El análisis químico a ocho marcas mexicanas que el Gobierno venezolano suministra a la población de bajos recursos a través de los Comité Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), le da rigor científico a lo que pasaba por una leyenda urbana: en polvo será, pero leche no es. El fraude lesiona a la vez a las arcas y la salud pública, ofreciendo como alimento un amasijo pobre en calcio y proteínas pero repleto de carbohidratos y sodio.
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Carlos apenas tiene tres años. Su madre, Mariana Álvarez, una maestra de 36 años, lo lleva a la consulta de Nutrición, Crecimiento y Desarrollo del hospital de niños J.M. de los Ríos, el principal centro pediátrico de Venezuela, en Caracas, la capital. El niño empieza a mostrar signos de desnutrición, un flagelo en expansión paralela al colapso económico que el país ha experimentado. Pesa 12 kilos, menos de los que debería tener según el promedio de su edad. Se cansa apenas corre por el pasillo del hospital. Cuando sonríe se asoman sus pequeños dientes picados, claros indicios de descalcificación.
“Afortunadamente nos llega la caja y la leche es solo para él”, asoma la mamá mientras señala a Carlos con un dejo de resignación. Se refiere a los alimentos subsidiados que reparte el Gobierno del presidente Nicolás Maduro a través de los denominados Comité Locales de Abastecimiento y Producción. Los CLAP son la carátula de un plan de 2016, convertido en ley hace semanas, que buscaba liberar en definitiva la producción y distribución de alimentos de los circuitos comerciales tradicionales, a los que el chavismo gobernante acusa de participar en una guerra económica contra la autodenominada Revolución Bolivariana. A la fecha, el programa es en la práctica poco más que un reparto sistematizado de bolsas y cajas con productos de primera necesidad -la mayoría, importados- entre los sectores populares que constituyen la base electoral del chavismo.
Además de su propósito clientelar, con frecuencia denunciado por sectores de oposición, los CLAP han sido fuente de corruptelas que la prensa viene ventilando. Como sea, para quienes alcanza, la llamada Caja CLAP mitiga buena parte de la incertidumbre que en Venezuela supone la búsqueda diaria de comida.
Pero tal vez haga mal Mariana Álvarez, como cientos de miles de madres en todo el país, en esperar que los CLAP estén cubriendo las necesidades básicas de nutrientes de su prole. En el caso de la leche en polvo, de consumo habitual en Venezuela, el desengaño puede ser fatal: dependiendo de la marca de leche que se use, puede que para Carlos, su hijo, resulte necesario tomar de dos a siete vasos de esa leche reconstituida para conseguir la cantidad de proteínas -7,7 gramos- que normalmente contiene un vaso de leche “regular”.
Otro dato para el escándalo y especialmente significativo para Carlos: con las marcas de leche mexicanas que llegan en los CLAP, habría que beber entre 13,1 vasos y 41,3 vasos cada 24 horas para alcanzar el requerimiento mínimo de calcio para niños de dos a cuatro años, calculado en 500 miligramos diarios.
La leche en polvo de los CLAP es un fraude. A esa conclusión se llega tras revisar los resultados del análisis químico realizado a ocho muestras por el Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos de la Universidad Central de Venezuela (UCV). El estudio se hizo a petición de Armando.info, que recolectó diversas presentaciones de la leche contenida en los CLAP entre septiembre y diciembre de 2017.
Desde luego, Mariana Alvarez no está al tanto de estos resultados ni del riesgo que comportan para su hijo. Tampoco están enteradas las otras madres que esperan en la consulta del hospital J.M. de los Ríos.
“La pediatra me dice que la leche es el calcio para los niños, por eso se la reservo a ella”, comenta Omaira, madre de una niña de dos años y de un varón de tres meses. “Cuando me llega la que es muy salada, la de la vaquita roja, yo la vendo o la cambio por otra, esa le cae mal, le da diarrea a la niña”, agrega esta joven madre que vive en Catia, una zona popular en el oeste de la capital venezolana.
Para ella, como para buena parte de la población que vive con el ingreso mínimo integral de casi 800.000 bolívares (o cuatro dólares, al cambio del mercado paralelo), la posibilidad de adquirir el producto en los canales regulares de comercialización es nula. El precio de un paquete de leche en polvo completa oscila entre 638.120 bolívares y 288.231 bolívares, dependiendo de la marca y el peso de la presentación.
Su única opción reside en la caja de los CLAP, cuyo precio subsidiado por el Gobierno subió hace poco a 25.000 bolívares. Pero que el combo siga siendo asequible no quiere decir que sea nutritivo, al menos en el caso de la leche en polvo que trae.
