Mujer de ciencia, estudiosa, ensimismada, quizás inhábil para relacionarse con el mundo tangible, a Inés González le dio por decir sus verdades en las redes sociales. Como tuitera y con el apodo de ‘La Terrible’ se hizo casi famosa. Pero solo alcanzó el estatus de causa célebre de la libertad de expresión tras caer, hace nueve meses, en los calabozos de la policía política venezolana. Más que con los trinos por los que la imputaron, se buscó su destino con los conflictos virtuales que sostuvo con poderosas figuras de la televisión del Estado.
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“¡Me estás llevando secuestrada! ¿Cómo es posible que mi padre me entregue así al Sebin?”, gritaba Inés metida en el carro. De nada valían las explicaciones de su padre. De nada valía decirle que tenía que cumplir con esa formalidad y acudir ante la autoridad para responder unas preguntas. Tampoco que le dijera que era mucho mejor que la llevara él, en su carro, sin esposas.
Así se lo habían sugerido la noche anterior los agentes del Sebin (siglas del Servicio Bolivariano de Inteligencia, policía política del Estado venezolano), que fueron a su casa a llevar la boleta de citación. Estuvieron en la puerta un buen rato, esperando a que el padre llegara. Él, José Luis González, tuvo que cerrar el negocio de artesanías que atiende en el centro comercial Lago Mall de Maracaibo (capital del estado de Zulia, noroeste de Venezuela). Después de una hora de charla, con café incluido, quedaron así: Inés Margarita González Arraga iría al día siguiente a declarar. José Luis no esperaba que su hija pasara la noche en el Sebin. Ni que ese 4 de octubre de 2014 fuera el inicio de una reclusión que ya lleva más de nueve meses. Nadie lo esperaba, en realidad. Pero era un destino que se había forjado mucho antes, antes incluso de que existiera la cuenta @inesitaterrible que la dio a conocer para Twitter y para el submundo de las inquinas políticas.
Marisol es hermana de Inés. De los tres hermanos González Arraga, es la del medio. El único varón, el menor, estudió Ingeniería y vive en España, el país de donde procede el padre (exactamente del pueblo de Chantada, en la provincia de Lugo). Inés y Marisol apenas se llevan un año. Hicieron juntas la Primera Comunión. Se parecen bastante, solo que Inés es de pelo moreno y Marisol lo tiene más claro. A ninguna se le adivina la edad al verlas. Ni a Inés, la mayor, en la foto de perfil que tiene en Twitter o en las muchas que colgó en su cuenta de Instagram unos días antes de caer presa. Marisol lleva una camiseta deportiva ceñida y unas mallas fucsias, la cara lavada, el pelo abundante, suelto. Es de facciones amigables, sonrisa permanente. No tiene ni un breve dejo de acento marabino.
“Ninguno de los delitos que le imputaron a mi hermana aplica para lo que ella hizo, que fue expresarse en Twitter”. Instigación pública, ultraje a funcionario público y ultraje violento. Así le dijeron el 7 de octubre en la audiencia de presentación. También que su sitio de reclusión dejaría de ser la sede del Sebin en Maracaibo y la trasladarían al Helicoide, en Caracas, sede alterna del organismo de seguridad en la capital de Venezuela.
Después del sonado asesinato del diputado por el oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), Robert Serra, que ocurrió en el barrio capitalino de La Pastora en octubre de 2014, Inés González publicó varios tuits en alusión al difunto. “Robert Serra, le dieron ‘legado’. Paz a sus víctimas”. O: “A los tiranos se les da de baja, no es odio, es justicia. Robert Serra no era inocente como nuestros gloriosos estudiantes, no comparen”. En la red social también aludió con idéntica sorna a la entonces ministra de Comunicación –hoy Canciller–, Delcy Rodríguez, al Defensor del Pueblo, Tarek William Saab, y al presidente de la Asamblea Nacional y número dos del chavismo, Diosdado Cabello. “Ella pidió disculpas si había ofendido la memoria del hijo fallecido”, defiende Marisol. Puntualiza a cada rato que no está tipificado el delito de opinión y mucho menos de un modo que amerite la privativa de libertad.
