El largo adiós del secreto bancario suizo

La tranquilidad de los calurosos meses veraniegos de julio y agosto que se encuentra atravesando la Confederación Helvética solo parece alterarse con las turbulencias del secreto bancario y las enigmáticas cuentas numeradas. La acusación de Estados Unidos señala que sirven para cobijar la evasión fiscal, motivo de inculpaciones penales en serie. Francia refuerza el ataque por causas similares y acaba de iniciar diligencias judiciales, debidas a la actuación fraudulenta de representantes de bancos suizos en su territorio. Alemania se suma al hostigamiento comprando clandestinamente discos compactos que enumeran acaso miles de evasores de esa nacionalidad, con retaguardia en cuentas helvéticas. Acuerdos bilaterales en proceso de negociación con múltiples países, preanuncian un paquete de iniciativas que el gobierno elevará al parlamento en septiembre entrante, para dar vuelta la página del secreto bancario. (Ginebra, Suiza)
La
intencionalidad imperialista de rapacidad y saqueo que se le suele atribuir a
los Estados Unidos tiene dificultades para encajar la obra de dos de sus
presidentes, Ronald Reagan y Barack Obama, en la liquidación del secreto
bancario helvético. Paradójicamente, han sido los detonadores en abolirlo, donde
encuentran disimulada guarida las famosas cuentas numeradas, susceptibles de
encubrir la corrupción, el expolio de los dictadores y la evasión
fiscal.
El
republicano Reagan, y el demócrata Obama, en fechas distantes, supieron ponerse
del lado de la izquierda suiza, que finalmente ha reunido el consenso necesario
en el gobierno colegiado de siete miembros (Consejo Federal), y en el parlamento
federal de dos cámaras (diputados y senadores), para implantar una estrategia de
"dinero limpio" en la plaza financiera nacional, con eje en sus tres ciudades
emblemáticas que hablan idiomas diferentes: el alemán en Zúrich, el francés en
Ginebra y el italiano en Lugano. Si cumplen, los bancos podrán entonces
congregar una desconocida unanimidad, y hacer mejor gala de sus notables
instrumentos de discreción y confidencialidad, protección de los clientes ante
los supuestos abusos de ciertos países, y eficacia en la administración de
capitales.
Una pareja de dictadores se equivoca de exilio
Los
funcionarios de la aduana norteamericana en Honolulu, cabecera del estado de
Hawaï, capturaron en marzo de 1986 los papeles de la rapiña acumulada en Suiza
por el clan Marcos, que venía de ser derrocado en Manila. De las valijas de
Ferdinand e Imelda Marcos surgió la documentación, cuya copia el presidente
Ronald Regan remitió a sus homólogos del Consejo Federal en Berna, para que el
tesoro retornara a las arcas oficiales de la flamante presidenta democrática de
Filipinas, Corazón Aquino. El cuantioso botín trepaba a 570 millones de dólares.
Los trámites de la restitución se extendieron hasta
1998.
Las
consecuencias del caso llevaron a que la Confederación Helvética mejorara su
Código Penal. Ese mismo año 1998 le incorporó el artículo contra el blanqueo de
dinero, un castigo para quienes obstaculizaran la identificación del origen, el
descubrimiento o la confiscación de valores patrimoniales provenientes de un
crimen. Consumada la devolución a Filipinas de lo robado por la tiranía
matrimonial de los Marcos, le empezó a suceder algo equivalente a otras
personalidades políticamente expuestas que han perdido ,o quizá, están por
terminar de perder -ellos, sus mandatados o herederos- alrededor de 1500
millones de dólares: Sani Abacha (Nigeria), Mobutu Sese Seko (Congo),
Jean-Claude Duvalier (Haïti), Zine el-Abidine Ben Ali (Túnez), Hosni Mubarak
(Egipto) y Muamar Gadafi (Libia), mientras que en América Latina destacan, con
igual suerte, Raúl Salinas de Gortari, hermano de Carlos, el expresidente de
México, Vladimiro Montesinos, lugarteniente del exdictador peruano Alberto
Fujimori, y el expresidente argentino Carlos Menem. Este último tiene pendiente
de respuesta en Ginebra un exhorto para repatriar su cuenta en la UBS,
acompañada de la de su otrora secretario privado, Ramón
Hernández.