Aunque no conozcan los datos de laboratorio, sin embargo, los consumidores tienen cómo darse cuenta.
“Esperemos que la leche no sea la mexicana. Es de mala calidad, salada. Teniendo en nuestro país buena calidad en nuestros productos. Los niños y adultos mayores no pueden tomar esa leche”, escribió el pasado 19 de enero el usuario de Twitter @yanezcoromoto a Freddy Bernal, jefe nacional para los CLAP y Ministro de Agricultura Urbana. Dos días después el funcionario debió leer en su cuenta otro trino aún más contundente: “La leche que trae la caja es un asco”, sentenció @vanezcoromoto.
Las leches en polvo importadas desde México para los CLAP venezolanos, revela su análisis químico, incumplen con la norma Covenin 1481 y los parámetros del Instituto Nacional de Nutrición (INN) de Venezuela, así como con la Norma Oficial Mexicana 155-SCFI-2012 para la leche, y abren interrogantes sobre un programa que el Gobierno venezolano no ha vacilado en calificar de “milagro”.
Es una comprobación que resume con contundencia Pablo Hernández, licenciado en Nutrición y Dietética de la UCV: “No son leches en polvo, aunque digan en la mayoría de sus etiquetados nutricionales que sí lo son”.
En casos como los de Mac Leche, la marca que el público identifica como “la de la vaquita roja” en alusión a su logotipo y fabricada por la empresa Deshidratados Alimenticios e Industriales (DAI), la etiqueta asegura que contiene 26 gramos de proteína por cada porción de 100 gramos del producto; el análisis demostró que sólo tiene 8,79. Al mismo tiempo, su contenido de sodio, 604 miligramos, casi duplica lo dicho en el empaque y las normas del INN.
El hallazgo parece explicar las constantes quejas de los consumidores acerca del sabor salado de Mac Leche. No son sólo percepciones, sino realidades en el laboratorio. El análisis químico practicado a esa marca, así como a las otras siete de las que se obtuvieron muestras (Rancho Nuevo, Kosland, Suprema, KF Milk, Vital Milk, Pure Milk y Soy Más), respalda las versiones que sobre ellas poco a poco se han filtrado a través de las redes sociales y que estaban a punto de pasar a ser leyendas urbanas: que se sedimentan en el fondo, que contienen grumos, que producen malestar.
Por ejemplo, en la leche Kosland, elaborada por la empresa Productos Serel, se constata un nivel excesivo de sodio, 600 miligramos, aunque el empaque solo refiera 370 miligramos, justo lo recomendado por las normas venezolanas e internacionales.
Esa marca, junto a las Rancho Nuevo, Suprema, KF Milk y Pure Milk, destaca, además, por su alto contenido de carbohidratos, superior al establecido por las normas y al que admiten en sus empaques: entre 78,45 gramos y 90,94 gramos por cada 100 gramos de producto. “Como tienen más carbohidratos es lógico pensar que espesen, que lo sólido vaya al fondo”, explica Hernández a propósito de otro de los reclamos más comunes de los consumidores.
De acuerdo a la Tabla de Composición de Alimentos (TCA) del Instituto Nacional de Nutrición (INN) la proporción de carbohidratos de una leche completa debe ser de 38 gramos. Cualquier excedente puede también provocar el malestar estomacal que se reporta con frecuencia en los testimonios de algunos consumidores al tomar la leche mexicana de los CLAP.
“A veces son buenas, otras son malas y le caen mal. Yo se la mezclo con fororo, con crema de arroz o con maicena. Pero si se la doy sola como un vaso de leche, ahí sí le cae mal”, relata Belkis, madre de una niña de cinco años, en la sala del hospital J.M. de los Ríos.
También se ha convertido en un clásico de las redes la versión según la cual el café con leche no levanta espuma si se prepara con estas marcas mexicanas. “No puede hacer espuma porque no tiene proteína, la proteína es la que provoca la espuma”, explica Hernández.
A pesar del murmullo en las redes, el Gobierno venezolano evita referirse al tema. Ni Freddy Bernal, ministro de Agricultura Urbana y jefe nacional del Centro de Mando y Control de los CLAP, ni la gerencia de control de calidad de Corporación Única de Servicios Productivos y Alimentarios (Cuspal), adscrita al Ministerio de Alimentación, y sucesora de la extinta Corporación de Abastecimiento y Servicios Agrícolas (CASA), contestaron las peticiones de entrevista para este reportaje.
