La balada de Leopoldo López

El prisionero político más afamado del chavismo cumplió en febrero su primer año tras las rejas. En ese tiempo ha enfrentado un juicio lleno de incidencias, al que todos suponen condenatorio, y vejaciones en la cárcel militar de Ramo Verde. Una visita a una de sus audiencias, y las respuestas a un cuestionario que se le hizo llegar a prisión, dan cuenta de las vicisitudes por las que ha pasado.
Aún falta mucho para
saber si a fin de cuentas la prisión habrá templado el carácter de Leopoldo
López del modo en que el cautiverio moldeó liderazgos como los de Nelson Mandela
o Pepe Mujica. Lo que de momento queda claro es que un año en la cárcel militar
de Ramo Verde, a unos 30 kilómetros al suroeste de Caracas, ha sido suficiente
tanto para convertir al exalcalde de Chacao (municipio del noreste del área
metropolitana de Caracas) y dirigente del partido Voluntad Popular (VP) en una
causa célebre internacional de los Derechos Humanos, como para catapultarlo al
primer lugar de las preferencias entre los votantes de oposición en Venezuela,
según revelan las encuestas, un sitial que disputa con el gobernador del estado
Miranda y dos veces candidato presidencial, Henrique Capriles
Radonski.
¿Era ese el cálculo que
tenía en mente cuando se entregó a las autoridades el 18 de febrero de 2014, en
medio de una multitud congregada en la Plaza Brión de Chacaíto? Quizá sí. Y si
fue así, le atinó al pronóstico. Pero también debió contemplar en su cálculo de
riesgos los costos de ponerse a merced de un proceso judicial que se inició en
julio y cuyos vaivenes rescatan el sentido del adjetivo kafkiano.
El Gobierno, a través
de la Fiscalía -a la que controla con riendas cortas-, atribuye a López la
instigación de la oleada de disturbios que durante tres meses, de febrero a mayo
de 2014, asoló a las principales ciudades de Venezuela y que solo se sofocó con
un saldo de 43 muertes, más de 800 heridos y 3.000 detenciones. En particular,
el Gobierno quiere demostrar que los discursos de López durante el lanzamiento
del movimiento La Salida llevaron a unos jóvenes a iniciar un conato de incendio
y causar daños en la fachada de la sede de la Fiscalía General de la República,
en el barrio de La Candelaria, en el centro de la capital venezolana, el propio
12 de febrero, verdadero Día de la insurrección callejera.
El caso llegó al
Tribunal 28 de Juicio de Caracas. Su titular, Susana Barreiro, es una abogada
joven, menuda, de pelo lacio y tez pálida, a la que se le hace difícil proyectar
la voz en la Sala de Audiencias en el Palacio de Justicia de Caracas, un
edificio levantado en los años 50 por la última dictadura militar que sufrió
Venezuela y que de manera incompleta se intentó remodelar como sede de las
cortes penales en los 90. Sobre la cara oeste del edificio, dos inmensas vallas
con las imágenes de Hugo Chávez y Nicolás Maduro acompañan la consigna de
"Chávez vive, la lucha sigue", a la vez que siembran dudas más que razonables
sobre la imparcialidad de la justicia que allí se imparte.
La sala que sirve de
escenario para el juicio oral muestra, en cambio, un decorado magro, propio de
una burocracia impersonal.
La circunscriben
paneles de formica beige. Adheridos a ellos y manuscritos, varios carteles
advierten sobre las reglas que los asistentes a la sesión deben observar. Dos
cuadros, uno con Simón Bolívar y otro con el escudo nacional, dominan el recinto
desde el fondo. A la entrada hay una primera área para el público, con bancos de
iglesia donde se pueden acomodar veinte personas, cuando mucho. Luego sigue una
segunda zona con bancos, de superficie apenas menor, para la decena de abogados
de la defensa, que no es solo la de López, sino la de cuatro jóvenes, de entre
20 y 35 años de edad -Marco Coello, Christian Holdack, Ángel González y Damián
Martín, todos detenidos durante los eventos del 12 de febrero-.
Al lado opuesto, los
representantes de la Fiscalía, Narda Sanabria, Franklin Nieves y José Gregorio
Foti. Los dos primeros llevan la batuta en el interrogatorio de los declarantes,
que se sientan en un podio separado del salón por una baranda de madera. De
Nieves se dice que está a punto de retiro, y que ha aceptado de mala gana este
caso, una última cucharada de purgante antes del merecido descanso.
