Así funciona la venta ilegal de medicinas contra el cáncer

Una reportera de Armando.info siguió por tres meses la pista de un vendedor que se dedica en exclusiva a desviar medicamentos oncológicos de instituciones del Estado al mercado negro, donde se pueden comercializar a precios 300 veces más altos. La movían algunas preguntas básicas: ¿Se trata de ángeles u oportunistas? ¿Cómo organizan sus redes? Todavía con dudas sin resolver, encuentra que es un oficio que se ha hecho posible solo en las postrimerías de la revolución bolivariana en Venezuela, en medio de la escasez crónica y los controles burocráticos.

25 septiembre 2016
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No hacen falta muchas elucubraciones para entender por qué alguien acudiría al mercado ilegal en un país donde la escasez de medicamentos ronda el 86% según la Federación Farmacéutica de Venezuela. Es una práctica que ya se va haciendo común en Venezuela, de la mano con la crisis.

Aún así, pocos hablan de ella. Prima el miedo por estar haciendo algo ilegal y poner al descubierto a quien les suministra una pequeña dosis de vida, aunque con frecuencia sea a costa de negarle esa misma dosis a otro enfermo.

Ana (nombre ficticio para proteger su identidad) ha sido paciente oncológica. Durante su enfermedad se enfrentó al dilema de sumergirse o no en el mercado subterráneo de medicamentos. En la actualidad sigue con los ciclos de mantenimiento que el médico le ha prescrito, pero ha terminado la fase más dura del tratamiento. Se podría decir que está fuera de peligro. “Lo que hacen con nosotros no es humano, nadie debería revender medicamentos oncológicos”, cuenta en un primer contacto. Hace unos meses, se quedó sin Avastin, un anticuerpo monoclonal que se usa en el tratamiento de distintos tipos de cáncer, como el de mama. “Lo necesitaba. Es una angustia estar enferma y añadir preocupaciones. Cuando te diagnostican cáncer te dicen que evites el estrés”, explica ya, cara a cara, en Maracaibo, la capital del estado de Zulia (noroccidente de Venezuela), donde reside. Fue allí, en su clínica, donde entró en contacto con el mercado ilegal de medicamentos. Su médico tratante le dio un número de teléfono. “Me dijo que allí podría conseguir lo que necesitara. Ya había hablado con otros bachaqueros [N. de R.: nombre que se da en el castellano de Venezuela a los comerciantes del mercado negro] pero no cumplieron. Pagué una buena plata y me quedé sin nada”.

El vendedor parecía tener de todo cuando en el país apenas había nada. “Tenía filtros para Taxol [N. de R.: medicamento dentro de los taxanos que evita el crecimiento de las células cancerosas, se usa para cáncer de mama, seno, pulmón y sarcoma de Kaposi] cuando escaseaban, por ejemplo. Todo lo que le pedía para tratamiento oncológico lo tenía, sin problema. Entre él y una muchacha que trabajaba con él, eso me dijo, me podían conseguir todo”. Ana hizo varias transacciones con él. Pagaba en su cuenta corriente y un amigo recogía la mercancía en Caracas y se la llevaba a Maracaibo.

Cómo era posible estar tan abastecido de medicamentos de alto costo. ¿Eran robados, traídos de fuera o falsificados? Resolver esas dudas y entender cómo se mueve el mercado negro de los medicamentos de alto costo pasaba, como mínimo, por tener en las manos algunas muestras de la mercancía que el traficante manejaba.

Contacto y el primer encuentro

Para no levantar sospechas, la autora de este reportaje se hace pasar por cliente. Bajo seudónimo, contacta a R.L. Solicita Methotexate en tabletas de 2,5 miligramos, que se usa para psoriasis y artritis reumática, pero también en el tratamiento de cáncer de mama, piel, cabeza, cuello y pulmones. El precio de venta por lámina o blíster de diez pastillas es de 8.000 bolívares (unos ocho dólares al cambio promedio del mercado paralelo ilegal). Para el pago, se puede hacer mediante depósito o transferencia a dos cuentas de los bancos Mercantil y Banesco. El mercader ofrece enviarlo por mensajería privada, aunque especifica que sólo por el servicio de encomiendas MRW, con un cargo de 850 bolívares, o en persona si se está en Caracas. Como este último era el caso, para la entrega se fija la Plaza El Cónsul en La Guaira (estado de Vargas, litoral central), frente al muelle pesquero que se conoce popularmente como El Mosquero, un sábado en la mañana.

