Maya Berry Spear pasó su primera Navidad sin sus padres. Lejos, en una diáspora voluntaria, su familia la acomoda en el centro de La Florida. A los seis años tiene, en apariencia, todo lo que un niño quiere: Disneylandia a la vuelta de la esquina, una sala de juegos justo al lado de su cuarto y seis primitos a su alrededor.
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Esta no fue una Navidad normal en casa de los Spear. San Nicolás complació a Maya Berry –la hija huérfana de Mónica Spear– con juegos de Lego Friends y Frozen Lego, unos vestidos para Barbie, una muñeca Monster Hight y otra de My Little Pony. No faltaron regalos. El barbudo de traje rojo, sin embargo, no le concedió el deseo que más había venido repitiendo: ver a sus padres.
La niña tiene plena consciencia de que Thomas y Mónica ya no están, pero sus familiares cuentan que igual no dejó de decir que quería ver a sus padres, quienes en dos días cumplirán un año de haber sido asesinados en un paraje solitario de una autopista que comunica Puerto Cabello, el principal puerto de Venezuela, con la ciudad industrial de Valencia. Sin saberlo, sus verdugos convirtieron a esa Miss Venezuela en el símbolo fiel de la cultura nacional: belleza y sangre.
Maya yacía entonces desmayada con un disparo en la pierna entre los cadáveres de sus padres. Un año después se encuentra en Orlando, Florida, rodeada de más de 40 tíos, primos y demás familiares. Los abuelos no contemplan la idea de generar algún acto público para conmemorar el primer aniversario de la muerte de Mónica y Thomas. Al día siguiente, el 7 de enero, cumple años el señor Spear y su hijo Javier, uno de los cuatro hermanos de Mónica. Pero tampoco habrá celebración. No hay nada que celebrar, advierte Rafael Spear, al otro lado del hilo telefónico.
La única fiesta que han tenido desde entonces fue el 15 de octubre del año pasado, y fue para cantar el cumpleaños número seis de Maya. Ese día celebraron entre artificios decorativos y una maleta llena de regalos, que llegó directo desde Venezuela en las manos del presentador de televisión, Luis Olavarrienta, quien –aunque poco compartió con Mónica en los pasillos del bloqueado Radio Caracas Televisión– la recuerda con cariño.
El 1ero de octubre del año pasado, el día en que Mónica Spear debió cumplir 30 años, Olavarrieta rindió un homenaje en su programa de televisión a la actriz que llegó a protagonizar un par de novelas de la cadena Telemundo. Allí mostró testimonios de varios de los familiares de la modelo y tras cámaras se ganó la simpatía de la niña, quien le pidió a su abuelo incluirlo entre los invitados a su cumpleaños.
Olavarrieta no solo asistió, sino que varios de los compañeros y allegados de Mónica se acercaron a él para enviar una serie de regalos que Maya abrió en su nueva casa. “Es una niña muy artística, muy histriónica”, cuenta. “Ella canta, baila, es muy activa y siempre está acompañada de muchos primitos; su familia es realmente abierta y amable”.
Desde que unos criminales acabaron con sus padres a balazos, la niña se fue a vivir con sus abuelos a una casa en Orlando, Estados Unidos. En apariencia, tiene todo lo que un niño quiere: Disneylandia a la vuelta de la esquina, una sala de juegos justo al lado de su cuarto y seis primitos en la misma ciudad para jugar día y noche. A partir de febrero incluso se dedicó con sus abuelos a escoger todos los muebles y objetos que decoran su habitación.
La vida sin sus padres comenzó con terapias exclusivas, a cargo de una especialista que le dedica varias horas a la semana. Una vez cada siete días incluso se reúne con un grupo de niños que sufrieron lo mismo que ella, para conversar de sus experiencias. Es tímida y callada por naturaleza, continúa contando su abuelo desde Estados Unidos con voz pausada y espacios en silencio. Tiene el cabello castaño y los ojos claros, añade. Poco habla de sus miedos y de cuando en cuando levanta la voz para decir que quisiera que sus padres, Mónica y Thomas, estén con ella.
La terapeuta se sienta vigilante pero alejada, para contemplar la conducta de los niños. La opinión de la especialista, a través de las palabras de Rafael Spear, es que la niña muestra una conducta normal para quienes pasaron por lo mismo que ella el pasado 6 de enero, y que aún no tienen fecha de término esas terapias. ¿Terminarán algún día? Su abuelo responde que él es un adulto y cree que no se recuperará nunca de tener una hija muerta a balazos.
Aunque el resultado de las terapias parece satisfactorio, hace poco menos de un mes la niña despertó a las 3:00 de la mañana. Mantuvo en vilo a sus abuelos durante más de tres horas sin decir nada y todo volvió a la aparente normalidad al amanecer, cuando salieron de la cama.
Rafael Spear es quien da la cara ante los medios. Sabe que muchos venezolanos quieren tener noticias de su nieta. No está seguro si se debe a que Maya representa a muchos niños huérfanos o si es que es el único vínculo que queda entre “Flor Salvaje”, “Mi prima Ciela” o “La mujer perfecta” y sus admiradores. Lo que sí sabe es que a través de ella evoca a su hija Mónica, a la que vio por última vez a finales de noviembre de 2013.
