Inesita La Terrible y su fórmula para terminar en la cárcel

Mujer de ciencia, estudiosa, ensimismada, quizás inhábil para relacionarse con el mundo tangible, a Inés González le dio por decir sus verdades en las redes sociales. Como tuitera y con el apodo de ‘La Terrible’ se hizo casi famosa. Pero solo alcanzó el estatus de causa célebre de la libertad de expresión tras caer, hace nueve meses, en los calabozos de la policía política venezolana. Más que con los trinos por los que la imputaron, se buscó su destino con los conflictos virtuales que sostuvo con poderosas figuras de la televisión del Estado.
“¡Me
estás llevando secuestrada! ¿Cómo es posible que mi padre me entregue así al
Sebin?”, gritaba Inés metida en el carro. De nada valían las explicaciones de su
padre. De nada valía decirle que tenía que cumplir con esa formalidad y acudir
ante la autoridad para responder unas preguntas. Tampoco que le dijera que era
mucho mejor que la llevara él, en su carro, sin esposas.
Así se lo habían
sugerido la noche anterior los agentes del Sebin (siglas del Servicio
Bolivariano de Inteligencia, policía política del Estado venezolano), que fueron
a su casa a llevar la boleta de citación. Estuvieron en la puerta un buen rato,
esperando a que el padre llegara. Él, José Luis González, tuvo que cerrar el
negocio de artesanías que atiende en el centro comercial Lago Mall de Maracaibo
(capital del estado de Zulia, noroeste de Venezuela). Después de una hora de
charla, con café incluido, quedaron así: Inés Margarita González Arraga iría al
día siguiente a declarar. José Luis no esperaba que su hija pasara la noche en
el Sebin. Ni que ese 4 de octubre de 2014 fuera el inicio de una reclusión que
ya lleva más de nueve meses. Nadie lo esperaba, en realidad. Pero era un destino
que se había forjado mucho antes, antes incluso de que existiera la cuenta
@inesitaterrible que la dio a conocer para Twitter y para el submundo de las
inquinas políticas.
Sentencia sin juicio
Marisol es hermana de
Inés. De los tres hermanos González Arraga, es la del medio. El único varón, el
menor, estudió Ingeniería y vive en España, el país de donde procede el padre
(exactamente del pueblo de Chantada, en la provincia de Lugo). Inés y Marisol
apenas se llevan un año. Hicieron juntas la Primera Comunión. Se parecen
bastante, solo que Inés es de pelo moreno y Marisol lo tiene más claro. A
ninguna se le adivina la edad al verlas. Ni a Inés, la mayor, en la foto de
perfil que tiene en Twitter o en las muchas que colgó en su cuenta de Instagram
unos días antes de caer presa. Marisol lleva una camiseta deportiva ceñida y
unas mallas fucsias, la cara lavada, el pelo abundante, suelto. Es de facciones
amigables, sonrisa permanente. No tiene ni un breve dejo de acento marabino.
“Ninguno de los delitos
que le imputaron a mi hermana aplica para lo que ella hizo, que fue expresarse
en Twitter”. Instigación pública, ultraje a funcionario público y ultraje
violento. Así le dijeron el 7 de octubre en la audiencia de presentación.
También que su sitio de reclusión dejaría de ser la sede del Sebin en Maracaibo
y la trasladarían al Helicoide, en Caracas, sede alterna del organismo de
seguridad en la capital de Venezuela.
Después del sonado
asesinato del diputado por el oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela
(PSUV), Robert Serra, que ocurrió en el barrio capitalino de La Pastora en
octubre de 2014, Inés González publicó varios tuits en alusión al difunto.
“Robert Serra, le dieron ‘legado’. Paz a sus víctimas”. O: “A los tiranos se les
da de baja, no es odio, es justicia. Robert Serra no era inocente como nuestros
gloriosos estudiantes, no comparen”. En la red social también aludió con
idéntica sorna a la entonces ministra de Comunicación –hoy Canciller–, Delcy
Rodríguez, al Defensor del Pueblo, Tarek William Saab, y al presidente de la
Asamblea Nacional y número dos del chavismo, Diosdado Cabello.
“Ella pidió disculpas si había ofendido la memoria del hijo fallecido”, defiende
Marisol. Puntualiza a cada rato que no está tipificado el delito de opinión y
mucho menos de un modo que amerite la privativa de libertad.
