Una contagiosa enfermedad ha reaparecido en Venezuela. Tras 24 años de considerarse erradicada, los pobladores del sur del país experimentan un brote de difteria de alcances hasta ahora incalculables. La ministra de Salud, Luisana Melo, ha reconocido como único parte oficial solo dos muertes de los cuatro casos confirmados por su despacho hasta el 11 de octubre. Pero varias actas de defunción, recogidas in situ por Armando.info, indican que el número de fallecidos es superior.
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La difteria, la contagiosa enfermedad erradicada hace 24 años en Venezuela, ha renacido en el estado Bolívar (al sur del país). Los epidemiólogos presumen que el brote ha surgido en una comunidad indígena, San Antonio Roscío, y se ha propagado desde el mes de abril por otros poblados. Al Hospital Raúl Leoni –conocido como Guaiparo– llegan casos sospechosos de los estados Anzoátegui, Bolívar y Delta Amacuro. “Moqueo, las amígdalas inflamadas, signos parecidos a un resfriado. Pudiera confundirse con amigdalitis, pero nadie muere de eso. Así que al devenir la muerte sospechamos que se trata de difteria”, dice un médico.
Con este cuadro clínico llegó Abismael Espinoza Rodríguez, de ocho años de edad, al hospital de Guaiparo una noche de los últimos días de septiembre. Los padres del niño habían acudido, al principio, a un módulo médico de Barrio Adentro –el programa de salud auspiciado por el expresidente Hugo Chávez y con cooperación de Cuba– en la población de San Félix. “El doctor nos dijo que era una amigdalitis, así que regresamos a la casa y solo cumplimos con el tratamiento. Pero pasaban los días y no mejoraba, al contrario: empeoraba. Decidimos llevarlo a un hospital y ahí sucedió lo peor”, cuenta Gregoria Rodríguez, la madre del niño.
El 11 de octubre, la ministra de Salud, Luisana Melo, se pronunció por vez primera sobre el brote de la enfermedad: “Es un tema regional, solo en el estado Bolívar. De todos los casos sospechosos se encontraron cuatro y dos muertes confirmadas de difteria”. Pero 12 días antes de estas declaraciones, ya había otro diagnostico gubernamental. Francisco Rangel Gómez, el gobernador de Bolívar, lanzó a finales de septiembre un número mucho mayor: “Hemos tenido 13 casos de difteria”.
Según el certificado de defunción de Abismael Espinoza, el niño murió producto de una miocardiopatía diftérica. Así, como él, en las actas de fallecimiento de otros tres niños procedentes de Bolívar –Saraí Bastardo, Jhoangely Alexandra Ochoa y Dariervys Brazón–, emitidas entre el 24 de septiembre y el 10 de octubre y obtenidas por Armando.info, se indica a la difteria como el motivo de las muertes. Para los médicos de los centros de salud de Bolívar, los testigos del resurgimiento de la difteria, se oculta una epidemia. “La confirmación de los casos se suele tardar, porque casi la totalidad de las pruebas son enviadas a Caracas. No obstante, ya tenemos varios pacientes, decenas, y no se dan a conocer. Son más de 20 muertes por esta enfermedad. Hasta la sala de pediatría del hospital (Raúl Leoni) ha sido habilitada para solamente atender a los posibles enfermos de difteria”, afirman un doctor de este hospital.
La difteria es una enfermedad prevenible. La vía expedita para evitar un brote en la población es la vacunación. En Venezuela, la inmunización depende de los programas sanitarios dirigidos por el Estado. De acuerdo con las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), los países deberían alcanzar 90 por ciento de la población inmunizada –en este caso con la vacuna conocida como DPT3– para asegurar la reaparición de esta enfermedad. Sin embargo, en el estado Bolívar no se ha cumplido con este lineamiento en la última década.
