Lidera un grupo de empresas del sector construcción, cría purasangres para hacerlos competir en hipódromos de Venezuela y Estados Unidos, tiene mansiones en Caracas y Florida. Pero por ninguno de esos bienes suntuosos fue que Alejandro Ceballos Jiménez llamaría la atención de funcionarios de cumplimiento de un banco y de la unidad de inteligencia financiera del Departamento del Tesoro. En cambio, quedó bajo sus lupas por los pagos y transacciones vinculados a una obra de viviendas populares en los Valles del Tuy. Los flujos millonarios de dólares llegaban desde entes del gobierno chavista a una empresa en el Reino Unido simultáneamente vinculada a la ruta del ‘dinero K’ argentino.
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En San Francisco de Yare, un pueblo a unos 75 kilómetros al sur de Caracas, en los valles del río Tuy que sirven de dormitorio tanto a trabajadores del área metropolitana como a una inmensa población marginada, es raro que alguien no sepa cómo llegar a Colinas de San Francisco de Yare.
Literalmente, es en ese urbanismo donde reside el acervo histórico del pueblo, que le ha permitido ser un lugar conocido en todo el país y llegar hasta la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Los cultores de los Diablos Danzantes de Yare -la colorida ceremonia del jueves de Corpus Christi- fueron beneficiados con apartamentos en Colinas de San Francisco de Yare, un proyecto aprobado en tiempos de Hugo Chávez y culminado durante el gobierno de Nicolás Maduro, como parte de la Gran Misión Vivienda Venezuela.
Para llegar allí hay que sortear la escasa oferta de transporte público que cubre la ruta entre la capital venezolana y el pueblo. El trayecto, que normalmente tomaría apenas una hora, llega a durar hasta tres. Desde la plaza Bolívar, donde danzan los Diablos de Yare en junio, se sigue hasta tomar la carretera nacional Yare-Santa Teresa y allí, en una explanada, se deja ver con enormes letras blancas el nombre de Colinas de San Francisco de Yare.
El anuncio corpóreo, con caracteres tridimensionales, no podría pasar inadvertido. Aunque se puede apostar a que sus diseñadores nunca pensaron que esa notoriedad sería para tanto, hasta el punto que el nombre del complejo habitacional pasó a formar parte de un intercambio de información entre oficiales de cumplimiento de bancos en Estados Unidos y personal de la unidad de inteligencia financiera (FinCEN, por su acrónimo en inglés) del Departamento del Tesoro en Washington DC.
Algunos Reportes de Actividades Sospechosas (SAR, por sus siglas en inglés) contenidos en una filtración de 2.100 documentos obtenidos por BuzzFeed News, compartidos con el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, ICIJ, Armando.info y otros 107 medios de 88 países, y que dieron origen a la investigación internacional de los FinCEN Files, permiten hacer la conexión entre ese desarrollo de viviendas populares, inaugurado por Maduro en 2015, y cuantiosas transferencias de divisas a y desde cuentas bancarias en el extranjero de una empresa en el Reino Unido y parientes de una familia de constructores venezolana, los Ceballos Jiménez. Los montos de las transacciones llamarían la atención de los supervisores bancarios y, a la postre, de la prensa internacional.
También ofrecerían pistas sobre probables dispendios y sobreprecios: con un presupuesto por unidad para apartamentos de mucho mejor acabado, se levantaron unos edificios de colores hoy lavados por el sol y la lluvia, de cinco pisos y estructura metálica, sin ascensores pero con ropa tendida en las ventanas y contenedores de basura desbordados de desperdicios. La infaltable mirada fija de Chávez está estampada a lo alto, en la fachada de cada una de las 40 torres. Adentro, los apartamentos están escasamente amoblados, el techo es de plástico o cielo raso. El servicio de agua y electricidad es intermitente, el transporte público no está garantizado, ni tienen estación de ferrocarril cerca. En fin, los lugares comunes del deterioro y el descarte en una urbanización aislada, donde incluso se puede ver a un lugareño que pone a sus vacas a pastar en el monte seco que crece entre los edificios.
Los edificios de Colinas de San Francisco de Yare quedaron al alcance del radar del Departamento del Tesoro por una jugada de Petróleos de Venezuela (Pdvsa) que buscaba burlar las trabas que ya para entonces le imponía su creciente falta de liquidez. En 2012 la producción petrolera se acercaba al precipicio y la estatal no tenía cómo pagar a proveedores viejos u honrar contrataciones nuevas.
Tenía, en cambio, algo para transar a manera de trueque con alguna obra o servicio recibido: coque, un combustible sólido que es producto residual del procesamiento de petróleo pesado.
Para ese momento el coque se acumulaba inservible, en colinas de más de 30 metros de altura, en los patios del Complejo Criogénico de Jose, en la costa de Anzoátegui, en el oriente venezolano. Y había una empresa italiana, Energy Coal SpA, dispuesta a recibir el coque como moneda de pago. Es así como en marzo de 2012, Pdvsa firma un convenio con esa compañía de suministro de coque para el pago de la construcción de viviendas, y encarga a la Dirección Ejecutiva de Producción de la Faja Petrolífera del Orinoco la gestión del proyecto de los 1.540 apartamentos (40 edificios), en Yare, en el estado Miranda. La obra se debía ejecutar en un año.