Según la justicia
venezolana, solo se puede tener retenido durante 45 días a alguien sin condena,
a menos que la Fiscalía pase el caso a juicio. En el día 44 de reclusión, el 20
de noviembre, llegó la boleta de excarcelación de Inés González. Pero no salió
del Helicoide. Sus abogados de entonces, de la organización no gubernamental
Foro Penal Venezolano (FPV), plantearon el correspondiente habeas corpus.
El lunes 24 tenía que presentarse ante tribunales, pero seguía retenida. “No
pudo ir y dictaron un auto de detención contra ella estando detenida. Es un
exabrupto judicial que solo pasa en Venezuela”.

Algunos de los últimos tweets en el TimeLine de la cuenta de Twitter de @inesitaterrible.
La segunda audiencia
preliminar fue diferida en dos ocasiones (21 de diciembre y 29 de enero) y se
cambió varias veces de juez. Cuando por fin se realizó, a finales de febrero, se
dictó sentencia de prisión por tres años. “Dime cómo te sientes, dime que te
sientes bien para yo poder dormir en paz”, le habría dicho la jueza del caso a
Inesita durante la audiencia, siempre según el relato de Marisol. “Mi
hermana le dijo que qué le iba a decir, que sí, que durmiera tranquila. Pero esa
señora, aunque se le saltaron las lágrimas, sabe lo que hizo. Le venden el alma
al diablo”.
Pero en este punto, los
hechos dejan de estar claros.
Cierto que se le aplicó
el artículo 285 del Código Penal, en el que se contempla que “quien instigue a
la desobediencia de las leyes o al odio entre sus habitantes o haga apología de
hechos que la ley prevé como delitos, de modo que ponga en peligro la
tranquilidad pública, será castigado con prisión de tres a seis años”. Que haya
sentencia sin juicio podría deberse a que Inés reconoció los hechos en la
segunda audiencia preliminar, por lo que no tendría sentido abrirlo.
Una fuente que pidió
mantener el anonimato cuenta que los primeros abogados de Inés, del Foro Penal
Venezolano, dejaron el caso precisamente porque ella, en un momento de debilidad
y bajón emocional, reconoció los delitos que se le imputaron. Celia Dao, abogada
del FPV en Zulia, no atendió a la reportera para contrastar esa versión.
Si ese fuera el caso,
de cualquier manera, es legítimo que se solicite libertad condicional para
Inesita. La ley lo prevé, por ejemplo, para problemas de salud. Una
salvedad que encaja en el caso de Inés González. Ella padece endometriosis, una
enfermedad por la que el tejido uterino se implanta en otras partes del
organismo. Durante la menstruación se producen grandes dolores, insoportables en
ocasiones, pero hasta ir al baño puede convertirse en un sufrimiento.
“Mi hija necesita
atención médica, hay que hacerle exámenes, no sabemos cómo está”, es lo poco que
alcanza a decir Inés Arraga, la madre, al teléfono y llorando. Con miedo a cada
palabra, con cuidado “para no provocar al lobo”.
Marisol cree que si su
hermana hubiera robado un banco, ya estaría en libertad. Pero es un caso de
libertad de expresión. “En mal momento lanzó sus tuits como una venezolana
indignada. Los patriotas cooperantes la acusaron y la entregaron”, dice,
en referencia al término que el chavismo gubernamental ha acuñado para destacar
a sus informantes o soplones. Está segura de que le hacían seguimiento hace
mucho tiempo. “Tiene una cuenta muy grande (56.000 seguidores en el momento
de la detención). Ya la habían atacado antes, quisieron amedrentarla. Pero
ella no hizo una denuncia nunca”. Aunque, en verdad, sí presentó una. Fue en
2011, en la policía judicial y contra el entonces presentador estrella de la
estatal Venezolana de Televisión (VTV), Mario Silva, conductor del programa
La Hojilla –antes diario, ahora confinado a un horario marginal de los
sábados–.
–¿Tu hermana es
opositora?
–Totalmente.
