Lo que hay en las entrañas del cofre suizo

Aunque Credit Suisse, segundo mayor banco de la federación helvética, lleva dos décadas prometiendo erradicar el dinero sucio de sus bóvedas, la filtración de los Suisse Secrets revela que el banco conservó los fondos de clientes de alto riesgo de todo el planeta por años. Credit Suisse pudo haberse dado cuenta de los problemáticos antecedentes de estos individuos, en ocasiones, con una sencilla búsqueda en Google. Pero no tuvo problemas para abrirles cuentas y mantenerlas por años.

20 febrero 2022

Un jefe de espías de Yemen implicado en torturas. Los hijos de uno de los hombres fuertes de Azerbaiyán, que gobierna un territorio montañoso del Cáucaso como si fuera su feudo privado. Funcionarios acusados de saquear la riqueza petrolera de Venezuela y de acelerar el hundimiento del país en la crisis humanitaria.

Vienen de todos los rincones del planeta, están vinculados con regímenes autoritarios y corruptos y se han enriquecido de maneras diferentes. Pero hay algo que les une: dónde guardaban su dinero.

Por encima de sus relojes de lujo, sus montañas nevadas y su excelente chocolate, Suiza es sobre todo conocida por el secretismo de su sector bancario. Y en el corazón de esa industria está Credit Suisse, que a lo largo de sus 170 años de historia se ha convertido en una de las más importantes instituciones financieras del mundo.

Con cerca de 50.000 trabajadores y 1,5 billones de francos suizos en activos de 1,6 millones de clientes, este coloso financiero es “apenas” el segundo banco más grande de Suiza. Una evidencia del predominio de este sector en la próspera y pudiente nación alpina. Pero, como revela una investigación internacional encabezada por el periódico alemán Süddeutsche Zeitung y por Occrp (Organized Crime and Corruption Reporting Project), este brillante éxito tiene su lado oscuro.

Documentos filtrados, obtenidos por los periodistas, identifican a miles de clientes extranjeros que ocultaron su dinero en Credit Suisse. Los registros distan mucho de ser una lista completa de los clientes del banco, pero brindan una visión reveladora de lo que esconde la cortina del secreto bancario suizo.

163 periodistas pertenecientes a 48 medios pasaron meses revisando los datos e identificaron que docenas de cuentas pertenecían a políticos corruptos, criminales, espías, dictadores y otros personajes turbios. No se trata de nombres desconocidos: una simple búsqueda en Google permitía muchas veces identificar sus fechorías. Pese a eso, sus cuentas, que en conjunto acumularon más de 8.000 millones de dólares, permanecieron abiertas durante años. 

En decenas de cuentas del Credit Suisse se escondieron fondos derivados de casos de corrupción vinculados con la estatal Petróleos de Venezuela (Pdvsa). Crédito: Luis Robayo / AFP.

Los clientes de Credit Suisse incluyen la familia de un jefe de inteligencia de Egipto, que supervisó la tortura de sospechosos de terrorismo para la CIA estadounidense; un italiano acusado de blanquear fondos para la organización criminal ‘Ndrangheta; un ejecutivo alemán que sobornó a altos cargos del gobierno nigeriano a cambio de contratos en las telecomunicaciones; y el rey Abdalá II de Jordania, que tuvo más de 230 millones de francos suizos (223 millones de dólares) en una cuenta, mientras que su país recibía miles de millones de ayuda extranjera.

En Venezuela, élites acusadas de saquear Pdvsa, la empresa petrolera estatal, movieron cientos de millones de dólares a cuentas de Credit Suisse. El dinero fluyó en un momento en el que las arcas públicas eran saqueadas, lo que precipitó el hundimiento económico que ha forzado a seis millones de personas a salir del país y puso a muchas otras al borde de la hambruna. El banco mantuvo abiertas las cuentas de esos clientes venezolanos, incluso cuando su implicación en casos de corrupción había quedado expuesta en los medios.

Expertos en cumplimiento bancario que examinaron los hallazgos de Occrp y sus aliados afirmaron que muchas de esas personas nunca tendrían que haber sido aceptadas por Credit Suisse. “La gente no debe tener acceso al sistema financiero si lo que están ingresando es dinero producto de la corrupción”, dijo Graham Barrow, un experto independiente en criminalidad financiera. “El banco tiene claramente el deber de asegurar que los fondos que maneja tienen un origen claro y legítimo”.

