No solo fue Odebrecht: Cuatro empresas obtuvieron una decena de obras para construir grandes infraestructuras en Argentina, casi siempre con el anzuelo de una atractiva cotización y del financiamiento adjunto por parte de un banco estatal de desarrollo brasileño. Pero luego subcontrataban a otros proveedores y, con los proyectos ya en marcha, los costos aumentaban y los fondos los terminaba poniendo el Estado argentino: más de 9.000 millones de dólares, de los que al menos un promedio de 300 millones por obra correspondían a sobreprecios. De paso, hoy muchos de los proyectos siguen sin concluir. El patrón lo usarían las constructoras brasileñas en otros mercados latinoamericanos.