El contacto fue de apenas unos minutos en una plaza llena de gente, carros, autobuses, bullicio. En ningún momento se pudo determinar si estaba solo o si más gente vigilaba la escena. El objetivo del encuentro, que se grabó de modo oculto, era el de obtener un medicamento para poder comprobar su origen y fiabilidad, así como tantear al traficante y su capacidad de venta. La reportera obtuvo así de R.L. el blister de Methotexate. Pero, además, para seguir construyendo confianza, inquiere por el suministro de una cantidad de Avastin suficiente para un tratamiento de un año.

R.L. dice que lo tiene. Se va por un sitio distinto a por donde llegó.

Las pastillas de Methotatexate son de la marca Emthezate, que importa en Venezuela Laboratorios Elmor. La muestra corresponde al lote 3A406027, con permiso sanitario E.F. 30.975/09 y fecha de expedición 06-2019. Desde Elmor confirman que la fecha de recepción en su planta en Carabobo fue el 14 de enero de 2015 y que el lote se distribuyó al Banco de Drogas (Badan) y al Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS), ambas instituciones del Estado con sedes en Caracas.

“Tal como acordamos, a continuación le reenvio el correo de nuestra Directora de Calidad, Dayana Franco, donde confirma que el producto EMTHEXATE 2,5 mg tabletas, Permiso Sanitario E.F. 30.975 / 09. Y Fecha de Expedición 06-2019, efectivamente pertenece al lote 3A406027, contentivo de 8618 Unidades… Las mismas fueron fue recepcionadas en nuestra Planta el día 14/01/2015 y distribuidas al Banco de Drogas (BADAN) y al I.V.S.S Caracas, ahora bien, es importante destacar que como usted no lo adquirió ni en BADAN ni en el IVSS, obviamente desconocemos si ha sufrido algún tipo de alteración por factores como lo son temperatura, lugar de almacenaje, manipulación del contenido, etc, que obviamente ya se escapan de nuestro control por no haber sido adquirido en las locaciones autorizadas para la venta de este tipo de medicamentos.. Quedamos atentos para cualquier información” 

La comunicación de la empresa farmacéutica, de la que se transcribe un segmento, resulta terminante: el medicamento es verdadero, pertenece a su importación.

Por lo demás, no brinda respuestas sobre su procedencia. ¿De Badan o del IVSS?

Unos días después del primer encuentro se escribió de nuevo a R.L. por mensaje de texto.

- ¿Cómo estás? Mira, una pregunta. Tengo varias amigas que me pidieron que te preguntara qué medicamentos tienes para encargarte. Tú sabes que la cosa está pelúa pa’conseguir muchas cosas.

- Sólo medicamentos oncológicos. Medicamentos generales no manejo...

Paréntesis necesario: cómo se distribuyen los medicamentos

El gremio farmacéutico estima en 9.000 millones de dólares la deuda que el Gobierno de Venezuela mantiene con sus afiliados. No pueden producir muchos de los medicamentos que antes se hacían en el país por falta de insumos y no los traen porque no tienen las divisas para importarlos. La solución del Ejecutivo pasa por importar cantidades determinadas de medicamentos que promete pagar ipso facto a los laboratorios en el país o a las casas matrices en el exterior. “Compran en función del dinero que tienen, importan en plan epidemiológico, no basado en una planificación”, explica una fuente del sector, que prefiere no identificarse. En muchos casos compran los excedentes que hay en otros países, en otros “se venden sin registro, no hay fármacovigilancia, no hay respaldo”.