Cabeza caliente
Inés tiene una cabeza
privilegiada. Se graduó de Química en la Universidad del Zulia (LUZ), hizo una
maestría en el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (Ivic) y un
PhD de Química Cuántica por la Universidad de Ohio (Estados Unidos). Ahora
devora libros de Química en la celda que comparte con once mujeres más. Desde
pequeña hizo eso, leer, estudiar, leer, “Inesita siempre estuvo más preocupada
por la cabeza que por la apariencia”. Muy centrada en la cosa académica, le
encantaba dedicar las noches caraqueñas a investigar. Lo hacía en las
instalaciones del Ivic, a las afueras de Caracas, pero también en la casa en la
que le dieron para ese tiempo. Hasta que un día, de golpe, la sacaron.
Según el Instituto
Venezolano de Seguros Sociales (IVSS), el último lugar en el que trabajó fue en
la institución científica del Estado. Al parecer, después de 52 semanas, un año
de trabajo. Y no hasta un poco antes de su detención, como se ha dicho hasta
ahora, sino hasta el 15 de marzo de 2013, cuando la cesaron. Luego estuvo en el
Politécnico Santiago Mariño, un instituto privado, donde empezó a dar clases el
10 de septiembre de 2013 en el turno nocturno. Duró un mes y recibió dos pagos,
de 700 y 400 bolívares, aproximadamente.
Su
anterior cotización fue en 2007 por 35 semanas. No parece un ejemplo de
estabilidad laboral. No se conoce con certeza en qué tiempo estuvo en Ohio. Pero
se devolvió. En una versión, habría vuelto porque no consiguió trabajo después
de un tiempo. Porque, aunque Inés es “inteligente y capaz, es demasiado humilde
en el trabajo, no sabe promoverse”. Además, es peleona, contestona, no se calla,
pelea por todo. En otra versión, regresó en parte porque allá en Estados Unidos
no le gustaba, “porque ella es de inclinación de izquierdas”. Dos versiones para
dos personas muy cercanas a ella: su padre y un exnovio.
“Ella
viene de Ohio y asume un cargo en Pdvsa bien importante”, cuenta el exnovio,
mencionando a la poderosa empresa estatal de petróleo. “Pero comienza a darse
cuenta de que hay una descomposición, que ella fiscalizaba algo, pero había
otras operaciones por detrás”, sigue. El exnovio la pinta como una mujer de
posiciones fuertes, sin prudencia. “Los grises no aparecen ahí”. Confrontaba,
“tiene los pantalones puestos”.
–¿Ella
era chavista?
–Era pro proceso en algunas cosas.
Círculos sobre las íes
“Es
una mujer joven, con orden, con mucha estructura mental, que ejerce el
control sobre los demás y sobre sí misma. Es creativa, imaginativa y
egocéntrica, su mundo está en torno a ella. Tiene una ligera inestabilidad
emocional”. José Manuel González, grafólogo, no sabe quién es Inés González
Arraga. Tampoco se le ha dicho nada sobre ella. Analizó para este reportaje la
letra de González o, al menos, la que aparece como su letra en una carta desde
la prisión que se le atribuye y que recientemente circuló por varios medios
electrónicos.
Aunque
tiene matices propios de gente muy joven, de adolescente grande –como la carita
feliz o los círculos sobre las íes–, lo amortigua el orden que tiene, los
renglones rectos, los márgenes verticales. “Eso compensa la inestabilidad”.
Tiene una forma de pensar y valores muy rectos, exigentes, ratifica el
grafólogo: se apega mucho a sus creencias, es firme, pero “no valora la imagen
de autoridad. No se deja impresionar por la figura de autoridad, ni siquiera por
la del papá”.
Se
trata de un retrato hablado de Inesita que casi suscribiría su exnovio,
cuya identidad ya ha llegado el tiempo de revelar: se llama Igor Alcalá. Su
relevancia en la historia de ella va más allá de esa relación, que ya terminada,
todavía produce efectos. Alcalá es secretario general del Sindicato Movimiento
de Trabajadores Organizados de Los Medios Audiovisuales de Venezuela (Motormav).
Era trabajador en VTV hasta que hace un año se le prohibió la entrada a la sede
del canal en la urbanización Los Ruices de Caracas. Aún más: fue integrante por
mucho tiempo del equipo técnico del programa Aló, presidente, el
maratónico dominical del fallecido Hugo Chávez. Y, lo que es más significativo,
enemigo de Mario Silva, el rostro, cerebro y voz del programa que el mismo
Chávez decía era su preferido en la televisión oficial.