Mónica Spear Mootz nació en Maracaibo el 1ero de octubre de 1984 y 20 años después fue coronada en el Poliedro de Caracas con la banda de Miss Venezuela. Lo suyo fue, según la misma prensa, una carrera a la inversa: estudió y vivió en Estados Unidos, el destino preferido de muchos venezolanos, y regresó al terruño para iniciar una carrera en el mundo del espectáculo que la noche del 31 de mayo de 2005 la mostró entre las cinco finalistas del certamen de Miss Universo de ese año.
“¿Cuál es una de las situaciones más difíciles a través de las cuales está pasando tu país y qué harías tu para resolverla?”, le preguntaron entonces en Bankok, Tailandia. La noche de Reyes del año 2014 –casi nueve años después– fue asesinada a los 29, en una carretera oscura de Puerto Cabello.
Una banda de atracadores acabó con su vida para robarle la misma cámara fotográfica con la que había captado varias de las imágenes de un periplo por la Venezuela profunda, que emprendió en el asueto decembrino con su hija y su exesposo, Thomas Henry Berry, un inglés enamorado de la geografía venezolana, que decidió promover el país que acogió a sus padres fundando una agencia de turismo extremo.
Se habían divorciado en 2012, pero mantenían una buena relación. Nadie podrá decir si ese viaje terminaría en una reconciliación, pero los paisajes que enmarcaron su último paseo como pareja lucía como el decorado perfecto para luego narrarlo. La cuenta de Instagram de la actriz mostró esa felicidad: madre e hija bajo una cascada o la actriz meditando con los indios waraos en el delta del río Orinoco.
Un año después la niña tiene su refugio en el estado de La Florida. Sus abuelos cuentan que ya es bilingüe. Maya Berry Spear habla dos idiomas y practica cuatro disciplinas distintas: baile, música, pintura y natación. Quiere ser cantante y no actriz.
La vida de Maya es noticia hoy como lo fue en enero la muerte de su mamá. Ese asesinato inició 2014 con una estela de tragedias. La muerte de Simón Díaz no opacó esos disparos en Puerto Cabello. Tampoco el deceso del actor Gustavo Rodríguez o de la actriz Mayra Alejandra, ni del científico Jacinto Convit, el músico Renato Capriles o la periodista Isa Dobles. Es que todos ellos vivieron e hicieron historia en Venezuela y a ninguno se le interrumpió la existencia con un cañón corto.
El crimen de Mónica Spear avivó más la crítica internacional sobre la violencia de un país que, a falta de cifras oficiales, en 2014 sumó 24.980 asesinatos de acuerdo con el Observatorio Venezolano de la Violencia.
Se trata de una cifra levemente superior a la correspondiente al año anterior, cuando se generaron 24.763 y de la que precisamente Mónica Spear puso rostro al problema. Incluso rebasó las fronteras lingüísticas. En Estados Unidos, por ejemplo, se tuvo consciencia del impacto de la violencia en el país gracias a que Chelsea Cooley, Miss Usa 2005, pidió a través de las redes sociales apoyar económicamente a la niña.
La norteamericana y Mónica hicieron una estrecha amistad en el concurso Miss Universo. Cuando conoció detalles de la tragedia, la modelo inició una recaudación de 10 mil dólares para destinarlos a la educación de la niña. Utilizó la página FundAnything y para el 11 de enero, a escasos días del asesinato, ya tenía 31 contribuciones.
"La educación era muy importante para Mónica, por eso por favor ayúdenme a recaudar dinero para que un día Maya pueda seguir los pasos de su madre y vaya a la universidad también", dijo en un video que colgó en la red para entonces.
Aunque en este momento extraviado, su mamá también le dejó un reloj de 39 mil dólares que le regalaron justo después de coronarse y del que no se sabe nada. Rafael pide a quien lo tenga que lo entregue, porque es una pieza única que él mismo guardó con recelo hasta que ella se casó y se lo devolvió. Se trata de una pieza decorada con diamantes de la marca Gerard-Perreguax que no llevaba cuando la asesinaron. La Policía científica, tan sospechosa en estos casos, tampoco tuvo acceso a las pertenencias de “Mona”, como le decían en su casa.
A Maya le corresponde heredar, de igual modo, unas cuentas bancarias en Venezuela que aún el Gobierno no ha habilitado para el provecho de la pequeña. También una pensión que heredará en Estados Unidos cuando cumpla la mayoría de edad, debido a que su mamá cotizaba en el seguro social de ese país; unas obras de arte y un vestido diseñado por el venezolano Raenra, que se encuentra en el escaparate de la niña.
Pero tal vez lo más importante que dejó Mónica Spear fue el amor por Venezuela. Rafael, su papá, dice que las expresiones de la niña le arrancan algunas lágrimas. Hace unas semanas, cuenta, llegaron al colegio a una actividad sobre la cultura de los países del mundo. La niña miraba atenta un jarrón con pequeñas banderas y, cuando ya muchos habían vuelto a casa, se detuvo y tomó las banderas de Estados Unidos y Venezuela.
Primero las zarandeó y luego se las llevó a su casa. Ese hecho quedó inmortalizado en una fotografía que luego recorrió las redes sociales y que ahora los Spear lo toman como un deseo claro de la pequeña de volver a su terruño. Pero cuando sea seguro el país, ya lo dijo una vez.
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El asesinato de un venezolano en Panamá expone pistas sobre el mercado negro de divisas. El crimen sigue impune año y medio después, pero a cuentagotas, muestra ejemplos de una economía paralela en la que hay gestores, prestamistas, cobradores y venganzas.
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