Según la justicia venezolana, solo se puede tener retenido durante 45 días a alguien sin condena, a menos que la Fiscalía pase el caso a juicio. En el día 44 de reclusión, el 20 de noviembre, llegó la boleta de excarcelación de Inés González. Pero no salió del Helicoide. Sus abogados de entonces, de la organización no gubernamental Foro Penal Venezolano (FPV), plantearon el correspondiente habeas corpus. El lunes 24 tenía que presentarse ante tribunales, pero seguía retenida. “No pudo ir y dictaron un auto de detención contra ella estando detenida. Es un exabrupto judicial que solo pasa en Venezuela”.
La segunda audiencia preliminar fue diferida en dos ocasiones (21 de diciembre y 29 de enero) y se cambió varias veces de juez. Cuando por fin se realizó, a finales de febrero, se dictó sentencia de prisión por tres años. “Dime cómo te sientes, dime que te sientes bien para yo poder dormir en paz”, le habría dicho la jueza del caso a Inesita durante la audiencia, siempre según el relato de Marisol. “Mi hermana le dijo que qué le iba a decir, que sí, que durmiera tranquila. Pero esa señora, aunque se le saltaron las lágrimas, sabe lo que hizo. Le venden el alma al diablo”.
Pero en este punto, los hechos dejan de estar claros.
Cierto que se le aplicó el artículo 285 del Código Penal, en el que se contempla que “quien instigue a la desobediencia de las leyes o al odio entre sus habitantes o haga apología de hechos que la ley prevé como delitos, de modo que ponga en peligro la tranquilidad pública, será castigado con prisión de tres a seis años”. Que haya sentencia sin juicio podría deberse a que Inés reconoció los hechos en la segunda audiencia preliminar, por lo que no tendría sentido abrirlo.
Una fuente que pidió mantener el anonimato cuenta que los primeros abogados de Inés, del Foro Penal Venezolano, dejaron el caso precisamente porque ella, en un momento de debilidad y bajón emocional, reconoció los delitos que se le imputaron. Celia Dao, abogada del FPV en Zulia, no atendió a la reportera para contrastar esa versión.
Si ese fuera el caso, de cualquier manera, es legítimo que se solicite libertad condicional para Inesita. La ley lo prevé, por ejemplo, para problemas de salud. Una salvedad que encaja en el caso de Inés González. Ella padece endometriosis, una enfermedad por la que el tejido uterino se implanta en otras partes del organismo. Durante la menstruación se producen grandes dolores, insoportables en ocasiones, pero hasta ir al baño puede convertirse en un sufrimiento.
“Mi hija necesita atención médica, hay que hacerle exámenes, no sabemos cómo está”, es lo poco que alcanza a decir Inés Arraga, la madre, al teléfono y llorando. Con miedo a cada palabra, con cuidado “para no provocar al lobo”.
Marisol cree que si su hermana hubiera robado un banco, ya estaría en libertad. Pero es un caso de libertad de expresión. “En mal momento lanzó sus tuits como una venezolana indignada. Los patriotas cooperantes la acusaron y la entregaron”, dice, en referencia al término que el chavismo gubernamental ha acuñado para destacar a sus informantes o soplones. Está segura de que le hacían seguimiento hace mucho tiempo. “Tiene una cuenta muy grande (56.000 seguidores en el momento de la detención). Ya la habían atacado antes, quisieron amedrentarla. Pero ella no hizo una denuncia nunca”. Aunque, en verdad, sí presentó una. Fue en 2011, en la policía judicial y contra el entonces presentador estrella de la estatal Venezolana de Televisión (VTV), Mario Silva, conductor del programa La Hojilla –antes diario, ahora confinado a un horario marginal de los sábados–.
–¿Tu hermana es opositora?
–Totalmente.
Inés tiene una cabeza privilegiada. Se graduó de Química en la Universidad del Zulia (LUZ), hizo una maestría en el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (Ivic) y un PhD de Química Cuántica por la Universidad de Ohio (Estados Unidos). Ahora devora libros de Química en la celda que comparte con once mujeres más. Desde pequeña hizo eso, leer, estudiar, leer, “Inesita siempre estuvo más preocupada por la cabeza que por la apariencia”. Muy centrada en la cosa académica, le encantaba dedicar las noches caraqueñas a investigar. Lo hacía en las instalaciones del Ivic, a las afueras de Caracas, pero también en la casa en la que le dieron para ese tiempo. Hasta que un día, de golpe, la sacaron.
