El trayecto es bastante desolado, con empresas que se han ido a la quiebra y apenas se encuentran personas, hasta que se llega a una intersección donde la gente espera el transporte público. Allí, en lo que parece en medio de la nada, las personas que esperan indican hacia dónde se encuentra el proyecto. 

Al llegar no hay mayor indicador que la desidia del lugar. Una garita rodeada de maleza y a lo lejos unos galpones. Esa es una de las entradas. Pocas señas de lo que se supone iba a ser el complejo de producción de pollo más grande del país. 

Cuesta entender dónde fueron a parar los 82 millones de dólares iniciales que prometían dotar de una moderna infraestructura industrial para la producción de pollo en Venezuela. Con el final de Chávez y el traspaso apresurado del mando al actual Presidente Nicolás Maduro se terminó de sepultar esta aventura que Granja Tres Arroyos ya abandonaba en esos mismos tiempos del año 2014. Y con ello también veía cómo quedaba trunco el ambicioso complejo industrial que jamás se construyó. 

¿Cuál fue el problema que impidió desarrollar el CIAS? De acuerdo a voces cercanas a la empresa Tres Arroyos, parte del problema estuvo vinculado con la falta de visión de algunos funcionarios venezolanos. Luego de dos años de acciones, capacitaciones y proyectos, lo único que se construyó fueron los cimientos de una granja de pollos.

Pero además de la falta de visión llama la atención que un proyecto de esa magnitud sea desconocido por dos de los últimos presidentes de la cámara empresarial del estado Monagas, aunque tampoco les extraña. Julio Battikha, uno de los expresidentes, luego de mencionar su desconocimiento del proyecto, afirma: “Sí, te puedo hablar de muchos proyectos que se han tratado de implementar en Monagas y no han podido desarrollarse. Tenemos el central azucarero que hicieron en Orocual y eso quedó en nada o no hemos tenido suficiente información de sus avances. Y así muchas otras iniciativas del estado venezolano. Me gustaría saber cuáles eran las condiciones de ese proyecto que me hablas. De esa alianza entre sector privado y el gobierno no tengo ninguna información. Eso debe investigarse. Si se pagó, me parece a mí un acto grave”.

José Zerpa, actual presidente de la cámara regional, fue menos efusivo en su respuesta, pero también evidenció su desconocimiento zanjando la conversación con “vamos a tomar cartas en el asunto, averiguamos y te daremos luego más información”.

Un periodista, ex funcionario de PDVSA, comenta de manera informal que muchos de los proyectos vinculados al Fondo Argentina-Venezuela simplemente no se ejecutaron. En buena medida, opina, porque los venezolanos eran muy desordenados. Pero para variar tampoco logra recordar el Complejo Industrial Avícola Socialista de Monagas. 

El diputado Chaim Bucaran de la Comisión de Contraloría de la Asamblea Nacional también dijo no conocer ninguna denuncia sobre el CIAS. Finalmente, luego de varios intentos de comunicación con la oficina de Asuntos Públicos de PDVSA Agrícola en Anzoátegui, sólo alcanzaron a decir que la información sobre el estado y la producción del Complejo Avícola “podría ser confidencial”. 

Explota la burbuja

Con el desplome de los acuerdos y el fin de los intercambios comerciales entre Venezuela y las empresas avícolas de Argentina, los cimbronazos se hicieron sentir a ambos lados de los negocios. Venezuela quedaba sumida en la pobreza, el hambre y el atraso industrial. Y la caída repentina de las operaciones comerciales del sector avícola de Argentina con Venezuela hacía temblar la economía de las ciudades avícolas que dejaron de vender 150 mil toneladas de pollo al año de un momento a otro. 

Esta retracción de la actividad que generó el cierre del comercio con Venezuela se sintió rápido en la ciudad argentina de Concepción del Uruguay, aquella comunidad de 80 mil habitantes sostenida sobre la actividad de los frigoríficos avícolas que había palpado la felicidad. El fin de este mercado para el pollo argentino generó una rápida crisis de sobreoferta, la caída del precio del pollo y fuertes impactos en la industria local. 

El resultado fue estrepitoso. Se rompió la cadena de pagos en la economía local, con comercios que se quedaron con varias cuotas sin cobrar ante trabajadores que tenían retrasos en los pagos de hasta 3 meses. En la sacudida generada por la caída del mercado venezolano dos fábricas de faena de pollos entraron en procesos de quiebra, frenando las actividades, interrumpiendo los pagos, con suspensión de turnos de faena y pagos a cuentagotas a los trabajadores. Más de mil trabajadores vieron afectada su fuente de empleo, iniciando largas semanas de huelgas y protestas en la puerta de los frigoríficos que se adueñaron de la ciudad. 

Al repasar estos días agitados, el titular del Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Carne de Concepción del Uruguay, Sergio “Pancho” Vereda, recuerda de forma nítida las tempestades que atravesó el sector. Para el dirigente sectorial no caben dudas que “las exportaciones del sector avícola a Venezuela fueron parte de una burbuja”. En esos años de comercio intensivo (2009-2013) “las empresas avícolas agregaron turnos de trabajo, tomaron nuevos empleados y se modernizaron”. Pero también confirma que “así como el sector creció con la exportación a Venezuela, la caída fue dramática”.

En aquel tiempo “más de mil puestos de trabajo tambalearon, tuvimos que iniciar huelgas, protestas y muchas negociaciones para que no hubiera despidos masivos”, contó Vereda. 

“Dos de los frigoríficos avícolas entraron en procesos de quiebra. Uno fue absorbido por Granja Tres Arroyos y el otro quedó en manos de empresarios de Córdoba. Fueron momentos muy difíciles para los trabajadores y para toda la economía de la ciudad”, reconoce Vereda, líder de los trabajadores del sector avícola. 

El impacto de la crisis trascendió los problemas sectoriales. Los frigoríficos avícolas pagan los salarios más altos de la ciudad y son el principal motor del empleo local. Por eso, la caída de la actividad en el rubro impacta rápidamente en el circuito económico de toda la ciudad de Concepción del Uruguay. Los comerciantes locales comienzan a tener problemas con la cadena de pagos, se caen las ventas, se retrae la actividad económica y la masa salarial que representa para el territorio el pago de cada quincena de los trabajadores avícolas dejó de circular por aquellos días de 2014. 

“Al caerse la cadena de pagos de los frigoríficos, todos padecimos esos momentos de incertidumbre”, cuenta Alberto, un comerciante local que vio muy de cerca en su fábrica de muebles los avatares del “desplome de los pollos”. Carlos, gerente de un local comercial de electrodomésticos, tiene los mismos recuerdos: “Los comercios nos quedamos sin cobrar muchas de las cuotas adeudadas y tuvimos que hacernos cargo del problema financiero que eso generó en el momento donde los frigoríficos no trabajaban por las protestas y las amenazas de despidos”. 

“Es que los trabajadores avícolas no sabían qué iba a pasar con su futuro y sus familias, y toda la economía de la ciudad y la zona se vio resentida”, sintetiza Pancho Vereda, que estuvo al frente de las negociaciones para evitar despidos masivos tras la aventura de la venta de pollos a Venezuela. 

La soberanía alimentaria del chavismo, nuevamente quedó en promesas que, en Venezuela, se ven en una cerca, un galpón y maquinaria abandonada. En Argentina luego de la indigestión por la compra de pollos en tiempos de bonanza petrolera quedó una batalla para la recuperación de la economía local, que apenas empezó a mejorar desde hace tres años. 

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