Alex Saab consiguió en Mamá Carabobo otro negocio que ordeñar
El contratista más favorecido por Nicolás Maduro recorre en ascenso su propia vía láctea, que le ha llevado de importar leche en polvo de mala calidad para las cajas Clap, a controlar una de las industrias con más tradición y marcas más conocidas del mercado venezolano. En marzo de 2019, poco más de un año antes de su arresto en Cabo Verde, el mercader colombiano compró Corporación Inlaca usando, para tratar de esconder su presencia, las fachadas que suele tener a disposición. Pero la detención de Saab y la desaparición del gerente delegado por él -un paisano de Barranquilla- precipitaron una crisis en la empresa, paralizada desde noviembre.
Carabobo,
la emblemática marca de lácteos y jugos, se convirtió en marzo de 2019 en otro
trofeo de la campaña de adquisiciones bajo cuerda de Alex Saab Morán en
Venezuela. Su mano alcanzó entonces a la Corporación Inlaca, dueña de la marca, y
una de las empresas de más larga tradición en el sector de productos de consumo
masivo del país.
Mientras Saab espera su posible extradición a Estados Unidos desde la isla de Sal en Cabo Verde, donde fue detenido el 12 de junio de 2020 a petición de Washington, y en Caracas el chavismo trata de convertir su cautiverio en una cause célebre, centenares de trabajadores de Corporación Inlaca temen por el futuro de la compañía, cuya producción se ha desplomado durante meses y que desde el 30 de noviembre pasado quedó paralizada indefinidamente en su planta principal de Valencia, capital del estado Carabobo y de la industria ligera venezolana.
Este hiato anticipa un
final poco apropiado para un emprendimiento que nació en 1949 como resultado de una
asociación entre la familia Maldonado, ganaderos y hacendados con participación
también en el sector de seguros, y el brazo inversor de Nelson Rockefeller -el
magnate petrolero con múltiples intereses para la fecha en Venezuela-, y cuyas
marcas, líderes durante décadas, han tenido presencia continua en la despensa
nacional.
Hace casi
dos años, en marzo de 2019, Corporación Inlaca anunció en un escueto comunicado
su venta a la desconocida Mirona Food FZE, registrada apenas meses antes en los
Emiratos Árabes Unidos, pero descrita en el boletín como una “compañía
internacional de alimentos”. Con ello se interrumpió en seco la participación de
los Maldonado en la empresa, que ya en 2014 habían buscado apalancamiento
mediante una alianza comercial con Fonterra, gigante neozelandesa de
lácteos.
“Fonterra
y nuestros socios, que han tenido una larga y orgullosa historia en Venezuela,
encontraron en Mirona Food un comprador que continuará adelante con la visión de
Inlaca y que seguirá adelante con lo que ha sido nuestro objetivo a lo largo de
estas siete décadas”, decía el texto. La operación, entonces, ocurrió cuando
Saab ya era “enviado especial” del régimen de Maduro, de ser cierta la versión
que esgrime su defensa. El monto del traspaso nunca se reveló, pero osciló entre
16 y 23 millones de dólares, según algunas fuentes.

En marzo de 2019 se confirmó que la desconocida Mirona Food compraba a la Corporación Inlaca, una de las empresas con mayor tradición en la industria alimenticia venezolana.
Como en
ese momento se estaba produciendo una verdadera oleada de deserciones de
trasnacionales que abandonaban el otrora atractivo mercado
venezolano, disuadidas por las arbitrariedades del “modelo socialista” y
por la interminable crisis iniciada en 2013, el cambio de manos en Corporación
Inlaca pasó inadvertido. A la larga, un detalle distinguiría esta operación: la
presencia de Alex Saab, como en muchas otras tramas de negocios bajo el gobierno
de Nicolás Maduro.
Eso, sin
embargo, no fue evidente al inicio. Ni siquiera a los empleados de Inlaca se les
informó quién era en verdad el nuevo dueño. El tiempo se encargó de ir
erosionando la versión oficial que se ofreció desde un principio, según la cual
Mirona Food FZE era un “consorcio colombo-libanés” -precisamente, las raíces
ancestrales de Saab-. “A la clase obrera nunca se le dijo quiénes son los dueños
de la empresa, pero por el hermetismo presumimos que todo apunta a la persona
que está detenida en África”, afirma un dirigente sindical que prefiere el
anonimato por temor a represalias. El temor es tan patente que el entrevistado,
conociéndolo, nunca se atrevió a pronunciar el nombre de Alex
Saab.