Cuando se trata de medicamentos de alto costo, como aquellos para el cáncer o el tratamiento del virus de inmunodeficiencia humana (VIH), sólo algunas instituciones están autorizadas para importar: el IVSS, el Ministerio de Salud, la estatal petrolera Pdvsa o Salud Militar. También el Banco de Drogas, conocido como Badan, que vende al detal con tiendas abiertas al público.

Es el primer eslabón en el que pudieran ocurrir sustracciones de mercancía, sobre todo si la inspección ocurre en horas de la noche, cuando hay menos personal en los almacenes.

Una vez comprado el medicamento al laboratorio, se envía desde el país en el que se encuentre bajo un estricto control. Se toman fotografías al bulto, se pesa y se especifica la cantidad exacta de mercancía que lleva. Para saber si en algún momento hubo una alteración “no deseada”, en algunos bultos se pone un aparato llamado temptale, en inglés, un medidor de temperatura con memoria que registra si hay cambios en las condiciones de almacenamiento y transporte. No se revela en qué caja se pone. Si la caja se abre o se saca de las cámaras frigoríficas en las que en algunos casos deben estar –es decir, si hay un manejo indebido- la máquina lo registra. Al llegar en avión al aeropuerto internacional Simón Bolívar de Maiquetía, que sirve a la ciudad de Caracas, se meten en los almacenes de la compañía aérea en la que se haya trasladado. Si son medicamentos que necesiten de cadena de frío, será en unas neveras. Allí también se pesan y se comprueba que los bultos no han sufrido ninguna rotura. Pueden permanecer hasta dos días en aduana, a la espera de que un agente del Seniat –la oficina tributaria y de aduanas- y otro de Cencoex –la autoridad de comercio exterior y administración de divisas- revisen la carga. Si no deben mantener la cadena de frío, se abren. Es el primer eslabón en el que pudieran ocurrir sustracciones de mercancía, sobre todo si la inspección ocurre en horas de la noche, cuando hay menos personal en los almacenes.

La siguiente oportunidad aguarda en el despacho de la mercancía. El agente de aduana contrata a un tercero que se encarga del traslado y, en el caso de los medicamentos de alto costo, serán llevados a los almacenes del IVSS en Guarenas (ciudad-dormitorio al este de Caracas, en el estado de Miranda). Según lo que determine el IVSS, la mercancía irá a los hospitales, al almacén u otro destino particular. En el camino a estos lugares también puede darse un robo.

Ya en el último eslabón, en los centros de salud, se halla otra oportunidad para desviar el destino de los medicamentos. Precisamente, R.L. trabaja en un hospital, como se pudo constatar para este reportaje.

El segundo encuentro

Tras unas semanas de ver por primera vez a R.L., se retomó el contacto. En esta ocasión se le preguntó por sus disponibilidades de Taxol, Doxorrubicina y Tamoxifeno.

-Taxol y Tamoxifeno únicamente. Doxorrubicina la tengo agotada desde hace mes y medio. Y no hay en Venezuela.

-¿Y sabes cuándo tendrás de nuevo?

-Ni idea, amiga. Debo esperar los pedidos de principio de mes a ver si llega.

-¿Cuándo, más o menos? Para estar prevenida.

-Del 5 al 10 de cada mes.

Este diálogo brindaría una primera versión para refutar la explicación que el propio R.L. luego ofrecerá para describir cómo funciona su red. Esto ocurrirá en el tercer encuentro, cuando la cliente se revele como una periodista en ejercicio.

Se encarga Taxol, una ampolla que requiere refrigeración y por la que se pagarán 13.000 bolívares (equivalentes a 13 dólares en el mercado negro), esta vez en efectivo y en mano. R.L. asegura que se mantuvo la cadena de frío para el medicamento. De hecho, para la entrega exige que se lleve una cava. Completado el requerimiento, agrega: “Manejo Paclitaxel de 300 mg, que es lo mismo que el Taxol”. Este dato también servirá para descartar el origen de la mercancía de R.L.

