Redvital pareció surgir casi de la nada, a pesar de que reivindica 40 años de historia. Al irrumpir en el mercado en 2021 se proclamó sin ambages como la “farmacia más grande de Latinoamérica”, y para cumplir esa autoprofecía ha terminado por devorarse a la franquicia holandesa que por tres décadas fue la cadena mayorista más importante del país. ¿De dónde sacaron los dueños venezolano-palestinos de ese emprendimiento el músculo financiero suficiente para quedarse con Makro? De un suplemento de dólares de Cadivi.
Makro es cada vez menos Makro. La cadena de supermercados al por mayor, controlada por el holding holandés SHV y con presencia en Venezuela desde 1992, al final fue absorbida por el clan de los Hussein Abdalla, un desconocido pero poderoso grupo empresarial con base en el estado Carabobo, mimetizado ahora en la marca Redvital, pero que con otras fachadas sacó provecho del reparto de las codiciadas divisas preferenciales durante el prolongado y disfuncional control de cambio vivido en tiempos de Hugo Chávez.
En apenas dos años y casi en simultáneo al desarrollo de la pandemia de la Covid-19, los hermanos de origen palestino Samy, Khaled, Yihad y Amin Hussein Abdalla, pasaron de una alianza para el “relanzamiento” de las tiendas de Makro al control total de la que fue la cadena mayorista más importante del mercado nacional.
De este take over, que consagra el ascenso de otro grupo empresarial aventajado en la autodenominada Revolución Bolivariana, se supo por una comunicación enviada a los proveedores de Makro el pasado 17 de febrero. La circular anunciaba el fin de la actividad de Makro tras acumular años de pérdidas financieras debido a la prolongada crisis económica en Venezuela. El mayorista venía operando en “modo supervivencia” desde 2019, tal y como venían reflejando los informes financieros del holding. “En virtud de la reciente cesión de toda la operación de las tiendas Makro en Venezuela a la empresa Redvital, en fecha 31 de enero del corriente año, nos vemos en la necesidad de resolver el contrato de consignación”, concluía la carta.
Puertas afuera, todavía no se formaliza el fin de las operaciones de una multinacional que en su mejor momento tuvo 37 megatiendas en el país. Pero ese esplendor se extinguió. Ya en su reporte financiero del ejercicio financiero de 2022, publicado en marzo reciente, SHV aceptaba que “Redvital comprará el nombre de Makro [en Venezuela] y remodelará todas las tiendas restantes al nuevo concepto”, luego de que “a principios de 2023 se acordó que todas las tiendas Makro serán alquiladas y operadas por Redvital”. Pero el cambio del rojo de Makro por el azul de Redvital en cada una de las tiendas ha terminado por ser más que un rebranding.
Desde el inicio de la alianza con Makro, suscrita en 2021, Redvital mostró sus pretensiones con el ambicioso lema de ser la “farmacia más grande de Latinoamérica” en un país que, tan solo unos pocos años antes, vivió el desabastecimiento generalizado de productos básicos y medicamentos.
Esa ostentosa irrupción, que por su escala y significado inevitablemente levantaría el perfil público de los hermanos llegados de Carabobo, contrasta con el sigilo que predomina a la hora de hablar de los verdaderos dueños de Redvital y que estos hasta ahora habían utilizado para cubrir la construcción de su emporio.
En la escueta versión oficial de dos párrafos, contenida en la página web, se afirma que “somos una corporación con más de 40 años en el sector salud con un concepto único que integra medicamentos, insumos y equipos médicos especializados” y poco más.
Pero en ese relato no hay ni una referencia a una de las razones que explican el poderío económico del grupo de los hermanos Hussein Abdalla: los dólares de la extinta Comisión de Administración de Divisas, Cadivi, creada en 2003 por Hugo Chávez y reemplazada por Maduro en 2013 con el Centro Nacional de Comercio Exterior (Cencoex), en medio de las denuncias de funcionarios chavistas, como los ex ministros Jorge Giordani o Edmée Betancourt, sobre el desvío de miles de millones de dólares a las llamadas “empresas de maletín”.
