Las cenizas de uno de los hombres fuertes de la llegada de los españoles a América estaban guardadas en la gaveta del cronista de Ciudad Ojeda desde hace 33 años. Tres décadas después, y luego de que el gobernador del estado Zulia, Francisco Arias Cárdenas, propusiera cambiarle el nombre a la capital del municipio Lagunillas, la alcaldía ha recuperado los restos con la esperanza de construirle un mausoleo.
Getting your Trinity Audio player ready...
|
Ocurrió el 19 de enero de 2013. El gobernador del estado Zulia, Francisco Arias Cárdenas, fue el orador de orden de la celebración del 76 aniversario de Ciudad Ojeda. Como tantos otros de sus compañeros chavistas, tan dados a querer renombrar ciudades, lugares y monumentos, el mandatario regional propuso cambiar el nombre de Ciudad Ojeda, que es un homenaje al español Alonso de Ojeda, por el del luchador de izquierdas Fabricio Ojeda. Ojeda, periodista y guerrillero, tiene un lugar sagrado en el panteón del chavismo. El gobierno ha tratado desde 1999 que se le reconozca su contribución en la caída de Marcos Pérez Jiménez el 23 de enero de 1958, una efeméride que ha quedado asociada a los líderes de Acción Democrática y Copei, que se turnaron en el poder hasta 1998.
Arias Cárdenas no ha vuelto a asomar de nuevo esa idea, pero la sola posibilidad de que ese cambio se concretara unió a algunos jóvenes historiadores zulianos, quienes, en su afán de demostrar que el primer español que recorrió el estado Zulia no fue el viajero sanguinario que pintaba el gobernador en su arenga, se toparon con una sorpresa: sus restos yacen mezclados con los de su esposa en un cofre de cristal guardados a su vez en una gaveta de un escritorio desde hace 33 años, en una oficina de Ciudad Ojeda. La sorpresa es aún mayor si se piensa que a Alonso de Ojeda se le atribuye el nombre de Venezuela y por ende el gentilicio originario de este país.
El periodista Manuel Arends, el escultor Jhonny Rincón, el cronista Marcelo Morán y el escritor Edinson Martínez, se dieron a la tarea de reivindicar la memoria de Alonso de Ojeda ante otra evidencia que consideraron un nexo indisoluble con estas tierras: Isabel, su esposa, era una indígena wayuu, nativa de lo que hoy se conoce como los palafitos de Santa Rosa de Agua de Maracaibo, y fue la primera americana en casarse bajo las leyes españolas con un europeo.
Morán recuerda que después de ese 19 de enero de 2013 iniciaron la pesquisa en edificios públicos y privados. Se revisaron documentos, fotos, se hicieron llamadas y pasaron horas navegando en la web en busca de una pista. En Internet encontraron un artículo del historiador y general zuliano Eumenes Fuguett Borregales, quien aseguraba en su escrito que los restos del conquistador español del siglo XVI y los de su esposa se encontraban en Ciudad Ojeda.
Para corroborar ese dato parte del equipo visitó al padre Ángel Andrés, párroco agustino de la iglesia Santa Mónica de la Costa Oriental del Lago. A través de él averiguaron el paradero del padre Fernando Campo del Pozo, de 84 años, quien reside en Zaragoza, España. Como párroco de Ciudad Ojeda, Campo del Pozo se encargó de repatriar los restos después de negociaciones arduas y extenuantes. El periodista Manuel Arends conversó con el sacerdote sobre el tema por teléfono y éste le contó toda la historia. Campos del Pozo había logrado extraer los restos de Ojeda y su esposa de las ruinas del monasterio San Francisco, ubicado en el centro histórico de Santo Domingo, República Dominicana, que había sido saqueado durante la guerra civil que siguió al asesinato del dictador Rafael Leónidas “Chapita” Trujillo. Llegaron a Venezuela en 1982 con el aval del Episcopado y la Cancillería durante el gobierno de Luis Herrera Campins.
Fue una victoria íntima y que no se rodeó de epopeya alguna. El gobierno dominicano había negado antes una solicitud de repatriación de los restos en 1942 y 1949 y con ello frustró la idea de refrendar la fundación de la ciudad, a cargo del presidente Eleazar López Contreras el 13 de diciembre de 1939 luego del incendio de Lagunillas de Agua, con los restos del español que le dio el nombre. Mucho tuvo que bregar Campo del Pozo para lograr la repatriación. Al constatar que la iglesia San Francisco estaba en ruinas decidió, aprovechando sus conocimientos de arqueología, recoger parte de los restos de ambas tumbas, específicamente 900 gramos, hacer las notarías correspondientes ante instituciones oficiales y eclesiásticas de República Dominicana y traerlas a Venezuela.
