Haitianos deportados de Estados Unidos enfrentan detención ilegal y riesgos de salud

Un trabajo del Florida Center for Investigative Reporting revela los riesgos de salud que enfrentan los haitianos luego de ser deportados a su país y terminar en la cárcel.
PUERTO
PRINCIPE — Estados Unidos ha deportado a más de 250 haitianos desde enero, a
sabiendas de que se encarcelarán a uno de cada dos sin cargos y en instalaciones
tan poco higiénicas que representan un riesgo de salud
mortal.
Una
investigación del Florida
Center for Investigative Reporting determinó
que el gobierno del presidente Obama no ha seguido sus propias normas de buscar
alternativas a la deportación en casos de preocupaciones médicas y humanitarias
serias. “En Haití, a diferencia de otros países, es que los deportados son
encarcelados de inmediato y las condiciones carcelarias son objeto de condena
universal por la violación de los derechos humanos”, dijo Rebecca Sharpless, de
la Immigration Clinic de la Facultad de Derecho de la Universidad de Miami, que
ayuda a los inmigrantes a apelar sus órdenes de
deportación.
Los
riesgos de salud de los deportados encarcelados han aumentado significativamente
desde octubre del 2010, cuando comenzó un brote de cólera que ha afectado a más
de 470,000 personas y causado la muerte de 6,500, entre ellos algunos
prisioneros. Expertos internacionales de salud afirman que los deportados en las
cárceles haitianas corren el riesgo de contraer cólera, que puede extenderse
rápidamente en celdas atestadas donde falta el agua, el jabón y no tienen
instalaciones sanitarias. Una vez expuestos al germen, las víctimas del cólera
fallecen en menos de 24 horas.
En
enero, Wildrick Guerrier, deportado de 34 años cuyos antecedentes penales en la
Florida incluyen agresión y posesión de un arma de fuego, murió de lo que según
los médicos fueron síntomas de cólera, dos días después de ser liberado de la
celda donde enfermó, una de las mismas celdas donde los deportados están
detenidos hoy.
Las
autoridades haitianas dicen que encarcelan aproximadamente a la mitad de los
deportados por considerarlos “delincuentes serios”, una calificación arbitraria.
Estas detenciones, que duran hasta 11 días, infringen la ley de Haití y tratados
de Naciones Unidas cuando los deportados no han sido acusados de ningún delito
en ese país.
Un
día después del terremoto del 12 de enero del 2010 que devastó la mayor parte de
la capital haitiana, el gobierno de Estados Unidos suspendió las deportaciones.
Desde entonces, las Naciones Unidas y la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos han cabildeado a países contra la deportación de haitianos debido a las
malas condiciones en ese país. “La crisis sigue ahí”, dijo Michel Forst, experto
independiente de la ONU sobre derechos humanos. “La mayor ayuda que la comunidad
internacional puede ofrecer a Haití es suspender la deportación forzada de sus
ciudadanos”.
Sin
embargo, el Departamento de Seguridad Interior de Estados Unidos reanudó las
deportaciones a Haití el 20 de enero, el mismo día que el Departamento de Estado
emitió una alerta de viajes en la que exhortó a los estadounidenses a no visitar
Haití por el peligro de enfermedades e inestabilidad.
Autoridades
de la Policía de Inmigración y Aduanas (ICE) dijeron que las deportaciones a
Haití se reanudaron porque un fallo del Tribunal Supremo federal exigió la
liberación de los detenidos después de 180 días. Esa exigencia hubiera permitido
el asentamiento de “algunos nacionales haitianos con antecedentes penales
significativos en comunidades del país, lo que a su vez significa una amenaza al
público”. Bárbara González, secretaria de Prensa del ICE, expresó en un mensaje
electrónico que la entidad “daría prioridad a los que representan una mayor
amenaza para la comunidad”. Pero el FCIR halló que por lo menos tres de los
deportados que llegaron a Haití en agosto y septiembre fueron encontrados
culpables de delitos no violentos por drogas y que tres cuartas partes de los
haitianos deportados en años recientes no tenían antecedentes penales, según
registros de inmigración.
“La
hipocresía es asombrosa”, dijo Sharpless. “Las autoridades estadounidenses saben
desde hace mucho que es peligroso deportar a los haitianos porque los
encarcelan. También saben que el brote de cólera empeoró la situación porque es
una combinación mortal en las cárceles. Pero los siguen deportando de todas
formas”.
Un recibimiento inesperado
La
mañana del 9 de agosto, Franco Coby, un joven de 24 años nacido en Haití que
creció en Fort Myers, Florida, se bajó de un avión en Puerto Príncipe. Coby
había cumplido dos años de prisión por vender cocaína a un informante de la
policía, seguido de cuatro meses en un centro de detención de inmigrantes. La
policía haitiana transportó a los 43 deportados en dos autobuses
blancos.
“Para
mí, estoy en un país extranjero, aunque nací aquí”, dijo Frantz Fils-Aime, de 29
años y deportado de Nueva York que fue declarado culpable en el 2008 por vender
cocaína.
Florence
Elie, directora del Ministerio de Protección Ciudadana de Haití, subió a uno de
los autobuses y explicó a los deportados que debían reportarse semanalmente como
parte de un programa de probatoria de 18 meses, aunque ninguna ley en Haití
contempla esa medida preventiva. También se refirió a un rumor que circulaba
entre los deportados: que algunos serían colocados en “retención
administrativa”, lo que significa la cárcel.