Alcalá
admite que hasta para él, con todo el tiempo que estuvo junto a la mujer, la
metamorfosis de Inés González resulta un enigma. En esa nebulosa se le escapa
hasta el dato preciso de cuánto tiempo estuvieron juntos. Fue una relación de
cerca de un año, entre 2010 y 2011, dice. Lo que sí recuerda es que “rompimos
por algunos excesos de ella en la relación en sí. En mi familia nunca vi peleas
o roces”, cuenta. Quizás sabiendo que una relación acaba pero algo bueno hubo,
retoma y dice de Inés que es una mujer con una gran capacidad intelectual, muy
preparada. “Es un amor”.
Pero
también dice que su exnovia era una persona muy apasionada, indetenible en ese
tema de la pasión para que las cosas cambien, “sensible con lo cotidiano, una
sensibilidad que la llevaba a ser muy radical”. Reflexiona delante del segundo
café con leche y dice que puede que todo eso se alimentara con Twitter “y ese
poco´e seguidores que llegaron después”.

González Arraga hizo un PhD de Química Cuántica en la Universidad de Ohio; luego regresó a Venezuela. Foto: Instagram/inesitafotos.
De
la personalidad de Inés González da testimonio un incidente de celos que Alcalá
rememora. Su novia para entonces consiguió colarse en la cuenta de correo
electrónico de Alcalá, donde encontró que este había enviado su currículo a una
mujer llamada Claudia. “Le puse las cosas que se le ponen a una amiga, porque
Claudia era mi amiga, tenía buena relación. Que si ‘hola, mi amor’, ‘qué bueno
que estés haciendo esto’, etc”. Pero a Inés esa camaradería con roces dulzones
no le gustó. Y sintió unos celos muy fuertes. Y de la nada aparecieron unos
blogs, de los que no hay a quién atribuírselo, que atacan a Claudia, en la que
le dicen, entre otras lindezas, que “acosó a un hombre que no le paraba bolas
por fea, por tener los dientes escoñetaos” o que se metiera en un gimnasio “a
ver si ocurría lo imposible y rebajabas toda esa celulitis que te invade los
muslos y la barriga y te acompleja enormemente”. Pero sí sabemos que Inés,
directamente, mandó tuits a Claudia. “Le dijo quitanovios y cosas así. La
atacaba mucho y eso afectaba a Claudia”.
Claudia
denunció a Alcalá por delitos informáticos. En ese tiempo a él le habían
hackeado la cuenta y trató de justificar ante el comisario del CICPC (siglas del
Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas, auxiliar del
poder judicial) que atendió el caso que no era él quien atacaba a Claudia por
las redes sino, “como le dije al comisario, con mucha pena, que seguramente era
mi novia”.
Claudia,
por cierto, tenía con qué movilizar a la policía científica. Resulta que la
Claudia de este enredo era Claudia Almeida, ex gerente de Programación de VTV y
quien ocupó un cargo de relevancia en el Ministerio de Comunicación e
Información (Minci) durante la gestión de Andrés Izarra. Para abonar más a su
influencia, el testimonio de Alcalá y un tuit de Francisco Poleo en septiembre
de 2011 señalan a Almeida como “familiar” o “la persona detrás” de N33, el
justiciero vengador prochavista que durante una campaña de varios meses sembró
el terror entre periodistas y dirigentes de oposición cuyas cuentas en Twitter
hackeó. Claudia Almeida no era alguien con quien uno debiera meterse.
Claudia
Almeida, cuenta Alcalá, tenía para la época del incidente una amiga periodista
en el departamento de prensa del CICPC, a quien se le ocurrió enviar un mensaje
privado (DM, o Direct Message) de Twitter a Inés González desde la cuenta
de prensa de CICPC. Pero al recibirlo, Inesita lo puso en su blog
elmundosegunines.blogspot.com –ahora inhabilitado– y lo tuiteó, diciendo que el
Estado la acosaba. “Ahí empieza la popularidad de Inesita. Es lamentable
decirlo, pero fue por un tema de celos”, sostiene Alcalá.