Credit Suisse no es el único culpable. Muchos de los grandes bancos y entidades financieras del mundo han enfrentado escándalos similares. Muchos prometieron reformarse y, sin embargo - como revelan proyectos como este - siguen permitiendo a clientes problemáticos llevar sus fortunas a uno de los lugares más seguros y fiables del mundo.

“La ironía es que Suiza se ha convertido en el lugar al que va el dinero sucio porque es un país puro, bien administrado, confiable”, dice James Henry, asesor senior de la organización británica Tax Justice Network que ha estudiado la evasión fiscal en Credit Suisse. “El modelo de negocio de tomar dinero de países pobres es el problema”.

Respondiendo a un cuestionario sobre los hallazgos del proyecto Suisse Secrets, Credit Suisse señaló que la gestión de riesgo era "el núcleo de nuestro negocio". Si bien se negó a discutir casos individuales descubiertos por periodistas, el banco señaló que eran "predominantemente históricos" y que "los problemas relacionados ya se han abordado".

“Como institución financiera líder a nivel mundial, Credit Suisse es profundamente consciente de su responsabilidad, con los clientes y el sistema financiero en su conjunto, de garantizar que las normas de conducta más estrictas se mantengan”, agregó.

La cultura de mirar a otra parte

Occrp habló con más de una docena de antiguos y actuales empleados para entender cómo se explica que el banco haya aceptado a tantos clientes problemáticos. Ninguno quiso dar su nombre, recordando que el banco es muy proclive a arrastrar extrabajadores a los tribunales. La mayoría habla de una cultura corporativa altamente tóxica que incentivaba tomar riesgos a cambio de beneficios y bonos.

Los empleados dijeron que los bonos están condicionados por el “nuevo dinero neto” que traían al banco. “El banco alienta al banquero a mirar hacia otro lado con una cuenta que saben que es tóxica”, dice un ejecutivo experimentado. “Si tú cierras esta cuenta tóxica, especialmente si la cuenta excede de los 20 millones, el banquero se encuentra a sí mismo en un profundo agujero. Un profundo agujero del que es casi imposible salir”. 

Y eso conduce a una cultura, señalan, donde hay dos tipos de reglas para dos tipos de clientes: los normales y los muy ricos.

 Fiscales suizos investigan actualmente al Credit Suisse por permitir a unos narcotraficantes de Bulgaria lavar dinero en en esa entidad. Crédito: Sebastien Bozon / AFP.

“La debida diligencia con clientes y cuentas, digamos, al nivel de un millón, son muy exhaustivas”, dijo un antiguo ejecutivo senior. “Pero cuando se trata de cuentas de alto valor neto, los jefes alientan a todos a mirar hacia otro lado y los gerentes se sienten intimidados sobre sus bonos y su seguridad laboral”.

“El departamento de cumplimiento normativo del banco es un maestro en la negación plausible” (la tendencia a negar la participación en actividades que se saben ilegales alegando desconocimiento o falta de pruebas), dijo a Occrp un exbanquero de Credit Suisse que estuvo basado en Zurich. “Nunca hagas una pregunta de la que no quieras saber la respuesta”, añadió. 

Además, hay grandes cuentas que son mantenidas tan en secreto que solo unos pocos ejecutivos senior saben quien es su propietario.

“Cuando alguien quiere realizar un lavado de dinero después de haber saqueado bienes del país, por ejemplo, necesita transferir el dinero. Así que los titulares de grandes cuentas van directamente a los gerentes de muy alto nivel”, señaló un ejecutivo. 

Cuando algo termina mal, la culpa nunca es de esa cultura, sino de los empleados. “Nunca es culpa del banco, es siempre ese empleado manzana podrida quien resulta responsable si pasa algo malo”, indicó un antiguo trabajador.

“Nunca es culpa del banco”

El resultado final es una desconexión entre el banco y sus empleados. “El tipo de gente que atrae el banco son mercenarios, que lo que buscan es enriquecerse en primer lugar. Entendiendo posiblemente que no hay una relación real con el banco. Tú solo estás allí mientras ganes dinero, sin importar cómo lo ganes”, dijo un gerente. 

“No tienes que preocuparte por lo que vaya a pasar dentro de ocho o diez años porque es poco probable que estés allí. Normalmente, ese es el tiempo en que tardan esos acuerdos en estallar”, dijo.

