Rebelión en la Catedral

Ante las innovaciones del papa Francisco, la Iglesia en Venezuela no es monolítica. El único Cardenal criollo, Jorge Urosa Sabino, ha quedado en evidencia como un disidente de las reformas que llegan desde Roma. Sus posturas dividen al clero y dejan mal parado al bando conservador para su sucesión en el cargo de Arzobispo de Caracas. A su vez, por paradoja, refuerzan al sector progresista de una iglesia que hasta ahora se ha comportado como muro de contención frente al chavismo.
“La Iglesia es una
familia espiritual y la familia es una pequeña Iglesia”. Así ve el Papa
Francisco a la institución que dirige desde marzo de 2013. Si se toma al pie de
la letra esa imagen de espejos entre Iglesia y familia, entonces no debería
sorprender que los cambios que Francisco, como patriarca, intenta impulsar en la
familia, generen molestias y desacomodos entre sus miembros. De hecho, algunas
de esas incomodidades, que pudieran expresarse como disensos abiertos, se
comprueban en la jerarquía de la Iglesia Católica
venezolana.
El aggiornamento
que Francisco –quien cumplió 79 años este jueves– impulsa desde Roma en
cuestiones como la comunión para los divorciados vueltos a casar, la aceptación
en la fe de los hijos de las parejas no casadas, y algún encaje que naturalice a
las parejas homosexuales, ha encontrado resistencias en costas venezolanas.
Quizás la más importante, y hasta entonces solapada, se hizo sentir en agosto
reciente cuando, apenas semanas antes de que se iniciara la segunda parte del
Sínodo de la Familia en el Vaticano, un grupo de purpurados de cuatro
continentes publicaban en Estados Unidos –originalmente, en inglés; un mes
después apareció en España una edición castellana– el libro Once cardenales
hablan sobre el matrimonio y la familia, en el que plantaban cara a los
planteamientos de Francisco. El documento sorprendió sobremanera a los obispos
venezolanos, pues entre los autores aparece el Arzobispo de Caracas, Cardenal
Jorge Urosa Savino, el único latinoamericano en la empresa.
“No sabíamos de esa iniciativa, la cual
por supuesto nos colocó en una posición difícil, pues se interpretó como un
cuestionamiento a la postura del Papa, incluso algunos obispos italianos nos
preguntaron si esa era la posición del Episcopado”, admitió una fuente de la
Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), que recordó que “el Cardenal ciertamente
es el más alto representante de la Iglesia en Venezuela, pero no es el jefe de
la Iglesia en Venezuela, sino un asesor del Papa. La voz de la Iglesia en
Venezuela es la CEV”.
Urosa, en todo caso,
negó estar opuesto al Pontífice y atribuyó todo a una mala interpretación de los
medios. “En el libro defiendo la postura que San Juan Pablo II dejó en su
documento Familiaris Consortio, en el cual se dice que las personas que
han tenido problemas con el matrimonio eclesiástico y que han contraído otro
matrimonio o están viviendo en concubinato no pueden recibir la comunión, a
menos que vivan en abstinencia sexual; es decir, como hermanos. Eso es lo que
dice el catecismo y la doctrina de la Iglesia, los cuales establecen que quien
está divorciado y tiene relaciones sexuales fuera del matrimonio está cometiendo
pecado”, explica.
La aclaratoria de
Urosa, sin embargo, no contrarrestó el peso de otro gesto suyo: también
suscribió una carta al Papa Bergoglio en la que varios cardenales criticaban los
procedimientos del Sínodo. La misiva fue difundida por los medios en plenos
debates y provocó otro revuelo. “Algunos periodistas le dieron un carácter de
protesta y de revuelta (…) han exagerado demasiado, han tratado de hacer una
tormenta en un vaso de agua”, dijo.
En predios de la CEV
aseguraron que la carta hizo ruido en el Vaticano. “El secretario de Estado,
Pietro Parolin, sabía de la maniobra y habló con varios de los que iban a
refrendarla pero no logró convencer a algunos de no hacerlo y a otros los dejó
seguir adelante, obviamente para exponerlos”, apuntó un confidente. Parolin,
mano derecha de Bergoglio en la burocracia vaticana, fue por largo tiempo Nuncio
(embajador del Papa) en Venezuela y conoce bien el tipo de habas que se cuecen
en la Iglesia local.
