APÓYANOS

La fábrica de Haier quedó en blanco

Gracias a un acuerdo entre gobiernos, la empresa china Haier apoyaría la creación de una fábrica venezolana con insumos y transferencia de 'know how'. Si se hubiera hecho realidad, para este 2021 ya casi todos los hogares venezolanos tendrían una nevera, una lavadora y un aire acondicionado de esa marca hechos en Venezuela. Sin embargo, al tiempo que proyectaba la producción local de electrodomésticos baratos, el gobierno de Hugo Chávez importó 750 millones de dólares de aparatos de la misma marca solo para uno de sus programas sociales, y la fábrica nacional fue una decepción.

21 febrero 2021
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El 25 de noviembre de 2011, el presidente Hugo Chávez dirigía a distancia y de forma televisada el comienzo de la construcción del complejo industrial de electrodomésticos Haier.

Una comitiva de ejecutivos chinos, sentada en el estudio del presidencial Palacio de Miraflores, mirando en sus pantallas al presidente venezolano por un lado, y al inicio de la obra por el otro, seguía atenta el acto y la traducción que les llegaba por los audífonos.

Fuera del estudio, en la transmisión remota desde San Francisco de Yare -población del estado Miranda, a 77 kilómetros al oeste de Caracas-, estaba Yuri Pimentel, entonces viceministro venezolano de Planificación, como maestro de ceremonias de un momento auspicioso. Cuatro palas enterradas en la arena le acompañaban, un lazo rojo de adorno en cada una de ellas y una piedra fundacional en el medio del terreno, junto a un representante de la empresa china de electrodomésticos.

El proyecto prometía -de corto a mediano plazo- la independencia tecnológica para que en Venezuela se llegaran a fabricar los artefactos domésticos de la llamada línea blanca (lavadoras, cocinas, neveras, aires acondicionados) a bajo costo para los hogares pobres de Venezuela. Nadie lavaría más nunca a mano, ni pasaría calor; mucho menos perdería la comida por falta de refrigeración. Así lo ordenó en ese momento Chávez.

Cuando está por cumplirse una década de aquel evento, en Yare quedó, más que una línea blanca, una promesa en blanco.

Como se dio el negocio en la práctica, China pagó y se dio el vuelto: los préstamos de Beijing para financiar el levantamiento de la fábrica de electrodomésticos en esa localidad de los Valles del Tuy finalmente se usaron para comprar productos terminados de ese mismo tipo, al mismo país y al mismo fabricante.

Convenio con sobresaltos

El convenio que desembocó en el acto de inicio de las obras había quedado suscrito tres años antes. Oficializado el 23 de septiembre de 2008, estipulaba la constitución de una empresa mixta sinovenezolana, entre la República Bolivariana de Venezuela y la empresa Haier Electrical Corp Ltd. Haier, que tiene su sede principal en la ciudad de Qingdao, es una empresa mixta -con capital tanto chino como alemán- pero que en la práctica opera como una de las cientos de empresas del Estado chino y recibe el tratamiento preferencial reservado para éstas.

La alianza contemplaba la discusión de acuerdos de transferencia tecnológica y contratos de suministros para “lograr la independencia del país” a mediano plazo para producir y desarrollar los electrodomésticos en tierra venezolana.

Pero desde inicios de 2009 empezaron a vislumbrarse signos de que la letra del contrato podía estar ya muerta.

Un informe del 11 de febrero de 2009, emitido por el Ministerio para las Industrias Ligeras y de Comercio y la Corporación de Industrias Intermedias de Venezuela (Corpivensa), advertía que los representantes de Haier “manifestaron reservas en el suministro de información requerida para formular el proyecto”.

El documento forma parte de la filtración de papeles del gobierno de Hugo Chávez en el periodo 2009-12 a la que Armando.info tuvo acceso y que, analizada en alianza con el equipo de datos del Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (Clip) y con reportería adicional de Diálogo Chino, dio lugar a la serie El joropo del dragón, sobre diversos proyectos acordados entre Caracas y Beijing en esa época.

Ese reporte era la primera duda de la parte venezolana que ensombrecía la marcha de un plan que, como siempre, había arrancado con mucho optimismo.

El convenio se proponía llenar los vacíos de equipamiento en las casas de los venezolanos de escasos recursos. El anteproyecto del mismo, presentado al presidente Chávez, diagnosticaba que para la fecha de su redacción en febrero de 2009, y según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) venezolano, 16,8% de la población no tenía nevera, 81,5% no tenía aparato de aire acondicionado y 45,7% no tenía lavadora.

Se proponía como meta llevar esas estadísticas para 2021 a 4% de hogares sin refrigerador, 19% sin aire acondicionado y 11% sin lavadoras. Es decir, reducirlo a la cuarta parte.

