La red de intermediarios que contratan con la Corporación Venezolana de Comercio Exterior (Corpovex) para traer las cajas CLAP parece interminable. En Sabadell, un pueblo cerca de Barcelona, una empresa casi fantasma se hizo con 70 millones de dólares por subcontratar el envío de alimentos a Venezuela gracias a la administración de Nicolás Maduro, que compra el contenido de las cajas a precios discrecionales y sin control. Solo el año pasado gastó entre 2500 y 3500 millones de dólares, pero la cifra exacta solo lo saben los jerarcas de la “revolución bolivariana”.
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“Bendito día en que nacieron los Comité Locales de Abastecimiento y Producción, los CLAP”, soltó el presidente Nicolás Maduro mientras caminaba entre pequeños cultivos en el Núcleo Endógeno Fabricio Ojeda, una suerte de patio para la siembra artesanal al oeste de Caracas. Fue el pasado 12 de marzo durante la celebración del segundo aniversario del plan estatal. “Tenemos que ir a aprender a producir, toda Venezuela una escuela, toda Venezuela un campo productivo”, arengó el mandatario.
Una frase que es toda una contradicción, pues si algo destaca en los millones de cajas CLAP repartidas los últimos meses no es la fortaleza de la producción venezolana sino el surtido de productos importados desconocidos en el mercado venezolano, de dudosa calidad en algunos casos y que han engordado las cuentas de, al menos, una decena de intermediarios –muchos de ellos registrados en paraísos fiscales- para importar los alimentos mayoritariamente desde México, pero también de Uruguay, Chile, Brasil y Panamá.
Las rutas del negocio detrás de los CLAP parecen interminables y llegan hasta el viejo continente, específicamente a Sabadell, ubicada a 30 kilómetros de Barcelona, España, donde hay una empresa ganando millones de dólares con el programa creado por Nicolás Maduro hace dos años para enfrentar lo que califica como “guerra económica” y atender a una población golpeada por la inflación y el desabastecimiento.
Allí está registrada MIR Importació i Exportació SL, una empresa que como otras de las favorecidas por el Gobierno, tiene una presencia más bien fantasmal. Apenas existe en el registro y en la web, pero la Corporación Venezolana de Comercio Exterior (Corpovex) -el holding estatal que centraliza las importaciones públicas- le otorgó contratos para el suministro de dos millones de cajas CLAP.
Las rutas del negocio detrás de los CLAP parecen interminables y llegan hasta el viejo continente
Documentos revelan que la sociedad catalana facturó a un precio de 34,87 dólares por unidad, lo que supone 34 millones 870 mil dólares por cada millón de despensas enviadas a Venezuela. Ese fue el monto del primer contrato suscrito por MIR Importació i Exportació con Corpovex bajo la identificación CPVX-CJ-CONT-0034-2017. Fuentes conocedoras del negocio agregan que el cumplimiento de ese convenio estaba atado a un segundo pacto para el suministro de otro millón de cajas CLAP que finalmente se suscribió bajo el número CPVX-CJ-CONT-0067-2017.
Well Though Consultants, una consultora dirigida por el Mayor General del Ejército, Hebert García Plaza, ex Ministro de Alimentación y de Transporte Acuático y Aéreo en los primeros años de la administración de Maduro, también le atribuyó a la compañía dos millones de cajas en un listado de empresas relacionadas a los CLAP que filtró recientemente en las redes sociales.
Los dos millones de cajas le permitieron a MIR Importació i Exportació percibir de las arcas venezolanas casi 70 millones de dólares en cuestión de meses. No es una cifra menor si se piensa en compañías como Empresas Polar, el mayor grupo privado de Venezuela, que acumula más de 1.000 días a la espera de que las autoridades le cancelen un impago de 130 millones de dólares, producto de importaciones realizadas por la compañía, pero que nunca fueron liquidadas por Centro Nacional de Comercio Exterior (Cencoex).
Los dos millones de cajas le permitieron a MIR Importació i Exportació percibir de las arcas venezolanas casi 70 millones de dólares en cuestión de meses.
A MIR Importació i Exportació, sin duda, le está yendo mejor con los CLAP sin necesidad de levantar plantas industriales o contratar a miles de empleados como Empresas Polar. La compañía de Sabadell no tiene trabajadores, ni despacho propio, ni siquiera un teléfono de contacto. El número español colocado en las facturas remite a la gestoría que realizó el registro de la sociedad, mientras que el número venezolano lo atiende una persona que asegura no saber nada de MIR Importació i Exportació o sus negocios. La petición de entrevista enviada al correo electrónico para este reportaje nunca fue contestada.