Pero a
estas alturas ya no quedan dudas que despejar. Los rumores arrecian entre el
personal y documentos obtenidos para este reportaje los confirman: Alex Saab es
el patrón tras bambalinas de Corporación Inlaca, que agrupa marcas emblemáticas
para los venezolanos como la propia Carabobo o Mi Vaca, producidas en la planta
de Valencia y en una segunda en el estado Yaracuy.
Como en
las millonarias contrataciones y negocios que le ha otorgado Maduro en distintas
áreas, Saab evitó aparecer en los papeles de la compra de Inlaca, pero se
le puede llegar por
mampuestos.

Como en tantos de sus otros negocios con el chavismo, en Corporación Inlaca Alex Saab es el dueño de la compañía en las sombras.
También desde Barranquilla
Dos
nombres son claves de esta historia: Jorge Arraut Guerrero y Mario García
Palacio. El primero es un ingeniero industrial que asumió la dirección de Inlaca
nada más se materializó el traspaso en marzo de 2019; el segundo es un abogado
de 37 años que hizo las veces de apoderado de la emiratí Mirona Food FZE
en la operación de compra de los activos de Inlaca. Como el propio Alex Saab,
ambos nacieron en Barranquilla, la capital portuaria del departamento del Atlántico, sobre
el Caribe colombiano. Pero el terruño no es lo único que une al
trío.
En el
currículo de Jorge Arraut sólo destacan cargos en el mundo empresarial
colombiano. En esa hoja de vida resulta decisivo su paso por Trenaco, otra compañía que Alex Saab y su
socio, el también colombiano Álvaro Pulido Vargas, controlaban desde las
sombras, mientras que Carlos Gutiérrez Robayo, concuñado del exalcalde de Bogotá
y dirigente de izquierda, Gustavo Petro, daba la cara como su propietario y
presidente. En 2015, Trenaco, con personalidades jurídicas en Suiza y Colombia,
salió del anonimato tras obtener un multimillonario contrato de
Pdvsa para
la explotación de pozos en la Faja Petrolífera del Orinoco. Justo antes, entre
febrero de 2012 y septiembre de 2013, Arraut se desempeñó como director
financiero de la empresa, según exhibía en su perfil de la red social LinkedIn.
Aunque
todavía en 2015 el propio Saab negaba a la agencia Reuters que tuviera relación con esa
petrolera, años después declaró al diario El
Tiempo
de Bogotá que el negocio con la estatal venezolana se cayó “porque yo no tenía
la capacidad financiera para hacer esa inversión”. Con el negocio de
suministro de alimentos para los denominados Comité
Locales de Abastecimiento y Producción (Clap) ocurrió algo similar: desde 2017
negó su participación, pero tras su detención en Cabo Verde lo
admite.
Ese de
Trenaco ahora luce como el primer gran intento de Saab por entrar en el negocio
del petróleo, el cotizado -con sus altas y bajas- commodity del subsuelo
venezolano. El ensayo, frustrado, lo condujo a la larga a crear la sofisticada
red que
diseñó y puso en marcha en 2019 para comercializar, eludiendo los efectos de
las sanciones internacionales impuestas sobre el régimen de Caracas, el crudo y
otros productos de Pdvsa alrededor del mundo. Trenaco también sirve para trazar
la conexión entre Arraut, el flamante gerente de Inlaca, y el séquito de
negocios de Saab.
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De acuerdo
a testimonios recogidos entre el personal obrero de Inlaca, a Jorge Arraut se le
podía ver llegando a la planta de Valencia con una escolta de funcionarios del
Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin, policía política del chavismo), una
prerrogativa poco frecuente para ejecutivos de ese sector y que delata sus
conexiones con el poder político. Sin embargo, desde meses antes del cierre de
la planta, los trabajadores no saben de él. Algunos fechan su desaparición en
los mismos días en los que Saab quedó bajo arresto en Cabo Verde, hace casi ocho
meses.
Como ya se
dijo, la de Jorge Arraut no es la única corresponsalía de Alex Saab en
Corporación Inlaca. Mario García Palacio, el apoderado de Mirona Food FZE, la
compañía que adquirió a Inlaca en marzo de 2019, es otra pieza del engranaje de
colaboradores y sociedades levantado por Saab alrededor del mundo para sus
negocios con el chavismo.
García
Palacio fue director de dos sociedades británicas en ese andamiaje
transnacional. En Mulberry Capital Partners Limited, homónima a la turca
Mulberry Proje Yatirim con la que Saab sustituyó a
Group Grand Limited en el negocio de los Clap,
compartió directorio con Betsy Mata Pereda, vinculada también a la estructura de
Saab y Pulido para el negocio de las Tiendas Clap, la cadena detallista privatizada a partir de
los restos de la estatal Abastos Bicentenario.