Runrunes a ‘sotto voce’
¿La jerarquía
venezolana está enfrentada al papa Bergoglio? No. “No se puede pensar que la CEV
vaya por un lado y el Papa por otro, al contrario: creo que la CEV ha sido una
de las que ha sabido subsumir dentro de sus últimos documentos el pensamiento y
el punto de vista de Francisco. Yo veo a muchísimos obispos comprometidos con el
mensaje de Francisco y más importante aún a los sacerdotes, que han hecho suyo
ese mensaje de salir de la comodidad de los despachos e ir a la gente”, aseguró
el padre Carlos Boully, rector de la Universidad Católica Santa Rosa (Ucsar).
En similares términos
se pronunció el expresidente de la CEV y arzobispo de Mérida (capital del estado
de Mérida, Andes del suroccidente venezolano), monseñor Baltazar Porras, quien
afirmó: “Ninguno de los que firmaron ese libro representa a sus conferencias
episcopales y el Sínodo da razón de ello, porque hay una evolución en positivo
hacia lo que han sido los planteamientos del Papa, los cuales fueron aprobados
por mayoría calificada”.
A pesar de la
unanimidad en las declaraciones, otros prelados y religiosos, quienes pidieron
el anonimato para hablar, aseguran que Urosa y otros aliados, como el recién
electo obispo de Margarita (territorio del Estado insular de Nueva Esparta,
sobre el Caribe Oriental de Venezuela), monseñor Fernando Castro, quien es el
segundo del Opus Dei en el país, no ven con buenos ojos las propuestas del
Pontífice argentino, por considerar que atentan contra la doctrina.
Bergoglio reservó a
Baltazar Porras una de las 45 sillas del Sínodo. Porras, quien tiene una
estrecha relación con el Pontífice desde que coincidieran en la Conferencia
Episcopal Latinoamericana (Celam), de la que el venezolano fue vicepresidente
por dos períodos, se sumó así a Urosa y a monseñor Diego Padrón, presidente de
la CEV, en los debates que se produjeron en el Vaticano.
“El Papa llamó a sus
aliados en todo el mundo para sacar adelante sus propuestas y en Venezuela uno
de los aliados más firmes es Porras”, apuntó el informante, quien no descartó
que en el futuro el prelado sea llamado a un puesto en Roma.
La reaparición de
Porras en el firmamento vaticano pone a la luz las tensiones cruzadas a las que
se somete la iglesia venezolana por estos días. Si bien las posturas frente a
las reformas del Papa parecen constituir dos bandos al interior de la jerarquía
católica, esta a su vez se posiciona de maneras distintas frente al conflicto
político local de los últimos 17 años. Porras, tildado como
contrarrevolucionario por el oficialismo, pasa así como una figura reformista de
avanzada en la controversia doctrinaria.
‘Arriverderci” a la vieja guardia
¿La alianza de Urosa
con cardenales como el ex arzobispo de Madrid, Antonio Rouco Varela, considerado
como uno de los más conservadores de Europa, le pasará factura? Uno de los
confidentes dijo que sí. “La postura del Cardenal, quien no tiene buenas
relaciones con el Secretario de Estado y antiguo Nuncio en Venezuela, Parolin,
no cayó bien en Roma, pero las verdaderas repercusiones las veremos a futuro, en
particular si logra influir en la elección de su sucesor”.
A Urosa, de 73 años,
Arzobispo de Caracas, le restan menos de dos años en su puesto. Entonces, al
cumplir 75, según el Código de Derecho Canónigo, deberá presentar su renuncia
ante el Pontífice. Anticipándose a ese escenario, aseguran varios colegas, Urosa
hace gestiones para que le nombren un Obispo Coadjuntor, con el objetivo de
seguir ejerciendo junto con su heredero.

Iltrada a la luz pública en pleno debate del Sínodo, 13 cardenales aparecieron refrendado una carta que mostraba diferencias doctrinarias con el Papa. Entre otros, el mexicano Norberto Rivera Carrera negó haber firmado la misiva, por lo que el arzobispo de Caracas es el único latinoamericano que reconoció estar dentro de ese grupo. Foto: Perfil.com
En
pasillos de la CEV aseguraron que el único Cardenal venezolano quiere que su
sucesor sea el actual Arzobispo de Valencia (capital del estado de Carabobo,
centro de Venezuela), monseñor Reinaldo Del Prette, y no los otros dos
candidatos que suenan con fuerza entre los prelados para figurar en la terna que
la Nunciatura deberá enviar al Vaticano en su momento: El actual Obispo de
Barinas (capital del estado de Barinas, llanos occidentales de Venezuela),
monseñor José Luis Azuaje, quien fuera secretario ejecutivo de la CEV durante la
Presidencia de Porras entre el 2000 y 2006; y el Obispo de La Guaira (Estado de
Vargas, costa central Caribe), el salesiano Raúl Biord, sobrino y colaborador
del fallecido cardenal aragüeño, Rosalio Castillo Lara, quien, como presidente
de la Comisión Pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano –una suerte
de Gobernador–, llegó a tener gran influencia en la Santa Sede durante el
pontificado de Juan Pablo II.