Según el Instituto Venezolano de Seguros Sociales (IVSS), el último lugar en el que trabajó fue en la institución científica del Estado. Al parecer, después de 52 semanas, un año de trabajo. Y no hasta un poco antes de su detención, como se ha dicho hasta ahora, sino hasta el 15 de marzo de 2013, cuando la cesaron. Luego estuvo en el Politécnico Santiago Mariño, un instituto privado, donde empezó a dar clases el 10 de septiembre de 2013 en el turno nocturno. Duró un mes y recibió dos pagos, de 700 y 400 bolívares, aproximadamente.
Su anterior cotización fue en 2007 por 35 semanas. No parece un ejemplo de estabilidad laboral. No se conoce con certeza en qué tiempo estuvo en Ohio. Pero se devolvió. En una versión, habría vuelto porque no consiguió trabajo después de un tiempo. Porque, aunque Inés es “inteligente y capaz, es demasiado humilde en el trabajo, no sabe promoverse”. Además, es peleona, contestona, no se calla, pelea por todo. En otra versión, regresó en parte porque allá en Estados Unidos no le gustaba, “porque ella es de inclinación de izquierdas”. Dos versiones para dos personas muy cercanas a ella: su padre y un exnovio.
“Ella viene de Ohio y asume un cargo en Pdvsa bien importante”, cuenta el exnovio, mencionando a la poderosa empresa estatal de petróleo. “Pero comienza a darse cuenta de que hay una descomposición, que ella fiscalizaba algo, pero había otras operaciones por detrás”, sigue. El exnovio la pinta como una mujer de posiciones fuertes, sin prudencia. “Los grises no aparecen ahí”. Confrontaba, “tiene los pantalones puestos”.
–¿Ella
era chavista?
–Era pro proceso en algunas cosas.
“Es una mujer joven, con orden, con mucha estructura mental, que ejerce el control sobre los demás y sobre sí misma. Es creativa, imaginativa y egocéntrica, su mundo está en torno a ella. Tiene una ligera inestabilidad emocional”. José Manuel González, grafólogo, no sabe quién es Inés González Arraga. Tampoco se le ha dicho nada sobre ella. Analizó para este reportaje la letra de González o, al menos, la que aparece como su letra en una carta desde la prisión que se le atribuye y que recientemente circuló por varios medios electrónicos.
Aunque tiene matices propios de gente muy joven, de adolescente grande –como la carita feliz o los círculos sobre las íes–, lo amortigua el orden que tiene, los renglones rectos, los márgenes verticales. “Eso compensa la inestabilidad”. Tiene una forma de pensar y valores muy rectos, exigentes, ratifica el grafólogo: se apega mucho a sus creencias, es firme, pero “no valora la imagen de autoridad. No se deja impresionar por la figura de autoridad, ni siquiera por la del papá”.
Se trata de un retrato hablado de Inesita que casi suscribiría su exnovio, cuya identidad ya ha llegado el tiempo de revelar: se llama Igor Alcalá. Su relevancia en la historia de ella va más allá de esa relación, que ya terminada, todavía produce efectos. Alcalá es secretario general del Sindicato Movimiento de Trabajadores Organizados de Los Medios Audiovisuales de Venezuela (Motormav). Era trabajador en VTV hasta que hace un año se le prohibió la entrada a la sede del canal en la urbanización Los Ruices de Caracas. Aún más: fue integrante por mucho tiempo del equipo técnico del programa Aló, presidente, el maratónico dominical del fallecido Hugo Chávez. Y, lo que es más significativo, enemigo de Mario Silva, el rostro, cerebro y voz del programa que el mismo Chávez decía era su preferido en la televisión oficial.
Alcalá admite que hasta para él, con todo el tiempo que estuvo junto a la mujer, la metamorfosis de Inés González resulta un enigma. En esa nebulosa se le escapa hasta el dato preciso de cuánto tiempo estuvieron juntos. Fue una relación de cerca de un año, entre 2010 y 2011, dice. Lo que sí recuerda es que “rompimos por algunos excesos de ella en la relación en sí. En mi familia nunca vi peleas o roces”, cuenta. Quizás sabiendo que una relación acaba pero algo bueno hubo, retoma y dice de Inés que es una mujer con una gran capacidad intelectual, muy preparada. “Es un amor”.
Pero también dice que su exnovia era una persona muy apasionada, indetenible en ese tema de la pasión para que las cosas cambien, “sensible con lo cotidiano, una sensibilidad que la llevaba a ser muy radical”. Reflexiona delante del segundo café con leche y dice que puede que todo eso se alimentara con Twitter “y ese poco´e seguidores que llegaron después”.
