Desde hace años los grupos irregulares colombianos suelen cruzar la frontera para, a menudo con violencia, hacerse de pertrechos y refuerzos. Pero cada vez necesitan menos de la fuerza. El desempleo y la deserción escolar los convierten en opciones atractivas para los jóvenes andinos. Además, según denuncian educadores en la zona, se valen de su ‘soft power’ para ganarse las mentes y corazones locales: periódicos, pasatiempos infantiles y hasta una radio que se escucha con claridad en San Cristóbal, la capital del estado.