Monseñor
Jesús González de Zárate, por su parte, pese a ser uno de los más cercanos
colaboradores de Urosa, ha dejado de figurar en las quinielas, pues, según los
informantes, su nombre ahora se menciona para suceder a monseñor Padrón –próximo
a renunciar al puesto, también por razones de edad– en la Arquidiócesis de
Cumaná (capital del estado de Sucre, nororiente).
Pero
no solo Urosa o Padrón tendrán que decir adiós, sino buena parte de los obispos
que mantuvieron una relación áspera –cuando la tuvieron– con el fallecido Hugo
Chávez. Entre ellos se cuentan el pugnaz arzobispo de Coro (capital del estado
de Falcón, costa occidental), monseñor Roberto Lückert; o el de Maracaibo
(capital del estado de Zulia, extremo noroccidental del país) y expresidente de
la CEV, monseñor Ubaldo Santana. Hasta el propio Porras, ungido por su cercanía
al Sumo Pontífice, está en retirada, cuando el autodenominado proceso
bolivariano todavía sigue en marcha, aunque debilitado, en Venezuela.
Los
enroques que se preparan ante la próxima racha de bajas podrían favorecer a
Mario Moronta, vaticinan las fuentes. El actual obispo de San Cristóbal (capital
del estado de Táchira, frontera con Colombia) fue apartado del centro de acción
política –se desempeñó como Obispo Auxiliar de Caracas a sus 40 años y luego en
Los Teques– y desterrado a una lejana comarca en tiempos de Juan Pablo II.
Entonces en el Vaticano hubo poca conformidad con la simpatía que Moronta
profesaba con el chavismo.

Junto a Urosa, el recién electo obispo de Margarita, monseñor Fernando Castro, destaca en el ala conservadora del clero venezolano. Foto: Conferencia Epicopal Venezolana.
‘Eppur si muove’
El Sínodo de la Familia
fue el primer campo de batalla donde se pusieron a prueba los gestos renovadores
de Francisco. A la vista de cómo se desarrolló, es difícil determinar qué bando
salió victorioso. Fue una cita tensa. El propio Papa señaló en su discurso de
cierre, el 24 de octubre, que algunos participantes habían utilizado “métodos no
del todo benévolos” para defender sus tesis. De hecho, el documento final luce
como un galimatías neutro que no deja observar avances significativos en las que
la propia Iglesia califica como “situaciones difíciles” (divorciados, parejas de
hecho, homosexuales). ¿Un round para los conservadores?
“No estamos donde
quisiéramos estar, pero ya no estamos donde estábamos”, es la respuesta del
padre Boully, rector de la Universidad Católica Santa Rosa. “El Papa ha
despertado conciencias, atizado el fuego de la reflexión en esos temas. El solo
hecho de llamar a los padres sinodales, de llamar a la reflexión a mentes que
estuvieron congeladas durante mucho tiempo, es un avance. El Sínodo no es un
suiche que se sube y todo cambió, ¡no! Apenas ahora va a generar reflexión entre
los obispos, sacerdotes y laicos, para luego comenzar a ver los frutos.
Francisco tuvo la valentía de convocar este Sínodo para abordar temas que otros
no se atrevieron”.
En similares términos
se pronunció Porras: “El Sínodo avanzó y abrió una serie de posibilidades que
habrá que ir desarrollando con prudencia, pero con paso firme hacia adelante a
nivel de las conferencias episcopales” y envío un mensaje a los inmovilistas:
“Poner la doctrina por delante es poner la ley y tiene que ser al revés, es la
vida la que señala lo que debe ser normado para bien de la totalidad de las
comunidades”.
Para curar a la
feligresía de los espantos que pudiera producir la vista a una iglesia en
diatriba, monseñor Ovidio Pérez Morales, quien presidió el Concilio Plenario de
Venezuela, recomendó a todos dejar de hacerse ecos sobre cismas y divisiones:
“Hay que acostumbrarse al debate dentro de la
Iglesia”.