El Estado chavista ha patrocinado desde hace unos años una especie de gentrificación de la explotación del oro al noreste del estado Bolívar: los mineros artesanales e informales están siendo desplazados para abrir paso a operaciones de escala industrial. Alrededor de El Callao la tendencia adquiere matices de drama social, mientras prosperan alianzas mixtas de autoridades oficiales con sujetos de cuyas identidades y credenciales se sabe poco (excepto de su cercanía al gobierno).
Tiene un nombre de leyenda y una realidad cruda. El Dorado es un pueblo de frontera en el estado Bolívar que debe su existencia a la minería de oro y a las instalaciones penitenciarias. La confluencia de ambas ha dado lugar ahora a una especie de populismo delictivo por el que un ‘pran’ y su banda armada no solo controlan la vida de la localidad con la violencia necesaria y desde las sombras, sino que hacen actos cívicos y de beneficencia a través de una fundación que actúa a plena luz.
Esta serie fotográfica del periodista y documentalista, Jorge Benezra, muestra el drama diario de la mayor mina de oro de Venezuela. Una colonia multinacional de 30.000 mineros artesanales, librados a su suerte y a lo que determinen la codicia y las mafias locales, arrasan con lo que queda de humanidad y del medio ambiente en ese sector al sureste del estado Bolívar. Las autoridades observan pero apenas intervienen en ese coliseo en medio de la selva. Pronto debe llegar la corporación china Citic a poner orden y a producir.