Pero el contratista, la italiana Energy Coal, no tenía capacidad técnica ni experiencia en construcción. Así que para la ejecución de la obra subcontrata a Sarleaf Limited Company, sociedad registrada en Londres. Y esta, a su vez, subcontrata a Inversiones Alfamaq, empresa con sede en Caracas, que construya el urbanismo. La cadena de subcontrataciones pasa por alto un dato: tanto Sarleaf como Alfamaq son compañías controladas por Alejandro Ceballos Jiménez y sus familiares.
La explicación sobre ese intercambio de coque por vivienda la expone la propia Energy Coal en voz de Paolo Ascheri -hijo del dueño-, tras ser consultado para este reportaje por el ICIJ, socio de Armando.info en esta investigación. “La razón por la que fuimos contratados por Pdvsa para construir casas (...) es que estábamos dispuestos a aceptar un pago en especies (coque de petróleo) y no en dinero. Es cierto que carecemos de toda capacidad y experiencia tanto en la construcción como en la ingeniería, sin embargo nuestro papel era totalmente diferente: fuimos contratados para vender el coque de petróleo en el mercado internacional (tenemos más de 30 años de experiencia en esta industria). Básicamente, nuestro papel era convertir el coque de petróleo en servicios o monetizar el coque de petróleo y, por lo tanto, suministrar lo que Pdvsa requiriera”.
En ese entonces, millones de toneladas de coque yacían en los espacios de la refinería porque no tenían cómo cargarlos hasta los buques, así que Energy Coal se ofreció a renovar las instalaciones de carga a cambio de recibir el pago con coque. La garantía estaba en las montañas de este combustible sólido en el terreno. Sabían que podían pagarles así, sin correr con la suerte de otros proveedores con los que la petrolera acumulaba deudas. Luego hubo otra oportunidad para seguir con los contratos y estos fueron los proyectos de viviendas. “En ambos casos, el concepto era el mismo: convertir el coque en dinero”, insistió Ascheri en su respuesta enviada por escrito, y detalló algo más: “Energy Coal simplemente contrató a especialistas para cada sector específico. La mayoría de las veces estos especialistas fueron elegidos por Pdvsa y no por nosotros, como ocurrió también en el caso del contrato de Sarleaf”.
Así se firmó el contrato. El dinero empezó a fluir y a dejar sus trazas de sospecha. A las autoridades de la sucursal en Miami del Banco Espirito Santo (BES) les pareció sospechoso que Sarleaf, empresa offshore creada con por “motivos de seguridad” para proteger a la familia Ceballos de la exposición pública en Venezuela y evitar el riesgo de una expropiación, recibiera fondos de Pdvsa y otras agencias del gobierno venezolano distintas a las declaradas al momento de abrir la cuenta, pues esta tendría como propósito recibir fondos de la Fundación Misión Che Guevara, realizar pagos a proveedores y servir también para algún tipo de inversión, como explican en el SAR que forma parte de los FinCEN Files.
La Fundación Misión Che Guevara, adscrita al Ministerio para las Comunas y Protección Social, tiene su origen en el programa social ideado por Chávez en 2007 para enseñar oficios y emplear a brigadistas, y que se apoyó en la Gran Misión Vivienda para insertar personal obrero en las construcciones. Según la Memoria y Cuenta de 2014 de este despacho, la fundación tuvo la responsabilidad de apoyar el “Programa de Transformación Integral del Hábitat” de la Misión Vivienda, con la compra de materiales de construcción para culminar la construcción de 3.384 viviendas en 24 estados del país. Según lo recopilado por los oficiales del BES, Sarleaf vendía “tubos estructurales” para las obras de Misión Vivienda y su principal cliente era la Fundación Misión Che Guevara.
Por eso, al recibir cuantiosas sumas de dinero provenientes de Pdvsa sospecharon. Solicitaron documentación a Sarleaf para verificar el origen de esas transacciones y se extrañaron aún más, pues de acuerdo con el contrato revisado -correspondiente al proyecto de Colinas de San Francisco de Yare- debía ser Energy Coal, el ente contratante, quien les pagara, no Pdvsa. Poco a poco fueron hallando inconsistencias.
La oficina del BES en Miami comenzó a revisar las transacciones entrantes y salientes y notaron la “alta velocidad” de los movimientos en poco tiempo. Parte del dinero era enviado a países de alto riesgo como Suiza, un país con severas previsiones de secreto bancario, y grandes cantidades de dólares eran enviadas a contrapartes desconocidas.
En total, un poco más de 262 millones de dólares fueron calificados como “sospechosos”. El chequeo se hizo desde el día que se abrió la cuenta corriente, el 26 de septiembre de 2012, hasta que fue cerrada en enero de 2014. Las operaciones “sospechosas” comenzaron a registrarse seis meses después de haber sido contratada por Pdvsa para construir los edificios en Yare, en abril de 2013, y continuaron hasta enero de 2014. En este período Sarleaf recibió más de 146 millones de dólares de entes del gobierno venezolano vinculados con el mismo proyecto de Yare. Fueron “cantidades muy grandes de dólares”, detalla el SAR.