Ni ejecutivos de Makro, ni el holding SHV, ni los hermanos Hussein Abdalla respondieron a las peticiones de entrevista solicitadas para este reportaje.
Para entender el surgimiento de Redvital y el recorrido empresarial de los Hussein Abdalla hay que retroceder unos años, aunque no los 40 que apuntan en su historia oficial. De hecho, la edad de los hermanos o bien no alcanza los 40 años, como en el caso de Amin (39), el menor, o apenas los supera, como en el de Khaled (51), el mayor.
El registro de Redvital Comercializadora es reciente. Fue constituida en Valencia, capital del estado Carabobo, el 26 de agosto de 2020, en plena pandemia. Pero sus antecedentes relevantes se remontan hasta los años del control cambiario, cuando el grupo familiar consolidó su poderío económico y tejió una estructura societaria que se extendió a Panamá, Hong Kong o hasta las Islas Vírgenes Británicas, entre otras jurisdicciones consideradas como paraísos fiscales, para manejar algunas de las marcas propias que hoy se consiguen en los establecimientos de Redvital.
Ya en 2005, los hermanos Hussein Abdalla habían constituido la empresa Multisillas de Venezuela, dedicada a la comercialización de muebles para oficina y el hogar, así como los de uso industrial y comercial. Dos años después, en 2007, incorporaron Medica Latina (“Medica”, sin tilde en el registro), esta sí dedicada a la venta de material médico quirúrgico, farmacéutico y de laboratorio, entre otros rubros del sector salud, y antigua contratista del Frente Francisco de Miranda, según el Registro Nacional de Contratistas (RNC).
Ambas compañías destacan como grandes beneficiarias de los dólares asignados por Cadivi. En conjunto recibieron poco más de 455 millones de dólares desde su creación hasta 2011, una cantidad que casi duplica los 263 millones de dólares recibidos por una corporación de consumo masivo como la, entonces, División de Alimentos Polar -hoy Alimentos Polar-, o lo conseguido por competidores afiliados a la Asociación Venezolana de Equipos Médicos (Avedem), como Meditron o Laboratorios Dai, por citar sólo dos, con 144 millones y 103 millones de dólares, respectivamente.
El peso que el gobierno concedió a las dos compañías de los Hussein Abdalla en el reparto de divisas preferenciales era de tal proporción, que los redactores de una nota de prensa oficial de Cadivi en 2011 no vacilaron en mencionarlas, junto a grandes empresas transnacionales como General Motors, Procter & Gamble o Nestlé, como las principales beneficiarias de asignaciones durante el primer semestre de ese año.
Años después, en 2016, la entonces diputada opositora Karin Salanova planteó investigar, precisamente, a las empresas de los Hussein Abdalla, aunque erróneamente las identificaba como compañías del estado Aragua. Aquella petición no trascendió, y Salanova no atendió la petición de entrevista para este reportaje.
Sin embargo, fuentes que participaron en la investigación de las presuntas irregularidades en la asignación de divisas desde Cadivi confirman que el “conglomerado de empresas” de los hermanos Hussein Abdalla quedó identificado en su momento. Una tercera compañía, Biomateriales de Venezuela, creada en Caracas en 2009, tramitó otros 20.642 dólares en Cadivi y fue contratista del llamado Fondo Negro Primero, de acuerdo al RNC.
En simultáneo, los hermanos Hussein Abdalla han tenido relaciones indirectas con otros grupos empresariales también de origen palestino y beneficiados en tiempos de Cadivi, como el del Centro Textil El Castillo, cadena con presencia nacional en el ramo de las telas y mercería. Así, aunque ha sido una de las cabezas en las empresas del grupo familiar, Samy Hussein Abdalla también hizo parte del grupo de El Castillo como empleado hasta el 30 de noviembre del año pasado, según el Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS).
