El mecenas que escapó de la quiebra de su casa de bolsa

Santiago Fernández Castro, expresidente de U-21, que se originó con dinero de los universitarios jubilados, es ahora una figura relevante en Panamá. Forma parte de las personas que aportan capital para el desarrollo del Biomuseo y posee una firma de asesoría financiera en la exclusiva zona de Punta Paitilla, adquirido gracias a un trámite organizado por el ya célebre bufete Mossack Fonseca. Las turbulencias políticas de Venezuela y los ecos de la minicrisis bancaria de 2009 son un recuerdo lejano en su vida.
U-21
parece el nombre de un cohete desarrollado por la Alemania de Hitler para
destruir a Londres. Aquí en Venezuela fue una casa de bolsa, cuyo estallido, en
2008, provocó una gran destrucción en el mercado de capitales. La historia de
U-21 tiene como telón de fondo la crisis bancaria de ese año y la elipsis del
mercado de valores venezolano, cuya caída llegó a casi
cero.
Acostumbrado
a jugar en dos tableros, el fallecido presidente Hugo Chávez impulsaba por un
lado el socialismo con el estado comunal como mascarón de proa, y por el otro
abría el grifo del mercado de valores para tranquilizar a los agentes
económicos, enviaba el mensaje de que aquí se pueden hacer negocios, a la vez
que creaba las condiciones para que capitales asociados al chavismo prosperaran
bajo el amparo del economista Tobías Nóbrega, a la sazón ministro de Finanzas,
una persona “que hablaba nuestro lenguaje”, dijo un corredor de bolsa que aún se
mantiene a flote. Chávez quería evitar una situación similar a la que produjo el
golpe de Estado del 11 de abril de 2002, cuando la oposición logró desalojarlo
del poder durante 48 horas y él mismo y sus principales allegados se vieron con
una mano adelante y otra atrás, pobres de solemnidad como si nunca hubiesen
conocido las mieles del poder.
El
disparo de salida de la carrera no sería una sola frase, al estilo “es bueno ser
rico”, como dijo en su oportunidad el líder chino Deng Xiaping. No. Chávez pensó
en una puesta en escena distinta, un acto de justicia social. Y para ello
convocó a los gremios universitarios a un acto en el palacio de Miraflores donde
el gobierno se comprometió a cancelar la deuda causada por las pensiones y
jubilaciones del sector universitario. En ese mismo acto se anunció que uno de
los proyectos vinculados al desarrollo de la Faja del Orinoco, iba a tributar a
ese fondo para proveer los recursos. No resultó así, porque la “siembra
petrolera” terminó en un fiasco. Se decidió la emisión de vebonos (papeles de la
deuda pública), dándole continuidad a una experiencia iniciada durante el
segundo gobierno de Rafael Caldera (1994-1999).
Las oportunidades se presentan calvas
Un grupo
de jóvenes, provenientes de instituciones financieras, tanto locales como
foráneas, vieron la oportunidad de subirse a la renovada ola del capitalismo en
Venezuela. Crearon una pequeña empresa (AS Seguros Financieros), capitaneada por
Santiago Fernández Castro, quien tenía una sólida experiencia en las operaciones
de renta fija ganada en las oficinas del City Bank.
AS se
aproxima, con una visión de negocios totalmente distinta, a la empresa
Universitas Administradora de Primas C.A, que a su vez era poseída por
Universitas de Seguros, cuyos accionistas eran los fondos de pensiones y
jubilaciones de cuatro universidades (Universidad Central de Venezuela,
Universidad de Oriente, Universidad Nacional Experimental Libertador y
Universidad Centro Occidental Lisandro Alvarado) más la Asociación de Profesores
de la UCV. Se abrió el paraguas corporativo para canalizar el negocio de los
vebonos.
AS le
vendió 40% de sus acciones a Universitas Administradora de Primas. “Esa
operación se hizo a crédito y en moneda extranjera”, dijo un conocedor del
negocio. “Pero llegó un momento en que Universitas Administradora de Primas no
pudo honrar sus compromisos (no tenía músculo para hacer los pagos en dólares) y
acudió a sus accionistas (los mencionados fondos universitarios) para que la
auxiliaran financieramente. Cosa que ocurrió. Pero los nuevos socios pusieron
como condición “un cambio en las reglas de juego”. De forma tal que ellos se
convirtieron en accionistas directos, así como de AS Seguros Financieros, lo que
motiva, a su vez, un cambio de su razón social. Nace Universitas Casa de Bolsa
S.A.