Como los abogados de la
defensa y la propia juez, los fiscales van de toga negra, alguna con ribetes de
color. La majestad que se pretende con la prenda se desvanece, sin embargo, con
el aspecto de Sanabria, un compendio de los lugares comunes que se le achacan a
la moda de las abogadas: zapatos de plataforma, una gruesa capa de panqué y el
cabello teñido de rubio con reflejos.
Por modesta que sea, la
sala parece obrar entre sus paredes el prodigio de la dilatación del tiempo. Los
días de audiencia, López es trasladado desde Ramo Verde al centro de Caracas
entre tres y cinco de la madrugada. La sesión debe comenzar entre las diez de la
mañana y la una de las tarde. Pero invariablemente se retarda sin que haya
explicación oficial para ello. El día en que este reportero asistió, la
audiencia empezó a las tres y media de la tarde.
Pero todavía hay más
sobre la relatividad del tiempo: si al comenzar el proceso se daba largas al
asunto –a veces transcurrieron dos semanas entre audiencias-, ahora se celebran
tres audiencias a la semana, 120 horas al mes, a toda máquina judicial. El rumor
es que se quiere condenar a López antes de que venza el período de postulación
de candidatos a la Asamblea Nacional.
Con prisa o sin ella,
la acusación no parece tenerlas todas consigo. En la audiencia anterior, su
testigo estrella, una lingüista de la Universidad de Los Andes (ULA), Rosa
Amelia Asuaje, traída desde Mérida (ciudad universitaria en la región
suroeste-andina de Venezuela) para separar el polvo de la paja en el discurso de
López y poner así en evidencia su llamado a la violencia, había dicho, tras
repasar 80 horas de grabaciones de alocución del dirigente opositor, que no
podía afirmar tal cosa. Para reducir los daños producidos por este inesperado
gesto de honestidad de la profesional, luego la acusación promovería como perito
experto al director de la policía judicial, José Gregorio Sierralta, que no tuvo
pudor para asegurar que el discurso “agresivo y violento” de López manipuló a
los jóvenes manifestantes del 12 de febrero de 2014.
De estos detalles
apenas se entera la opinión pública, como no sea a través de los esporádicos
boletines de prensa del Ministerio Público, siempre sesgados, y a pesar de los
esfuerzos de los bien organizados familiares y allegados de López. Diversas
señas indican que el caso ha perdido momentum para los medios. Los piquetes
antidisturbios, los cortes de avenidas y, en general, las medidas de seguridad
de los albores del juicio, se han relajado de manera ostensible.
Aun así, se trata del
Monstruo de Ramo Verde, como el presidente Maduro se refiere a López. En
noviembre pasado la policía política apresó en el barrio de La Candelaria
(centro de Caracas, nada lejos del sitio del juicio) a un grupo de militantes de
Voluntad Popular a los que acusó de planear un atentado con explosivos contra el
Palacio de Justicia para liberar a López.
Además, el Gobierno no
quiere que quede constancia de ningún discurso para la historia por parte de
López. Para asegurarse de ello ha conseguido que la juez ponga toda clase de
cortapisas con tal de impedir el acceso a un acto eminentemente público como lo
es, por ley, un juicio oral. No se permiten ni periodistas ni representantes
diplomáticos. No se puede tomar nota y quien quisiera tuitear, por capricho o necesidad, no
podrá hacerlo pues todos los equipos electrónicos son incautados en la entrada.
Al padre del acusado,
Leopoldo López Gil, le ha sido prohibida la entrada desde que en febrero los
alguaciles del tribunal descubrieron que grababa la sesión con unas gafas de
espionaje, que llevan cámara incorporada. Los familiares y los abogados del
exalcalde se quejan de que no pueden ver el registro en vídeo de las audiencias
que lleva la corte.
Por cierto, durante la
audiencia a la que este reportero asistió, de pronto la secretaria del tribunal
descubrió que la cámara de vídeo oficial no funcionaba. Para entonces, ya
Christian Holdack llevaba más de 20 minutos de una extensa declaración en la que
relató las circunstancias en las que cayó detenido, el 12 de febrero de 2014,
cuando fue a cubrir, como videasta, la marcha juvenil de la oposición. Su
testimonio, con toda probabilidad, se perdió en el desperfecto electrónico.