La institucionalidad del secreto
En
Suiza no hay un registro centralizado de cuentas controlado por el Estado,
similar al existente en los bancos centrales del mundo restante, a donde pueden
acudir los tribunales para saber si una persona bajo sospecha de infringir la
ley tiene una cuenta, y eventualmente bloquearla. Solo cada banco conoce los
nombres de sus clientes, normalmente jamás notificados a ninguna autoridad
pública. Blandiendo represalias si no se lo respetara, el nuevo artículo
antilavado trajo aparejado la obligación para los bancos y la galaxia de
intermediarios financieros, de comunicar a la justicia las cuentas y/o
transacciones que se presuman lo hayan violado: 896 denuncias en 2009, 1159 en
2010, y 1625 en 2011, por un total de haberes involucrados en torno a los 6.000
millones de dólares.
El
dispositivo se complementa con que los jueces locales pueden actualmente, por
decisión propia o a petición de sus colegas de hasta ignotas latitudes, ordenar
el levantamiento inmediato del secreto bancario e incoar un sumario penal ante
"sospechas suficientes" de limpiar o disimular dinero sucio, pistas que incluyen
notas de prensa, la publicación de un libro periodístico o la emisión de un
documental televisivo. La Argentina conocería rápidamente los frutos de tales
novedades, desde la aparición, a fines del siglo pasado, de las cuentas de
exrepresores, por ejemplo, Alfredo Astiz, Jorge Acosta y Domingo Bussi; las de
los beneficiarios de las coimas del escándalo IBM-Banco Nación, hasta la
reciente de los presuntos testaferros del cuestionado Secretario General de la
CGT, Hugo Moyano.
El
modelo helvético del secreto bancario fue creado en 1934 para blindar las
cuentas de los judíos que sacaban sus ahorros de Alemania y los ponían al abrigo
de la curiosidad de los espías del Tercer Reich. La preservación del anonimato,
vigente en cualquier banco del planeta que no divulga la identidad de sus
clientes, se convirtió en una cultura de excelencia en la banca suiza. Su
cultivo se vio aupado por el impulso de un Estado rico, próspero, pacífico,
plurilingüístico y multiconfesional, que se ha erigido en el más competitivo e
innovador del globo, por encima de Estados Unidos, Japón, China y
Alemania.
La
estabilidad política de la Confederación Helvética, con siete siglos de
historia, se encuentra potenciada por una infraestructura tecnológica de alta
calidad, con una moneda refugio, el franco suizo, salvaguarda ante las
fluctuaciones del dólar, del euro, o de las divisas asiáticas. No es de extrañar
que el acopio de tanta seguridad reinante atrajo como un imán los fondos de la
corrupción, el narcotráfico y el comercio ilícito de armas y de codiciados
minerales, que se aprovecharon de los bancos, un fenómeno que recién en el
presente siglo se ha podido empezar a combatirlo con el arsenal legal
someramente antes descrito.
El Global Forum del G20
Un
tercio de las fortunas privadas de la tierra son gestionadas en Suiza. Sin
embargo, no se conocen cifras pormenorizadas de la parte que corresponde a la
evasión fiscal, que pudo inicialmente escapar del acoso judicial ya citado. Los
flujos financieros que transitan por los paraísos fiscales están calculados en
20.000 billones de dólares, pero Suiza es uno entre varios, cuya mayoría son
excolonias británicas, al margen de Andorra, Panamá, Mónaco, Luxemburgo,
Liechtenstein, Hong Kong y Macao; y sin olvidar algunos de los Estados Unidos,
como Delaware, Nevada, Wyoming y Florida. La Unión Europea estima que unos 800
billones de dólares de sus ciudadanos han sido transferidos electrónicamente a
esos destinos esquivando el fisco. Entre 1970 y 2010, América Latina escondió en
esos parajes más de 2.000 billones de dólares. La ONU denuncia el contexto que
la criminalidad organizada a escala internacional produce ganancias anuales del
orden de los 870 mil millones de dólares.
Del
2008 al día de hoy, en virtud de las sucesivas crisis financieras y económicas
en los ricos países occidentales, tras la quiebra de Lehman Brothers y el
derrumbe bancario en el Viejo Continente, la Organización para la Cooperación y
el Desarrollo Económicos (OCDE), apremiada por sus Estados miembros urgidos de
dinero fresco para paliar sus deudas, le ha venido imponiendo a Suiza, que no
integra la Unión Europea, una profundización del desmantelamiento de su
legislación sobre el secreto bancario, concretamente la que ampara la huida de
capitales que eluden al fisco en los países desde donde emprenden la
fuga.