Para alcanzar ese logro en tan solo once años, el gobierno de Chávez calculaba que sería necesario producir en la nueva planta 488.555 neveras, 396.609 aires acondicionados y 489.555 lavadoras. A ese ritmo, en 2025 no debía quedar ningún hogar venezolano desprovisto de su dote de línea blanca.

Pero, así como el documento era explícito y ambicioso en la descripción de los puntos de partida y de llegada para el proyecto binacional, era vago en la referencia de qué se esperaba de la contraparte china.

El proyecto apenas esbozaba en 2009 un escenario de la función prevista para la fábrica, y de forma tímida reconocía que no se tenía claro qué habrían de aportar los chinos: “Es importante destacar que, a la fecha, los representantes de Haier no han suministrado información sobre las características y propiedades físicas de las materias primas e insumos a utilizar. Por lo que se requerirá la realización de un estudio posterior para determinar nuevos proveedores locales”, se lee.

Entre los suministros que aportaría la empresa china, escribieron los autores del informe, deberían estar refrigerantes, motores de baja potencia, sensores, termostatos, compresores y condensadores. Esas serían algunas de las "piezas y partes principalmente suministradas por la empresa Haier de China, quien es la socia accionaria de la empresa mixta y con quien se realizarán los convenios de transferencia tecnológica, de conocimiento y de suministro de partes y piezas que en la actualidad Venezuela no está en condiciones de fabricar”, dice el documento, más adelante,  no obstante, que  “acotando que aún no se posee la información necesaria para determinar qué piezas suministrará”.

A pesar de esas dudas, el 18 de febrero de 2009 -ocho días después de presentado el informe preliminar-, Corpivensa procedió a firmar el convenio con Haier a nombre de la República Bolivariana de Venezuela.

Desde el principio el Ministerio de Industrias Ligeras y Comercio manifestó que la empresa Haier no daba detalles sobre lo que aportaría para la creación de la empresa mixta de artefactos de línea blanca.

Contenedor mata fábrica

Mientras el documento era notablemente ambiguo sobre la transferencia de tecnología que en la práctica haría Haier a Venezuela, la empresa china consiguió vender más de 750 millones de dólares en electrodomésticos al gobierno de Hugo Chávez.

En 2010, la línea blanca de Haier fue el argumento ganador en la campaña del comandante Hugo Chávez y su partido político, el Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv), para conquistar votos en las elecciones parlamentarias y regionales de ese año.

El entonces vicepresidente de la República, Elías Jaua Milano, propuso importar 19.672 contenedores con 3.000.007 de unidades de equipos de electrodomésticos, incluyendo calentadores a gas, televisores, reproductores DVD, cocinas a gas, aires acondicionados, secadoras, lavadoras y neveras. En total esa compra le costó a Venezuela 757.631.682 dólares, según el contrato que firmó Giuseppe Yoffreda como presidente de la empresa Venezolana de Exportaciones e Importaciones C.A. (Veximca) con Haier Electrical Appliances Corp. Ltd. el 30 de diciembre de 2010, al que tuvo acceso Armando.info.

Haier terminó invirtiendo en Venezuela, para el proyecto de la fábrica en Valles del Tuy, apenas 6,7% del monto de ingresos que obtuvo por la venta de artefactos importados.

El monto sería financiado con recursos del Fondo de Gran Volumen y Largo Plazo (FGVLP), una segunda instancia creada en 2010 y que junto al primero (el Fondo Conjunto Chino Venezolano, activo desde 2007) canalizaban los préstamos de China. Este FGVLP sirvió para fondear el plan Mi Casa Bien Equipada. Como parte de este programa social, los equipos se venderían en las redes de pequeños mercados del Estado, Mercal y Pdval, creados por el gobierno de Chávez para la venta de alimentos a bajo costo. Así, los electrodomésticos se ofrecerían a precios entre 40% y 80% por debajo de los que se veían en los establecimientos comerciales privados.

En 2011, una lavadora de marcas competidoras como LG, Samsung o Whirlpool oscilaba los 3.000 bolívares (697 dólares a la tasa de cambio del momento), mientras una de marca Haier se podía comprar en 1.472 bolívares (342 dólares). El ahorro, además pagado a crédito y algunas veces sin intereses, era de 51%. De igual manera, una nevera de una marca de la competencia rondaba los 5.000 bolívares (1.162 dólares para la época), mientras una similar de la empresa china costaba 2.628 bolívares (611 dólares).

Al mismo tiempo, el gobierno de Chávez ofreció créditos a través de la banca pública a los empleados estatales para financiarles la adquisición de estos equipos. Instituciones especializadas del Estado, como el Banco del Pueblo o el Banco de la Mujer, ofrecían préstamos a pensionistas o a familias en situación de pobreza, respectivamente.

La entrega de electrodomésticos y créditos para comprarlos formó parte de las estrategias de campaña de Hugo Chávez. Foto: Geraldo Caso / AFP.