Se pauta el siguiente encuentro para la entrega a las tres de la tarde en la feria de comida del CC Expreso Chacaíto, en el centro geográfico de Caracas, en la frontera entre los municipios Libertador y Chacao. De nuevo se presenta como un joven cordial y de buen ver, con barba cortada con esmero, de maneras suaves, ropa que busca seguir la moda. La novedad es que esta vez no viene solo. Le flanquea un grupo de cinco hombres. Todos esperan sentados, muchos de ellos con cavas. R.L. dirá que son amigos y negará que trabajen juntos o que sepan siquiera a qué se dedica. En el intercambio luce tranquilo, no se esconde cuando saca el Paclitaxel de su cava ni cuando recoge el sobre con los 130 billetes de 100 bolívares que la reportera le tiende. Tampoco cuando ofrece y muestra el filtro que se necesita para aplicar el medicamento.

El intercambio concluye en menos tiempo que en La Guaira. Uno de los acompañantes de R.L. se levanta de la mesa “para vigilar” algo que la reportera no consigue entender. Al rato regresa. Es grande, el más corpulento del grupo. Después de recibir el Paclitaxel y salir del lugar, el grupo aún permanecerá un rato más, se moverá por la feria, regresará al sitio y se irá nuevamente. Luego se comprobará que algunos de ellos sirven para cantar la zona, como los luceros del crimen organizado.

Durante varios días se volvió al centro comercial para comprobar si el grupo despachaba mercancía allí, pero al menos en esos días no se les vio.

El Paclitaxel de 300 miligramos es un medicamento que en Venezuela se consigue a través de Lapreven S.A. El producto se importa desde Argentina, “legalmente, con toda la permisología”, como enfatizaron los responsables del laboratorio ante la reportera. La muestra pertenecía al Lote 6207/D con fecha de expedición 03.2017. Lapreven comunicó mediante correo electrónico que ese lote se vendió sólo al Depósito Principal del IVSS, pero no indicó fecha de llegada al país ni de entrega.

Se llevó la muestra a sus oficinas en la Torre Financiera en Bello Monte, Caracas, pero no aceptaron el medicamento y sugirieron llevarlo al Instituto Nacional de Higiene Rafael Rangel (INHH), para hacer los análisis pertinentes o al mismo IVSS para hacer la denuncia pertinente “para que la responsabilidad de Lapreven quede exenta”.

El siguiente paso fue llevar la ampolla dentro de la cava con hielo al INHH. Allí se hizo entrega de la muestra con un formulario para su análisis y determinar si la muestra estaba adulterada o era falsificada. Se comunicó que los resultados tardarían de 15 días a un mes. No obstante, mucho tiempo después, al momento de redactar esta nota, los resultados no estaban todavía disponibles.

El tercer encuentro: las revelaciones

Sin ninguna compra de por medio y con la excusa de consultar sobre unas dudas acerca de varios medicamentos, se acordó una nueva cita con R.L., a solas, en la misma feria de comida donde unas semanas antes entregó el Paclitaxel. Aparece nervioso, chequea a cada rato el teléfono, conversa con alguien por texto. Se le revela que ha venido negociando con una periodista. La reportera le pide que, puesto al descubierto, le oriente sobre cómo funciona su red. ¿Hay otras complicidades? Sus ojos, ocultos bajo la visera de una gorra, se esconden aún más cuando agacha la cabeza y añade con gesto de resignación: “Sabía que esto era algo así, sabía que eras periodistas, yo no quiero líos”. Accede a contar su historia, pero al día siguiente esquiva por celular: “Necesito pensar”.

No vuelve a aparecer. Ni al día siguiente ni al otro. Finalmente, después de mucha insistencia, concede una última conversación por teléfono.

“Yo soy como un intermediario, me llaman cuatro enfermeras de cuatro clínicas diferentes que se encargan del manejo de esos medicamentos."