El presidente Nicolás Maduro apenas hizo una referencia muy tangencial a esas quejas durante su programa dominical de TV, el pasado 3 de diciembre: “No es un secreto para nadie, quien me escucha sabe que las cajas de los CLAP y todos los productos de CLAP son de primera calidad nacional y mundial, ¿O miento? Una vez hubo una denuncia por aquí, una denuncia por allá, la investigamos y se tomaron los correctivos porque había unos productos que habían venido de mala calidad, se tomaron los correctivos de inmediato”, aseguró el jefe de Estado.
Un productor mexicano que acepta hablar para este reportaje bajo condición de reserva de su identidad, asegura que en esos mismos días en que Maduro hablaba de “correctivos” en la importación de productos, a los proveedores mexicanos les llegó una comunicación desde el Ministerio de Alimentación venezolano en las que se ratificaban las especificaciones de los productos a despachar. El documento, que aún mostraba el membrete de la Gerencia de Calidad de la extinta Corporación CASA, siguiendo las normas Covenin, indica que la proporción de proteínas para la “leche completa o entera” debe oscilar entre 24,5 gramos y 37,4 gramos.
“La leche que están enviando es una verdadera porquería”, acepta el empresario con crudeza. “Son tan responsables los intermediarios (del Gobierno) que solicitan esa leche, como los despenseros que ofrecen vender ese producto”.
Sólo una de las ocho muestras analizadas en el Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos de la UCV se aproxima a la exigencia del documento oficial venezolano. Se trata de la marca Vital Milk, elaborada por la empresa B-Emminent de Mexico, que tuvo una proporción de proteína de 26,36 gramos, un poco por debajo de los 29 gramos que indica en el empaque.
La ausencia de proteínas, junto a la de calcio, impide que estos productos cumplan su función nutricional en un país en el que cada vez se hacen más visibles los signos de la desnutrición.
“Quitan el hambre pero no nutren adecuadamente (…) El aporte calórico se acerca al promedio de una leche de referencia, pero lo logran cubriendo el déficit de proteínas y grasas con un exceso de carbohidratos”, destaca Hernández.
Suponen también un riesgo para los venezolanos con diabetes (entre 7% y 10% de la población), mientras que el exceso de sodio presente en varias marcas es perjudicial para personas con hipertensión arterial, condición que afecta a 35% de los venezolanos y que incide en las enfermedades cardiovasculares, primera causa de muerte del país.
De las ocho marcas analizadas, cuatro aseguran en sus empaques que son “leche de vaca”; otras dos se presentan sólo como “leche” y dos más, KF Milk y Pure Milk, elaboradas por Dilac, se definen como “productos lácteos”. Estas dos últimas, con su pudoroso eufemismo, pudieran sustraerse de la normativa Covenin y del INN, pues en Venezuela no hay parámetros oficiales para los productos que se presentan como “bebidas lácteas”, sucedáneos por lo general preparados a partir del suero y sólidos de la leche que en años recientes han inundado el mercado. Pero las demás, simplemente, mienten.
“Tú (como consumidor) tienes que saber que esto no es leche (…) Si a todo esto le ponen producto lácteo o bebida láctea, no hay nada que juzgar. El problema es que dice leche y la proteína y la grasa no dan”, señala Marinela Barrero, especialista en tecnología de alimentos e investigadora del Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos de la UCV.
La marca Rancho Nuevo, fabricada por la empresa Fuks S, es la campeona en la transgresión de las normas. El análisis químico confirma que apenas alcanza los 3,82 gramos de proteínas, apenas un décimo de lo requerido por el INN venezolano. Aunque se identifica como leche, la propia etiqueta enumera entre sus ingredientes: sólidos de leche sólidos de maíz, maltodextrina y grasa vegetal, correspondientes más bien a las “bebidas lácteas”. El producto apenas aporta 1,1 gramos de proteína por cada vaso, siete veces menos que los 7,74 gramos que contiene un vaso de leche completa. Otros casos similares son el de la leche Suprema, elaborada por la empresa Grupo Brandon, que sólo aporta 1,4 gramos de proteína y se ofrece como leche en el empaque, y Pure Milk, con tan sólo 1,9 gramos por cada vaso pero comercializada como producto lácteo.
“¿Cómo recuperar a un desnutrido con eso? Esto es como darle harina de arroz o fororo, productos con aportes nutricionales similares, a un niño”, alerta el nutricionista Hernández, quien también es profesor de Nutrición Humana de la UCV e integrante del Observatorio Venezolano de la Salud.