Escribió el también abogado en un boletín de la Academia Nacional de la Historia, tomo LXV, enero-marzo 1982, número 257 Caracas: “Tomé tierra del osario de la cripta con posibles restos del capitán Alonso de Ojeda y de su esposa Isabel. Se tomó también algo de tierra del pórtico y algunos trozos de lápida que cubrió la tumba. Este material se introdujo en un sobre grande que cerré y precinté colocando mi firma como sacerdote y abogado venezolano”.
Los restos llegaron a Ciudad Ojeda el 22 de junio de 1982 y fueron entregados al presidente del Concejo municipal Dr. Alirio Figueroa Zabala, quien, a petición del padre, vertió el contenido en un cofre, que luego fue sellado y precintado con el tricolor patrio y bendecido con las aguas del Lago de Maracaibo bajo los oficios del Monseñor Ramírez Roa, obispo de Cabimas. Con el fin del acto también se esfumó el interés por su suerte. Nadie había tomado en cuenta el detalle de dónde resguardar los restos de Alonso de Ojeda y su esposa. Así, terminaron en la oficina del cronista de la ciudad, Omar Bracho, hasta diciembre de 2014, cuando el grupo de jóvenes historiadores dio con su paradero. “Desde hace varios años Bracho no desempeña su función por problemas de salud”, dice Morán.
Cuenta Edinson Martínez que su generación creció sin explicación certera de lo que pasó con el cofre de Ojeda, del cual se pensaba que había desaparecido, al igual que la memoria fotográfica del evento de su llegada cuando fueron repatriados.
De todos los aventureros que llegaron a estas tierras Alonso de Ojeda es quizás el arquetipo que reunió las cualidades y defectos de los antiguos caballeros españoles de la Edad Media que lograron trascender en la historia de la llegada de los españoles a lo que hoy se conoce como América.
Ojeda era pequeño, de cuerpo atlético, bien parecido, con ojos grandes e inquisitivos y gustaba de presumir de sus dotes de acróbata frente a la reina Isabel. Gracias a su condición física escapó en varias oportunidades de diversos linchamientos; era valiente hasta la temeridad, vengativo hasta la crueldad, tierno de corazón con los débiles y cortés con las damas; pendenciero y revanchista, atrevido, maestro en armas, malgeniado y extremo creyente de sus deberes religiosos. Supo ganarse la buena voluntad del influyente y hábil político Juan Rodríguez de Fonseca, quien se convirtió en su mentor y logró conseguirle empleo en el segundo viaje de Cristóbal Colón a América, con el velado propósito de vigilar la conducta del navegante genovés.
Apenas pisó tierra en la expedición de 1494 en la isla La Española, que hoy comparten República Dominicana y Haití, Alonso de Ojeda cobró fama pendenciera y desgraciada por su forma de combatir a los nativos. Hijo de una familia hidalga pero de pocos recursos en su Cuenca natal, llegó a ser paje en casa de nobles. Ojeda quería saciar su sed de ambición con poder y dinero y obtener mucha riqueza de la noche a la mañana. Su audacia lo puso a la cabeza de todas las expediciones para adentrarse en territorios inexplorados y combatir toda clase de tribus indígenas con 50 hombres bajo sus órdenes.
Su primera expedición importante zarpó desde el puerto de Santa María siguiendo la ruta del tercer viaje de Colón, acompañado del navegante italiano Américo Vespucio y el cartógrafo Juan de la Cosa. Llegó a Trinidad, pasó por la isla de Margarita, Cumaná, se aprovisionó de aguas y frutos en Puerto Cabello y Tucacas, siguió a Curazao, Aruba, Bonaire, la península de Paraguaná y llegó a la garganta del Lago de Maracaibo entre el 9 y el 24 de agosto de 1499. Por ahí navegó buscando oro sin saber que debajo de sus aguas se encontraba toda la riqueza inimaginable que movería el mundo varios siglos después.
El historiador Eumenes Fuguet Borregales relata que Ojeda dio el primer uso industrial del petróleo al calafatear sus naves con betúmen, tal como lo realizaban los indios en la época, para curar las embarcaciones y emprender veloz huida cuando las circunstancias lo requerían.
