Luces, webcam y acción

A pesar de la crisis económica que vive Venezuela, hay quienes han logrado salir airosos entrando al mundo de la pornografía o el modelaje erótico en la web. Las webcamers se han convertido en un caso de emprendimiento: con tan sólo unos minutos frente al computador pueden hacer tanto o más dinero de lo que a otra persona en un trabajo común le tomaría un mes.
Como la
bailarina y productora audiovisual que fue por muchos años, Yllen sabe qué
funciona con el público y qué no. Cuida que la luz sea la adecuada, que el
micrófono se escuche y la cámara se ubique en la posición correcta. No duda
tampoco en chequear que el maquillaje y el vestuario estén bien. La diferencia
es que esta vez no transmite desde un gran estudio. Lo hace desde la comodidad
de su sofá, frente a su computadora y lo ha catalogado como “la noche de
vestiditos”.
El
cliente, del otro lado de la pantalla, entra a la sala de chat, le dice a Yllen
lo mucho que le gusta cómo le queda el vestido y pregunta: “¿Lo podrías cambiar
por uno de otro color?”. Ella lo complace no sin antes quitarse de manera
insinuante lo que lleva puesto. Continúan en ese juego por una hora y, así, sin
moverse de su casa, Yllen ha ganado lo que a muchos otros venezolanos les cuesta
un mes o más de trabajo.
Yllen,
quien se hace llamar La diva erótica, es de contextura delgada, cabello rojizo,
sonrisa amplia, sin operaciones de senos o de trasero, está casada y –un dato
todavía más notable, pues contradice el lugar común de las barely legal– tiene
47 años. Trabaja desde hace un poco más de un año como modelo erótica en la web
o lo que se conoce con el anglicismo de webcamer. Un negocio que, gracias a las
infinitas posibilidades de internet, se ha convertido en uno de los más
lucrativos en todo el mundo y especialmente atractivo en Venezuela, donde hay un
control cambiario instaurado desde 2003 que ha provocado la creación de un
mercado paralelo de divisas que supera a la tasa oficial más alta en
600%.
“Todo ha
sido una consecuencia tras otra. La situación del país, tenía pocas alumnas en
mi escuela de danza y la respuesta fue obvia: hay que ganarse el dinero afuera.
Y lo primero que se me ocurrió no fue irme, sino ganarme el dinero por
internet”, responde Yllen cuando se le pregunta cómo inició en el mundo del
webcam y modelaje erótico. “Empecé a darle la vuelta. ¿Cómo gano dinero por
internet? E inevitablemente caes en el mundo del sexo. Y está bien, porque el
sexo siempre ha sido un buen negocio”, agrega. Como Yllen, cientos de
venezolanos están explorando las diferentes aristas de la industria del sexo
como una manera de sobrellevar la crisis económica del
país.