“Yo soy como un intermediario, me llaman cuatro enfermeras de cuatro clínicas diferentes que se encargan del manejo de esos medicamentos. Me llaman con que alguien me va a llamar pidiendo tal producto y cuando atiendo, ya ellas me han dicho qué hay, cuánto y a cuánto. Son de la Clínica La Trinidad, La Floresta, Clínica Ávila y la otra no recuerdo el nombre. Las que más manejo son estas tres. No sé de dónde vienen los medicamentos, si de Badan o del IVSS, no sé qué hay detrás de ellas. Yo me llevo 15% de lo que vendo en cada cosa”, cuenta, para salir del trance.

Se dedica al negocio desde hace dos años. Dice que antes manejaba más clientes, era un flujo semanal donde al mes podía ganar hasta 250.000 bolívares (250 dólares), pero ahora lo llaman alrededor de tres clientes por semana, “no sé si es porque hay más personas que se dedican a esto”, y confirma que cuenta con una red sucursal en Maracaibo, donde más acuden a sus servicios “porque hay confianza, porque no vendemos caro”. Pero tiene clientes en todo el país: Bolívar, Valencia, Portuguesa, “de todos lados, porque allí no tienen ni comida”. Cuando no son de la capital, se trasladan hasta Caracas, “les digo que vengan, sobre todo si es algo refrigerado, porque es delicado y debe mantener la cadena de frío… No soy un inconsciente, manejo la parte oncológica y sé cómo va la cosa”.

También tiene una numerosa cartera de clientes en Fuerte Tiuna, el principal cuartel militar del país, al suroeste de Caracas, hasta donde él se ha trasladado para despachar su mercancía. “Son gente de bastante rango, me pagan el taxi de ida y vuelta porque tienen muchas reuniones y necesitan el medicamento ya, me meten en sus oficinas, hablamos, me ofrecen de tomar, me dicen que no se conseguía el medicamento en ningún lado... Y lo que te dicen al final es ‘pero bueno, qué vamos a hacer’”.

El peso del esquema, según su versión, parece recaer sobre las enfermeras, que son, machaca, quienes le metieron en el negocio. A partir de aquí comienzan las incongruencias. Según R.L., ellas manejan a los clientes; sin embargo, durante las negociaciones con la reportera nunca participó ninguna persona diferente a él. Explica que él no tiene medicamentos en casa, que ellas manejan eso, “me dicen que hacen stock semanal, lo que sobra en las clínicas es lo que manejan, de lo que compran las clínicas”, y que no sabe de fechas de llegada de medicamentos. Pero cuando en su momento se le inquirió por un suministro de Doxorrubicina, supo anticipar unas fechas de entrega, igual que hacía con Ana, la paciente de Maracaibo: “Debo esperar los pedidos de principio de mes”, dijo en esas ocasiones.

También alega que los precios los fijan las enfermeras con los precios de venta en Badan como referencia. Pero aquí tampoco encaja el dato. El Methotrexate de 23,5 miligramos se vende en Badan a 309,04 bolívares la caja de 100 tabletas; R.L. vende la lámina de 10 tabletas a 8 mil bolívares. El Paclitaxel de 300 miligramos sale en Badan se vende en Bs 18.852,75 la ampolla, mientras él lo vende a 13.000.

El segundo medicamento que se compró, Paclitaxel, también es la pista que puede cerrar el círculo del origen de los medicamentos. Lapreven confirmó que el lote adquirido sólo se vendió al Seguro Social. En Badan confirman que esa marca de ese rubro no se compra desde hace más de un año. Pero es la que R.L. revende.

Las clínicas

Se hicieron visitas a cada una de las farmacias de la unidad de oncología de las tres clínicas citadas por R.L.: Clínica Ávila, La Floresta y Centro Médico La Trinidad, todas en el Este de Caracas. Según él, las enfermeras consiguen los medicamentos ahí, de lo que las clínicas compran o de lo que los pacientes llevan.