Estas fuentes internas le hacen eco a las acusaciones que Credit Suisse enfrenta en este momento, en la primera causa penal contra un banco suizo en Suiza. Los fiscales suizos sostienen que Credit Suisse permitió a un grupo de narcotraficantes búlgaros lavar más de 146 millones de euros a través de sus cuentas.

En ese caso, altos gerentes son acusados de ignorar numerosas advertencias que vinculaban a los clientes búlgaros con actividades poco recomendables. Eso incluye depositar dinero en efectivo, que se llevó en carro desde Sofía, la capital búlgara, a Suiza. Por si fuera poco, después de que uno de los criminales resultara asesinado y de que los medios lo identificaran públicamente como traficante de cocaína, el banco optó por hacerse la vista gorda.

Una banquera que trató con los búlgaros testificó que Credit Suisse la instruyó cuidadosamente sobre cómo presentarse ante clientes potenciales y sobre la importancia del secreto bancario suizo, pero no sobre el cumplimiento. Como prueba, uno de sus exámenes de cumplimiento fue presentado en la corte. Ella solo respondió correctamente una cuarta parte de las preguntas.

Privacidad a la venta

Para poner a prueba todo lo que los documentos y testimonios hacían ver, periodistas de Occrp contactaron a Credit Suisse y preguntaron si podía abrir una cuenta numerada para un inversor adinerado de un país africano, algo que era verídico. Los reporteros notaron que los representantes del banco eran precavidos con lo que decían y que preferían comunicarse por teléfono en lugar de correo electrónico. Señalaron que la mayoría de clientes vienen recomendados, pero aceptaron hablar. Y dejaron claro que la privacidad era importante. 

“Hay muy poca gente, incluso dentro del banco, que va a tener acceso a la información de su cuenta”, aseguró un vicepresidente de Credit Suisse a los reporteros.

“La información se trata estrictamente con reserva y es compartida sólo de ser necesario”, dijo otro banquero en un correo electrónico.

Aunque Credit Suisse todavía ofrece cuentas anónimas numeradas –con un costo de unos 3.000 euros al año– el banco guió al inversor africano hacia otras opciones.

“Las cuentas numeradas son un servicio que gradualmente estamos retirando, ya que las protecciones que ofrecen han disminuido mucho en los últimos años”, afirmó un vicepresidente basado en Zurich, encargado de los mercados emergentes.

El secretismo de las cuentas numeradas recibió una serie de golpes en la década de 2010, cuando repetidos escándalos de evasión fiscal generaron una presión internacional para que Suiza compartiera información fiscal de los clientes con gobiernos extranjeros. Sin embargo, la reforma excluyó a países en desarrollo, a los que Credit Suisse calificó como sus mayores objetivos de mercado.

“Los bancos suizos han encontrado soluciones que les permitirán continuar escondiendo la riqueza de los ultrarricos”

Los trusts son un vehículo financiero común en numerosas jurisdicciones, pero están en el punto de mira de quienes abogan por la transparencia, porque permiten a los verdaderos dueños ocultarse detrás de apoderados, que pueden actuar como accionistas y directores.

En la presentación, Credit Suisse indicó que su personal puede actuar, en su rol de apoderados, como directores de fideicomisos (trusts), holdings (grupo de empresas) y de cuentas bancarias. Estas se pueden también registrar a nombre de compañías holdings anónimas. Este servicio crearía capas legales de propiedad que permitirían a individuos adinerados distanciarse de su fortuna.

Los trusts no eran comunes en Suiza hasta hace poco, en buena medida porque el secreto bancario suplía esa necesidad. Pero eso puede estar a punto de cambiar. El mes pasado, Suiza introdujo un nuevo borrador de ley que permitiría a los banqueros crear trusts por primera vez.

Sébastien Guex, profesor de Historia en la Universidad de Lausana en Suiza, que estudia el sistema bancario de ese país, señaló que esto era una reacción directa a los nuevos acuerdos de intercambio de información fiscal, que exponen la riqueza almacenada en los bancos suizos a un mayor escrutinio.

“Los bancos suizos han encontrado soluciones que les permitirán continuar escondiendo la riqueza de los clientes más interesantes, aquellos que traen los mayores beneficios, por ejemplo los ultrarricos”, dijo Guex al diario británico The Guardian, participante en el presente proyecto periodístico.

“Estas soluciones implican la creación de sistemas de evasión fiscal para su clientela basado en fundaciones familiares o, más aún, en la institución legal anglosajona, el trust”. 