De la personalidad de Inés González da testimonio un incidente de celos que Alcalá rememora. Su novia para entonces consiguió colarse en la cuenta de correo electrónico de Alcalá, donde encontró que este había enviado su currículo a una mujer llamada Claudia. “Le puse las cosas que se le ponen a una amiga, porque Claudia era mi amiga, tenía buena relación. Que si ‘hola, mi amor’, ‘qué bueno que estés haciendo esto’, etc”. Pero a Inés esa camaradería con roces dulzones no le gustó. Y sintió unos celos muy fuertes. Y de la nada aparecieron unos blogs, de los que no hay a quién atribuírselo, que atacan a Claudia, en la que le dicen, entre otras lindezas, que “acosó a un hombre que no le paraba bolas por fea, por tener los dientes escoñetaos” o que se metiera en un gimnasio “a ver si ocurría lo imposible y rebajabas toda esa celulitis que te invade los muslos y la barriga y te acompleja enormemente”. Pero sí sabemos que Inés, directamente, mandó tuits a Claudia. “Le dijo quitanovios y cosas así. La atacaba mucho y eso afectaba a Claudia”.
Claudia denunció a Alcalá por delitos informáticos. En ese tiempo a él le habían hackeado la cuenta y trató de justificar ante el comisario del CICPC (siglas del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas, auxiliar del poder judicial) que atendió el caso que no era él quien atacaba a Claudia por las redes sino, “como le dije al comisario, con mucha pena, que seguramente era mi novia”.
Claudia, por cierto, tenía con qué movilizar a la policía científica. Resulta que la Claudia de este enredo era Claudia Almeida, ex gerente de Programación de VTV y quien ocupó un cargo de relevancia en el Ministerio de Comunicación e Información (Minci) durante la gestión de Andrés Izarra. Para abonar más a su influencia, el testimonio de Alcalá y un tuit de Francisco Poleo en septiembre de 2011 señalan a Almeida como “familiar” o “la persona detrás” de N33, el justiciero vengador prochavista que durante una campaña de varios meses sembró el terror entre periodistas y dirigentes de oposición cuyas cuentas en Twitter hackeó. Claudia Almeida no era alguien con quien uno debiera meterse.
Claudia Almeida, cuenta Alcalá, tenía para la época del incidente una amiga periodista en el departamento de prensa del CICPC, a quien se le ocurrió enviar un mensaje privado (DM, o Direct Message) de Twitter a Inés González desde la cuenta de prensa de CICPC. Pero al recibirlo, Inesita lo puso en su blog elmundosegunines.blogspot.com –ahora inhabilitado– y lo tuiteó, diciendo que el Estado la acosaba. “Ahí empieza la popularidad de Inesita. Es lamentable decirlo, pero fue por un tema de celos”, sostiene Alcalá.
La tensión desembocó en un estallido, sigue Alcalá, cuando Inés González, que en ese tiempo aún se identificaba como @igonzalezarraga en Twitter, se atrevió a poner una denuncia ante el CICPC de Maracaibo en la que acusaba a Mario Silva del asesinato de uno de sus propios escoltas. Los ataques en Twitter se sucedieron. Inés no escatimaba en decirle “asesino” o “drogo” al hombre de televisión, ni Mario Silva en responderle. Empezó a nombrarla en La Hojilla, su programa en la televisión estatal dedicado a hacer bullying nocturno a figuras de oposición y de los medios independientes, con frecuencia alimentado con información de los servicios de inteligencia del Estado. Inés también atacaba al entonces copresentador de La Hojilla, Jorge Amorín. “Ella era chavista. Cambia con todo este lío. Todos los problemas que tenía en su relación los sacaba Mario Silva en el programa. Incluso sacaba fotos”, cuenta un conocido cuyo nombre pide mantener en reserva.
Ahí vinieron los sucesivos hackeos de la cuenta @igonzalezarraga y una guerra comunicacional 2.0 donde aparecen varios blogs en los que le dicen “ratica estéril”, “Inesita la fracasadita”, “carroña mal pagada” o “chavista disfraza de escuálida”.
La saña con que ese fuego cruzado se manifestó en la realidad virtual de Internet tiene un origen: Alcalá, el exnovio de Inés González, y Mario Silva, son enemigos jurados. Alcalá, que fue parte de su equipo, cuenta que tuvo varios encontronazos laborales con Silva y terminó por denunciar sus presuntos desvíos de fondos. Asegura que debió tomar medidas especiales para preservar su vida y seguridad, pero no tomó en cuenta otro flanco inesperado: Inesita.