Casi inmediatamente, Sarleaf comenzó a transferir millones de dólares a varios beneficiarios, incluidas empresas y cuentas bancarias que pertenecían a los Ceballos. De esa cantidad, más de seis millones de dólares fueron enviados a cuentas personales de integrantes de la familia, y 44 millones de dólares a dos empresas de Alejandro Andrés Ceballos, hijo de Alejandro Ceballos Jiménez: 22 millones tuvieron como destino Sidon Enterprise, una compañía registrada en las Islas Vírgenes Británicas, y el resto a una entidad panameña con cuenta bancaria en Suiza, Wexford Services, dedicada a la importación y exportación de productos para el sector construcción.
Sarleaf Limited fue creada en mayo de 2007. Al frente de la compañía seleccionada por Pdvsa para construir los 1.540 apartamentos en Yare, solían mostrarse unos abogados suizos como propietarios. Entre ellos, un nombre en particular resaltaba: Néstor Marcelo Ramos.
Ramos es un abogado argentino que reside en Suiza desde hace 20 años, conocido en su país por ser el dueño de Helvetic Services Group, una compañía suiza usada por el empresario del kirchnerismo Lázaro Báez para comprar una de las empresas financieras involucradas en “la ruta del dinero K”, con la que pudo blanquear 33 millones de dólares. Por esta maniobra, Báez fue procesado y enfrenta actualmente un juicio en Argentina (aunque recientemente resultó excarcelado, medida que fue recibida entre protestas).
Néstor Ramos, sobre quien desde 2016 pesa una petición de la justicia argentina para ser extraditado, fue director y accionista nominal de Sarleaf entre 2011 y 2013, y luego dejó paso a su sobrino, Javier Vanella, como directivo hasta 2016. En el reporte enviado por el Banco Espirito Santo al Departamento del Tesoro, se indica que los abogados suizos sirvieron como testaferros de Sarleaf para encubrir a sus verdaderos dueños, la familia Ceballos. Además, notaron que desde la cuenta de Sarleaf se envió un pago a Helvetic Services Group, en Suiza, por 75.000 dólares.
Quien daba la cara por Sarleaf en Venezuela era Ramón Mariño Lorenzo, esposo de una de las hermanas de Alejandro Ceballos, es decir, su cuñado. Aún sigue siendo la persona con mayor control de la compañía, como detalla el registro de Reino Unido. En abril de 2015 Sarleaf cambió su nombre a Steeleaf Trading International Limited. Una modificación nominal que no afectó el control de la familia Ceballos sobre ella.
Los funcionarios del banco portugués —finalmente disuelto en 2014 al colapsar sus balances y ser intervenido por los reguladores lusitanos, un derrumbe que abrió varias investigaciones penales sobre irregularidades administrativas y operaciones de sobornos y lavado de dinero relacionadas, en muchos casos, con Venezuela— detectaron una serie de movimientos bancarios en las cuentas de Sarleaf que, en su conjunto, parecían responder a un patrón típico de blanqueo de dinero. Identificaron 29 transferencias salientes por un poco más de 63 millones de dólares a entidades e individuos de la familia Ceballos, compañías de inversión y compañías e individuos desconocidos, así como 37 transferencias internas —sin precisar los destinatarios— por más de 52 millones de dólares.
Las operaciones fueron calificadas por los ejecutivos del BES como “cuestionables” por numerosas “inconsistencias” y algunas de ellas “de naturaleza artificial”. Los ejecutivos que redactaron el reporte para la FinCEN concluyeron que los fondos recibidos en la cuenta de Sarleaf “estaban potencialmente vinculados a la corrupción pública y a la apropiación indebida de fondos gubernamentales o malversación de fondos públicos”. El patrón de pagos y la porción o margen de las transferencias enviadas a miembros de la familia Ceballos parecía “ser excesivo”, agregaron. Sobre esto último el informe detalla que, dos días después de haber llegado una suma considerable a la cuenta, comenzaron las transferencias a individuos de la familia por montos que oscilaban entre los 129.000 y 400.000 dólares, totalizando 6,2 millones de dólares. “El propósito de estas transferencias era indeterminado”, señalaron.
Ceballos Jiménez no respondió a las preguntas específicas del ICIJ enviadas por escrito en agosto, ni atendió las solicitudes de entrevistas que le fueron propuestas tras confirmar la recepción de las preguntas. En un correo electrónico a un reportero del ICIJ citó dificultades para acceder a los documentos debido a la cuarentena por la Covid-19 en Venezuela, y no respondió a los correos electrónicos posteriores que ofrecían extender el plazo de respuesta.
"A la luz de lo que sigue, confirmo la imposibilidad de cumplir con sus peticiones en el tiempo especificado, y confirmo la consideración que se le debe a los periodistas por su coraje, valentía y ética, siempre y cuando su trabajo tenga el respeto a la verdad como su verdadero norte", escribió Ceballos Jiménez. Su hijo, Alejandro Andrés, tampoco respondió a las preguntas enviadas tanto a su empresa, Proyectos y Construcciones 1128, como a Inversiones Alfamaq.