Un reportaje de El Pitazo, publicado en diciembre pasado, y que adelantó algunas de las conexiones de los Hussein Abdalla con Redvital, precisamente mostraba a Samy Hussein Abdalla con dirigentes chavistas y opositores en los actos de reinauguración de las tiendas Makro en varias regiones del país.
“Para entenderlos a ellos tienes que entender primero a los del Centro Textil El Castillo. Al comienzo, en la época de Cadivi hubo una relación muy cercana entre ambos grupos”, asegura un empresario que prefirió el anonimato.
Durante los años en que las empresas de los Hussein Abdalla se beneficiaron del acceso a dólares preferenciales, el grupo familiar también configuró una red de sociedades offshore a través del bufete panameño Mossack Fonseca, el mismo que fue el epicentro de la filtración periodística conocida mundialmente como los Panamá Papers.
Los documentos que yacían en el bufete panameño y quedaron expuestos por la filtración muestran, por ejemplo, que los Hussein Abdalla controlaban en Hong Kong las compañías Meridian Medical Instrument Limited, Foshan Nanhai Trading Group Limited, Biodynamics Medical Shanghai Limited y Asian Orthopedics Technologies Limited. En algunos casos, los beneficiarios finales de esas sociedades eran, a su vez, otras empresas constituidas en las Islas Vírgenes Británicas como Apex Invest Holdings Limited o Dynamic Value Limited.
Tanto algunas de esas firmas offshore, como las venezolanas y receptoras de los dólares preferenciales -Medica Latina y Multisillas de Venezuela, las dos principales-, están inactivas o han sido disueltas, como si ya no contaran en el pasado y el negocio de los Hussein Abdalla, cuyo relato ahora se concentra en Redvital.
A diferencia de las compañías anteriores, en la estructura societaria de Redvital los hermanos Hussein Abdalla no aparecen a priori, pero los indicios que allí se encuentran conducen a ellos.
La principal accionista de Redvital Comercializadora, la compañía que ahora controla las tiendas de Makro, es la empresa Vidacore C.A, registrada también en Valencia, pero unos meses antes, el 24 de enero de 2020.
El socio principal de Vidacore C.A es Samy Hussein Abdalla, mientras que su hermano, Khaled, ejerce como directivo y representante legal, según la información de la empresa que reposa en el Servicio Nacional Integrado de Administración Aduanera y Tributaria (Seniat).
En otra firma del grupo denominada Redvital Labs, creada en febrero pasado y cuyo objeto social es la instalación de un “centro médico”, se repite el solapamiento entre las empresas de la familia Hussein Abdalla. Allí es Dynamics Corporation, registrada en Valencia en agosto de 2016, la que figura como propietaria de casi la totalidad de las acciones. En Dynamics Corporation de nuevo aparecen como presidente y vicepresidente los hermanos Samy y Khaled, respectivamente, tal y como muestran los documentos de constitución de la compañía.
Otras de las empresas que ahora orbitan alrededor de Redvital y pertenecen al universo familiar son Vital Net y Biotech Suministros Médicos, registradas en 2016, y Dynalab, inscrita en 2019.
En el sector, el modelo y la operación de Redvital llama la atención. “Se sabe muy poco de ellos. Se instalaron con estas super tiendas que no han dado buenos resultados como farmacias porque el flujo de personas en las tiendas bajó”, explica un directivo de una casa de representación.
El informe del holding SHV del año 2021 destacó el impacto que tuvo ese primer año la alianza con Redvital, pero vaticinaba “resultados prometedores” debido a un “aumento significativo en las ventas luego de un mayor tráfico en las tiendas”.
Ahora la cadena parece enfocada en el registro y comercialización de marcas propias, así como en la vitrina para otras marcas a cambio de un porcentaje. “Te ofrecen sus tiendas como sitio de exhibición y de casa de venta, pero ellos se quedan hasta con el 35%”, detalló otro empresario del sector farmacéutico.