Había dos
empresas con nombres muy parecidos. Universitas de Seguros y Universitas Casa de
Bolsa. Como eso podía crear confusión y prestarse a malentendidos, se decidió
cambiar el nombre de la empresa bursátil, que pasó a denominarse U-21 Casa de
Bolsa.

Imagen original: Flickr -http://401kcalculator.org
Un mercado sin dolientes
Los
vebonos que emitió el gobierno, primero, fueron custodiados por la Caja
Venezolana de Valores, entre otras cosas, porque para ser titularizados (en
cabeza de cada uno de los profesores, empleados y obreros universitarios) debían
pasar por una casa de bolsa. Lo que estaba ocurriendo era que oportunistas de
ocasión estaban haciendo ganancias a manos llenas, por dos razones: una, en el
medio universitario había un total desconocimiento de cómo funciona el mercado
de valores. Y dos, prevalecía la desconfianza, porque los profesores repetían y
se preguntaban: “nos estaban pagando con papeles de la deuda, nos estaban
empapelando, ¿realmente el gobierno iba a honrar sus compromisos?”. Nadie daba
una respuesta satisfactoria. Agentes de dudoso profesionalismo y portavoces de
empresas de maletín se instalaban en cualquier esquina y les compraban a los
universitarios sus vebonos con descuentos de al menos el 40% de su valor
nominal. Y aún más por debajo.
Alguien
se estaba enriqueciendo a costa de la ignorancia de la comunidad universitaria.
En U-21 pensaron que “tenían que hacer algo”. Dos de sus directivos, Santiago
Fernández Castro y el profesor Absalón Méndez, quien a su vez presidía la
Asociación de Profesores de la UCV, decidieron recorrer el país para pedirle a
las universidades que no hicieran eso, que sacaran sus vebonos de la Caja
Venezolana de Valores y los transfirieran a U-21 Casa de
Bolsa.
El plan
funcionó y U-21 aumentó su cartera de clientes en forma exponencial, pese a una
experiencia iniciática nada alentadora. Después de reunirse con potenciales
clientes de la Universidad de Carabobo, Santiago Fernández Castro fue blanco del
hampa, de un secuestro express. Pero siguió adelante, porque sabía que allí
estaba el lomito. “Eran miles, miles y miles de vebonos”, admitió un corredor
que se instaló en México, luego de la llamada mini crisis bancaria de 2009.
U-21, que recién nacía, llegó a posicionarse entre las primeras casas de bolsa
del país, en muy corto tiempo. “Eso despertó envidia, codicia y competencia en
el mercado bursátil”, admitió un corredor que sobrevivió a esa
crisis.
Dieciséis
fondos de jubilaciones y pensiones de 13 instituciones universitarias pasaron a
ser accionistas de U-21. Al igual que una empresa corporativa internacional
—Latin Word Security—, más la representación de los altos ejecutivos,
capitaneados por Fernández. En total 18 accionistas poseían a U-21 Casa de
Bolsa, que inauguró nueve oficinas en el interior del país. La nómina llegó a
150 ejecutivos y empleados, que manejaban las colocaciones de alrededor de
500.000 clientes (una cifra conservadora) que se captaron del sector
universitario.
Los
fondos de pensiones y jubilaciones de las universidades pasaron a ser miembros
de la junta directiva, e independientemente de su participación accionaria,
gozaban de pleno derecho (voz y voto) en las decisiones corporativas que se
tomaban en la sala de reuniones de U-21. En la primera reunión, Santiago
Fernández Castro fue designado como presidente Ejecutivo. Poco después, Nelson
Ortiz, expresidente de la Bolsa de Valores de Caracas y conocido financista, le
dijo a Aída Lamus: “Te van a llamar”.