Una historia de secretos

La reputación de Suiza como garante del secreto bancario se remonta a varios siglos. En 1713, el Consejo de Ginebra prohibió a los banqueros divulgar detalles de sus clientes para salvaguardar los intereses de la monarquía francesa, que quería mantener ocultos sus negocios con bancos en un país protestante “hereje”.

El estatus internacional de neutralidad de Suiza, reconocido en el s.XIX, ayudó a traer grandes cantidades de capital desde el extranjero, al igual que un sector turístico en expansión que intentaba atraer a los más ricos de Europa para largas estadías en palacios junto a lagos o en sanatorios alpinos.

“Para añadir algo que otros países no tenían, también adoptaron medidas fiscales para estimular la llegada de personas ricas desde el extranjero para largas estancias en Suiza”, dice Guex.

Suiza se convirtió en un paraíso fiscal y empezó a competir con Francia y otras potencias del negocio bancario en Europa para atraer capital extranjero. Fuera por las montañas o por las leyes, aquello funcionó. Extranjeros adinerados comenzaron a llegar en masa con su dinero. 

Con el estallido de la I Guerra Mundial, los millonarios europeos voltearon sus miradas hacia Suiza para protegerse de la inestabilidad económica y de los aumentos de impuestos por el esfuerzo bélico. En la Segunda Guerra Mundial se repitió el patrón y, mientras que la mayor parte de Europa quedó en ruinas, la neutral Suiza salió indemne y con depósitos de todas partes.

En 1934, Suiza formalizó esto con una Ley Bancaria, que castigaba con cárcel a cualquier empleado bancario que revelara información confidencial de un cliente.

Sin embargo, desde hace varios años Suiza ha realizado cambios en la regulación de su sector bancario. Después de la crisis financiera del 2008, el país levantó el velo sobre miles de cuentas después de que un empleado de UBS, el mayor banco suizo, le diera información a fiscales estadounidenses sobre la manera como la entidad ayudaba a clientes estadounidenses a esconder sus activos.

El UBS es el banco más grande e importante de Suiza, luego le sigue el Credit Suisse. Crédito: Michele Limina / AFP.

Pero, a cambio, Suiza se aseguró de que Estados Unidos desestimara los cargos por permitir la evasión fiscal, al tiempo que aumentaba la condena máxima por violar las leyes de secreto bancario de solo seis meses a tres años.

Expertos dicen que esa ley esencialmente criminaliza a los denunciantes de irregularidades, silenciando fuentes internas y periodistas que quieran exponer irregularidades en un banco suizo. El artículo 47 de la Ley Bancaria suiza pone a los periodistas del país en riesgo de ser procesados por la simple posesión de datos bancarios privados, por no hablar de su publicación. El efecto de la normativa es poderoso. Por esta razón, Tamedia, un grupo de medios suizo, declinó colaborar en la investigación de los Suisse Secrets.

"Esta ley es una restricción masiva de la libertad de prensa en Suiza", dijo Arthur Rutishause, de Tamedia. "Sólo sirve para censurar e intimidar a los medios de comunicación. La ley puede proteger a los delincuentes y sus bienes. Los periodistas que intentan desenmascararlos se arriesgan a un proceso penal".

“Parece una ley de los años 1800”, dijo Jeffrey Neiman, un abogado estadounidense que representa a denunciantes de Credit Suisse. “Esa ley demoniza a aquellos que presentan buena información para exponer la corrupción”, añadió.

Comprando el secretismo

Si Credit Suisse vendía secretismo, también es cierto que tenía muchos compradores.

Los documentos filtrados de Suisse Secrets muestran cuentas vinculadas a personas acusadas de violar los derechos humanos, como el antiguo ministro de defensa argelino Khaled Nezzar. Como jefe de las fuerzas armadas fue considerado líder de facto de Argelia entre 1991 y 1993, cuando estalló una guerra civil marcada por las atrocidades contra los civiles.    

A pesar de que las acusaciones en su contra eran bien conocidas, Nezzar aparece como cliente de Credit Suisse, con dos cuentas que acumularon activos de por lo menos 1,2 millones de francos suizos (1,6 millones de dólares). Estuvieron activas hasta 2013, dos años después de que una investigación sobre su implicación en crímenes de guerra fuera abierta en Suiza.

Sus abogados dijeron que Nezzar “niega toda mala acción, no cometió y tampoco ordenó crímenes de guerra, no proveyó asistencia y tampoco permitió intencionadamente la comisión de crímenes de guerra”.  