La
tensión desembocó en un estallido, sigue Alcalá, cuando Inés González, que en
ese tiempo aún se identificaba como @igonzalezarraga en Twitter, se atrevió a
poner una denuncia ante el CICPC de Maracaibo en la que acusaba a Mario Silva
del asesinato de uno de sus propios escoltas. Los ataques en Twitter se
sucedieron. Inés no escatimaba en decirle “asesino” o “drogo” al hombre de
televisión, ni Mario Silva en responderle. Empezó a nombrarla en La
Hojilla, su programa en la televisión estatal dedicado a hacer
bullying nocturno a figuras de oposición y de los medios independientes,
con frecuencia alimentado con información de los servicios de inteligencia del
Estado. Inés también atacaba al entonces copresentador de La Hojilla,
Jorge Amorín. “Ella era chavista. Cambia con todo este lío. Todos los problemas
que tenía en su relación los sacaba Mario Silva en el programa. Incluso sacaba
fotos”, cuenta un conocido cuyo nombre pide mantener en reserva.
Ahí
vinieron los sucesivos hackeos de la cuenta @igonzalezarraga y una guerra
comunicacional 2.0 donde aparecen varios blogs en los que le dicen “ratica
estéril”, “Inesita la fracasadita”, “carroña mal pagada” o “chavista disfraza de
escuálida”.
La
saña con que ese fuego cruzado se manifestó en la realidad virtual de Internet
tiene un origen: Alcalá, el exnovio de Inés González, y Mario Silva, son
enemigos jurados. Alcalá, que fue parte de su equipo, cuenta que tuvo varios
encontronazos laborales con Silva y terminó por denunciar sus presuntos desvíos
de fondos. Asegura que debió tomar medidas especiales para preservar su vida y
seguridad, pero no tomó en cuenta otro flanco inesperado: Inesita.
“Inés
buscaba protegerme ante los medios y señaló a este señor. Le dije que se quedara
de bajo perfil, porque era un tema político, muy sensible, pero no me hizo
caso”. Como cualquier pareja, hablaban. Y muchas de las cosas que Alcalá le
contaba en confidencia, ella las publicaba en Twitter, a pesar de sus
advertencias. Sobre la denuncia en sí, vinculada con la acusación en que
González señala a Mario Silva de haber matado a su propio guardaespaldas, Igor
Alcalá reitera que es un tema muy sensible. “Yo pudiese darle la afirmación a
Inés al respecto, lo que no tengo son las pruebas”.

Copia de la carta que Inés González recientemente escribió desde los calabozos del Helicoide, a nueve meses de su reclusión.
Mario
Silva nunca contestó a una petición que se le envió vía correo electrónico para
que hablara del caso a la autora de esta nota. Jorge Amorín, en cambio, recordó
que Inés González lo atacó y realizó múltiples amenazas contra su persona,
aunque dijo que no tenía interés en comentar el episodio. Claudia Almeida, que
tampoco accedió a declarar para el reportaje, mantiene, según versiones, una
denuncia contra González aún pendiente de decisión en el Poder Judicial y por
ello prefiere guardar silencio.
Entre
hackeo y hackeo, Inés sacó la cuenta @FueraLaHojilla, que llegó a tener miles de
seguidores, acusó a Claudia Almeida de ser la autora de esos delitos
informáticos y siguió batallando desde su trinchera cibernética contra Mario
Silva y Jorge Amorín. Cuando finalmente se apropiaron de @igonzalezarraga y no
pudo usarla más, cambió el nombre de @FueraLaHojilla por el que la hizo famosa,
@inesitaterrible. El resto es historia.
La prisión no es de bits
Echar
la vista atrás en la historia digital de Inés González Arraga es como tratar de
buscarla en su vida real. Hay varias historias que se solapan, muchos huecos,
ruido, gente que la conoce, se ha escrito con ella pero no la ha tratado en
persona, quienes creen que estuvo en un lugar, pero no, quienes dicen que tiene
una ideología, pero no. Como se vio, no siempre fue @inesitaterrible, pero ya
daba que hacer con su alter ego anterior @igonzalezarraga, del que quedan
solo los rastros de algunas menciones y RTs. Incluso estos rastros hay que
seleccionarlos y analizarlos como si de los restos de un bombardeo se tratara.