El exfiscal del Ministerio Público venezolano, que hoy vive en el exilio en Colombia, Zair Mundaray, quien dirigió entre 2016 y 2017 las investigaciones sobre casos de corrupción, tiene un calificativo para nombrar ese tipo de movimientos que el BES reportó a la Red de Control de Delitos Financieros, cuando a una gran transacción le siguen inmediatamente envíos por montos pequeños a varias cuentas.
“Eso se denomina pitufeo en materia de lavado de activos”, explica. “Todos los Estados tienen una cantidad de alertas por ingresos de fondos grandes, por eso el aprovechamiento del dinero requiere convertir lo grande en pequeño”, precisa Mundaray.
El exfiscal, que huyó de Venezuela cuando la Asamblea Constituyente destituyó a su entonces superior, la Fiscal General Luisa Ortega Díaz, en 2017, agrega que cuando los montos de las transacciones son pequeños no se activan las alertas bancarias, por eso cuando llega un monto millonario se pueden ir enviando —por ejemplo— decenas de transferencias de 20.000 dólares o 50.000 dólares a una red inmensa de cuentas y, una vez se reciben esos fondos, se hacen otras transferencias o se compran varios bienes (carros, inmuebles) que, con el tiempo, se venden o registran a nombre de una empresa.
“Eso es lo que hacen los lavadores para dificultar la traza financiera: convertir el monto grande en muchos montos pequeños que al final son de la misma persona, del mismo conglomerado, del mismo grupo económico. El pitufeo es convertir lo grande en pequeño, y lo hacen para que el seguimiento sea mucho más tedioso para las autoridades”.
Aunque la agencia de Miami del hoy desaparecido Banco Espirito Santo hizo el reporte, las verificaciones sobre el origen de los fondos se hicieron tarde y no pudieron evitar que el dinero terminara en países como Suiza y Holanda.
En las sospechas sobre este proyecto de vivienda se cruzaron, sin saber, dos instituciones diametralmente opuestas. Las alarmas llegaron hasta la unidad de inteligencia financiera del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, pero también al cuerpo de “inspectores socialistas”, un ente de seguimiento de gestión que Nicolás Maduro Moros creó para que su hijo, Nicolás Maduro Guerra, lo dirigiera. El grupo pasó revista a una serie de contratos que dependían de la Faja Petrolífera del Orinoco, entre ellos el que se firmó para levantar Colinas de San Francisco.
Un informe confidencial de los inspectores, fechado en julio de 2015 y suscrito por Jorge Arreaza —yerno del difunto comandante Chávez, y vicepresidente de la República en ese momento— fue enviado al ministro de Petróleo y Minería de ese entonces, Asdrúbal Chávez, primo del caudillo revolucionario.
En el informe se señalaba como una irregularidad —ajena al desembolso que ya había ocurrido— que Pdvsa hiciera una contratación en dólares cuando los edificios estaban siendo construidos por una empresa venezolana con personal venezolano desde el inicio, Inversiones Alfamaq, también de los Ceballos. Concluyeron que se habían pagado “montos elevados” en la obra, sobre todo por los servicios profesionales de ingeniería.
Ceballos ya había sido señalado de participar en hechos de corrupción tras la ejecución de varias obras. En 2010 su nombre apareció vinculado con el desvío, si no desaparición, de 500 millones de dólares que llegaron a una cuenta bancaria que se abrió en octubre de 2009, a nombre de la estatal Corporación Venezolana de Guayana (CVG), en una sucursal del ruso Gazprombank en Líbano. La denuncia, presentada por el presidente del Sindicato Único de Trabajadores Profesionales Universitarios de Venalum —una procesadora de aluminio dependiente de CVG— ante la Fiscalía Superior del estado Bolívar, precisaba que la cuenta “era manejada por el ex ministro Rodolfo Sanz, un pariente de este, Jorge Rojas Montero, y un operador financiero, Alejandro Ceballos”. No fue posible saber el estatus de esta investigación.
En 2018 la Asamblea Nacional venezolana —controlada por la oposición desde enero de 2016— también lo investigó por su presunta participación en varios esquemas diseñados para robar recursos públicos, incluida una venta fraudulenta de terrenos públicos en la zona turística de Lechería, en el oriente del país, pero pronto las averiguaciones fueron abandonadas y el caso fue cerrado. En su momento Ceballos calificó los señalamientos como “acusaciones infundadas” promovidas por “intereses malsanos”.
Los Ceballos, antes de la llegada de Hugo Chávez a Miraflores y después, se han dedicado a las obras civiles en contrataciones con el Estado. Desde finales de la década de los años 70 se adjudicaron asignaciones siempre con empresas constructoras de la familia y ahora con Inversiones Alfamaq, que desde su creación en el año 2000 las concentra a todas y despunta como la columna vertebral del Grupo 7C. La marca tiene su origen en el grupo de seis hermanos Ceballos y su madre, Maura Betty Jiménez de Ceballos. En cuatro décadas, han construido carreteras y autopistas pero, sobre todo, planteles educativos.