Lamus
había dejado la presidencia de la Comisión Nacional de Valores después de una
agria disputa con el ministro de Finanzas, Tobías Nóbrega (2002-2004), luego de
las extrañas circunstancias que rodearon la colocación de 190.000 millones de
bolívares en bonos de deuda pública (unos 88 millones de dólares de la época),
en la cual intervinieron como agentes compradores la casa de bolsa Cedel y el
Banco Canarias, propiedad del banquero Eligio Cedeño. “Yo sabía que ninguna de
esas instituciones tenía el dinero”, dijo Lamus. A través de sus contactos en el
Banco Central de Venezuela, Lamus confirmó que no habían puesto ni medio, pero
sí un pagaré, mediante el cual se comprometían a honrar el compromiso. A los dos
días apareció un nuevo comprador de los bonos, el Banco Industrial de Venezuela,
que pagó una cotización más alta. El diferencial dejó una tajada que se calcula
en 20 millones de dólares.
Lamus
estaba en su casa cuando efectivamente la llamó Santiago Fernández Castro para
que se incorporara al cuadro directivo de U-21. Ella ingresó como directora
externa y miembro del comité de auditoría, con la misión además de crear las
normas del gobierno corporativo de esa casa de
bolsa.
Al estilo de Wall Street
El
mercado seguía su curva ascendente y las expectativas eran ideales. La Asamblea
Nacional había aprobado una ley mediante la cual se creaban los fondos de
pensiones, lo que abría las puertas para que los venezolanos, de arriba y de
abajo, se convirtieran en accionistas de las principales empresas del país, tal
como ocurría en otras ciudades latinoamericanas. U-21 fortaleció su estructura
corporativa mediante la contratación de expertos financieros en emisión y
diseños de bonos; en valoración, adquisición y fusión de empresas. Santiago
Fernández Castro eligió cuidadosamente los currículos más pulidos del IESA. Se
decidió comprar una nueva sede para las oficinas (todo un piso) de la Torre
Europa. La expansión fue tan grande que se creó un holding, bajo las siglas de
U-21 Servicios Financieros.
De los 18
accionistas, 16 eran representantes del sector universitario. Unos y otros se
miraban a la cara. “¿Esto va a ser como un Consejo de Facultad, donde pasamos
horas y horas sin decidir nada?”, era la pregunta que flotaba en la mesa de
reuniones. Nada que ver. Aquello fue una transformación. En cuestión de una hora
(máximo hora y media) se despachaba la agenda de la junta directiva, con sus
informes financieros, sus balances, sus decisiones importantes, sus
nombramientos. Increíble.
Los
fondos de jubilaciones y pensiones tenían una doble participación, como
accionistas y como inversores, en un momento en el que no estaban prohibidas las
operaciones de permuta. U-21 podía permutar los vebonos en instrumentos
denominados en dólares. Y por esa vía se producía un alto rendimiento que llego
incluso al 100% del capital invertido. El negocio crecía como la espuma. El
rendimiento de los vebonos era alto, la inflación estaba bajo control, el plazo
era razonable, y el país gozaba de estabilidad
política.

Torre Europa en el Rosal - Caracas // Fotografía http://fundamemoria.blogspot.com/
Se
diseñaron nuevos planes corporativos con metas retadoras en todas las áreas del
modelo de negocios. Los objetivos se alcanzaron antes de los lapsos establecidos
y la euforia contagió a los directivos de la casa de bolsa. Todos iban a ganar,
incluso más de lo que habían soñado.
El
mercado estaba caliente, muy caliente, a pesar de las señales incontrastables de
lo que se venía. En 2006, por ejemplo, se decretó el carácter socialista de la
revolución bolivariana. Un acto de fe que lo cambiaría todo. En Estados Unidos
se fraguaba la explotación de los esquistos de hidrocarburos, que convertiría a
ese país en un jugador de primer nivel en materia energética y Arabia Saudita
inundaba el mundo con petróleo para asegurar sus intereses geopolíticos. Se
iniciaba el declive que llevaría el barril a la cotización actual, en torno a
los 35 dólares, y con ello la caída abrupta del ingreso petrolero, que tiene en
jaque al gobierno de Nicolás Maduro.
Vientos en contra
La
madurez había llegado al mercado de los vebonos y el peso de los controles en el
mercado financiero, señalaba un curso decreciente para los agentes que
enfrentaban difíciles turbulencias en el mercado de valores. ¿Para qué mantener
en nómina a los especialistas del IESA, si el gran negocio —los fondos de
pensiones— y sus soportes, la fusión de grandes empresas y el diseño de bonos,
tanto de renta fija como de renta variable, se habían desechado en
Miraflores?