En la primera contaron que apenas tienen uno o dos pacientes de quimioterapia por semana, que el stock que suelen tener es mínimo y que tienen por pacientes que han fallecido y cuyos parientes deciden la donación. En la segunda explicaron que ellos no compran medicamentos oncológicos, que el tratamiento que reciben los pacientes lo traen ellos previa compra en el IVSS o en Badan. En la tercera, la que dice tener un volumen mayor de pacientes, cuentan lo mismo: lo que se maneja es de cada paciente, se etiqueta con su nombre y se guarda. ¿Puede haber stock? Sí, pero mínimo. Entonces, la oferta en La Guaira de conseguir el tratamiento de un año de Avastin parece difícilmente realizable a través del stock de estas tres clínicas. “Entre todas las enfermeras pueden hacerlo. Le puedo decir a una, a la otra… Y así sacan todas las dosis que pidan”, se defiende.

Hasta ahora no se había nombrado el lugar de trabajo de R.L. Es el Hospital Luis Razzetti, lugar de referencia para el tratamiento del cáncer en Caracas. Él niega que extraiga los medicamentos de allí. “La vigilancia es fuerte”, dice.

-Exactamente, ¿en qué trabajas?

-En Farmacia. Pero no la controlo, porque no estoy a cargo de eso. Trabajo ahí, veo todo y conozco todos los movimientos. Y allí indago, pregunto y ellos me dicen que se han visto cosas raras a nivel de Farmacia porque salen muchos medicamentos por donación y en el mismo sitio, que es cosa rara.

El Razzetti

A la entrada del hospital Luis Razzetti, un militar exige al visitante presentar la identificación y decir a dónde se dirige. Sólo con una tarjeta que identifica como paciente de ese centro médico y asistiendo personalmente es posible conocer si existe o no un medicamento para el tratamiento del cáncer. Es una orden, según parece, cumplida por todo el personal de distribución de los fármacos, pues al preguntarle a tres empleados del sitio –dos mujeres y un hombre– respondieron que esa información no podía ser ofrecida a cualquiera.

En el departamento de entrega de medicamentos hay varios carteles pegados en la pared: “Solo se le hará entrega del siguiente medicamento Prednisona 5 mg [sic] tabletas a los pacientes con diagnóstico de próstata y linfoma”. Y uno que llama especialmente la atención: “No hay filtros para Paclitaxel”, el mismo insumo que R.L. ofreció en la primera reunión en la feria del Centro Comercial Expreso Chacaíto.

Una paciente cuenta que no ha conseguido todos los medicamentos allí, pero que era uno de los mejores lugares para hallarlos en el caso del tratamiento oncológico. No quiso dar más declaraciones. Una mujer espera en la puerta de Farmacia, acompaña a su hija, paciente de cáncer de útero. Tampoco quiere dar su nombre, pero confirma que allí recibe casi todo el tratamiento.

R.L. niega que se haya llevado nada del hospital. “He ayudado a mucha gente en cierto modo, porque a veces no consiguen nada y me dicen que gracias a mí lo tienen. Esto realmente empezó con el problema de la escasez, esto nunca había pasado antes, que yo haya sabido, no lo he visto”. 

-¿Tienes miedo de hacer esto?

-No, miedo no. Realmente. Quisiera que se acabara, porque quién dice que un familiar lo necesite y sea yo el que tenga que buscar un medicamento. Realmente esto no es calidad de vida para ningún venezolano. No te creas que es fácil, yo mismo lo pienso y espero que esto en algún momento se acabe.

La jefa de Farmacia del Razzetti, la doctora Lisde González, dice que anotan cada día qué entra y qué sale de Farmacia. “Llevamos un registro riguroso, es muy difícil que se lleven nada”. Pero al mencionarle a R.L., piensa, suspira, dice: “Lleva la parte administrativa, suele quedarse más tarde de su turno. Puede cambiar los registros”. El método de control es una tabla de Excel.

(*) A la reportería de este trabajo contribuye el apoyo de todo el equipo de Armando.Info

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