En otros tiempos, de campaña en la calle. Foto: Flickr/Leopoldo López.
Cuando
después habló Leopoldo López, quien también había pedido declarar, lo hizo con
voz clara y cadencia pausada. La grabación de video ha sido restituida pero se
diría que López ha elegido encarnar a un profesor no para la cámara, sino para
garantizar un efecto didáctico ante el juez y los fiscales, sus contrapartes. El
contrainterrogatorio al que lo someten luego de sus palabras es ligero, por no
dejar. La juez Barreiro le pregunta, por ejemplo, si los riesgos de los que
advertía a sus seguidores en sus arengas antes del 12 de febrero, respondían a
una conciencia previa por parte de López de la violencia que se iba a desatar.
López,
que estudió en Harvard, apela a una parábola para responderle: “Acá en todas las
audiencias la juez hace un receso como a las seis y media de la tarde para que
los abogados y todas las partes puedan ir a buscar sus carros y los estacionen
dentro del Palacio de Justicia”, empieza la analogía, mientras hace un paneo con
sus ojos por todos los asistentes, como calibrando las reacciones que genera la
imagen que utiliza. “Eso lo hace la juez porque sabe que el centro de Caracas es
una zona peligrosa y quiere darle la oportunidad a los demás de que busquen su
carro y para que no tengan que caminar en esta zona más tarde. Ahora bien, si
alguien no le hace caso a la juez, y no va a buscar su carro y después lo
asaltan, a nadie se le ocurriría atribuirle responsabilidad a la juez por ese
asalto, aunque ella conocía los riesgos”.
Se
asoma un Leopoldo López distinto al muchacho de mente despierta pero impulsivo
que retratan algunos testimonios de colaboradores y adversarios, el joven de
familia acomodada, caprichoso, que el oficialismo caricaturiza a veces como
“predestinado desde la cuna para ser presidente”, pero otras demoniza como si de
un curtido agente de la CIA se tratara.
En
ese punto, los efectos presuntos del cautiverio en su personalidad del
cautiverio, arranca el cuestionario que se le hizo llegar a su celda en Ramo
Verde. La transcripción de sus respuestas, originalmente puestas sobre papel con
la caligrafía nerviosa y, aun así, por demás legible, de López, aparece a
continuación. Era el segundo intento. Al primero, el borrador de López quedó
destruido tras una violenta requisa en su celda. En este, exitoso, el prisionero
ha querido estampar, también manuscrito, un certificado de autenticidad al final
del escrito, junto a su firma: “Esta entrevista la escribí en mi celda de la
Cárcel Militar de Ramo Verde el 5 de marzo de 2015”.
Entrevista
“En
prisión siento una libertad más profunda que cuando estaba en libertad
plena”
PREGUNTA:
En su audiencia se le ve más aplomado, centrado, en comparación con su
acostumbrada imagen pública, ¿en qué cree que lo ha cambiado esta experiencia
como ser humano y en su perspectiva política?
RESPUESTA:
La cárcel es una experiencia dura, especialmente si se es inocente y esta viene
cargada de injusticias y violaciones a derechos elementales. Llevo más de un año
en prisión. He sido víctima, al igual que mi familia, de la privación de
derechos básicos. Los primeros seis meses los pasé en total aislamiento del
resto del penal, sin contacto con otros presos y encerrado en mi celda. Cuando
me visitaba mi familia, apenas entraban en mi celda, los guardias cerraban la
reja con candado. No he podido recibir visitas sino de mi familia directa y de
mis abogados. Las conversaciones con mi defensa son grabadas, leen y confiscan
mi correspondencia de manera arbitraria, hemos sido víctimas de requisas
violentas por parte de comandos de inteligencia militar, han lanzado excremento
humano al interior de nuestras celdas y en todo momento somos grabados directa o
clandestinamente por parte de la inteligencia militar y los custodios. Hemos
hecho las denuncias correspondientes. No hemos obtenido una respuesta oficial en
Venezuela, pero hemos obtenido respaldo y respuesta de diversos organismos de
derechos humanos. El más relevante de ellos, por su obligatorio acatamiento
constitucional, es la Comisión de Derechos Humanos de la ONU.