Cuenta el periodista wayúu y conductor del programa “Wayuunaiki” en el circuito radial Fe y Alegría, Manuel Román Fernández, que Ojeda enfrentó al líder de la etnia, Kooki´way Epinayu, quien era llamado a gritos por su pueblo como “Kookiwaykooo”, lo que le dio origen al nombre al Lago de Coquivacoa. El cacique frustró las intenciones españolas de establecerse en tierras de La Guajira, pero después de esa victoria nada volvería a ser como en el pasado.
El cronista wayúu Marcelo Morán asegura que Ojeda enamoró a la esposa de Kooki´way, llamada en su lengua materna “Palaaira” (Lágrima de mar). Según las descripciones disponibles era una mujer alta, muy hermosa, hábil, sabia, decidida, inteligente, perteneciente al clan de los Jinnu de Castillete. Ellos le avisaron que Alonso de Ojeda sería linchado. Ella lo ayudó a escapar burlando toda la defensa de su esposo y, de paso, huyendo con él.
“Palaaira no fue secuestrada. Ella quiso irse de manera espontánea con Ojeda. Aprendió rápidamente el castellano, lo ayudó a entenderse con otras tribus y acompañó a todas sus expediciones. Fue la primera americana que pisó y vivió en Europa. Pobres y viviendo prácticamente de la caridad por el acoso de sus enemigos, lo amó hasta su muerte”, dice Morán, quien sueña con hacerle un segundo entierro a los restos de los amantes en Castilletes, para que puedan encontrarse con la eternidad en la cosmogonía de la Vía Láctea, tal como reza la tradición wayúu.
Dicen que Ojeda la utilizó por su inteligencia y coraje para abrirse camino entre los demás pueblos indígenas. Alonso de Ojeda la llevó al palacio como muestra exitosa de su expedición, pero también pidió el permiso de la reina Isabel, quien la bautizó con su nombre, para casarse con ella. En una nueva expedición, ya como gobernador designado, la llevó de regresó a Castilletes. Después volvieron a España y se establecieron en Santo Domingo, centro estratégico de la conquista de los pueblos americanos, y al final tuvieron tres hijos producto del primer mestizaje legal entre una americana indígena y un conquistador europeo. En su vida compartida nunca se distanciaron, pero terminaron pobres y desmoralizados.
Alonso de Ojeda falleció en 1515 en el monasterio de San Francisco de la capital de la República Dominicana, donde estaba alojado. Ojeda pidió ser enterrado a las puertas del templo como una penitencia por los pecados cometidos, en especial por el asesinato de los indígenas. La india Isabel de noche lloraba sobre su tumba y oraba en wayúu. Cuenta el cronista Marcelo Morán que al poco tiempo, deprimida, enfermó y falleció, siendo enterrada al lado de su esposo por los sacerdotes franciscanos.
Esta semana los restos del primer gobernador español en territorio venezolano, nombrado así por los reyes católicos, con extensión desde el mar Caribe hasta el extremo sur del continente, sin limitación geográfica alguna, pasaron a ser custodiados por la alcaldía de Lagunillas, mientras se resuelve el lugar definitivo de reposo. Algunos piensan que el limbo de 33 años podría finalizar en un mausoleo erigido en su nombre.
Mientras el estado Zulia sufre cortes de luz de hasta 12 horas cada día, el ministerio de Energía Eléctrica planea resucitar una vieja turbina que falló en la unidad 1 de Termozulia 1 luego de solo tres meses de operaciones y cuya instalación costó más millones de lo que dice la norma. Ahora el gobierno de Nicolás Maduro pagará 55 millones de dólares a la empresa Turbopre Services para reactivar siete turbinas en el principal complejo termoeléctrico de Zulia, pero el proyecto ignora la información vital del fabricante e involucra el ensamblaje de una rareza ingenieril en la TZ01, que incluye la mezcolanza de tres máquinas con seriados distintos en una sola.
El gobierno de Nicolás Maduro hace una sigilosa repartición de recursos a países aliados. Dos empresas recién registradas en Estambul aparecen en el vecindario como socias de las estatales Carbones del Zulia y CVG Minerven. Tienen casi la mitad de las acciones, a pesar de que su rastro se diluye en el mercado offshore. Entre Ankara y Caracas reina la opacidad.