En los registros de Alfamaq, con la que han ejecutado la mayoría de las obras en los últimos 20 años, no cuesta mucho notar que lo de ellos era construir escuelas y liceos al menos hasta 2007, cuando la Fundación de Edificaciones y Dotaciones Educativas (FEDE), era el principal ente gubernamental para el que trabajaban. Tampoco arroja dudas sobre el carácter familiar de la compañía, pues todos los hermanos han rotado por la junta directiva.
Desde su constitución fue dirigida por Nelson Ceballos, quien poseía la mayoría accionaria. En noviembre de 2007 vendió sus acciones a sus hermanos Alejandro y Maura, dos años más tarde ingresan Zoraida y Luz Marina (esta última como apoderada de Alejandro), y en 2010 se incorporan como accionistas Luz Marina, Javier y Maura Betty, la madre de los seis hermanos. Nelson Ceballos falleció en febrero de 2008 en un accidente aéreo. La avioneta en la que viajaba desde Valencia hasta Puerto Ordaz, en el estado Bolívar, se precipitó a mitad de camino.
Pasado el luto, a los tres meses la familia abrió una sucursal de Alfamaq en Puerto Ordaz. Probablemente eran planes ya avanzados de Nelson, quien por esos años había establecido una relación comercial con una poderosa empresa minera, la canadiense Gold Reserve, que para entonces tenía más de 15 años con concesiones mineras al sur de Bolívar. Este vínculo de Nelson sería aprovechado por la familia Ceballos años después.
Tras la muerte de su hermano, Alejandro Jesús Ceballos Jiménez asumió el liderazgo de las empresas del grupo económico familiar, que comenzó a mostrar vínculos evidentes con el gobierno chavista.
Aquellos que conocen a Alejandro Ceballos Jiménez, economista de 62 años de edad, lo describen como un hombre supremamente hábil. Un encantador al que le place invitar a sus allegados a paseos en sus yates, en la aeronave privada, a celebraciones familiares siempre fastuosas —sea un cumpleaños o una boda— en su mansión del Alto Hatillo o en un terreno privilegiado en la zona de Caicaguana, a las afueras de Caracas, con helipuerto incluido.
En las pocas entrevistas que se consiguen sobre él, y en los distintos blogs personales y empresariales que tiene para blindar su reputación digital, se muestra como un hombre orgulloso de servirle al país junto a toda su familia, con las construcciones públicas y privadas que han decidido hacer y que no son pocas.
Alfamaq ha hecho importantes obras como la rehabilitación del Poliedro de Caracas para el preolímpico de Baloncesto, en 2012; la remodelación —dos años más tarde— del Hipódromo de La Rinconada, también en la capital, lugar que suele frecuentar con su familia para ver correr a sus caballos.
El 8 de marzo, justo antes de la cuarentena, estuvo viendo el Clásico Socopó 2020, donde compitieron tan solo tres ejemplares y ganó el suyo, Sun Cap. En febrero había ganado otra prueba, el Clásico Juan Vicente Torrealba, con el caballo Speed Shot, así como la Copa El Gran Sol 2020 también con Sun Cap. Ceballos es un apasionado del hipismo y de la cría de purasangres. En 2016 dijo haber cumplido un sueño de niño al ver a uno de sus más portentosos caballos, Majesto, en el derby de Kentucky, una de las competencias de la Triple Corona estadounidense, aunque en esta ocasión el animal quedó entre los últimos. Ceballos no solo tiene el Haras Urama en el estado Yaracuy, en el centrooccidente de Venezuela, sino la compañía Grupo 7C Racing Stable en Florida, donde también tiene una lujosa mansión valorada en 1,3 millones de dólares cerca del hipódromo de Gulfstream Park.
Con 17 años, uno de los hijos de Ceballos inició una carrera artística como cantante de reguetón, el género pop de moda. Esa incursión fue fugaz, pese a los patrocinios familiares. El dúo Jesús & Yorky, por Jesús Ceballos y Yorky Tovar, despegó con un sencillo promocional en 2016 producido por el dominicado Jessy Terrero, quien ha hecho videos para Ricky Martin, Maluma y Jennifer López. El video se grabó entre Puerto La Cruz y Caracas. Grabaron la película Desafío urbano y se separaron dos años después. Yorky siguió en la música, Jesús no. Ahora, el hijo de Ceballos, con 22 años, lidera un equipo de fútbol de nivel universitario que lleva por nombre, por supuesto, Alfamaq FC.
En 2016 el periodista Carlos Luis Giardinella, quien también es el gerente general del Haras Urama, le hizo una entrevista a su jefe para el canal deportivo Meridiano Televisión. En la grabación, Ceballos conduce un paneo por las distintas obras que ha ejecutado con Alfamaq y otras constructoras familiares, que serían motivo del orgullo familiar. Entre ellas incluye, además de las ya mencionadas, los 1.540 apartamentos de Colinas de San Francisco de Yare pero con una precisión particular: no se refiere a ellos como un proyecto aprobado por Hugo Chávez y ejecutado para el gobierno de Nicolás Maduro y la Gran Misión Vivienda, sino que los incluye en el listado de obras ejecutadas para “privados”. Solo que en este caso —algo que no menciona— el privado fue Sarleaf, que también es de su propiedad.