“Inés buscaba protegerme ante los medios y señaló a este señor. Le dije que se quedara de bajo perfil, porque era un tema político, muy sensible, pero no me hizo caso”. Como cualquier pareja, hablaban. Y muchas de las cosas que Alcalá le contaba en confidencia, ella las publicaba en Twitter, a pesar de sus advertencias. Sobre la denuncia en sí, vinculada con la acusación en que González señala a Mario Silva de haber matado a su propio guardaespaldas, Igor Alcalá reitera que es un tema muy sensible. “Yo pudiese darle la afirmación a Inés al respecto, lo que no tengo son las pruebas”.
Mario Silva nunca contestó a una petición que se le envió vía correo electrónico para que hablara del caso a la autora de esta nota. Jorge Amorín, en cambio, recordó que Inés González lo atacó y realizó múltiples amenazas contra su persona, aunque dijo que no tenía interés en comentar el episodio. Claudia Almeida, que tampoco accedió a declarar para el reportaje, mantiene, según versiones, una denuncia contra González aún pendiente de decisión en el Poder Judicial y por ello prefiere guardar silencio.
Entre hackeo y hackeo, Inés sacó la cuenta @FueraLaHojilla, que llegó a tener miles de seguidores, acusó a Claudia Almeida de ser la autora de esos delitos informáticos y siguió batallando desde su trinchera cibernética contra Mario Silva y Jorge Amorín. Cuando finalmente se apropiaron de @igonzalezarraga y no pudo usarla más, cambió el nombre de @FueraLaHojilla por el que la hizo famosa, @inesitaterrible. El resto es historia.
Echar la vista atrás en la historia digital de Inés González Arraga es como tratar de buscarla en su vida real. Hay varias historias que se solapan, muchos huecos, ruido, gente que la conoce, se ha escrito con ella pero no la ha tratado en persona, quienes creen que estuvo en un lugar, pero no, quienes dicen que tiene una ideología, pero no. Como se vio, no siempre fue @inesitaterrible, pero ya daba que hacer con su alter ego anterior @igonzalezarraga, del que quedan solo los rastros de algunas menciones y RTs. Incluso estos rastros hay que seleccionarlos y analizarlos como si de los restos de un bombardeo se tratara. Porque hay pedazos de esta historia que no son de Inés González, sino de quienes la adversaron en Internet.
Su cuenta fue hackeada varias veces. En 2010 aún no se había declarado la guerra y la cuenta –sus restos– muestra apoyo al entonces presidente Hugo Chávez. “@igonzalezarraga: @luistascon entiende Tascón...Chávez además de locos los tiene impotentes!!”. A Patricia Janiot, la narradora colombiana de noticias de CNN en Español, también la increpó: “En #Venezuela es gratis la atención médica”. Hasta le llegó a escribir a sus futuros contrincantes, Jorge Amorín y Mario Silva, para conseguir que Chávez ofreciera explicaciones por haber quitado a Eduardo Samán como ministro de Comercio. Pero, aunque se mostrara afín a la Revolución, nunca se ahorró críticas.
“En este país es preferible ser delincuente que pensar diferente”, remarca Marisol. Para ella, la hermana tuitera era asertiva, objetiva en lo que ponía en sus tuits. “No solo criticaba al Gobierno, sino a cualquiera que no le pareciera”.
El papá le dijo muchas veces que dejara de tuitear, que le podía pasar algo. Incluso, para que su hija escarmentara en cabeza ajena, llegó a inventarse ejemplos de gente a la que le había pasado algo por tuitear. Ella, peleona, contestona, no escuchó al padre, le decía que a ella no la iban a buscar, que no andaban pendientes de lo que ella dijera. Y siguió. “Como no trabajaba, estaba todo el día ahí metida en el Twitter”.