Mientras se vendían baratos los productos Haier que llegaban en contenedores desde China, comenzó la construcción de la fábrica de la misma marca en los Valles del Tuy.

La construcción del parque industrial corrió por cuenta de otra empresa china: China Railway 9th Group Co, una filial de la gigante estatal China Railway Engineering Corporation (Crec) que tuvo a su cargo otros proyectos en Venezuela como el Ferrocarril Tinaco-Anaco. En la obra también participó otra empresa china: Henan Tianfon Group, de la provincia de Henan y especializada en estructuras de acero.

Prueba de que el gobierno chino le daba importancia al proyecto es que la inauguración de la planta en septiembre de 2012 fue reseñada en la página de la Comisión Estatal para la Supervisión y Administración de Activos del Estado (Sasac), el muy poderoso órgano del gobierno chino que maneja todas las empresas estatales.

De hecho, era el tipo de proyecto que coincidía con una meta que China había fijado para sus relaciones con América Latina. En el denominado Libro Blanco de 2008 donde consignó su política exterior sobre la región, Beijing subrayaba que "fortalecer los intercambios con los países de América Latina y el Caribe en materia de industria" era un asunto estratégico de Estado, así como "compartir las mejores prácticas en el proceso de industrialización de cada uno, y promover y profundizar la cooperación práctica". La fábrica de Haier parecía una buena oportunidad para cumplir esa promesa.

A la larga, Haier terminó invirtiendo efectivamente en el proyecto fabril apenas 6,7% del monto de ingresos que obtuvo por la venta de artefactos importados, según se desprende de los documentos oficiales. A su vez, el negocio con Chávez le habría reportado a la empresa china algo así como un 3,6% de sus ventas en 2010, ya que Haier anunció ingresos globales por 20.700 millones de dólares para ese año.

Los chinos aportaron solo 15% de los recursos que se necesitaban para que el sueño chavista de independencia manufacturera se concretara.

Esta realidad sugiere que la compañía china participó con entusiasmo en la fiebre exportadora; para la puesta en marcha de la fábrica de electrodomésticos, en cambio, anduvo de mala gana.

La inversión inicial para la fábrica se calculó en poco más de 727 millones de bolívares fuertes, equivalentes a unos 287 millones de dólares a la tasa de cambio oficial para ese momento. De ellos, Haier aportaría sólo 50 millones de dólares. El resto vino a cuenta del Estado venezolano.

Dragón ausente

Los negocios simultáneos de la fábrica y de la compra de electrodomésticos terminados -que contaron ambos con el aval de los dos gobiernos- terminaron favoreciendo a Haier y dejando por el suelo el sueño chavista de convertir a Venezuela en potencia manufacturera.

Tampoco les trajeron trabajo a los deprimidos habitantes de San Francisco de Yare, una ciudad-dormitorio de mano de obra para Caracas y de población marginada. La planta debía generar 1.146 empleos directos y otros 3.438 empleos indirectos en la zona pero, al final, creó muchos menos.

Aunque la planta logró echar a andar en 2012, en noviembre de 2019 -siete años después de la inauguración de la fábrica, ocho después del acto de la piedra angular- sólo había empleado a 237 personas y, a duras penas, había producido 5.000 neveras. Ese mismo mes, su producción, ya exigua, se detuvo por falta de gases y refrigerantes, justamente dos de los materiales que debía proveer el socio chino, según explicaron trabajadores de la fábrica a Armando.info. Desde entonces no se ha reactivado.

Lo que no había quedado afectado por la ineficiencia, fue arrasado por la destrucción de la economía venezolana y la pulverización del bolívar. Del proyecto de fábrica de productos Haier solo quedaron las promesas grandilocuentes y 160.000 hectáreas de superficie construida, pero hoy en desuso.

Quizás la ceremonia de inicio de obras había sido premonitoria. Ese 25 de noviembre de 2011, Chávez vociferó en televisión nacional: “Se unieron los dragones chinos con los Diablos de Yare. Dragones con diablos, ¿qué saldrá de ahí?”, haciendo una referencia festiva a la célebre danza ritual que en San Francisco de Yare -como en otras poblaciones del norte venezolano- se realiza cada día de Corpus Christi.

Para la ceremonia se esperaba que los chinos hicieran una danza con sus dragones alrededor de la placa que marcaba el arranque del gran proyecto para ensamblar electrodomésticos, tal y como es tradición en ese país.

Pero el acto cultural no se hizo. Ni un dragón estuvo presente durante el acto protocolar. Fue una señal de que la fortuna china nunca llegaría a Venezuela.

*Esta investigación tuvo su origen en un grupo de documentos que obtuvo Armando.info (Venezuela), que procesó y analizó en alianza con el Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP) y con reportería adicional de Diálogo Chino.

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