El 'Citizen' Gill compra medios por América Latina

En julio de 2008 el empresario y ex banquero venezolano, Carlos Gill, llegó a La Paz, Bolivia, para adquirir tres medios, que puso al servicio del gobierno del presidente Evo Morales. La operación que concretó entonces se parece mucho a la forma cómo adquirieron en Venezuela a los diarios El Universal y el ahora llamado Grupo Últimas Noticias.
El
colectivo humorístico venezolano El
Chigüire Bipolar creó un seriado
muy exitoso en la web llamado Isla
Presidencial. En el primer capítulo de la primera temporada, como en todo
producto similar, se presenta a los personajes de la historia: nada más y nada
menos que los presidentes de los países de América Latina como náufragos en una
isla. Al jefe de Estado de Bolivia, Evo Morales, lo caracterizan como al
discípulo tonto de Hugo Chávez, un hombre que no se atreve a tomar una decisión
sin contar con el aval de su mentor venezolano.
La
realidad ha demostrado ser menos uniforme que ese seriado. Bolivia sí tiene algo
que enseñarle a Venezuela. El modelo de compra de medios de comunicación
privados en Venezuela se inspira en un plan orquestado por el presidente Morales
y su gabinete hace ya algunos años y con gran éxito. El periodista Raúl
Peñaranda, en su imprescindible libro
Control remoto, que ya lleva seis ediciones, cuenta cómo en aquel
país se creó una red de medios paraestatales y se acosó, mediante empresarios
amigos, a la prensa independiente. En toda esa trama sobresale el nombre de
Carlos Gill Ramírez, ex banquero venezolano de origen paraguayo, y presidente de
la Junta Directiva del Grupo Corimón, líder en el área de pinturas, como
protagonista principal. Gill está casado con
Chepita Gómez, una
reputada Spin Doctor venezolana, fundadora de la empresa de
Relaciones Públicas Proa, y hermana del diputado opositor a la Asamblea
Nacional, Eduardo Gómez Sigala.
Este
empresario tiene que ver, y mucho, con la importación de esta estrategia hacia
Venezuela. Fue una respuesta directa a una certeza que asumió el chavismo con la
muerte de su líder: cerrar medios o impedir sus transmisiones a través del
espectro radioeléctrico estatal no implica el traspaso automático de la
audiencia. Poco antes de enfermar de gravedad, el propio presidente lo reconocía
en un insólito mea culpa. Por
esa razón, a partir de 2013 empezaron a aparecer empresarios interesados en
adquirir medios por cantidades que en muchas ocasiones sobrepasan el valor del
negocio en el mercado.
Modus operandi
En enero
de 2007, cuando Evo Morales tenía un año en el poder, La Razón era el diario más prestigioso de La Paz, la
capital de Bolivia. Fuerte, consolidado y financieramente saneado, el periódico,
propiedad del grupo español Prisa –holding de, entre otras marcas, el
diario El País de Madrid–, tenía impacto en la opinión
pública.
Peñaranda
relata en su investigación que desde ese año el gobierno boliviano intentó
presionar a los empresarios españoles para comprar el medio. Prisa tenía
entonces –todavía tiene– algunas urgencias económicas y quería deshacerse de
algunos activos para encararlas. Las negociaciones, sin embargo, no
cristalizaron a pesar de las presiones indirectas que inició Morales a través de
su gabinete: una inspección encabezada por el entonces ministro del trabajo de
Bolivia, Alex Gálvez, para constatar condiciones laborales, o el envío de un
grupo de técnicos de la oficina de tributos de ese país para efectuar una
auditoría.
Solo la
llegada de Gill a Bolivia, en 2008, destrabó esas negociaciones. El empresario
llegó para coordinar, según Peñaranda, la compra de medios, aunque no era un
propósito declarado. Gill se escudó tras fachada de una fundación que creó,
llamada Siglo XXI, que se encargaría de fomentar la exportación de textiles
bolivianos a Venezuela, mientras concretaba la compra del diario para ponerlo al
servicio del gobierno boliviano. El entonces embajador venezolano en La Paz,
Julio Montes –ex ministro de Vivienda del gabinete de Hugo Chávez–, lo presentó
con el número dos, el vicepresidente Álvaro García Linera, quien estaba
encargado de concretar el plan. A través de Gill, el gobierno boliviano también
controló otros dos medios: ATB,
un canal de televisión, y Extra,
un periódico popular.