El general Khaled Nezzar llegó a ser el hombre fuerte de Argelia, violó derechos humanos y fue acusado de cometer crímenes de guerra. Es uno de los clientes cuestionables que mantenía el Credit Suisse. Crédito: Thomas Coex / AFP.

Los dos hijos de uno de los hombres fuertes de Azerbaiyán, que gobierna con mano de hierro una región aislada del país, también tenían cuentas en Credit Suisse. Mientras que el régimen de su padre imponía sus brutales caprichos a la población de Nakhchivan -en un momento incluso prohibió hornear pan en casa o colgar la ropa en los balcones -, Rza y Seymur Talibov usaron sus cuentas en Suiza para ingresar millones de dólares de empresas de papel asociadas a sistemas de blanqueo de dinero.

Credit Suisse también ofreció servicios bancarios a figuras involucradas en escándalos de corrupción en algunos de los países más pobres del mundo. En Angola, un banquero caído en desgracia, investigado en Portugal tras la quiebra del banco que dirigía con 5.700 millones de dólares de deuda imposible de rastrear, tenía varias cuentas de Credit Suisse, algunas de las cuales están siendo examinadas por fiscales de Portugal.

En Kenia, Credit Suisse ofreció servicios bancarios a un actor clave en un enorme escándalo de corrupción incluso después de que las autoridades lo declararan fugitivo. Millones de dólares parecen haber sido retirados de la cuenta, mientras que investigadores en Suiza y el propio país de África oriental intentaban rastrear los fondos robados.

Otro cliente era el antiguo jefe de la inteligencia venezolana, Carlos Luis Aguilera Borjas. Aguilera era cercano al expresidente Hugo Chávez, que murió en 2013 después de instaurar un régimen socialista que se ha hundido en la corrupción, con funcionarios que saquean los fondos del Estado y ocultan dinero en el extranjero. 

En 2001, Chávez instaló a Aguilera como jefe de la Disip (Dirección de Servicios de Inteligencia y Prevención, policía política hoy renombrada como Sebin), donde mantuvo un perfil bajo, evitando entrevistas y fotografías. “Lo llaman El invisible. Carlos Aguilera, nadie lo ve”, dijo Chávez en 2002 en una retransmisión nacional de su programa semanal de televisión, Aló, Presidente.

Aguilera Borjas obtuvo en el año 2008 un contrato millonario a través de una de sus empresas para remodelar el Metro de Caracas. No pasó por licitación. Crédito: Juan Barreto / AFP.

Pero Aguilera cayó en desgracia a mediados de ese año, pues no pudo prevenir el golpe de Estado que estuvo a punto de derrocar a Chávez en abril. Salió del servicio secreto y, tras otro cargo en el gobierno, saltó de lleno al sector privado, donde amasó una fortuna que pocos venezolanos pueden imaginar. 

En 2007, Aguilera se convirtió en el principal accionista de  Inversiones Dirca S.A., una sociedad venezolana que, al año siguiente, le aseguró un contrato de 1.850 millones de dólares a un consorcio empresarial español para renovar el Metro de Caracas. No hubo un proceso de licitación pública y Aguilera se llevó una comisión de 4,8%, que equivalía a cerca de 90 millones de dólares.

En 2011, se abrieron en Credit Suisse dos cuentas a nombre de Aguilera, que alcanzaron un balance de al menos 7,8 millones de francos suizos (8,6 millones de dólares). Las cuentas de Aguilera seguían abiertas bien entrada la década pasada, cuando los datos del proyecto Suisse Secrets fueron recopilados.  

“Por definición, él es de alto riesgo”, dice Barrow, el experto en criminalidad financiera. Añadió que los bancos son responsables de asegurarse de la legitimidad del origen de los fondos de sus clientes con conexiones políticas.

Aguilera no respondió a las preguntas que Occrp le envió por correo electrónico.  

Promesas incumplidas

Credit Suisse se ha comprometido en repetidas ocasiones a luchar contra los fondos ilícitos, después de una serie de escándalos que estallaron hace dos décadas tras la muerte del dictador nigeriano, Sani Abacha. Tras el fallecimiento de Abacha en 1998, se conoció que Credit Suisse canalizó parte de los miles de millones de dólares que su familia saqueó del país.

En un esfuerzo por aplacar esa revelación, el entonces presidente del banco dijo en 2000 que había "mejorado continuamente... los procedimientos de control y su cumplimiento". Ese mismo año, Credit Suisse se convirtió en miembro fundador del Grupo Wolfsberg, una asociación bancaria internacional creada para frenar los flujos financieros ilícitos.