A pesar de estas
dificultades propias de mi condición de prisionero de conciencia, de preso
político, he tenido tiempo para crecer y lo he aprovechado buscando convertir la
adversidad en oportunidad. Desde que llegué a la cárcel me he nutrido de las
experiencias y testimonios de otros prisioneros de conciencia que se han
convertido en una referencia permanente en mí día a día.
Las vidas y el ejemplo
de Mandela, de Martin Luther King, de Václav Havel, de Aung San Suu Kyi, de
Sócrates, de San Pablo y de muchos otros hombres y mujeres me han servido de
inspiración sobre cómo asumir la realidad de estar preso por las ideas, por las
convicciones. De hecho, confieso que he experimentado un sentimiento de libertad
más profundo que cuando estaba en libertad plena. Es la libertad del espíritu,
de sentir la serenidad de defender ideas de libertad ante la turbulencia del
cautiverio y de los abusos de mis carceleros. He aprendido a conocerme mejor y a
arrancar de mi corazón cualquier sentimiento negativo en contra de quienes me
metieron y me mantienen en la cárcel. Pero al mismo tiempo he logrado afianzar y
profundizar mis convicciones. Es estimulante conseguir coincidencias de lo que
estamos viviendo con gigantes de la lucha universal por la igualdad en derechos
y la libertad.
La prisión me ha
permitido pensar y reflexionar mucho sobre por qué estoy aquí y sobre el
compromiso que tengo con Venezuela y con los venezolanos. Me ha permitido
encontrar temas, ideas, principios que se han aferrado a mí de manera profunda y
que estoy seguro me marcarán positivamente para el resto de mi vida. El más
importante de esos principios, sobre el cual he tenido largas horas de
reflexión, es la idea de construir un país, una nación en donde estemos unidos
alrededor del compromiso de que “Todos los Derechos sean para Todas las
Personas”. Esa idea sencilla pero poderosa, ha condicionado mi visión sobre la
democracia, la justicia y la libertad.
La democracia en el
siglo XXI tiene que ir mucho más allá de la formalidad de una elección, o de la
división de poderes, incluso más allá de la idea republicana del imperio de la
ley. En mi opinión, la democracia por la que debemos luchar y por la que hoy
estoy dispuesto a estar y seguir en prisión, es un sistema centrado en la
aspiración de que los derechos de todos sean respetados y promovidos sin
exclusiones ni privilegios. Eso supone la existencia de un Estado eficiente, de
una justicia verdaderamente justa y de una ciudadanía activa. Lograr que nuestro
país garantice todos los derechos para todos solo se puede alcanzar con un
profundo respeto a la libertad y la justicia.
Yo crecí leyendo sobre
nuestra historia y sobre filosofía y política. Siempre leí y creí que conocía el
significado de ideales como la libertad, la igualdad y la justicia. Pero ha sido
desde mi experiencia en la cárcel que he llegado a comprender su significado. Es
difícil hablar de justicia si no se ha vivido la injusticia, es difícil hablar
de libertad si no se ha sido privado de ella. En ese sentido, le doy gracias a
Dios por haberme permitido transitar este camino de dificultad y así convertir
la adversidad en crecimiento, en una oportunidad.
P: ¿Teme usted que su
permanencia en prisión le haya aislado de la realidad de las calles, hasta el
punto de que su interpretación del momento político pueda quedar condicionada
por ello?
R: Busco mantenerme
informado de lo que ocurre en el país leyendo prensa, con las limitaciones que
tenemos todos los venezolanos para tener acceso a la información, debido al
secuestro de la libertad de expresión en el país. Mi familia me mantiene
informado y los días de audiencia de mi juicio puedo hablar con abogados,
alguaciles, personal de seguridad y otros presos. Lo que ocurre en el país es de
lo que se habla. De las colas, de la escasez, de la inseguridad, de la falta de
respeto del Gobierno. De hecho, es común el comentario: “Cuando salgas en
libertad te vas a encontrar con otro país. Si estábamos mal, ahora estamos mucho
peor”.