Fernández
Castro les mostró a los Iesaboys una faceta de su carácter completamente nueva y
desconocida. Sin duda, desagradable. Empezó a cuestionarlos, “no están haciendo
el trabajo”. Se mostró distante, indiferente, incluso de un humor de perros.
Estaba pensando en las dificultades del futuro, no en las bondades del pasado.
“No quiso honrar las cláusulas asociadas con la productividad y al cumplimiento
de los objetivos”, dijo un antiguo ejecutivo de esa casa de bolsa. Ese ejecutivo
renunció y acordó un “arreglo amistoso” en la jurisdicción civil y mercantil.
U-21 seguía en el mercado, pero sin su núcleo original, con planes más modestos
y la actitud de “vamos a ver qué pasa”.
Otro
jugador del mercado bursátil calificó a Fernández como un actor “inconsistente”
en su plan de negocios y en su estructura corporativa. Tenía esas cosas
grandilocuentes en su “estética personal y en su oficina”, como el cintillo
luminoso que daba los resultados de las transacciones de la Bolsa de Caracas,
como si fuera parte de su marca corporativa. “¿Sabes cuánto le costó a Lehman
Brothers colocar un cintillo con las cotizaciones de la Bolsa de Nueva York en
Times Squire? ¿200 años de capitalismo? Sí, eso mismo”.
El
regreso de Jorge Giordani al gabinete ministerial del ex presidente Chávez
intensificó la inquietud en el mercado de valores. Al igual que el Che Guevara,
Giordani piensa que “no se puede construir el socialismo con las armas melladas
del capitalismo”. Su concepto de la lealtad es inquebrantable y ante cualquier
signo de duda o incluso descortesía, cobra venganza. A su regreso, botó a los
colaboradores más cercanos que lo habían acompañado durante su primera etapa en
Planificación y Finanzas por el sólo hecho de haber rechazado su sugerencia de
que se fueran con él cuando Chávez lo relevó del cargo en mayo de 2002 y Nóbrega
se encargó de las finanzas públicas. Este ajuste de cuentas sería una señal
premonitoria de lo que vendría a posteriori.
No ya
contra unos burócratas incapaces de renunciar a cuotas de poder, sino contra
toda una industria, cuyos operadores, en su opinión, eran los amanuenses de “las
ratas que controlan la banca internacional”. La cita corresponde a una
intervención de Jorge Giordani en una reunión de directorio del Banco Central de
Venezuela. ¿Pero cómo se había infiltrado lo peor del capitalismo en las
entrañas de la autodenominada revolución bolivariana? ¿Quién lo había permitido?
¿Y cuál era el fin último sino horadar los cimientos de la economía venezolana,
inoculando el virus de la inflación y asestando un golpe demoledor contra el
sistema cambiario?

Santiago Fernandez Castro // Fotografía facebook.com/SFCinvestment
Sálvese quien pueda
La señal
inapelable de condena a muerte llegó bajo la forma de una resolución de la
Superintendencia de Bancos, mediante la cual se les fijaba un plazo a todas las
instituciones financieras del país para que se deshicieran de los mutuos. Tanto
las casas de bolsa como las sociedades de corretaje se quedaban sin materia
prima para financiar a sus clientes (la adquisición de pólizas), pero esta
resolución también mataba a la gallina de los huevos de oro al liquidar la
compra de divisas a través de las operaciones permuta.
Santiago
Fernández Castro estaba más que avisado al advertir el rostro de la crisis. El
riesgo era tal que solicitó a los 16 fondos de pensiones y jubilaciones de las
universidades que le vendieran su participación en U-21, porque “necesitaba un
músculo financiero mayor”. Todos vendieron menos el fondo de empleados de la
Universidad Simón Bolívar, con el argumento de que a ellos les había ido
“estupendamente” y que no tenían ninguna necesidad de vender. Al momento de la
venta, los fondos hicieron una “exitosa” operación en su doble condición de
accionistas e inversores.
El
“músculo financiero” tiene nombre y apellido, Banco Canarias, cuyo accionista
principal es Álvaro Gorrín. La junta directiva queda intacta, pero la gerencia
cambia. Se impuso otro estilo: “comenzaron a llegar las botellas de whisky a las
oficinas de la Torre Europa y las operaciones de los clientes de U-21 se
canalizaban a través de otras casas de bolsa. En ese momento presenté la
renuncia, pero Santiago Fernández Castro me dijo: “preocúpate cuando mis
relaciones con el señor Gorrín estén mal” y guardó la carta en una gaveta de su
escritorio”, dijo uno de los integrantes de la junta
directiva.