En los próximos días, los hermanos Hussein Abdalla reinaugurarán bajo el nuevo paraguas dos nuevas tiendas de la antigua Makro en Barquisimeto, estado Lara, y en Naguanagua, estado Carabobo. Serán otras dos tiendas donde el azul de Redvital reemplazará al rojo de Makro y con el que también los Hussein Abdalla quieren remozar una saga empresarial forjada, en buena parte, con los dólares de Cadivi.
Con la compra de un apartamento aterrizaron los Ayoub Ayoub en Dubai, emirato al que, en vez de Oz, los condujo el éxito en negocios de importación y distribución de especias. Pero la familia de origen árabe y base en Lara vio cambiar su suerte cuando fue señalada por el mismísimo vicepresidente de la República de conformar una trama para sobrefacturar importaciones y tener acceso irregular a divisas preferenciales, acusaciones de las que la justicia los absolvió. Esta es una entrega de la serie ‘Dubai Uncovered’ sobre venezolanos con inmuebles en el lujoso emirato.
Una tercera metamorfosis en apenas diez años es lo que experimenta lo que alguna vez fue la red de supermercados del Grupo Casino. Nacionalizada para dar lugar a los Abastos Bicentenario y vuelta a privatizar de manera disimulada por el gobierno de Nicolás Maduro, ahora se asigna a un nuevo grupo económico en alza. El arribo de los que han quedado a cargo certifica la retirada de Saab, preso en Miami, y de su marca, la de las llamadas Tiendas CLAP.
Entre 2006 y 2010 el mercado de permuta en Venezuela fue una ventana de desahogo para el férreo régimen de control de cambio impuesto por Hugo Chávez tras la huelga petrolera de 2002-2003. Pero la medida paliativa terminó por ser una orgía de miles de millones de dólares para un puñado de funcionarios o corredores de bolsa que en la práctica quemaron los recursos extraordinarios de un boom petrolero que no se repetirá. Algunos de esos actores ocultaron sus ganancias con la venia del Credit Suisse.
Ricos pero no necesariamente famosos, tienen en común un gentilicio y una morada: Lagasca 99, en el barrio de Salamanca de la capital española. Este condominio de lujo lo comparten con otros magnates latinoamericanos, y se destacan por ser empresarios del sector de la moda, construcción, servicios financieros e inmobiliarios. Sus nombres y opulencia han dejado rastro dentro y fuera del país.
Sin utilizar sus nombres directamente los colombianos Álvaro Pulido y Alex Saab se las ingeniaron para llevarse una buena tajada de los dólares preferenciales repartidos por el régimen de Nicolás Maduro en 2014 a través del denominado Sistema Complementario de Administración de Divisas (Sicad). Gracias a cuatro sociedades registradas en Hong Kong hicieron de vendedores de mercancía para varias de las compañías previamente adjudicadas en las subastas, lo que dejó en sus cuentas bancarias de Panamá unos 120 millones de dólares. Todo antes de convertirse en los grandes proveedores de los alimentos subsidiados para el programa estatal de los CLAP
Cinco años han pasado desde la detención de Francisco Navas Lugo, teniente coronel del ejército y ex gerente de importaciones de la extinta Comisión de Administración de Divisas (Cadivi). Como una pieza de teatro del absurdo, el proceso judicial contra el único ex alto cargo de ese organismo recuerda lo ocurrido en Venezuela con grandes casos de corrupción en el pasado. Más de treinta audiencias fallidas han impedido saber cómo y quiénes desviaron cientos de millones de dólares mediante “empresas de maletín” a pesar de las promesas de investigación ofrecidas por Nicolás Maduro, a quien viejos funcionarios del chavismo acusan de esconder la información sobre uno de los mayores desfalcos registrados en la historia del país.
Tras el escándalo en la Alcaldía de Baruta por un presunto esquema de sobornos para conceder permisos de construcción, un conflicto vecinal alrededor del polideportivo de una urbanización del sureste caraqueño dejó en evidencia una red de amistades y parentescos picados por la fiebre del pádel. Los funcionarios del ayuntamiento no vacilaron en privatizar ese espacio público en favor de la peña de aficionados, relacionados no solo con el alcalde Darwin González sino también con su mentor, David Uzcátegui.