Aunque creada para el comercio de alimentos, MIR Importació i Exportació fue registrada en 2011 por un farmacéutico de L’Hospitalet (Barcelona). Hace dos años, “tras tenerla casi inactiva desde el principio”, decidió liquidarla, explica al ser consultado por el diario El País de España. “Pero cuando fui al gestor a hacer los trámites, me dijeron que había una persona interesada en comprarla. Me pagaron los gastos que me había ocasionado, pero así pude recuperarlos”, dijo pidiendo mantener su nombre en reserva.
Esa operación ocurrió en octubre de 2016, justo cuando los CLAP tomaban fuerza en Venezuela y a México comenzaron a llegar empresas intermediarias del Gobierno venezolano como Postar Intertrade Limited en busca de toneladas de alimentos como arroz, azúcar, atún enlatado, mayonesa o leche en polvo, algunos de los rubros que contienen las cajas CLAP.
Los datos de MIR Importació i Exportació que figuran en el registro mercantil son los de una gestoría de Sabadell, a cuyas dependencias fue trasladada la sede social tras su compra. Como accionista y administradora de la sociedad aparece una venezolana, hija de la pareja de quien realmente se encarga de gestionar el negocio: Juan Vicente Roversi Thomas. Él es “representante legal” de la compañía ante la estatal Corpovex y desde febrero del año pasado funge como “apoderado”, de acuerdo a los papeles de registro.
Se trata del mismo Juan Vicente Roversi que hasta 2012 fue director de proyectos especiales en la Alcaldía del municipio Juan Antonio Sotillo, estado Anzoátegui –al oriente del país-, durante el gobierno de Stalin Fuentes, hombre del Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv) y cuya gestión fue cuestionada hasta por sus correligionarios.
De acuerdo al testimonio de personas de su entorno, Roversi vive entre España y Venezuela. Un empleado de la gestoría confirma que prestaron “varios servicios” a MIR Exportació i Importació, pero sostiene que dejaron de trabajar con la empresa. “Si siguen nuestros datos en el registro mercantil es porque los dueños de la empresa no han atendido nuestras peticiones de modificarlos”, explica.
El cómo Juan Vicente Roversi y su compañía lograron sellar el acuerdo millonario con Corpovex es algo que sólo pueden responder en la estatal venezolana que preside el Mayor General de la Aviación Giuseppe Yoffreda. Sí está clara, en cambio, la ruta seguida por la compañía en el intercambio. A finales de octubre del año pasado, por ejemplo, MIR Importació i Exportació despachó ocho contenedores con 12.768 cajas CLAP desde el puerto de Manzanillo, en Panamá, hacia La Guaira, en el caribe venezolano. Esa no es la única vía que ha empleado Roversi con la sociedad catalana.
Al igual que otros intermediarios como Group Grand Limited, sociedad registrada en Hong Kong y que la Fiscal destituida Luisa Ortega Díaz vinculara con el propio Nicolás Maduro, que Million Rise Industries Limited o J & B Internationtal Trading, la empresa de Sabadell también compró en México toneladas de alimentos que luego despachó y cobró al Gobierno venezolano.

A comienzos de febrero de este año, por ejemplo, llegaron desde el puerto de Veracruz al de La Guaira 11.128 cajas CLAP en ocho contenedores despachados por MIR Importació i Exportació para el Gobierno venezolano. Los registros de ImportGenius, base de datos especializada en comercio internacional, revelan que fue a partir de agosto del año pasado cuando la compañía inició la compra de toneladas de alimentos a proveedores aztecas como Solo un Precio Servicios Inmobiliarios y La Cosmopolitana. Este último también vendió las cajas CLAP a Million Rise Industries Limited, otra sociedad de Hong Kong que luego revendió la mercancía a Corpovex.
Además de Panamá y México, la sociedad inscrita en Sabadell también despachó productos entre octubre y noviembre del año pasado desde los puertos colombianos de Buenaventura y Cartagena, según los reportes de Panjiva, otra fuente de intercambio comercial. “Entre el año 2017 y 2016 nosotros cuatriplicamos la cantidad de toneladas de alimentos que le llevamos al pueblo y hemos atendido un promedio de 6 millones de familias”, dijo Nicolás Maduro en su reciente festejo del segundo aniversario de los CLAP. Aunque no ofreció mayores detalles los números, hoy no quedan dudas de la magnitud del negocio detrás de su idea de los CLAP, especialmente para los traders.
Hace semanas Freddy Bernal, Ministro para la Agricultura Urbana y jefe de los CLAP, indicó que en 2016 se comercializaron alrededor de 27 millones de combos de alimentos, cifra que escaló a los 91 millones un año después. De ese total, 86 millones se armaron con productos importados gracias a los intermediarios del Gobierno.