Un doble prodigio ocurre en el estado del norte costero venezolano, cuenca petrolera por tradición: el desabastecimiento aprieta poco, por un lado, y por el otro, el Gobernador chavista Arias Cárdenas trabaja de la mano con los contrabandistas, a quienes el cierre de la frontera con Colombia, hace un año, pretendía castigar. Acompañamos a la caravana de vehículos de carga que ahora, con escolta militar y gracias al pragmatismo de la administración local, lleva provisiones desde Paraguachón, en La Guajira, a Maracaibo.
A las precarias condiciones de vida se suma también la tragedia de que el territorio donde se asientan, en la salida hacia el mar Atlántico, es una de las rutas utilizadas para transportar drogas. Los grandes traficantes se aprovechan de la ingenuidad y la franqueza de muchos de ellos para ofrecérselos como carnada a la policía, que, mientras tanto, no puede evitar el paso de grandes cargamentos. En un año, 50 indígenas han sido procesados por delitos relacionados con el tráfico de estupefacientes y de gasolina. Esta es la historia de una costumbre.
Los antirretrovirales se quedan en Tucupita, la capital del estado Delta Amacuro, ubicada a 11 horas de las comunidades indígenas afectadas por la epidemia de VIH. El Estado está presente solo en costoso material POP, y de vez en cuando, en giras que más bien parecen turísticas.
Las familias más notables de las etnias del Delta del Orinoco incluían, dentro de su estructura, a una segunda esposa. Pero no cualquier esposa: individuos transgéneros que han terminado por desaparecer, más por los coletazos de una epidemia de sida que por décadas de misiones católicas.
Es conocida ya la entronización de la empresa Railteco en las labores de mantenimiento de teleféricos y trenes en Venezuela, así como su espasmódica eficiencia. Pero poco o nada se sabe que detrás de su fulgurante ascenso está una maquinaria conformada por tres funcionarios del Ejército: Víctor Cruz, presidente de Ventel, Graciliano Ruiz, presidente del Metro de Caracas, y Pablo Peña Chaparro, gerente general de la novel compañía que firma y cobra más de lo que ejecuta
Hoy exhiben tímidos perfiles empresariales, pero en la investigación de la Fiscalía de Portugal sobre la caída del Banco Espírito Santo se detallan los movimientos de un antiguo lugarteniente de Hugo Chávez, el exministro Alcides Rondón Rivero y su abogado y asesor, Carlos Caripe Ruiz, quienes formaron parte de la red de funcionarios que apoyó el flujo de dinero venezolano al banco en apuros y, según el documento judicial, recibieron poco más de 800.000 dólares por los favores recibidos.
Desde hace una década, Julio César Sequera Rojas ha sido favorecido con negocios millonarios que le otorgaron altos oficiales de la Fuerza Armada, incluyendo recomendaciones del ministro Vladimir Padrino y del mayor general Alejandro José Guevara Hernández. A empresas relacionadas con este último han ido a parar algunos pagos tras contrataciones con errores formales y omisiones inexplicables, como la desaparición de dos helicópteros.
A Jorge Silva la suerte le sonríe desde hace más de una década, cuando el sargento de la GNB y funcionario del Seniat empezó su consagración como magnate de la agroindustria. Aún así, 2024 le está resultando especialmente dichoso: pidió la mano a una exMiss Venezuela, se casó con ella y espera su primer hijo. También siguió con el engorde de sus negocios, que ahora pastan en campos petroleros. Pero nada de esto habría sido posible sin conexiones privilegiadas, que incluyen a Diosdado Cabello y a la pareja del exministro Pedro Morejón.
De la abnegación e idealismo que se les supone a los defensores públicos ya quedaba poco; pero, después del 28 de julio, eso se extinguió. Entonces pasaron a ser parte de un tubo judicial al servicio del régimen de Nicolás Maduro. A fin de castigar a quienes protestaron el fraude electoral, no han tenido pudor alguno en llevar con desgano cómplice la representación, impuesta, de sus presuntos defendidos. También coaccionan para grabar videos de denuncia contra la oposición, no informan de sus acciones, cuando las hay, y hasta se inhiben de apelar las decisiones de los tribunales chavistas.
El coronel Elías Plasencia Mondragón marca varias casillas del funcionario ejemplar de la autodenominada Revolución Bolivariana: militar, dispuesto a llevar decenas de casos de presos políticos, y empresario tras bambalinas con vínculos privilegiados al poder. Uno de ellos es con Luis Daniel Ramírez, un exfuncionario del ente comicial, hoy contratista, que ha intentado borrar sus rastros en Internet pero que no consigue hacer lo mismo con los lazos que le unen al “cerebro técnico” y rector de esa institución, Carlos Quintero.