La hermana cree que alguien dio detalles personales de ella, “la tenían fichada”. Habla del primer encuentro en el Helicoide, y recuerda cómo lloraba, cómo Inés pedía disculpas, se lamentaba por todo lo que estaba pasando. “Ha tomado el tema con bastante fortaleza. Es mi heroína”, dice Marisol, sonríe, y añade que ella, en su lugar, estaría destruida. En cambio, Inés se permite hacer bromas: no se plantea una huelga de hambre, “ella dice que lo que está es en huelga de hombres”. Y extraña mirar arriba y ver el cielo. Lloró mucho cuando murió el Aviador, Rodolfo González, el sexagenario que según la versión oficial cometió suicidio en marzo pasado tras casi un año recluido en los calabozos de la policía política, compañero de cautiverio en el Helicoide. Y sí, ha tenido miedo, porque aunque se muestra fuerte, encarada y frontal, tiene sus momentos de debilidad. “Está muy cansada. Está indignada. Dice que no puede ser que los delincuentes comunes estén en la calle a los dos días”.
Entre los integrantes de la autodenominada Resistencia de Maracaibo, célula madre de las guarimbas de 2014, nadie la conoce en persona. Nunca la vieron en la Plaza de La República de la capital zuliana, epicentro de las protestas. “No conocía a Lorent Saleh (dirigente juvenil de la oposición extremista), era una ciudadana normal. Ellos (el Gobierno) saben que mi hermana no está vinculada con nada”. Igor Alcalá dice que en más de una ocasión la animó a que desarrollara su liderazgo en Zulia, que él la ayudaba. “No sé qué pasaba, no se quería activar. Quién sabe si por tantos años detrás del teclado”. Y se lamenta de que no diera el paso para ser una figura pública: “Si lo hubiera hecho, puede que no estuviera presa”.
Marisol tiene su posición clara: la quieren callar. “Hablaste, me criticaste, sabes expresarte, la gente replica lo que tú dices… Es como una bandera: Miren a @inesitaterrible, miren lo que hizo y cómo les va a ir si lo hacen”. Alcalá coincide. “La medida de meterla presa es darle una respuesta a los tuiteros opositores. Y con lo de Mario Silva hay un cobro de factura. Estoy seguro de que él metió ahí alguna opinión, de que si a ella se le metía presa, se callaba a más tuiteros”.
Condenada al ostracismo por su ¿intransigencia o rectitud?, María Gabriela Mirabal Castro, parte de una dinastía política venezolana, decidió usar los medios y las redes como tribuna para una campaña contra su propio hermano, Gustavo Adolfo, a quien denuncia como testaferro de Alejandro Andrade, el ex Tesorero Nacional y ex escolta del comandante Chávez que acaba de ser arrestado en Florida. Pero ahora se ha quedado sin ese púlpito por un conflicto que tuvo con un joven empresario que, asegura María Gabriela, actúa en complicidad con su hermano al llevarla a tribunales por unas desavenencias de condominio.
Cinco musulmanes trinitarios vivieron una pesadilla en el destino más chévere del mundo. Cuando viajaron a Caracas a tramitar el visado necesario para peregrinar hacia La Meca fueron detenidos por la policía política bajo cargos de terrorismo. Pasaron dos años, seis meses y 25 días en los calabozos del Sebin. Transcurrido ese tiempo, y para no reconocer el error de imputar a cinco inocentes, la jueza dictó una pena equivalente al tiempo que llevaban encerrados. La solución no devuelve el tiempo perdido a cinco extranjeros que vivieron la tragedia de lidiar con el perverso e inoperante aparato judicial creado por el chavismo
Sus rostros no han aparecido en ninguna manifestación pública retratados en alguna pancarta, ni en folletos, ni en las redes sociales. Sus nombres quedaron sentenciados por alguna persona con “autoridad revolucionaria” que los implicó en un hecho sin pruebas concluyentes, incluso con suposiciones que lograron ser desmontadas, pero que valieron poco o nada para revertir lo que se buscaba: criminalizar la protesta, atemorizar a los manifestantes, dejar tras las rejas a alguien. En ellos no encaja el discurso oficial que se empeña en asegurar que en Venezuela solamente hay políticos presos. Se trata de venezolanos de a pie que han terminado como presos políticos; particularmente como presos políticos olvidados.
El principal diario del centro de Venezuela y segundo del país, ‘Notitarde’, sirve de escenario para un experimento, singular hasta para la era chavista, de clara impronta militar: un coronel del Ejército se puso al frente de la empresa. Fue parte de la racha de compras de medios que capitales cercanos a la revolución hicieron de manera nerviosa de 2013 a 2015. Los resultados, periodísticos y de negocio, dejan que desear. Pero el compañero de promoción de Carlos Osorio y Pedro Carreño sigue deseando aprender de los reporteros a su servicio.