Porque hay pedazos de esta historia que no son de Inés González, sino de quienes
la adversaron en Internet.
Su
cuenta fue hackeada varias veces. En 2010 aún no se había declarado la guerra y
la cuenta –sus restos– muestra apoyo al entonces presidente Hugo Chávez.
“@igonzalezarraga: @luistascon entiende Tascón...Chávez además de locos los
tiene impotentes!!”. A Patricia Janiot, la narradora colombiana de
noticias de CNN en Español, también la increpó: “En #Venezuela es gratis la
atención médica”. Hasta le llegó a escribir a sus futuros contrincantes,
Jorge Amorín y Mario Silva, para conseguir que Chávez ofreciera explicaciones
por haber quitado a Eduardo Samán como ministro de Comercio. Pero, aunque se
mostrara afín a la Revolución, nunca se ahorró críticas.
“En
este país es preferible ser delincuente que pensar diferente”, remarca Marisol.
Para ella, la hermana tuitera era asertiva, objetiva en lo que ponía en sus
tuits. “No solo criticaba al Gobierno, sino a cualquiera que no le pareciera”.
El
papá le dijo muchas veces que dejara de tuitear, que le podía pasar algo.
Incluso, para que su hija escarmentara en cabeza ajena, llegó a inventarse
ejemplos de gente a la que le había pasado algo por tuitear. Ella, peleona,
contestona, no escuchó al padre, le decía que a ella no la iban a buscar, que no
andaban pendientes de lo que ella dijera. Y siguió. “Como no trabajaba,
estaba todo el día ahí metida en el Twitter”.
La
hermana cree que alguien dio detalles personales de ella, “la tenían fichada”.
Habla del primer encuentro en el Helicoide, y recuerda cómo lloraba, cómo
Inés pedía disculpas, se lamentaba por todo lo que estaba pasando. “Ha tomado el
tema con bastante fortaleza. Es mi heroína”, dice Marisol, sonríe, y añade que
ella, en su lugar, estaría destruida. En cambio, Inés se permite hacer bromas:
no se plantea una huelga de hambre, “ella dice que lo que está es en huelga de
hombres”. Y extraña mirar arriba y ver el cielo. Lloró mucho cuando murió el
Aviador, Rodolfo González, el sexagenario que según la versión oficial
cometió suicidio en marzo pasado tras casi un año recluido en los calabozos de
la policía política, compañero de cautiverio en el Helicoide. Y sí, ha tenido
miedo, porque aunque se muestra fuerte, encarada y frontal, tiene sus momentos
de debilidad. “Está muy cansada. Está indignada. Dice que no puede ser que los
delincuentes comunes estén en la calle a los dos días”.

Antes de ser la ya célebre @inesitaterrible, ya se había presentado en Twitter como @igonzalezarraga. Perdidas entre los bits de la tuistosfera, hay muestras de que desde esa cuenta simpatizaba con el proyecto político del expresidente Hugo Chávez.
Entre los integrantes
de la autodenominada Resistencia de Maracaibo, célula madre de las
guarimbas de 2014, nadie la conoce en persona. Nunca la vieron en la
Plaza de La República de la capital zuliana, epicentro de las protestas. “No
conocía a Lorent Saleh (dirigente juvenil de la oposición extremista),
era una ciudadana normal. Ellos (el Gobierno) saben que mi hermana no
está vinculada con nada”. Igor Alcalá dice que en más de una ocasión la animó a
que desarrollara su liderazgo en Zulia, que él la ayudaba. “No sé qué pasaba, no
se quería activar. Quién sabe si por tantos años detrás del teclado”. Y se
lamenta de que no diera el paso para ser una figura pública: “Si lo hubiera
hecho, puede que no estuviera presa”.
Marisol tiene su
posición clara: la quieren callar. “Hablaste, me criticaste, sabes expresarte,
la gente replica lo que tú dices… Es como una bandera: Miren a @inesitaterrible,
miren lo que hizo y cómo les va a ir si lo hacen”. Alcalá coincide. “La
medida de meterla presa es darle una respuesta a los tuiteros opositores. Y con
lo de Mario Silva hay un cobro de factura. Estoy seguro de que él metió ahí
alguna opinión, de que si a ella se le metía presa, se callaba a más
tuiteros”.