Las constructoras de Brasil pasan agachadas en Venezuela

Mientras las revelaciones de la Operación Lava Jato siguen estremeciendo a Brasil, varias de las empresas acusadas allá de confabularse para ganar contratos de Petrobras trabajan para el Gobierno de Venezuela, que las favoreció desde 2007 con negocios por más de 20.000 millones de dólares. No es solo Odebrecht: también Camargo Corrêa, Andrade Gutierrez y Queiroz Galvão, se esfuerzan por mantenerse a la vez operativas y por debajo del radar del escrutinio público.
Dalton
Dos Santos Avancini era el modelo del ejecutivo exitoso. Como director
presidente de la constructora brasileña Camargo Corrêa, lideró la
internacionalización –amparada casi siempre por préstamos del estatal Banco
Nacional de Desarrollo (BNDES)– de los servicios de esa empresa a 22 mercados
externos. Pero tanto éxito mostró ser tóxico. Ahora Dos Santos Avancini paga
condena de 15 años y 11 meses de prisión por su participación en una red de
corrupción y lavado de dinero en torno a la empresa de petróleo Petrobras, que,
descubierta mediante la llamada Operación Lava Jato, ha estremecido las bases
del poder económico y político de Brasil.
Atrapado
por la justicia, Dos Santos Avancini convino en cooperar con la investigación
para obtener el beneficio de casa por cárcel. Los detalladas confesiones del
empresario revelaron la conformación de un cártel de 23 empresas que a partir de
2006 se confabularon para arreglar las condiciones y resultados de los concursos
de obras para Petrobras. El club virtual era comandado por Marcelo Odebrecht,
como correspondía, pues el grupo de empresas de la familia Odebrecht conforma el
mayor emporio de Brasil en el sector de ingeniería civil para infraestructura, y
uno de los más importantes del hemisferio.
Por su
cercanía geográfica y la virtual mentoría política que los Gobiernos del Partido
de los Trabajadores (PT), con Luis Inacio Lula Da Silva y Dilma
Rousseff en la presidencia, han ejercido desde 2003 sobre Caracas, el mercado
venezolano constituyó un ámbito natural para la expansión de los negocios de las
dos empresas.
En
efecto, Odebrecht y Camargo Corrêa operan en Venezuela. Así como también lo
hacen Andrade Gutiérrez y Queiroz Galvão. Son marcas que, entre todas,
calificaron para contratar con el Estado venezolano y hacerse cargo de, al
menos, 38 importantes obras en ejecución actual, repartidas por todo el
territorio venezolano. Pero, además, esas mismas fueron algunos de los más
importantes caballeros de la mesa redonda de Petrobras. El cártel donde se
amañaban las licitaciones de la petrolera brasileña repartía ganancias furtivas
entre los empresarios, los ejecutivos de Petrobras, y los patrocinantes
políticos de unos y otros.
A pesar
del escándalo desatado en Brasil, la justicia venezolana no ha mostrado mucho
interés en determinar si esas prácticas corruptas fueron importadas junto a la
ingeniería. Al fin y al cabo, el Gobierno de Venezuela es el cliente estelar de
los brasileños en el país.
Cuatro joyas
cariocas –Andrade Gutiérrez, Camargo Corrêa, Odebrecht y Queiroz
Galvão– mantenían en Venezuela contratos por 20.000 millones de dólares en 2014,
según un informe publicado ese año por el diario Valor
Económico de São Paulo. El dato no pudo ser confirmado por la Cámara de
Comercio Venezolana Brasileña en Caracas, que al cierre de este reportaje
todavía no contestaba el cuestionario que se le hizo
llegar.
Si me ves, no me conoces
Dos de
esas empresas, según el Registro Nacional de Contratistas (RNC), presentaron
como dirección en Venezuela el Centro Empresarial Eurobuilding, en Chuao
(municipio Baruta, sureste de Caracas). Camargo Corrêa, una de esas dos, ahora
funciona en el primer piso de un lujoso edificio de la urbanización Las
Mercedes, algo más al sur.
A través
de un intercomunicador y con una puerta de cristal de por medio, una
recepcionista pregunta fastidiada sobre el interés del visitante. Permite el
acceso, distante y desconfiada, pero explica que por el momento no existe quien
pueda dar una entrevista. Ante la insistencia, explica que la empresa se
encuentra en un proceso de reestructuración de directiva. Toma los datos y
asegura que “Patricia” se encargará de hacer el contacto, cosa que nunca
ocurre.

