Cuando la petrolera Pacific Rubiales estaba en su mejor momento, varios de sus directivos –junto con los dueños de otra gran fortuna en Venezuela– decidieron hacer una inversión excéntrica en Italia comprando un pueblo medieval con castillo incluido. Algunos de ellos, sin embargo, fueron más allá y explotaron minas de oro en ese país europeo dejando más penas que glorias con esos emprendimientos, que quedaron entre el olvido y un gran daño ambiental.