Por el desembolso que hizo el Estado en la construcción de Colinas de San Francisco los apartamentos terminaron costando 86.000 dólares cada uno, el precio que hoy tiene un inmueble en un municipio de clase media en Caracas. El cálculo del precio del metro cuadrado y el notable sobreprecio fue subrayado por los “inspectores socialistas” de Maduro en su informe, pero se quedaron cortos. La propia empresa Alfamaq, en catálogos de obras publicados en su página web, indica que la inversión en este proyecto de viviendas se acercó a los 500 millones de dólares, por lo que el precio de los apartamentos superaría los 300.000 dólares. Pese al precio de construcción, correspondiente hoy a un segmento superior de mercado, en Yare, la vida transcurre con carencias, precariedades y limitaciones. Varios de sus habitantes, golpeados por la hiperinflación y la emergencia humanitaria, han decidido dejar sus viviendas para emigrar. Para irse, han vendido sus apartamentos en 3.000 dólares.
“Aquí hay muchos apartamentos vacíos. Es gente que se ha ido. Algunos los han desvalijado, les han sacado todo. Dicen que unos los han vendido en dólares. ¿De dónde saca uno dólares?”, dice Selena Ramírez con un dejo de sorpresa y genuina incomprensión, mientras va caminando de regreso a su casa con el equipo de Armando.info que la visitó en marzo, antes de que el país se paralizara por la llegada de la Covid-19.
Los edificios que conforman el conjunto habitacional fueron asignados por el gobierno a distintos perfiles grupales, siguiendo un criterio más o menos reconocible. El apartamento de Selena queda en planta baja porque su nieto de 11 años tiene discapacidad motora: no puede moverse ni hablar y depende de una silla de ruedas. Necesariamente requerían un apartamento allí, pues los edificios de cinco pisos no tienen ascensor. Las torres están identificadas según la ocupación de sus habitantes. Así como en un edificio viven los cultores de los Diablos de Yare, en otro lo hacen los trabajadores de la empresa china de electrodomésticos Haier, cuya planta cercana debería estar productiva. Pero no prosperó.
Los guetos siguen para los policías del municipio, los trabajadores de la fábrica de cemento de la zona; los que prestan servicio en los autobuses Sitssa, los bomberos y los trabajadores de Alfamaq, la empresa que construyó el complejo.
La compañía principal de la familia Ceballos, que según la información obtenida por el BES también se dedica a la importación de estructuras de acero para viviendas, no ha dejado de ganar contratos con el Estado. Uno de los más grandes es la construcción de las obras civiles del teleférico entre Caracas al pico El Ávila y de allí a La Guaira. La asignación guarda ciertas similitudes con el manejo de dinero hecho en Colinas de San Francisco de Yare.
De acuerdo con documentos vistos por Armando.info, el Fondo para el Desarrollo Nacional (Fonden) también giró pagos por esta obra a Sarleaf Limited, la empresa familiar radicada en Londres: casi 27 millones de euros se enviaron entre noviembre y diciembre de 2014. No se pudo precisar la entidad bancaria que recibió estos fondos en el exterior, pues para la fecha el Banco Espirito Santo había sido intervenido y sus activos sanos se habían destinado a una nueva entidad controlada por el Estado portugués, el Novo Banco. En medio del desmembramiento del negocio, su sucursal en Miami pasaría a llevar otra marca, Brickell Bank y, tras ser objeto de varios pretendientes, en 2019 fue adquirido por Banesco USA, del banquero venezolano Juan Carlos Escotet.
Sarleaf mantenía cuentas con otra entidad que también fue cuestionada, el Banco del Orinoco NV (BDO), propiedad del venezolano Víctor Vargas en Curazao, un paraíso fiscal del Caribe ex neerlandés.
Tras ser intervenido por las autoridades de Curazao en septiembre de 2019 y revocada su licencia para seguir operando, por insolvencia y manejos irregulares, quedaron en evidencia varios señalamientos sobre ese cuentahabiente. En el extracto dedicado a Sarleaf en un informe preparado por el Banco Central de Curazao y San Martín, las autoridades curazoleñas indican que “debido a las sustanciosas transacciones entrantes y salientes en las cuentas de Sarleaf, se requería que el BDO investigara más sobre la naturaleza de esas transacciones”, hecho que no ocurrió. Más allá de este antecedente, Armando.info no pudo precisar si esos millones de euros que recibieron por la obra del teleférico llegaron hasta Curazao.
La construcción del teleférico no es el único frente abierto de Inversiones Alfamaq. En el Sistema Nacional de Contrataciones figura la asignación de obras en tres acueductos del país. Con Hidrocapital ejecuta un plan para recuperar las estaciones de bombeo de los sistemas Tuy I, II y III, cuya falta de mantenimiento por años somete a un severo racionamiento del servicio a los habitantes del Distrito Capital, Vargas y Miranda. Con Hidrocaribe ejecuta el mantenimientos de los sistemas de agua potable y saneamiento del estado Anzoátegui, y con Hidrolago, en el estado Zulia, ejecuta la rehabilitación del sistema Tule-Manuelote-Tres Ríos y las estaciones de bombeo de Maracaibo, la capital de esta entidad. Las tres estaban en fase de ejecución en 2018 y la más avanzada, la de Hidrolago, alcanzaba el 86%; las otras dos estaban en fase inicial.