Pocos se acuerdan de este pueblo, un lugar ahora casi desierto aunque inmortalizado por un documental, cuyos habitantes fueron condenados a migrar o morir de mengua por una catástrofe ambiental. Es un olvido cruel y que condena a repetir la tragedia, pues las mismas circunstancias que produjeron ese abandono se repiten en otros asentamientos palafíticos del sur del Lago de Maracaibo: desidia, contaminación, pobreza y falta de protección del Estado.
Los zoocriaderos gozan en Venezuela del mismo estatus que los zoológicos y los acuarios y son cruciales para el rescate y la conservación de fauna silvestre. Pero estos establecimientos podrían estar sirviendo para el tráfico ilícito de animales, algunos de ellos vulnerables a la extinción. Un caso prominente es el de Inversiones Alazán GAC C.A, aliada al Ministerio de Ecosocialismo, que, pregonando el conservacionismo, comercializa fuera del país un abultado número de especies, incluyendo guacamayas, rey zamuros y osos hormigueros.
La acusación del Ministerio Público por corrupción en Pdvsa involucra a dos exfuncionarios del gobierno municipal en la recepción de al menos 15 pagos que totalizaron medio millón de dólares. Estos desembolsos serían “sobornos” para la obtención de permisos de construcción. La movida ha servido también para que los poderosos hermanos Jorge y Delcy Rodríguez activen sus fichas dentro de una de las principales alcaldías de la oposición en medio del silencio del alcalde Darwin González.
Que esta novena histórica del béisbol profesional no haya conseguido títulos desde hace más de 30 años no disuade al empresario naviero Wilmer Ruperti en su empeño por convertirse en su nuevo dueño. Pero sus esfuerzos han tropezado con un obstáculo difícil de sortear: la demanda que otro empresario naviero y contratista del Estado interpuso contra Francisco Arocha, uno de los dos propietarios del equipo.
Un suizo y un venezolano fueron los únicos autorizados por Claudia Díaz Guillén para custodiar 250 lingotes de oro de los cuales, al menos una buena parte, no se sabe dónde están. La inusual encomienda elevó el perfil de estos dos hombres –jóvenes entonces– que rozaron el círculo amistoso formado por Díaz, la actual alcaldesa de Caracas, Carmen Meléndez, y Norka Luque, y elevaron sus perfiles con propiedades y sociedades millonarias, aunque solo se dejan ver como mecenas de arte moderno en Londres.
Cadena mayorista perteneciente al holding holandés SHV. Se instaló en Venezuela desde 1992. En medio de la prolongada crisis económica anunció en 2021 anunció el “relanzamiento” de sus tiendas, pero a la postre la alianza con Redvital se convirtió en el traspaso de “toda la operación”.
Es la marca que se ha devorado a Makro de Venezuela. Está controlada por Redvital Comercializadora, registrada en el año 2020 en Valencia, estado Carabobo. Desde que irrumpió en el mercado local hace dos años, se presenta como la “farmacia más grande de Latinoamérica”.
Tiene 45 años. Fue socio de Multisillas de Venezuela y también aparece en el directorio de otras compañías de los hermanos Hussein Abdalla en Panamá.
Es el más joven del clan de los Hussein Abdalla, pero también ha participado en la estructura societaria de la familia en Venezuela y en otras jurisdicciones.
Es el mayor de los hermanos Hussein Abdalla. Fue accionista junto a sus hermanos Yihad y Amin en Multisillas de Venezuela, empresa registrada en 2005 y que recibió poco más de 246 millones de dólares de la extinta Cadivi. Khaled también hace parte en Redvital.
Tiene 42 años y fue socio junto a sus hermanos Khaled y Amin en Medica Latina, una compañía creada en 2007 y que destacó como beneficiaria de Cadivi. Samy es socio junto a Khaled de Vidacore, la que controla a Redvital Comercializadora.