En Kinloch
Investments Limited, Mario García incluso alternó en el directorio con Camilla
Fabri y Lorenzo Antonelli, esposa y concuñado de Saab. Este último figura en las
compañías turcas con las que Saab y Pulido manejan
también el negocio del oro y carbón venezolano, así como en Adon Trading
FZE,
también de los Emiratos Árabes Unidos, con la que Saab incursionó en la venta de
fertilizantes.
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Kinloch
Investments Limited fue, precisamente, la sociedad detectada por la Guardia
Di Finanza italiana como la responsable de movilizar recursos en Italia
provenientes de los negocios de Saab con el chavismo, de acuerdo a lo revelado a
la prensa en noviembre de 2019.
Pero antes
de eso, en octubre de 2018, Mario García actuando como abogado de Alex Saab en
Colombia, ayudó a su paisano barranquillero, entonces investigado por las
autoridades de su país, a librarse de la detención gracias a filtración de
información de un funcionario, de acuerdo a lo reseñado por medios colombianos y
el canal estadounidense Univisión.

Los patrones del Patrón
Además de
algunos de sus colaboradores habituales, Alex Saab repitió en la compra de
Inlaca el esquema típico de sus contrataciones con el Estado. Mirona Food FZE,
al igual que Adon Trading FZE -la utilizada para el negocio de fertilizantes-,
Asasi Food FZC y Mezedes Holding
Ltd, estas
últimas usadas para el negocio de los Clap, fueron creadas en algunos de los
Emiratos Árabes Unidos poco antes de comenzar sus
negocios.
Mirona
Food FZE se registró en la zona económica de Ras Al Khaimah el 27 de agosto de
2018, sólo seis meses antes de comprarle a Lacven Corp, inscrita en Barbados, la
totalidad de acciones de Corporación Inlaca. Lacven estaba integrada por la
familia Maldonado y Fonterra para manejar desde 2014 los activos de
Inlaca.
La
propietaria de las acciones en Mirona Food FZE, misma que cedió el poder a Mario
García para que comprara Inlaca en su nombre, es Arianna Fiore, una italiana
residenciada en los Emiratos Árabes Unidos. Otra italiana también de apellido
Fiore, pero de nombre Patricia, figura en el directorio de algunas de las
compañías turcas con las que Alex Saab entró al
comercio del carbón y el oro venezolano.
La página
web de Mirona Food, incluso, parece una copia al carbón de las que en algún
momento tuvieron esas otras empresas usadas por Alex Saab y su socio Álvaro
Pulido en los millonarios negocios concedidos por la administración de Maduro,
como Group Grand Limited. Apenas hay una descripción
general y la oferta de productos en su line-up se reduce, precisamente, a
aquellos incluidos en las cajas Clap.
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En el
website de Inlaca, en cambio, pareciera que se quiere ocultar el cambio de
accionistas. En la síntesis histórica que aparece allí colgada se narran hitos
como el de 1977, cuando los Rockefeller salieron de la compañía, o el de 2014,
cuando selló la alianza con la multinacional Fonterra. Pero no hay referencias a
la compra por parte de Mirona Food Fze, ni mucho menos a la figura de Alex
Saab.
Sí están
todavía las marcas y propiedades de sus productos. “La leche contiene calcio
necesario para mantener los huesos sanos y fuertes. La leche es uno de los
alimentos más completos y nutritivos, debido a que es una fuente de proteínas,
ayuda a incrementar la fuerza física y la masa muscular”, refiere sobre la leche
Carabobo. Una descripción que ahora suena irónica, ya que buena parte de la
leche mexicana que llegó a Venezuela en las cajas Clap, importada por las
empresas de Alex Saab y Álvaro Pulido, así como otros proveedores, presentaban graves deficiencias de calcio y proteínas, de acuerdo con estudios científicos realizados en la Universidad
Central de Venezuela (UCV).
Para los
trabajadores tampoco hay claridad. Las promesas realizadas por los “nuevos
inversionistas” en boca de Jorge Arraut no se cumplieron. La sostenida caída de
la producción que arrastraba la empresa por las dificultades económicas antes
del traspaso, se ha agudizado. En noviembre del año pasado, cuando se decretó la
paralización indefinida de la planta de Valencia, la producción apenas llegaba a
260 toneladas métricas, una cifra que ni siquiera alcanza 10% de la capacidad
operativa, estimada en 3.600 toneladas mensuales.
“A estas
alturas no sabemos si la planta va a arrancar”, repiten los dirigentes
sindicales. Pero ahora al menos saben, en una compensación insuficiente, que su verdadero
patrón es Alex
Saab.