Dalton Dos Santos Avancini, el empresario que decidió contarlo todo. Su empresa, Camargo Corrêa, también tiene obras pendientes en Venezuela. Foto: Wilson Dias/Agência Brasil.
Camargo
Corrêa debutó en el país en el 2005 con la rehabilitación de la segunda fase de
la presa de El Guapo en la región de Barlovento, en el estado de Miranda (centro
de Venezuela). Cinco años tomó terminarla. Según el RNC, se encuentra
actualmente ejecutando la represa de Curia, y la construcción de la autopista
Santa Lucía-Kempis, ambas obras de la Corporación de Desarrollo de la Cuenca del
Río Tuy “Francisco de Miranda”, CorpoMiranda.
Las
oficinas de Queiroz Galvão tampoco funcionan en el Centro Empresarial
Eurobuilding, como alguna vez informó. La compañía se mudó al tercer piso de la
Torre BOD de la urbanización El Rosal (municipio Chacao, noreste de Caracas). La
voz joven de una recepcionista a través del teléfono explica que la única
persona responsable de atender la solicitud no se encuentra y tampoco lo estará
en al menos 15 días.
Sin
embargo, en esta ocasión la insistencia rendirá sus frutos. La llamada se
transfiere a otra persona que habla castellano con marcado acento brasileño. Se
identifica como Eduardo Dan. Según el portal del RNC, Quiroz Galvao participa en
las mismas obras a cargo de Camargo Corrêa. Dan, al otro lado del teléfono, se
sorprende al escuchar la afirmación. Asegura que la empresa solo trabaja ahora
en un sistema de irrigación que, una vez en funcionamiento, beneficiará 42.000
hectáreas en el Valle de Quíbor (estado de Lara, centrooccidente de Venezuela).
Corta la comunicación solo después de advertir: “Estaremos pendientes, veremos
qué hace con la información”.
Apenas
un piso más abajo de las oficinas de Petrobras en Caracas –la ubicación resulta
simbólica–, en el tercer piso de la Torre Lamaletto de El Rosal, funciona la
sucursal de Andrade Gutiérrez. Es la segunda mayor compañía de construcción en
Brasil. Con presencia en más de 40 países e ingresos anuales de 20.000 millones
de dólares, emplea a más de un cuarto de millón de personas, en los sectores de
infraestructura, telecomunicaciones, energía, saneamiento y logística, entre
otros.
Entre
sus clientes en Venezuela destaca Pdvsa Naval S.A, a la que sirve con el montaje
de un astillero en el estado de Sucre (costa nororiental) y la puesta en marcha
de la Siderúrgica Nacional José Abreu De Lima, ubicada en las cercanías de
Ciudad Piar, estado de Bolívar (sureste del país). Ambos proyectos fueron
firmados en el 2008.
En
la sede caraqueña de Andrade Gutierrez atiende un hombre que habla en portuñol,
presumible ciudadano brasileño, de unos 50 años de edad, que pide se mantenga su
identidad en reserva pues no cuenta con un mandato oficial como vocero. Dice que
la detención en Brasil de Otávio Marques de Azevedo, presidente de la empresa,
el pasado 19 de junio, no paralizó el curso de las actividades regulares de la
compañía. Insiste en que su caso en particular se encuentra en fase de
investigación y que, por lo tanto, mientras Otávio Marques no cuente con
sentencia firme, se presume su legítima inocencia.
Sin
embargo, el mensaje clave del vocero improvisado tendría un revés apenas ocho
días más tarde. El juez Sergio Moro, responsable de la investigación en el
estado de Paraná, aceptó el pasado miércoles los cargos contra el presidente de
la constructora Andrade Gutierrez, que incluyen corrupción, lavado de dinero y
asociación para delinquir.
Junto
a Venezuela, Colombia y Perú son los mayores mercados suramericanos de Andrade
Gutierrez. Su lema: “Construimos el desarrollo de una sociedad en Brasil y en el
mundo”. La revista Último Segundo ubicó a Marques de Azevedo en
el puesto 41 de su ranking anual de las 60 personas más poderosas de Brasil, y
lo definió así: “Hay poderosos. Y el poderoso de los poderosos. Otávio Marques
de Azevedo entra en esta categoría”.