Ciertamente estoy preso
y he pasado la mayor parte del último año encerrado en mi celda, es decir, preso
incluso dentro de la cárcel. Estoy más preso que los otros internos de Ramo
Verde. Pero lejos de aislarme de la realidad del país, esta experiencia me ha
acercado mucho a la realidad que viven los venezolanos. He aprendido de las
vivencias de jóvenes presos, de sus familiares, de las carencias del sistema de
justicia, de la corrupción que ha infectado todos los sectores. He aprendido a
conocer de cerca el mundo militar porque estoy preso en una cárcel militar y mis
custodios son militares. He conocido de cerca las vivencias, las expectativas
del soldado, del sargento, de los oficiales. He vivido en carne propia la
injusticia de jueces y fiscales corrompidos, de la dilación de la justicia
procesal, de las condiciones de los presos.

Con las banderas de su partido, Voluntad Popular. Foto: Flickr/Leopoldo López.
Insisto, mi experiencia
en la cárcel, lejos de alejarme de los problemas de los venezolanos, me ha
acercado a ellos. Los vivo y comparto lo que veo y reflexiono con mi familia,
que también es víctima de la carencia de justicia al igual que otras miles de
familias más.
Por otra parte, tener
la posibilidad de ver la dinámica política desde la distancia me ha permitido
tener una apreciación del mundo político más profunda y con una perspectiva
histórica que me ha dado una mejor precisión del momento que vivimos.
Hoy entiendo por qué la
cárcel ha marcado profundamente la vida y la perspectiva de muchos líderes de
Venezuela y del mundo. La cárcel es una especie de prueba de fuego para las
ideas y el carácter de quienes la sufrimos por los ideales de cambio. Ideales
que son y han sido criminalizados por regímenes autoritarios a lo largo de la
historia.
P: Los estudios de
opinión muestran de manera consistente que usted es, junto al gobernador
Henrique Capriles Radonski, uno de los dos líderes de oposición más reconocidos
y respaldados. Algunos interpretan esos números como un premio a su actuación
del año pasado, otros sostienen que solo reflejan una solidaridad circunstancial
por su estadía en la cárcel. ¿Cómo los interpreta usted?
R: En mi opinión, lo
más relevante de los estudios de opinión que he podido leer es la profunda
vocación de cambio que hoy tenemos los venezolanos. Cuando Maduro llegó al poder
en unas elecciones cuestionadas, 49% de los venezolanos evaluaba la situación
del país como negativa. Hoy, 86% de los venezolanos tienen una apreciación
negativa de lo que ocurre en el país y 80% evalúa negativamente el mandato de
Nicolás Maduro. Eso representa un cambio significativo que sitúa a la inmensa
mayoría de los venezolanos del lado de la aspiración de un cambio de rumbo, de
un cambio profundo. Siendo esta la realidad, nuestra prioridad tiene que ser
canalizada por el camino constitucional y democrático. Mientras tanto, en
paralelo, debemos ir definiendo las propuestas concretas que nos permitirán
convertir esa vocación de cambio en una transformación positiva para todos los
venezolanos. En ese camino todos los líderes y liderazgos democráticos somos
necesarios y estoy seguro que todos tendremos una contribución positiva y
constructiva para el momento en que nos corresponda construir una mejor
Venezuela.
P: El presidente Maduro
ofreció retóricamente liberarlo si Estados Unidos liberaba de manera simultánea
a un independentista puertorriqueño. Más allá de ese gesto de Maduro, ¿percibe
usted que se ha convertido en moneda de cambio del Gobierno en una mesa de
negociación?
R: El comentario en el
que ha insistido Maduro de canjearme por otros presos, es la confirmación
pública de mi condición de preso político, preso de Nicolás Maduro. Maduro, con
esta afirmación reiterada actúa como el representante de la guerrilla o de una
banda de secuestradores en lugar de como Jefe del Estado, que en democracia no
tendría ni que opinar ni pretender incidir en procesos judiciales.
P: En 2014 se hizo
evidente una fractura al interior de la oposición. En este momento, desde la
cárcel, ¿considera necesaria la unidad opositora? En caso afirmativo, ¿qué
propone para lograrla?
R: Unidad de todos los
factores democráticos en todos los terrenos. No puede haber fracturas que nos
debiliten. Requerimos unidad en la protesta y unidad en lo electoral, unidad en
la calle y unidad en el voto. No son estrategias excluyentes, más bien las
considero complementarias. La clave de la unidad está en tener un propósito
común y en no hacer de la unidad un fin en sí mismo. Es la unidad para el
cambio, la unidad para superar la pobreza en paz y en democracia, la unidad para
construir las bases de una democracia sólida basada en el respeto de los
derechos de todos, la unidad para el progreso de todos los venezolanos. Es
decir, el cerebro de la unidad tiene que ser la base de una visión compartida
por millones de venezolanos de la Venezuela que queremos, la que merecemos, una
visión compartida que emocione y movilice a la gente. Y hoy estamos mucho más
cerca de ese cambio a pesar de la difícil situación del país.