Los
estados financieros llegaban a la oficina de contraloría, pero los soportes y el
acceso a la información fallaban porque “había problemas con la plataforma
tecnológica”, se inventaron las excusas y empezó algo muy parecido al
“guabineo”. U-21 se convirtió en la tesorería del Banco Canarias, con una
gerencia muy dominante que empezó a mostrar los dientes. Después de una reunión
que Lamus calificó de “tormentosa”, escribió su carta de renuncia. “Pero si
usted ya vendió y queda como presidente, no le auguro nada bueno”, le dijo Lamus
a Fernández Castro, quien no duró un “año largo”, mientras trataba de procesar
lo que estaba ocurriendo, “otra vez con el Banco
Canarias”.
Se hizo
una participación de la empresa. Gorrín se quedó con las operaciones locales y
Fernández Castro con la operación internacional, cuya cabeza de playa es la
ciudad de Panamá. Esto se hizo después de una valoración de U-21 que seguía
ocupando el segundo lugar en el ranking de las casas de bolsa
venezolanas.
La
salida, sin duda, fue apresurada. Razón por la cual, Santiago Fernández Castro
buscó el apoyo del bufete de abogados Mossack Fonseca para comprar una oficina
en la torre B del edificio Torre de Las Américas, ubicado en la exclusiva
localidad de Punta Pacífica de la Ciudad de Panamá. El precio total de la
propiedad, que incluye 10 puestos de estacionamiento, es de 1.425.000 dólares.
El comprador no es otro que Santiago Fernández Castro a través de una compañía
que registró en Panamá en 2007, SFC International Holding, S.A, cuyo capital
accionario es de 10.000.000 de dólares. Una copia escaneada del registro público
de esa corporación, se incluye en uno de los correos filtrados por ese bufete al
diario alemán Süddeutsch Zeitung, a la que tuvo acceso el Consorcio
Internacional de Periodismo de Investigación (ICIJ, por sus siglas en inglés) y
Armando.Info.
U-21 se va a pique
La línea
de tiempo de la venta accionaria de U-21 Casa de Bolsa, muestra que Santiago
Fernández Castro iba un paso adelante de la espiral que estalló con la crisis
bancaria, en 2009.
En
efecto, no fue Fernández Castro quien trató de venderle U-21 al magnate del
transporte refrigerado, Ricardo Fernández Barruecos, sino el principal
accionista del Banco Canarias, Alvaro Gorrín.
En uno de
los correos internos del bufete, uno de los ejecutivos pide información sobre el
perfil de Santiago Fernández Castro, “para saber con quién estamos lidiando”. No
hubo respuestas, tampoco se califica a Fernández como “un cliente grande” o se
incluye entre las personas políticamente expuestas. O que hubiera tenido
vínculos con funcionarios del gobierno de Hugo Chávez. O que haya mostrado
interés en constituir una firma en alguno de los paraísos fiscales, adonde
acudieron funcionarios del gobierno, empresarios próximos al chavismo o miembros
prominentes de la oposición venezolana. Los contratos iban de un lado a otro,
como parte de los contratos para la adquisición de las oficinas de la Torre de
Las Américas.
La
incursión de los venezolanos en Panamá despertó el interés de medios locales a
mediados de la década de 2000. En un reportaje de la televisión panameña se
muestra una secuencia de los mejores inmuebles adquiridos por venezolanos que
deseaban invertir en Panamá. Se hace mención a que muchos de ellos son
militares. La plaza estaba en etapa germinal, pero Fernández Castro ya tenía
tanto la experiencia como los aparejos para salir de pesca y atraer a
inversionistas, tanto de vieja data como recién
llegados.
Mientras
Santiago Fernández Castro ponía un pie a salvo en la Ciudad de Panamá, su
antiguo socio en Venezuela, Álvaro Gorrín, construía una centrifuga financiera,
con U-21, convertida en la tesorería del Banco Canarias. La manida pero eficaz
figura de los préstamos relacionados entre accionistas y directivos, que provocó
la peor crisis financiera de Venezuela a mediados de la década del 90, y que
luego se repitió en 2009 a una escala mucho menor pero con resultados
similares.