Los padres de Abismael Espinoza no recuerdan haber puesto las tres dosis de la vacuna contra la difteria al niño. En 2008, el año en que nació Espinoza, la cobertura de la vacuna DPT3 en el estado Bolívar alcanzó un 16,5 por ciento, según registros del Anuario del Programa Ampliado de Inmunizaciones (1962-2009) del Ministerio para la Salud. Las cifras por entidades no se han divulgado periódicamente en los últimos seis años, aunque la Sociedad Venezolana de Salud Pública ha llevado el pulso de la situación epidemiológica en base a estadísticas oficiales y otras filtradas. “Bolívar es uno de los seis estados más vulnerables de Venezuela, pues hasta mediados de 2016 la cobertura de inmunización contra esta enfermedad estaba en un promedio anual de 42 por ciento. Otros estados en similares condiciones son Barinas, Carabobo, Delta Amacuro, Monagas y Zulia. Esto revela que no se trata de un problema regional, tal como señala la ministra. Ya es una epidemia, un solo caso basta para considerarse una epidemia, y puede expandirse a otros sitios”, sentencia José Félix Oletta, miembro de esta organización y exministro de Salud.
Hasta hace unos días no eran notorias las muestras de prevención sanitaria. En el aeropuerto de Puerto Ordaz, en Bolívar, y en los principales terminales terrestres no se examinaban las condiciones de salud de los pasajeros. En cambio, el brote surgido es considerado como un peligro en el exterior, aunque la Organización Panamericana de la Salud (OPS) no haya puesto todavía una alerta. En Guyana, que limita con Venezuela precisamente en la frontera del estado Bolívar, han iniciado una intensa jornada de vacunación para evitar la expansión de la enfermedad, mientras que el Ministerio de Salud Pública de República Dominicana ha recomendado al personal médico del Aeropuerto Internacional de Las Américas estar vigilantes con los viajeros procedentes de Venezuela ante el resurgimiento de la difteria.
Los padres de los cuatro niños cuyas actas de defunción indican que murieron por difteria admitieron que no colocaron las dosis completas de las vacunas. “Siempre quise vacunar a mi bebé, pero cuando iba a los ambulatorios o el hospital me decían que se había agotado la vacuna, en un momento tiré la toalla y no seguí yendo”, dice Melville.
Las vacunas antidiftéricas dependen de un acuerdo firmado entre Cuba y Venezuela, a través de la Empresa Socialista para la Producción de Medicamentos Biológicos, Espromed Bio C.A. creada el 12 de en junio de 2014 por decreto del presidente Nicolás Maduro.
Pero Espromed Bio no resultaba una invención del Gobierno. La planta de vacunas, localizada en la Universidad Central de Venezuela, ya existía desde el año 2000 y dependía del Instituto Nacional de Higiene Rafael Rangel. El Ejecutivo solo decidió traspasar la administración directamente al Ministerio de Salud para repotenciar su operatividad. De la empresa se esperaba que cumpliera con la demanda del país, pues está conformada por tres laboratorios independientes para el proceso de fermentación industrial con posibilidad para elaborar 160 millones de dosis anuales de toxoide diftérico, vacuna anti-Pertussis y toxoide tetánico y con una planta de formulación, llenado y procesamiento final, con capacidad instalada de 120 millones de dosis al año.
La naciente promesa no se ha salvado del ocaso venezolano, sin embargo. El año pasado, Espromed Bio solamente produjo el envasado y el etiquetado de 21.718.906 dosis de productos biológicos y medicamentos esenciales para la prevención de enfermedades causadas por virus, bacterias, toxinas, entre otros agentes. De esta cantidad solo se distribuyeron 5.104.842 –casi la totalidad de las dosis adquiridas del convenio entre Cuba y Venezuela– en el país. Según la Memoria y Cuenta del Ministerio de la Salud de 2015, la empresa fue víctimas de los retrasos en la asignación de divisas para importar repuestos e insumos para la producción, entre otros obstáculos administrativos.