P: En recientes
declaraciones el ex presidente uruguayo José Mujica diferenció entre una
oposición venezolana pacífica, liderada por Capriles, y una inmediatista que
intenta "voltear" al presidente Maduro. ¿Se reconoce usted como líder o parte de
la segunda?
R: Sobre las opiniones
del expresidente Mujica, leí sobre su rechazo al hecho de que en Venezuela
existan presos políticos y sobre su advertencia de un posible golpe militar de
izquierda. De esa manera hacía clara alusión a un golpe militar dado por las
propias fuerzas del chavismo. Dijo que no había opinado sobre Venezuela antes
porque no tenía todos los elementos concretos. Espero pueda profundizar en las
instancias correspondientes sobre estos graves señalamientos. Sobre sus
opiniones de la oposición no he leído nada, por lo que no puedo hacer referencia
a ellas.
P: Al menos dos
naciones, España y Colombia, han arriesgado una crisis diplomática con Venezuela
al pedir que lo liberen. ¿Qué diría a los mandatarios de esos países para que
perseveren en ese reclamo?
R: Los pronunciamientos
a favor de la liberación de los presos políticos en Venezuela han sido muy
diversos y contundentes. Las Naciones Unidas, el Parlamento Europeo, Colombia,
España, Estados Unidos, Canadá, Perú, la OEA en voz de su secretario general,
Amnesty International, Human Rights Watch, La Internacional Socialista, ODCA,
entre muchos otros, rechazan que existan presos políticos y solicitan su
liberación inmediata. Estos pronunciamientos tan claros y provenientes de
distintos sectores ratifican nuestra inocencia y a la vez lo grave de que el
Gobierno tenga como práctica el encarcelamiento de la disidencia política.
P: Este cautiverio ¿ha
resultado más largo de lo que pensaba? A raíz de lo que ha pasado, ¿modificaría
su decisión de entregarse en febrero de 2014?
R: Cuando me presenté
voluntariamente ante las autoridades de la justicia injusta sabía que me estaba
exponiendo a un largo cautiverio, a un encarcelamiento injusto que podría durar
mucho tiempo. Desde un año antes del 18 de febrero del 2014, Maduro me había
amenazado con cárcel innumerable cantidad de veces en cadena nacional. Estas
amenazas me permitieron prepararme mentalmente y preparar a mi familia para este
escenario. Lo hable mucho con mi esposa Lilian, quien ha sido mi voz ante
Venezuela y el mundo, pero más allá de eso le ha tocado ser padre y madre de
nuestros hijos Manuela y Leopoldo. A ella le estoy eternamente agradecido por
ser mi principal apoyo en estos momentos difíciles. Viendo en retrospectiva lo
que ha ocurrido, volvería a tomar la decisión de entregarme a una justicia
injusta. La otra opción que se me presentaba, el exilio, el destierro, hubiese
sido mucho más dolorosa y me sentiría más preso de lo que estoy en esta cárcel.
Decidí dar la cara y asumir mi responsabilidad por haber convocado a la protesta
pacífica a favor de un cambio político como condición necesaria para el cambio
social y económico. Hoy estoy preso, pero soy libre de espíritu.
P: A la reciente
detención del alcalde Ledezma parece que seguirán otras de dirigentes de
oposición. ¿Cree usted que esos cautiverios lograrán intimidar la protesta? Si
no, ¿cómo va a evitarlo la dirigencia opositora?
R: La persecución y la
criminalización de la disidencia política van a continuar. Al menos esas son las
señales claras que manda el gobierno de Maduro con el encarcelamiento de
Ledezma, la condena a ocho años de jóvenes por protestar, el
encarcelamiento de twitteros, de
empresarios, de líderes sociales. Ante esa realidad nos toca mantenernos firmes
y llenos de esperanza, y de comunicar como podamos que nuestra lucha a favor de
una Venezuela democrática, libre y soberana, en donde todos los derechos sean
para todas las personas, vale la pena.