Como era
una misión encubierta se creó una empresa en España, llamada Akaishi, que
negoció directamente con Prisa por los tres activos. Todo esto con el fin de
evitar que se supiera que un venezolano había adquirido tres medios de
comunicación. Dos años después no solo se supo que Gill era el dueño, sino que
la propia vicepresidencia de Bolivia ofrecía los cargos directivos en la
redacción de La
Razón.
Sea que no
pudo o no quiso seguir ocultando sus propiedades, Gill decidió romper con el
bajo perfil que cultiva en Venezuela para ofrecer entrevistas a medios
bolivianos y comentar sobre sus inversiones. A mediados de 2014 le dijo al
diario El Deber que había escogido a ese país y a su natal
Paraguay para invertir “porque vieron un enorme potencial”. Además de los
diarios La Razón y
Extra, Gill confirmó que era el propietario de la empresa llamada
Ferroviaria Oriental. Y allí también aparece en su junta directiva el nombre de
Rafael Enrique Abreu Anselmi, cuyo hermano gemelo, Jesús, fue designado como el
presidente del diario El
Universal de Caracas apenas se
concretó la venta.

Con lentes oscuros y chaqueta negra, Carlos Gill destaca en esta reseña junto a la directiva de una de sus nuevas empresas: el diario La Razón de Bolivia.
Rafael
Enrique Abreu Anselmi representa, como presidente del directorio de Ferroviaria
Oriental, los intereses de Gill, de acuerdo con datos oficiales recolectados de
la ASFI (Autoridad de Supervisión del Sistema Financiero) de Bolivia. Como su
hermano Jesús, Rafael Enrique, o Enrique, como le conocen sus amigos, ha sabido
moverse muy bien entre los poderes fácticos desde mucho antes de la llegada del
comandante Hugo Chávez al palacio de Miraflores. Las buenas relaciones que ha
hecho en todos estos años quedan en evidencia cuando se comprueba que ha
participado en varias juntas directivas de empresa. Fue director principal de la
desaparecida Seguros Carabobo. Y también forma parte de Corimón con el mismo
cargo, como lo prueba la asamblea de accionistas
del 22 de mayo de 2013.
Jesús
Abreu Anselmi no ha sido menos afortunado, quizás porque también tiene una idea
muy clara de cómo funciona la sociedad venezolana. A principios de los años
noventa acariciaba la idea de crear, junto a su hermano Enrique, un gran emporio
que compitiera con Empresas Polar. Se llamaba Agrícola La Castellana y tenía
vínculos comerciales con el desaparecido Banco Latino. El hoy presidente de El Universal fue introducido en los círculos sociales de
Caracas por el presidente de aquel grupo, Gustavo Gómez López. En 1998, cuatro
años después de la quiebra del Banco Latino,
El
Fondo de Garantías de Depósitos (Fogade) demandó a Agrícola La
Castellana
para
cobrarse dos pagarés en bolívares. En enero de 2003, justo después del golpe de
Estado contra Hugo Chávez, esa acción judicial quedó sin
efecto.
Los ecos
de la venta de la antigua Cadena Capriles –hoy Grupo Últimas Noticias– y del
diario El Universal resuenan en estas líneas. Para cerrar ambas
operaciones se crearon dos empresas –Latam Media Holding (Inglaterra) y
Epalisticia (España), respectivamente– como vehículo especial de inversión, que
oculta la verdadera identidad de los dueños. Es ese uno de los mejores secretos
guardados del Caribe e infructuosos han sido los intentos por
despejarlos.
Hay, sin
embargo, una pista que conduce a Gill. Una fuente vinculada con la nueva
dirección del diario aseguró a
Armando.info que uno de
los propietarios de El
Universal es Carlos Gill. A pesar
de los correos electrónicos enviados a direcciones registradas a su nombre y las
llamadas hechas a Corimón para contrastar esta información, Gill nunca respondió
a la solicitud de una entrevista.
Gill,
según esa versión, forma parte de ese pool de inversores que se hicieron con el
centenario medio de la esquina de Ánimas, en Caracas, y uno de los artífices del
brusco cambio de línea editorial sufrida por el medio. Su relación con el actual
presidente del diario, Jesús Abreu Anselmi, trasciende lo profesional. Fue uno
de los requisitos que pusieron los desconocidos accionistas del periódico para
contratar a la persona que diera la cara en la empresa, de acuerdo con una entrevista concedida al
periodista Jesús Yajure por el representante de Epalisticia, José
Luis Basanta, y publicada en el portal Politikom.