En
un comunicado oficial difundido por la empresa el pasado 20 de julio reiteró
“nunca haber participado en cártel, acuerdo o fraude en licitaciones”, a la vez
que aseguraba que “el Grupo siempre cumplió y seguirá cumpliendo todos sus
compromisos. Estamos seguros de que todo será aclarado pronto y de que
seguiremos contribuyendo al desarrollo del
país”.
Odebrecht contra viento y marea (pero retrasado)
Pero
el mayor bocado de las contrataciones en Venezuela le tocó a Odebrecht. Hace
unas semanas, en una
entrevista con el sitio Contrapunto.com,
el sempiterno ministro de Planificación en los gabinetes de Hugo Chávez y guía
intelectual del fallecido comandante, Jorge Giordani, se refería con suspicacia
a los proyectos “llave en mano” de Odebrecht. Pero no es del tipo de expresiones
que habría hecho públicas en 2008, por ejemplo. En ese entonces el gobierno
ecuatoriano de Rafael Correa –cercano aliado de Chávez– hacía ostensibles
reclamos a la compañía brasileña por los defectos de la represa de San Francisco
que, a un costo de 800 millones de dólares, Odebrecht construyó en el país
andino. Chávez, de visita en Brasil, optó por hacer un descargo a las
acusaciones: "Odebrecht es una empresa amiga y en Venezuela se ha portado
extraordinariamente bien. Quiero hacer ese reconocimiento",
dijo.
Odebrecht
trabaja en Venezuela desde hace más de 20 años, es decir, desde antes de la
llegada del chavismo al poder. Reivindica el centro comercial Lago Mall de
Maracaibo (estado de Zulia, noroeste del país) como su primera obra
venezolana.
Sin
embargo, la expansión de Odebrecht y, en realidad, de las otras constructoras,
tanto en lo local como en lo global, se comprueba durante los
gobiernos petistas de Lula Da Silva y
Rousseff. El crecimiento económico y de la autoestima nacional, en alianza con
factores de la burguesía criolla, llevaron a que las corporaciones brasileñas
resultaran beneficiadas con inmensos aportes oficiales. Como parte de la
política internacional brasileña, las empresas de construcción como Odebrecht,
Camargo Corrêa, Andrade Gutierrez y Queiroz Galvão pasan a ser
modernos bandeirantes que extienden la influencia de Brasilia
más allá de las fronteras nacionales. De manera literal: las cuatro empresas,
receptoras de ingentes fondos del BNDES, participaron en la construcción de la
controvertida carrera transcontinental que atraviesa Brasil y Bolivia hasta la
costa de Perú, haciendo una hendidura en la selva amazónica, pulmón del
planeta.
Por
eso no es coincidencia que Odebrecht haya desembarcado por segunda vez y con pie
firme en Venezuela en 2007. Ese año la constructora se aseguró cinco obras de
envergadura en Venezuela: las líneas 5 y 2 del metro de Caracas y el metro de
Los Teques (estado de Miranda), respectivamente; el metro de Guarenas-Guatire
(estado de Miranda), la hidroeléctrica Tocoma en el estado de Bolívar y las
obras civiles para la implementación del sistema Metro Cable San Agustín del Sur
(teleférico que sirve a un empinado barrio popular en el centrosur de la
capital).
Según
el RNC, Odebrecht ahora ejecuta 32 proyectos. Pero la constante en todas las
obras de la monumental corporación brasileña es la imprecisión en sus costes y
calendarios de ejecución. Algunas de las obras obtenidas en 2007 todavía se ven
en carne viva, en medio de Caracas, con vallas que identifican a la empresa
brasileña.

Apenas un piso debajo de las oficinas que Petrobras estableció en Caracas -en el edificio Lamaletto de El Rosal- está la sucursal de Andrade Gutiérrez, una de las constructoras acusadas de arreglar los contratos de la petrolera brasileña. Foto:Flickr/Hugo Londoño.
La
línea 2 del Metro de Los Teques, por ejemplo, que pretende interconectar a la
capital mirandina con San Antonio de los Altos (una ciudad-dormitorio de clase
media), se inició en 2007 y debía culminarse en octubre de 2012. Pero todavía en
febrero de 2015 la Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional tenía que
aprobar un crédito adicional para el Ministerio de Transporte y Obras Públicas
por 2.500 millones de bolívares para completar la estación Independencia de la
línea 2. Quedan otras cinco estaciones sin terminar.