Casada y de 47 años, Yllen incursionó en el mundo de los webcamers motivada por la crisis económica venezolana. Foto: Yllen.net.
Hecho en casa
La
industria del sexo en Venezuela tiene diversas vertientes. Existen las actrices
porno, que usualmente graban sus escenas fuera del país y comercializan su
trabajo internacionalmente; la modelo erótica en la web, que explota el erotismo
o realiza actos sexuales frente a una cámara; la vedette, que representa una
figura sexual mediática (a lo Diosa Canales); y las escorts, que ofrecen
servicios sexuales y son conocidas coloquialmente como “prepagos”. La línea
entre una y otra es muy delgada, pero solo algunas osadas logran desenvolverse
con destreza entre todos los niveles.
En
Venezuela no hay una industria establecida del porno y, como es usual, lo poco
que se hace es producto de la improvisación. “Yo no he visto que en el país haya
una industria como tal porque una industria significa que existan ganancias, que
haya estructura de costos, la creación de compañías, productoras, y nada de eso
existe”, explica David
Páez,
periodista especializado en porno y manager de talentos. Unido a esto, no
existe un marco jurídico que regule la actividad. En el año 2010, hubo un
intento en la Asamblea Nacional de establecer un Plan de Acción Nacional para
prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, prostitución y pornografía.
Pero quedó solo en discusión.
Varias
venezolanas se han abierto paso por su cuenta en la industria global del
porno. Victoria
Lanz y Allison
Miller fueron
las pioneras. Hoy, ambas están retiradas y se convirtieron en
DJs. Verónica
Rodríguez y Rose
Monroe le
siguen los pasos en la actualidad. Las dos están radicadas en los Estados
Unidos. Pero hay quienes no ven la necesidad de abandonar el país para ganarse
la vida mostrando sus desnudeces. “Hay muchos venezolanos que se van un tiempo a
otros países a grabar un par de escenas porno y vuelven. Yo gano mi plata afuera
en dólares y la gasto aquí en bolívares. Para mí es más rentable así”, cuenta
el porn star venezolano Zeus
Rodríguez,
quien espera en un futuro montar una productora en el
país.
“También
el control cambiario ha provocado que productoras de otros países vengan a
grabar escenas en Caracas porque les sale más económico. Aquí podemos hasta
grabar en buenos hoteles y todo el producto se termina vendiendo afuera”,
explica Rodríguez. La estrella del porno español y productor, Nacho Vidal, quien
nunca ha ocultado su predilección por las venezolanas, ha venido a grabar varias
escenas en Venezuela en los últimos años.
Más
allá de la grabación de películas, la industria tanto en Venezuela como en el
resto del mundo se está moviendo inevitablemente al negocio del modelaje erótico
en la web. “Tengo un amor-odio por las webcam. Amor porque es una
nueva forma de hacer dinero pero odio porque ha desplazado el rol del
intermediario (las productoras y managers). Está eliminando el negocio como lo
conocíamos hasta ahora”, comenta Páez con
tristeza.
15 minutos de salario mínimo (y fama, tal vez)
Yllen
hace hincapié en que no se dedica a la pornografía y que el contenido que
produce es solo “altamente erótico”. Además de dedicar parte de sus días a
transmitir en vivo en salas de chats online a través de diferentes plataformas
de internet, en su página web personal ofrece videos y fotografías eróticas,
consejos, intercambio de mensajes “calientes” y sesiones de Skype
privadas.
Yllen.net
cuenta con pasarelas de pago con planes tanto en bolívares como en dólares. Una
sesión privada de 15 minutos en Skype puede llegar a costar 12 dólares, lo que
significa, en el mercado paralelo de divisas, un poco más de un salario mínimo
mensual en Venezuela. “Podría decirse que hago soft porn. Es decir no vas a ver
imágenes explícitas ni penetración. La mayoría de las veces hago un show de
pole, me ven de cuerpo entero y me voy desvistiendo. Pero son pocas las chicas
que se dedican solo al erotismo”, expresa Yllen.
Tal es el
caso de Mabella Rivas, actriz porno venezolana que además de grabar escenas en
otros países y ofrecer shows eróticos en vivo en locales nocturnos, también
realiza sesiones personalizadas por Skype en donde hace mucho más que
desvestirse. “Me contactan por Twitter, me transfieren el dinero y listo. En una
sesión regular me piden que me toque los senos y que me masturbe. Curiosamente
la mayoría son parejas que quieren que las vea teniendo sexo mientras yo estoy
del otro lado de la pantalla”, explica Mabella, quien para el momento cuenta con
34.000 seguidores en Twitter y cobra hasta 30.000 bolívares (alrededor de 30
dólares, apenas, según la cotización del dólar en el mercado negro) por una hora
en Skype.
Mabella
expresa abiertamente que entró al negocio no solo por el dinero sino porque es
un trabajo que disfruta a plenitud. Además cuenta emocionada cómo recibe regalos
de sus admiradores. “Algunos son capaces de darme lo que sea por una sesión en
Skype. También me llenan de regalos. Me envían flores, vibradores, ropa íntima y
hasta me piden matrimonio.”
Para ser
una webcamer simplemente se necesitan una computadora y buena conexión a
internet. El proceso comienza al inscribirse en cualquier página que ofrezca el
servicio, tales como Chaturbate o WebCamGirls, que usan un sistema de
“propinas”, como en los burdeles, permitiéndole al usuario ver ciertos actos
sexuales según el dinero que vaya desembolsando. Otras páginas, como Sexole, en
vez de usar propinas, le pagan a la modelo erótica por cada minuto de
transmisión en vivo.
Recientemente
comenzó a comercializarse una página web como el primer estudio virtual de
modelaje web erótico y red social para adultos de Venezuela. Se llama Venecam y
la oferta es sencilla: obtener dinero fácil en moneda extranjera y la
posibilidad de transmitir desde el anonimato al permitir el bloqueo de la
transmisión a ciertos países.

La actriz porno, Mabella Rivas, junto al manager de talentos, David Páez. Foto: @sexionprivada.
Las
chicas que han logrado publicitarse adecuadamente en sus redes sociales pueden
hasta llegar a prescindir de estas páginas intermediarias. “Prefiero ser
independiente. No me meto en estas plataformas de webcam porque siento que no se
gana tanto como haciendo mis transmisiones de Skype sola. Mientras más
publicidad te hagas, más dinero ganas”, comenta
Mabella.
Lo hace cualquiera, pero no una cualquiera
“Hay
personas que me escriben por la página web y preguntan cuánto vale el
‘servicio’. Entiendo que esto se presta para la gente crea que tú eres escort.
Lo piden mucho. El sexo es dinero rápido y muchas chicas están buscando eso”,
expresa Yllen quien asegura que nunca ha llegado más allá del contacto virtual
con un cliente.
La línea
entre el porno, el modelaje erótico y la prostitución parece ser cada vez más
delgada. Sobre todo en un país en donde no existe una industria del porno
establecida. Las opiniones entre los entrevistados para este reportaje son
diversas. Algunos piensan que cualquier acto sexual en donde haya un intercambio
de dinero puede considerarse prostitución. Mientras que otros, en específico los
actores pornos, alegan que mientras exista un guión y una producción no puede
considerarse prostitución.
La
psicóloga y terapeuta de parejas, Belkis Carrillo, explica que las consecuencias
psicológicas de una actriz porno o webcamer son las mismas de una persona que se
dedique a la prostitución. Para Carrillo cualquier trabajadora sexual tiene poco
valor personal y puede caer en adicciones eventualmente para alejarse de la
realidad. “Terminan siendo solo un cuerpo que produce excitación a otros. No hay
sentido de trascendencia y legado. Es un trabajo mecánico que puede hacer
cualquiera”, alega la terapeuta.
Los
entrevistados coinciden que este tipo de temas no entrarían en discusión si
viviéramos en una sociedad con menos tabú. “En nuestro país es muy fuerte el qué
dirán, la presión social y familiar. A estas chicas no las ayuda el entorno”,
expresa el manager David Páez.
Y
mientras esta disyuntiva se resuelve, Yllen instala una barra de pole dance en
la sala de su casa, se coloca unas botas altas, lencería sexy y se conecta al
Skype para su siguiente show.