Bajo
amenazas de sanciones que habrían dañado especialmente a dos de las industrias
líderes suizas, la de los bancos, que se despliegan en el exterior para obtener
sus principales ganancias, y la de las exportaciones de productos manufacturados
y servicios, fuentes esenciales de recursos para un pequeño país de 7 millones
de habitantes que carece de materias primas, a partir del 13 de marzo de 2009,
Suiza comenzó a instaurar el principio revolucionario que la evasión fiscal es
un delito penal sin restricciones.
Fue
así que el gobierno federal estableció la norma de colaborar con las autoridades
competentes extranjeras que soliciten investigar la evasión fiscal, a las que
antes les respondían que eso no era posible porque dicha evasión, en su derecho
interno, no constituía una infracción penal sino una falta administrativa debida
a la negligencia y el olvido, y redimible por multa. Eso impedía satisfacer la
llamada regla de la doble incriminación; vale decir que el hecho reprimido
penalmente en el país requirente, lo fuera también en el
requerido.
El
2 de abril de 2009, el G20 emitió el acta de defunción del secreto bancario y,
para no caer en el casillero de los transgresores y sufrir escarmiento, Suiza se
anticipó unas pocas semanas y el 13 de marzo precedente anunció, como se ha
dicho, que se plegaba a perseguir penalmente la evasión fiscal sin reservas ni
distinción entre sus diversas modalidades. La decisión fue explotada por los
Estados Unidos, los países dominantes en la Unión Europea, México, Uruguay,
Colombia y Perú, que están consensuando diversos instrumentos con Suiza para,
saldar el pasado a través del pago de indemnizaciones por el estrago ocasionado
al fisco de esos países, y avanzar hacia un futuro que habilite la transmisión
automática de información bancaria sobre personas o empresas que,
indiciariamente, soslayaren el fisco.
Pasar página
La
oportunidad para entornar definitivamente las puertas del paraíso fiscal,
todavía vigente en Suiza, se le ha presentado a Barack Obama, el segundo
presidente estadounidense, luego de Ronald Reagan, que la coyuntura ha querido
encomendarle presionar para concluir el ciclo de la permeabilidad al crimen de
los bancos helvéticos. El principal de ellos, la UBS, debió pagar en 2009 una
multa de 780 millones de dólares y destapar 4450 cuentas, a cambio de zafar de
una condena por evasión fiscal y no perder la licencia para seguir operando en
Estados Unidos. El 23 de febrero de 2012, varios directivos de otros once
establecimientos bancarios suizos fueron procesados por fraude fiscal en Estados
Unidos, pues, al parecer, ayudaron a ciudadanos de aquel país a sustraerse al
fisco, vehiculizando sus fondos sin declarar hacia Suiza, y por esa u otras
vías, domiciliarlos en cuentas off
shore asentadas preferentemente en el Caribe o en algunas islas del Canal de
la Mancha, mediante sociedades fantasmas o mecanismos
artificiales.
El
monto del resarcimiento y las listas de titulares de cuentas que van a ser
delatados por Suiza para frenar la ofensiva judicial, que amenaza con
prohibirles a los bancos imputados continuar trabajando en Estados Unidos,
deberían arbitrarse en un "arreglo global" que ambos gobiernos están debatiendo.
Se lo denomina Deferred Prosecution Agreement (DPA), un pacto bilateral que
articularía una suma para restañar el daño cometido en el pasado por haber
contribuido a la evasión fiscal, fijando también nuevas exigencias que
imposibiliten reincidir. Los Estados Unidos reclamarían la entrega de entre
19.000 y 52.000 cuentas, cuyos dueños y nivel de activos se desconocen. Y ya
están consiguiendo los nombres y las pruebas documentales de las técnicas que
utilizan los empleados o agentes de los bancos suizos para delinquir dentro de
los Estados Unidos captando clientes con fines de evasión
fiscal.
En
el marco de convenciones bilaterales relativas a la doble imposición con Estados
Unidos y otros 50 países, en curso de ajuste o elaboración, la solución final
podría conocerse hacia septiembre próximo, cuando el gobierno va a someter al
parlamento las propuestas de leyes y decretos para una la plaza financiera de
"dinero limpio", conjugando la idea rectora de asimilar la evasión fiscal con la
criminalidad económica. La ministra de Finanzas y presidenta suiza, Eveline
Widmer-Schlumpf, anticipó que todos los propietarios "no residentes" en Suiza de
cuentas en los 320 bancos inscriptos legalmente, deberán certificar por escrito
que han regularizado sus depósitos ante el fisco de los países de los que son
nativos, o en los cuales viven y/o hacen
negocios.