Era vox
populi, en el mercado financiero venezolano, que el Canarias “tenía un “hueco”;
cuando hablas de un “hueco” en este negocio, la cifra que te llega a la cabeza
es no menos de 1.000 millones de dólares”, dijo un agente del mercado de
valores. Si bien la cuantía era un misterio, aparecía en los balances del
Canarias como un activo, “pero era un activo chimbo, probablemente certificado
por esas empresas que en el mundo financiero se denominan ‘huecólogos’”, agregó
el experto bursátil.
Este
asunto se podría dilucidar con mayor propiedad, con mayor profundidad y con
mayor apego a la verdad, revisando los balances generales de U-21 Casa de Bolsa,
que se encuentran en los archivos de la Superintendencia Nacional de Valores; no
es tan difícil, es información pública. Quien esto escribe solicitó revisar el
expediente de U-21, mediante comunicación escrita, dirigida al despacho que para
entonces dirigía Aníbal Pinto, sin obtener respuesta.
Al
estallar la llamada mini crisis bancaria, en 2009, las autoridades procedieron a
intervenir a la cabecera accionaria del Banco Canarias y de U-21 Casa de Bolsa,
el consorcio financiero Créditos Canarias. En el proceso “descubrieron” que
parte de la cartera de U-21, mayormente en efectivo, se “invirtió” para
respaldar las operaciones de empresas agropecuarias, presumiblemente
inexistentes, que a su vez eran poseídas por los directivos del Canarias. La
suerte estaba echada. Sólo era cuestión de tiempo para que el barco se fuera a
pique.
La
historia de U-21 había terminado. La Superintendencia Nacional de Valores la
intervino y luego procedió a su liquidación. Le tocó a Oscar Bastidas Delgado,
el sucesor de Absalón Méndez, en la presidencia de la FONJUCV, recuperar los
vebonos y las inversiones de los profesores y empleados que confiaron en U-21,
“y lo hizo”, dijo una fuente allegada a Bastidas, después de una “ardua tarea
que facilitó la solidaridad entre egresados de la escuela de administración de
la UCV”.
Desembarco en Panamá
U-21
corrió igual suerte que otras casas de bolsa, que fueron intervenidas y
posteriormente liquidadas por la extinta Comisión Nacional de Valores. Santiago
Fernández Castro, su ex presidente, fue suspendido. Todo había acabado,
abruptamente, como un golpe de nocaut.
Giordani
había consumado su venganza. Pero a un costo incalculable para la economía
venezolana. De hecho, al liquidar el mercado de valores, los bonos de la
República y los de Pdvsa, pasaron a la cartera de activos de la banca
internacional, al llamado mercado secundario que mueve la plaza de Nueva York y
la Citi londinense. “Ahora sí están en manos de las ratas, no de sus
representantes en Venezuela”, dijo un corredor bursátil, sin ocultar un dejo de
ironía. Los riesgos que corre el país en caso de un default son dramáticos y la
experiencia de los fondos buitres y su disputa con los gobiernos de Argentina,
podrían tener un nuevo episodio en la plaza venezolana.
Mientras
tanto, Santiago Fernández Castro, se reinventa en Panamá invocando la
“democratización del capital”, tal como lo hizo en Venezuela. Fiel a su
particular estética, su empresa se denomina con las tres iniciales de su nombre:
SFC Invesment Found, que en tiempo record se posicionó como la principal casa de
bolsa del istmo.
Aunque se
intentó contactarlo, no respondió a los llamados para este reportaje.
Aclimatado, vacunado contra el azar de los vaivenes de la política y de las
fortunas azarosas que caen como la lluvia por la renta petrolera, Fernández
Castro tiene tiempo de convertirse en “mecenas del arte mundial” y auspiciar el
Biomuseo de la Ciudad de Panamá, un centro tropical de biodiversidad enclavado
en el bulevar Amador y cuya página web es una ráfaga espectacular de imágenes
interactivas. Entre los miembros de la junta directiva está el presidente de ese
país, Juan Carlos Varela, que actualmente está representado por Manuel
Domínguez. El museo fue diseñado por el reconocido arquitecto estadounidense,
Frank Gehry. Un hallazgo que haría palidecer al explorador español Vasco Núñez
de Balboa.