El
RNC indica que la obra registra un avance de 22,15%. La ficha del proyecto en el
informe Memoria y Cuenta 2013 del Ministerio de Transporte
establecía octubre de 2015 como fecha de terminación. Pero ya la Memoria
y Cuenta 2014 corregía el dato: se debe completar en julio de
2019.
Otra
infraestructura emblemática de las obras públicas, el Puente Cacique Nigale
–destinado a atravesar el Lago de Maracaibo algo más al norte que su predecesor
de 1964, el puente General Urdaneta–, en el estado de Zulia, arrancó su
construcción en 2005, para completarse en 2010. Sin embargo, todavía en 2012, en
la que sería su postrera campaña electoral, el presidente Chávez dijo que se
“han estado haciendo trabajos técnicos y algunos movimientos de
tierra”.
En
agosto de 2013, durante una inspección a la obra, ya a cargo de Odebrecht, el
recién designado presidente encargado de la Empresa Nacional de Obras Públicas,
creada en agosto de 2011 para el desarrollo de proyectos de construcción en todo
el país, Haiman El Troudi, y también ministro de Transporte, señaló que la
inauguración se realizaría en 2018. Con todo, el Ministerio de Transporte
Terrestre y Obras Públicas, en su Memoria y Cuenta 2013,
posterga de nuevo la fecha prevista de culminación para 2020. Durante nueve años
de trabajos, la construcción del Puente Cacique Nigale registró un insípido
avance de 13,9%.
En
el otro extremo del país, en el estado de Bolívar, el Puente Mercosur, tercero
sobre el río Orinoco, presenta 65% de avance. Pero debió estar listo en 2012.
Odebrecht está a cargo de la obra, como lo estuvo del segundo puente sobre el
Orinoco, Orinoquia. Según el último crédito adicional para la obra, autorizado
el pasado 11 de febrero por la Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional, se
prevé su culminación para el año 2016.
En
el entramado de complicidades descubierto por Lava Jato, Odebrecht
ocupa un lugar destacado. Se calcula que entregó a autoridades de Petrobras –su
cliente desde 1960– sobornos por más de dos mil millones de dólares. Odebrecht,
por su parte, resultó beneficiada como pocos por contratos del Estado durante
las administraciones de Lula y Dilma, de las que recibió además
ocho mil millones de dólares en forma de préstamos del
BNDES.
Dos
de sus proyectos venezolanos, las líneas 2 del metro de Los Teques y 5 del metro
de Caracas, ambas financiadas por el Banco Nacional de Desarrollo Económico y
Social de Brasil (BNDES), ya son objeto de investigación por parte del Tribunal
de Cuentas de la Unión (TCU), por posibles irregularidades en la financiación.
Según documentos reservados del TCU filtrados a medios brasileños, la
constructora y el Gobierno venezolano recibieron más dinero del que inicialmente
contemplaba el proyecto, 747 millones de dólares, sin, además, presentar las
garantías exigidas por las propias normas del
BNDES.

Aunque estaba pautado para el año 2012, Odebrecht aun no ha concluido la construcción del Tercer puente sobre el río Orinoco. Foto:Flickr/Jonathan Alzuro
Como
parte de las investigaciones a mediados del mes de julio, las autoridades
judiciales brasileñas solicitaron a la Cancillería de Itamaraty una "copia
integral" de todos los documentos con referencias sobre Venezuela y la
constructora Odebrecht entre los años 2005 y 2015.
De
modo que algo más se sabrá sobre los negocios de Odebrecht en Venezuela, así
como de las otras constructoras brasileñas. Mientras el terremoto de las
revelaciones sigue sacudiendo a toda la jerarquía pública de Brasil, con algo de
soberbia y de su conocimiento de ingeniería, Emilio Odebrecht, padre de Marcelo,
vaticinó que si su hijo resultaba condenado por el caso “tendrán que construir
tres celdas más para mí, Lula y Dilma”. La declaración, casi insolente, habla de
la íntima imbricación de las constructoras con el poder político en Brasil. Un
contubernio que todavía queda por comprobar si replicaron en
Venezuela.