En 2018 Alfamaq también culminó la rehabilitación y construcción de cinco planteles educativos, varias canchas deportivas, una iglesia y un centro de salud en el estado Bolívar, para la canadiense Gold Reserve, que se había restablecido en el sector de Las Claritas, una de las poblaciones mineras del sur del estado.
Dos años atrás, Nicolás Maduro había decretado la creación del llamado Arco Minero del Orinoco y empezó a entregar concesiones a diestra y siniestra. Gold Reserve vio allí una oportunidad de volver al terreno, luego de que Hugo Chávez la expulsara en 2009, cuando dio por finalizada la concesión en medio de su cruzada por la estatización y control de todos los sectores de la economía. Lo consiguió.
En el ínterin, los Ceballos habían conseguido una posición en Gold Reserve como accionistas. "Tras el anuncio del acuerdo de conciliación y asociación con Venezuela en febrero de 2016 (...) Alejandro Ceballos se acercó a Gold Reserve deseando hacer una inversión en la empresa”, dijo Doug Belanger, presidente de Gold Reserve, en un comunicado enviado al equipo de McClatchy-Nuevo Herald, socios del ICIJ y Armando.info en esta investigación conjunta de los FinCEN Files.
Así, los Ceballos y sus familiares adquirieron 10% de las acciones de Gold Reserve en mayo de ese año, lo que significó una inversión de 34 millones de dólares. Meses después, en agosto, la empresa minera firmaría un acuerdo con el Gobierno venezolano para la explotación aurífera al sur de Bolívar, una zona conocida por ellos, donde estuvieron desde 1992 hasta que Chávez los botó.
Esta firma estratégica con el gobierno de Nicolás Maduro, a pocos meses de haber creado el Arco Minero del Orinoco, fue motivo de celebración tanto para Gold Reserve como para Alejandro Ceballos, quien organizó una fiesta a todo dar, en su lujosa mansión de cuatro pisos ubicada en Alto Hatillo, en las colinas al sureste de Caracas, con decenas de invitados -entre ellos los socios canadienses-, buena champaña y habanos.
Las obras que Gold Reserve solicitó a Alfamaq en el estado Bolívar fueron concluidas en 2018, aseguró el presidente de la minera canadiense, Doug Belanger, quien defendió el trabajo de sus accionistas y deslizó que las sanciones impuestas por el Departamento del Tesoro al gobierno venezolano le han impedido seguir tratando con sus socios. “Con las sanciones internacionales en vigor, la empresa no ha llevado a cabo ningún otro proyecto de construcción en la comunidad local cercana al proyecto minero, pero si se levantan las sanciones y se reanudan los programas sociales, consideraríamos la posibilidad de utilizar de nuevo a Alfamaq como contratista local para este trabajo".
(*) Este reportaje contó con la reportería y apoyo de: Sasha Chavkin (ICIJ), Mariel Fitz Patrick (Infobae), Kevin Hall (McClatchy), Antonio María Delgado (Nuevo Herald), Leo Sisti (L’Espresso).
Si los caraqueños alzan la mirada podrán ver en la cima del cerro El Ávila las evidencias de un proceso de conquista: la familia Ceballos, uno de los grupos contratistas favorecidos por la Revolución Bolivariana, empezó en 2014 a construir la extensión del teleférico al litoral, pero cinco años después amplió su control a la operación de la lujosa torre cilíndrica que corona la montaña. Ahora la apuesta es seguir privatizando allí más bienes para explotarlos, incluyendo todo el sistema teleférico, la pista de patinaje sobre hielo y los pequeños comercios de la caminería que culmina en el hotel construido en la década de los años 50.
Por la coincidencia de fechas y apellidos y una confusión de la prensa, Francisco Flores Suárez se hizo notar en 2015. Entonces se le creyó pariente de los 'narcosobrinos', capturados en Haití casi en simultáneo con una operación de la DEA que incautó droga en un yate, anclado en la vecina República Dominicana, del empresario venezolano. Aclarado el error, el Departamento del Tesoro de todas maneras se enteró de él y de sus negocios en 2017. Los montos de sus transacciones bancarias en EEUU y, en general, el crecimiento de su reino empresarial desde 2010 y en varios países a partir de una compañía de servicios petroleros, tenían que llamar la atención, acaso tanto como los éxitos musicales y videoclips de populares cantantes que ha financiado.
El escándalo de los diputados, entonces opositores, que hicieron gestiones en favor del empresario Alex Saab, cayó en el olvido: mientras los señalados parecen a punto de quedar reelegidos este domingo, los resultados de la investigación prometida hace exactamente un año por Juan Guaidó, como jefe de la Asamblea Nacional, aún no se conocen. Sin embargo, los testimonios que han trascendido de los parlamentarios involucrados en el caso e interrogados durante las pesquisas, así como de los trabajadores de la Comisión de Contraloría de la AN -donde se gestaron y a cuyo nombre se presentaron los documentos en apoyo de Saab- arrojan nuevos detalles sobre el desorden administrativo y caos institucional que reinaron en esa instancia del parlamento, dominado por la oposición desde 2015. Los favores al contratista consentido del chavismo no fueron ni una casualidad ni los únicos.