La reaparición de la difteria ha coincidido con la peor crisis de salud experimentada en Venezuela. El país, dependiente del petróleo y sujeto a un estricto control cambiario de divisas, ha caído en una debacle financiera que ocasiona una merma en las importaciones. Esta situación ha afectado a los hospitales, farmacias y laboratorios que, en la mayoría de los casos, se abastecen de insumos adquiridos en el exterior. Se calcula que casi existe un déficit de 85 por ciento de los fármacos –según la Federación Farmacéutica Venezolana– y un creciente deterioro de los centros médicos. Pero el Gobierno de Maduro ha acuñado a la “guerra económica” para responsabilizarla de los males.
En la iglesia cristiana del barrio Buen Retiro de San Félix, en el corazón del estado Bolívar, han elevado una oración por el alma de Saraí Bastardo. Los pobladores de este amurallado caserío aún no encuentran explicaciones a la repentina muerte de la niña. Solmaira Melville, la madre de Saraí, resiente de no haber notado a tiempo los signos de desfallecimiento de la hija: “Disnea, garganta irritada, pecho trancao. Como era asmática, pensamos que era eso y que se le pasaría con medicamentos. Pero no era eso, era la difteria”.
El brote de difteria ha desatado el temor en Bolívar. Melville denuncia que uno de sus tres hijos ha sido aislado en el colegio. “Una maestra ha comenzado a decir que el niño no podía estar junto al resto, que tenían que hacerle exámenes médicos antes de reincorporarse. Después de la muerte de mi bebé nos han vacunado a todos. Ya, luego de varios reclamos, la directora ha estado al tanto y permitió que el niño recibiera clases”, comenta.
En el barrio de la familia Espinoza Rodríguez, los dolientes de Abismael, ya se conoce sobre la difteria debido a la muerte del niño. “¡Pregunte por la mamá del niño que murió por difteria! Cualquiera podrá decirle dónde queda mi casa”, dice Gregoria Rodríguez al pautar una entrevista periodística.
A juicio de Oletta, la peor receta aplicada por el Ministerio de Salud es el “ocultamiento” de la información. “La ministra Melo ha incurrido en un grave error, lo peor que se puede hacer ante una epidemia es no decir nada o que todo está controlado cuando no es así. Eso, finalmente, termina por deslegitimarla. También provoca la discriminación dentro de la población debido a la incertidumbre. En el país se está produciendo un daño por las malas políticas y no tener el valor de rectificar, admitir que se han equivocado”, explica.
Desde que la autoridad sanitaria declaró el 11 de octubre no se han divulgado más cifras oficiales sobre el brote. Armando.info contactó al Ministerio de la Salud para obtener estadísticas actualizadas sobre la difteria, pero respondieron que no era posible conocerlas porque Melo se hallaba en la presentación del informe de Derechos Humanos de Venezuela ante la Organización de Naciones Unidas, en Ginebra (Suiza), y debía autorizarse a otros voceros para declarar.
El silencio del Ministerio de Salud es cuestionado. Esta semana, Melo recibió fuertes críticas en Twitter, al punto de convertirse en tendencia en la red social, por omitir la crisis sanitaria en Venezuela durante su intervención en Ginebra ante la Organización de Naciones Unidas, en el segundo Examen Periódico Universal. Dijo allí que el Gobierno ha distribuido más de 6,5 millones de vacunas para proteger a los venezolanos de 16 tipos de enfermedades distintas, pero sobre la difteria ni habló. En el portal de la cartera de salud y en sus redes sociales tampoco existe información sobre el brote del sur del país. El aparato del Estado continúa admitiendo solo dos muertes por la enfermedad, a pesar de que para este reportaje se pudieron constatar al menos el doble de los decesos. El silencio aún es oficial.
*Este trabajo contó con la reportería de Marcos David Valverde en el estado Bolívar.
This is the chronicle of a trip to nowhere. An effort of over a year to find the birth certificate of Nicolas Maduro—the key piece to solve the controversy over the nationality of the Venezuelan leader—led the team of Armando.info to the only document that the civil registry of La Candelaria Parish in Caracas could show, a few scanned pages. There is an unknown land where the original document is, if any. According to different versions, it is in a safe under the ongoing argument of "State security reasons," under a 24-hour personalized custody of at least four gatekeepers committed to deny access to the folios inside.
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