Los de Venezuela son unos juristas que tienen puertas giratorias. Antes o después han sido diputados, ministros o representantes de gremios bolivarianos. En este reportaje se presentan las conclusiones de un trabajo de periodismo de datos, que cruza los nombres de todos los jueces penales del país con las listas del partido de gobierno, y cuya conclusión advierte que 40% de ellos tienen militancia chavista. Destacan en este caso acólitos que condenaron a presos políticos como Araminta González e incluso el hijo de la primera dama, Walter Gavidia Flores, que estuvo a cargo de un juzgado hasta 2014.
Se cubren los rostros con máscaras o franelas. Se protegen con escudos improvisados. Preparan y lanzan bombas artesanales. Arman barricadas con lo que consiguen y, cuando van a las marchas, son quienes encabezan las manifestaciones para enfrentarse con los cuerpos de seguridad del Estado. Aunque no todas las personas que se identifican con la resistencia se conocen y actúan de la misma manera en las zonas de conflicto ubicadas en la Gran Caracas, estos son los principales elementos que caracterizan a los miembros de estos grupos que en su mayoría son de sectores populares y que, pese a no conectar ideológicamente con el gobierno de Nicolás Maduro, no siempre siguen la agenda de la oposición venezolana.
Nicolás Maduro se ha comprometido con China a atender la demanda de ese mercado por las también llamadas ‘holoturias’, criaturas de aspecto repelente que en la cocina de Asia Oriental pasan por un manjar. Esa oferta no tiene en cuenta los fracasos anteriores de iniciativas para criar la especie en Margarita, lo que abre paso a su pesca indiscriminada. A costa del hábitat natural, la nueva fiebre ofrece una fuente de ingresos a los pescadores, así como un negocio en el que ya entraron amigos del régimen.
El régimen de Caracas trató de instaurar una versión según la cual la tardanza en dar a conocer los resultados de las elecciones del 28J, y su posterior anuncio sin actas públicas, se debieron a un ataque cibernético desde esa nación del sureste de Europa. La narrativa, que resultó un infundio, sin embargo tenía un inesperado correlato con la realidad: la quiebra de un banco en Skopje reveló la existencia de un anillo de empresas y sus dueños venezolanos, algunos muy cercanos a Pdvsa, por cuyas cuentas habrían pasado hasta 110 millones de euros
El programa social del gobierno bolivariano que ofreció “carros baratos para el pueblo” es, en realidad, un negocio privado apuntalado por el Estado venezolano, que vende vehículos traídos de Irán hasta por 16.000 dólares. Aiko Motors, una novel empresa tan desconocida como su dueña, es la intermediaria de un acuerdo entre los gobiernos de Caracas y Teherán y que, según estimaciones, ha movido más de 42 millones de dólares en dos años
Desde una residencia hoy abandonada en Guacara a las páginas que la prensa de España dedica a la cobertura del mayor escándalo de corrupción que afecta al gobierno de Pedro Sánchez: tal ha sido el periplo de Bancasa S.A. y de su propietario, David Pita Bracho. Ambos aparecen mencionados como partícipes de una operación irregular de compra de lingotes por más de 68 millones dólares al Estado venezolano acordada, tras bastidores, entre la vicepresidenta Delcy Rodríguez y el empresario español Víctor de Aldama, ahora preso. Desde Suiza, Pita ofrece su versión sobre el caso, del que se desvincula.
Es conocida ya la entronización de la empresa Railteco en las labores de mantenimiento de teleféricos y trenes en Venezuela, así como su espasmódica eficiencia. Pero poco o nada se sabe que detrás de su fulgurante ascenso está una maquinaria conformada por tres funcionarios del Ejército: Víctor Cruz, presidente de Ventel, Graciliano Ruiz, presidente del Metro de Caracas, y Pablo Peña Chaparro, gerente general de la novel compañía que firma y cobra más de lo que ejecuta
Hoy exhiben tímidos perfiles empresariales, pero en la investigación de la Fiscalía de Portugal sobre la caída del Banco Espírito Santo se detallan los movimientos de un antiguo lugarteniente de Hugo Chávez, el exministro Alcides Rondón Rivero y su abogado y asesor, Carlos Caripe Ruiz, quienes formaron parte de la red de funcionarios que apoyó el flujo de dinero venezolano al banco en apuros y, según el documento judicial, recibieron poco más de 800.000 dólares por los favores recibidos.