Esa baja calidad nutricional, si bien afecta más a los niños, no deja ilesos a los adultos. Para cubrir, solo mediante ingesta de leche, su requerimiento de un gramo diario de calcio, un adulto tendría que tomar al día entre 28,9 vasos -en el caso de Suprema- y 82,6 vasos -en el caso de Mac Leche-.
Si en los más pequeños este micronutriente es fundamental para el desarrollo óseo y dental, en los adultos también es importante. En el documento oficial del INN denominado Valores de Referencia de Energía y Nutrientes para la Población Venezolana, que reúne las pautas nutricionales del país, se refiere que 99% del calcio del organismo forma parte de los huesos y los dientes, mientras que el resto se encuentra en la sangre, fluidos extracelulares, músculos y tejidos, donde actúa en diversos procesos metabólicos como la vasoconstricción, vasodilatación, contracción muscular, transmisión nerviosa y secreción glandular. Precisa, además, que la insuficiencia de calcio está asociada no sólo a la osteoporosis, sino también a enfermedades cardiovasculares, diabetes, obesidad y cáncer de colon.
Ese déficit proteico y de calcio no es un dato al margen en una Venezuela en la que ha recrudecido la desnutrición grave. Ingrid Soto de Sanabria, pediatra, nutrólogo clínico y jefa del servicio de Nutrición, Crecimiento y Desarrollo del hospital de niños J.M. de los Ríos, lo sabe. Hasta 75% de los niños que acuden a su consulta presentan algún grado de desnutrición y los casos de desnutrición grave (clasificada como marasmática, edematosa o mixta) no dejan de incrementarse. Si hace tres años representaba 6% de los casos atendidos, un año después estaba presente en 15,8% de los casos, y en 2017 en casi 20 de cada 100 casos. Sólo en enero de este año, su servicio atendió a 15 niños con desnutrición “grave”, tres veces más que los atendidos en enero anterior.
Pese a la importancia del programa de los CLAP, el Gobierno nacional ha manejado la compra masiva de alimentos en México, en plena tensión diplomática entre ambos países, a través de empresas intermediarias o traders de dudosa procedencia y en su mayoría registradas en paraísos fiscales como Barbados, Hong Kong o Panamá.
Se trata de un negocio millonario en el que han destacado alternadamente sociedades como Group Grand Limited, a quien la fiscal destituida por el Gobierno venezolano, Luisa Ortega Díaz, relacionó directamente con Nicolás Maduro, o Postar Intertrade Limited, perteneciente a Samark López, señalado el año pasado por el Departamento del Tesoro se ser el testaferro del Vicepresidente de la República, Tareck El Aissami.
Sin embargo, no son las únicas comercializadoras que han conseguido hincar un diente en el negocio. El relato de los proveedores mexicanos confirma la entrada y salida de “grupos venezolanos” en busca de productos baratos que brinden un margen mayor para el beneficio económico.
Se trata de un negocio jugoso. Las cifras ofrecidas recientemente por el jefe de los CLAP, Freddy Bernal, indican que en 2016 se comercializaron casi 27 millones de combos de alimentos. En 2017, se distribuyeron casi 91 millones de combos, de los que 86 millones se armaron con productos importados. Si se toma en cuenta que muchos de esos productos eran mexicanos y que cada caja CLAP contiene entre uno y dos kilogramos de leche, podría deducirse que al menos 40.000 toneladas de leche en polvo mexicana fueron distribuidos y consumidos en Venezuela a lo largo del año pasado.
Las cifras oficiales de la Secretaría (Ministerio) de Economía mexicana sostienen, en cualquier caso, que el año pasado ese país exportó a Venezuela 56,2 millones de kilogramos de leche en polvo por un valor de 27,9 millones de dólares, lo que supone un promedio de alrededor de 0,5 dólares por cada kilo. “Un kilogramo de leche entera cuesta alrededor de tres dólares en el mercado internacional, pero lo que están enviando vale menos de la mitad. Se les han ofrecido todas las calidades, pero piden lo más barato”, confirma el proveedor mexicano que prefiere reservar su identidad.
Sin embargo, en las facturas de empresas como Group Grand Limited y otras correspondientes a más compañías analizadas por Armando.info para este reportaje, el precio al que facturan la leche en polvo al Gobierno venezolano oscila entre cuatro y casi siete dólares el kilogramo, incluyendo el valor del flete. Ha sido un negocio nutritivo para las empresas e intermediarios, pero que le cae pesado a la población.
*Este es un trabajo investigado y publicado en simultáneo por Armando.Info y el Excélsior de México.
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