Al mayor general de la Aviación, Giuseppe Yoffreda, con toda propiedad se le puede calificar como el más poderoso de los menos conocidos funcionarios de la administración chavista. Hoy Embajador en Qatar, por una década controló las compras del Estado en el extranjero desde dos empresas, Corpovex y Veximca. De esta última el Departamento del Tesoro hizo seguimiento por las multimillonarias transferencias en dólares hechas, sobre todo, a desconocidas compañías en Florida que gestionaban allegados al oficial.
Los intermediarios zulianos Gerardo y Eduardo José Pantin Shortt conectaron a Pdvsa con Petrosaudi, una empresa que en poco tiempo mostró su costado embaucador. Las alertas recibidas por la unidad de inteligencia financiera del Departamento del Tesoro dejan al descubierto cómo esa relación generó pagos con toda la pinta de corresponder a comisiones, y una estructura de empresas de la que hoy no queda casi rastro. Mientras Pdvsa quedó esquilmada, y Petrosaudi protagonizaba un escándalo mundial que la liquidó, la mala fama que les ganó esa intermediación a los Pantin no frenó la expansión de sus negocios, petroleros y de otras índoles.
El foco estaba puesto en los grandes bancos suizos, mientras Alejandro Betancourt y su primo, Pedro Trebbau López, movían dinero a través de una pequeña entidad de origen alemán con sede en Suiza: 23 millones de dólares que circularon a través de Sal Oppenheim, cuando el holding estaba en su peor momento en Alemania y debió ser rescatado por el Deutsche Bank, aparecen en los FinCEN Files. Los llamados 'bolichicos', que se enriquecieron luego de recibir contratos a dedo para resolver la crisis eléctrica de Venezuela, dejaron su estela de sospechas en las oficinas de cumplimiento de una docena de bancos, cuyos informes llegaron al Departamento del Tesoro.
Pocas figuras ilustran mejor la reconfiguración del poder judicial chavista que la del juez Edward Miguel Briceño Cisneros. Hasta entonces un perfecto desconocido con una carrera gris como defensor público, y luego de que probara suerte en Chile, le bastó un chasquido de dedos desde el poder para convertirse, en abril reciente, en titular del Tribunal Primero Antiterrorismo. En su debut tuvo que retribuir los favores recibidos con la firma del auto de detención contra Edmundo González Urrutia.
Poco conocido, aunque se codee con artistas de fama global, Rafael Jiménez Dan, compañero de promoción de Diosdado Cabello y Jesse Chacón en la Academia Militar, vio su perfil reflotar este mes en medios de Puerto Rico y el hemisferio. Una política borinqueña pidió al FBI investigar los lazos con Bad Bunny de una empresa creada en Miami por el excapitán del Ejército venezolano. Días antes, el astro del reguetón había dado indicios de su apoyo al que puede ser el primer gobernador independentista -y cercano al chavismo- de la isla.
El informático venezolano Marcos Machado Requena es accionista de Ex-Cle, la compañía de origen argentino que goza de contratos multimillonarios del CNE. Su complicidad en esa operación le expuso a las sanciones de Washington. Así que se sigue esforzando en mantener su perfil bajo aún en el otro ramo al que se dedica, donde dejarse ver es clave: la gestión de lugares de rumba y café que son tendencia en Caracas.
Una producción al estilo de la serie ‘CSI’ fue preparada por el oficialismo para hacer un simulacro de revisión pericial de las actas de votación, con un desenlace previsto en el guion: la ratificación judicial del dudoso triunfo de Nicolás Maduro en las elecciones del 28J. Contó con un grupo de extras disfrazados de investigadores de una escena del crimen donde las víctimas eran la verdad y la democracia. Pero, en realidad, se trataba de funcionarios del CNE, cercanos al rector Carlos Quintero y, muchos de ellos, miembros también del PSUV.
Las autoridades de la Universidad Arturo Michelena se infiltraron en grupos de WhatsApp de sus estudiantes. Allí detectaron a aquellos que se pronunciaban contra el fraude electoral del 28J y criticaban el respaldo abierto del rector al oficialismo. A los descubiertos les ofrecieron la “oportunidad” de escoger sus propios castigos: o arrepentimiento y suspensión hasta por dos semestres en el campus o, ya a merced de la ley de la calle, expulsión permanente y denuncia ante la Fiscalía por delitos de odio. La universidad prolongaba así su historial de cruce con prácticas y cuerpos de represión.
Desde sus tribunales antiterrorismo en Caracas, cuatro jueces improvisados se han dedicado a, precisamente, sembrar el terror. Actúan de manera expedita e implacable, en medio de arbitrariedades y sin detenerse en formalidades, no solo concertados con el gobierno de Nicolás Maduro, sino teledirigidos desde la Sala Penal del Tribunal Supremo de Justicia y del Circuito Penal de Caracas. Su propósito: propinar castigos ejemplarizantes a quienes se manifiesten en desacuerdo con el fraude electoral.