La
mañana siguiente, Coby estaba en la Comisaría de Petionville, una cárcel ubicada
frente a uno de los 900 campamentos de desplazados establecidos después del
terremoto. La policía haitiana colocó a Coby en una atestada celda pequeña,
junto con Filis-Aime, otro deportado de Nueva York y otros de Georgia y
Michigan. Durante los siete días siguientes compartieron la celda entre dos y 15
deportados. Hubo momentos en que no había espacio suficiente para que todos
pudieran dormir en el piso de cemento. El fuerte olor a heces fecales del toilet
roto abrumaba el lugar. “Me comenzaron a salir lesiones en la piel. No sé si soy
alérgico a algo”, dijo Coby, después de su primera noche en la celda. “Me siento
mal: el estómago me está matando. Hoy comí arroz y ni siquiera lo pude
digerir”.
El
Dr. John May, presidente de Health Through Walls, una organización sin fines de
lucro de North Miami que trabaja para mejorar las condiciones carcelarias en
otros países, viajó recientemente a Haití. Allí visitó la instalación donde Coby
y los otros deportados estuvieron detenidos cuatro semanas antes de ser
liberados. “Esto es lo que vemos en todas partes”, dijo May. “La tuberculosis
tendría terreno fértil en estas condiciones, así como enfermedades de la piel,
que vemos con frecuencia. Pero la mayor preocupación es el cólera, y solo hace
falta un enfermo para que los demás se contagien rápido”.
El
cólera se trasmite a través de las heces y provoca vómitos y diarreas fuertes.
“Cualquier situación en que no exista la higiene debida es terreno fértil para
la propagación del cólera, que es lo que tenemos aquí”, dijo
May.
Cuando
se le preguntó si tales condiciones amenazaban la salud de los deportados,
Pierre Wilner Casseus, presidente de la Comisión a Cargo de los Deportados de
Haití, se limitó a decir que los deportados que parecen estar enfermos son
liberados de inmediato.
Negación de tratamiento médico
Algunas
veces las condiciones carcelarias en Haití complican los problemas médicos que
ya padecen los deportados, como le ocurrió a Jeff Dorne, quien vivió muchos años
en Boston y que padece de esquizofrenia paranoide. Dorne cumplió seis años de
prisión en Nueva Jersey por una violación en el 2003. Las autoridades haitianas
lo encarcelaron de inmediato, sin acusarlo de nada, en la misma celda donde
luego retendrían a Coby. Dorne tiene que tomar a diario cuatro medicamentos, de
manera que las autoridades estadounidenses de inmigración le enviaron
medicamentos para un mes a la Policía Judicial haitiana. Pero las prisiones en
Haití no tienen personal encargado de medicamentos y la policía haitiana no está
capacitada para ofrecer servicios médicos básicos.
La
primera noche de Dorne en la prisión de Petionville, la policía municipal le dio
los medicamentos, y entonces, según Dorne, le retuvieron, o perdieron, el resto
de las píldoras. “La receta médica decía que tenía que tomarlas todas las
noches. Así que el sábado le pregunté al oficial encargado si me podía dar los
medicamentos”, dijo Dorne. “Me dijeron que no podían encontrarlos. Se los pedía
todos los días, pero después de dos o tres veces desistí”.
Durante
los siguientes días en prisión, Dorne dijo que regresaron algunos de los
síntomas que se le habían aliviado después que comenzó un tratamiento
siquiátrico en la prisión de Nueva Jersey. “No podía dormir. Las manos me
temblaban”, dijo.
El
Dr. John May dijo que los detenidos que son enfermos mentales enfrentan graves
riesgos porque con frecuencia no pueden defenderse. “Una persona que tiene que
tomar medicamentos antipsicóticos… puede deteriorarse rápidamente sin ellos”,
explicó May.
El
oficial de policía a cargo de la prisión dijo que no estaba familiarizado con el
caso de Dorne.
Un
memorando del ICE del primero de abril que explicaba la decisión de reanudar las
deportaciones indicó que se considerarían alternativas en casos con
preocupaciones médicas y humanitarias. Pero, como en el caso de Dorne, se siguen
deportando haitianos con problemas médicos documentados.
Abogados
de inmigración en Estados Unidos están combatiendo la deportación individual de
haitianos sobre la base de la Convención de las Naciones Humanas sobre la
Tortura de 1984, que prohíbe a los gobiernos deportar personas a países donde
puedan sufrir “dolor y sufrimiento severos”. En abril, un inmigrante haitiano,
mentalmente enfermo, de Miami logró diferir su deportación sobre la base de que
las condiciones carcelarias en Haití podían cumplir la norma en su
caso.
La ruleta de la libertad
La
Comisión a Cargo de los Deportados incluye representantes de cuatro ministerios
haitianos y la independiente Oficina de Protección Ciudadana. Una vez que los
deportados llegan a Haití y son transferidos a la estación de policía donde los
retienen, la comisión decide si los liberan o permanecen encarcelados. Este
proceso es mayormente ad hoc. No hay normas establecidas y poco consenso sobre
los miembros de la Comisión sobre el propósito de las
detenciones.
El
secretario de Estado para el Ministerio de Seguridad Pública, Aramick Louis,
dijo que las detenciones son para proteger a los deportados durante el
“vulnerable” período de transición al llegar al país.
Frederic
Leconte, comisionado de la Policía Judicial de Haití, dijo que las detenciones
le permiten al gobierno entender la situación personal de cada individuo. Aunque
el gobierno de Estados Unidos envía documentos detallados sobre cada deportado
dos semanas antes de su llegada al país, el FCIR no pudo documentar ningún caso
en que los deportados detenidos fueran entrevistados, ni siquiera observados
directamente, por autoridades haitianas.
La
ley de Haití no contempla que nadie pueda ser encarcelado sobre la posibilidad
de que pueda cometer un delito en el futuro. “Esto es contra lo que batallo”,
dijo Privat Precil, director general del Ministerio de Justicia de Haití entre
el 2002 y el 2004. “Es una norma policial que no es legal según las leyes
haitianas”.