El negocio detrás de esas intermediaciones es tal que a Corpovex no le ha importado pagar 3,3 dólares más por la misma despensa CLAP en apenas cuestión de días. Así, mientras MIR Importació i Exportació facturó a Corpovex el 30 de octubre de 2017 cada caja en 34,87 dólares, veinte días antes J & B International Trading, registrada en Miami, le tasó a la estatal venezolana cada despensa en 31,57 dólares. Otros de los traders también se han movido en una banda de entre 34 y 39 dólares lo que significa que sólo en 2017 el Gobierno venezolano pudo gastar entre 2.500 y 3.500 millones de dólares en el programa estatal.
El volumen del negocio también nubló a las autoridades venezolanas, que ofrecieron durante meses a los venezolanos al menos ocho marcas mexicanas de leche en polvo que incumplían los mínimos nutricionales que impone la legislación nacional. A pesar de ser uno de los productos más caros dentro de las cajas CLAP el producto era, en realidad, un engrudo bajo en proteínas y calcio, pero alto en carbohidratos y sodio, tal y como demostró el análisis químico realizado por el Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos de la Universidad Central de Venezuela a pedido de Armando.info.
Hasta la fecha nadie del Gobierno se ha referido al tema, ni ha explicado por qué ha optado por intermediarios fantasmales para ejecutar el plan con el que pretende controlar la alimentación de la población más necesitada. Los traders como MIR Importació i Exportació se frotan las manos. “Ser una corporación líder en alimentos y bebidas, productos de farmacia, higiene personal y belleza, productos de aseo para el hogar tanto en España como en los mercados de América Latina y el Caribe, donde participaremos mediante alianzas estratégicas que garanticen las expectativas de nuestros clientes y asociados”, manifiesta en su web. Con el negocio de los CLAP encontró la llave de los millones.
De una a otra orilla del río Orinoco transcurre un episodio de la competencia global por el control de las tierras raras y otros minerales estratégicos, que enfrenta sobre todo a China y Estados Unidos. Por la densa capilaridad de la frontera fluvial y selvática se van los tesoros geológicos, a los que arrancan del Escudo Guayanés bajo la supervisión de grupos irregulares, y van a dar a empresas de dudosa reputación en Colombia, hasta finalmente alcanzar las refinerías en China.
En la frontera binacional, la extracción de minerales estratégicos ocurre en un lado y se comercializa en el otro, alimentando una economía ilícita transnacional que involucra a guerrilleros y redes criminales. Mientras Maduro y su némesis, María Corina Machado, ofrecen -con objetivos muy distintos- la explotación del subsuelo venezolano, esta ocurre ahora mismo de modo desregulado, invasivo y violento, parte de una guerra sucia global que se libra en pos de las materias primas indispensables para lograr un futuro ‘limpio’.
Una tendencia explica la otra: mientras el tajalí, una especie marina de alta calidad proteica y precio asequible, desapareció de los mercados nacionales, a la vez se convertía en el cuarto rubro pesquero de exportación desde Venezuela. Lo curioso de esta relación de proporcionalidad inversa está en quiénes terminan por disfrutar del manjar en el extranjero, porque tres cuartos de las ventas se hacen a Estados Unidos, aunque la propaganda oficial se ocupe tan solo de pregonar los despachos hacia China.
En tiempos en que el actual gobernante se desempeñaba como ministro de Relaciones Exteriores de Hugo Chávez, una comunicación de la representación diplomática venezolana en Líbano informaba con candidez a Caracas sobre un caso que expuso el mecanismo por el cual alijos de cocaína, transportados por compatriotas hasta Medio Oriente, se destinaban a financiar al grupo fundamentalista chií. Ese comercio ilícito se suma a otros nexos de coordinación y apoyo entre las dos partes, denunciados esta semana en una audiencia del Senado estadounidense.
El pasado 5 de septiembre, una noticia se difundió por todo el mundo: dos aviones de combate F16 venezolanos habían sobrevolado un buque de guerra estadounidense en el Caribe Sur. La maniobra, que se interpretó como un gesto de desafío, convirtió en celebridades fugaces al par de pilotos, uno de los cuales, el mayor general Alfredo Tanzella Rangel, cumple otra misión: formar parte de los 17 socios, todos altos oficiales activos de la Aviación Militar, de una empresa que vende desde dispositivos GPS hasta sacos de arroz.
Tras un cuarto de siglo de obras, Nicolás Maduro inauguró el lujoso hospedaje, de cuya regencia dejó a cargo a su otrora contratista favorito y actual ministro, en el rol de presidente del CIIP. Pero antes, en 2013, el comerciante colombiano había aceptado la misión de terminar la construcción en un año, tarea que incumplió. Entonces y ahora Saab ha tenido como contrapartes a miembros de la familia de Cilia Flores, inspirados por el lema “Juntos todo es posible”, mismo que denomina a una corporación estatal que controlan.