"El banco se esforzará por aceptar solo a aquellos clientes cuya fuente de riqueza y fondos pueda establecerse razonablemente como legítima", rezaba una declaración de la misión del Grupo Wolfsberg en 2000.

Sin embargo, las promesas de limpieza de Credit Suisse no evitaron que la entidad quedara vinculada a otros casos delictivos. 

"Al banco le gusta decir que solo se trata de individuos deshonestos", afirmó Jeffrey Neiman, el abogado estadounidense. "Pero, ¿cuántos banqueros deshonestos hay que tener para empezar a tener un banco deshonesto?".

Neiman no representa a la fuente que entregó al Süddeutsche Zeitung la filtración que dio lugar a los Suisse Secrets. Pero uno de sus clientes es un denunciante que en febrero de 2021 declaró en un tribunal de Estados Unidos que Credit Suisse seguía ayudando a estadounidenses a ocultar ilegalmente cientos de millones de dólares en paraísos fiscales. De ser cierto, esto supondría una violación a un compromiso que el banco hizo en 2014, cuando llegó a un acuerdo con la justicia de Estados Unidos.

El Departamento de Justicia de Estados Unidos investiga actualmente al Credit Suisse en un caso de seguimiento por evasión fiscal. Crédito: Stefani Reynolds / AFP

El Departamento de Justicia y la poderosa Comisión de Finanzas del Senado de Estados Unidos investigan actualmente si Credit Suisse siguió facilitando la evasión fiscal después de llegar al acuerdo y pagar una multa récord de 1.300 millones de dólares en 2014.

El presidente del banco en aquel momento, Urs Rohner, admitió errores en su manejo del escándalo de evasión de impuestos, pero le dijo a un canal de televisión suizo que él mismo tenía “las manos limpias”. 

Recordando este incidente en una entrevista reciente con Occrp, Gerhard Andrey, parlamentario suizo del Partido Verde, dijo que aún le resulta increíble que los ejecutivos de Credit Suisse nunca asumieran su responsabilidad por este escándalo.

"¡Es la cabeza de la empresa! Si eres director general o presidente, no puedes decir: 'No tiene nada que ver conmigo', porque eres responsable de definir la cultura", dijo Andrey por teléfono desde el parlamento suizo. "La cultura la definen de arriba abajo los altos cargos, el consejo de administración y los ejecutivos".

Expertos dicen que las multas no son suficientes. Los bancos grandes y pudientes no van a cambiar hasta que no se enfrenten a regulaciones más estrictas, como suspender sus licencias o acusar a gerentes de manera individual. 

El estadounidense Frank Vogl, antiguo responsable de Comunicaciones en el Banco Mundial y ahora activista contra la cleptocracia, dijo que los banqueros parecen tratar las multas, incluso las muy abultadas, simplemente como “el costo de hacer negocios”.

Dijo que las autoridades judiciales estadounidenses y europeas han abierto en los últimos años un “asombroso” número de casos contra Suiza y bancos suizos, “pero ningún director ejecutivo de estos bancos ha sido acusado personalmente, o siquiera perdió su trabajo por esos crímenes”. 

“Los consejeros delegados [presidentes ejecutivos o CEOs] tienen que ir a la cárcel para que esto tenga efecto”, dijo Henry, del Tax Justice Network, señalando que la multa de 1.300 millones de dólares era incluso deducible de impuestos. 

"Parece haber una falta de voluntad política y de recursos para la aplicación de la ley"

Aunque los críticos acusan a Credit Suisse de negligencia, atribuyen gran parte de la culpa al gobierno suizo, responsable de un entorno normativo laxo y de leyes que castigan a quienes denuncian la corrupción.

Stefan Lenz, exfiscal federal suizo que investigó importantes casos de corrupción, señaló que hay muy pocas investigaciones que apuntan a los bancos suizos o a sus directivos por aceptar dinero ilícito. "Parece haber una falta de voluntad política y de recursos para la aplicación de la ley", dijo Lenz a Occrp.

Andrey, el parlamentario del Partido Verde, instó al Gobierno a tomar medidas por el bien de sus ciudadanos.

"Estoy orgulloso de ser suizo", dijo. "Me duele que los bancos estropeen la reputación de mi país con este comportamiento".

“La gente está enojada con los escándalos que ya han salido a la luz, y ni siquiera sabemos de los escándalos desconocidos".

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