“Alexis Vive” mejor de lo que parece

Una de las organizaciones de base revolucionarias y emblema de la parroquia 23 de enero ya lleva tiempo en su conversión a un conglomerado de 14 empresas, todas de pequeña dimensión, diseminadas por cuatro estados de Venezuela, e invariablemente fondeadas por organismos gubernamentales. Incluyen una panadería, una bloquera, una televisora y un matadero. Pero, a despecho de su ideario comunal o comunista, los emprendimientos de ‘Alexis Vive’ están registrados a nombre de sus directivos y no de un igualitario ente colectivo.

9 octubre 2016
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El negocio hasta ahora más redituable del colectivo Alexis Vive se asienta en un barrio apartado de la ciudad de Valencia, capital del estado de Carabobo (centro de Venezuela), al resguardo de decenas de centinelas. El músculo económico de la empacadora El Panal 2021 –una empresa dedicada a la producción y distribución de alimentos– se ha fortalecido tras al espaldarazo que les ofreció el desaparecido líder revolucionario, Hugo Chávez, ya hace seis años. “El Comandante [Chávez] miró más allá de la territorialidad… No hemos dejado de ser colectivos, somos un instrumento del poder popular. Pero necesitamos un instrumento legal para el tema de los recursos económicos, eso fue lo que nos sugirió él”, dice Ofman Bolívar, el líder de Alexis Vive en Carabobo.

Del brazo armado de la autodenominada Revolución Bolivariana a benéficas fundaciones. Así muchos colectivos han transitado de forma silenciosa de la clandestinidad a la legalidad jurídica durante la última década. Hace seis años empezó la metamorfosis de Alexis Vive, la organización que se hizo célebre en 2007 por sus ataques armados contra la televisora privada Globovisión y el edificio sede de la patronal Fedecámaras, ambas en Caracas. Tras reuniones en su baluarte de la parroquia caraqueña 23 de Enero –un barrio proletario conocido por el activismo de sus habitantes, en el oeste de la ciudad- con altos funcionarios del Gobierno, entre ellos el actual parlamentario oficialista Elías Jaua –como aseguran miembros del colectivo–, el grupo decidió incursionar en una faceta empresarial.

En Caracas, la conversión de colectivos a fundaciones también fue acatada por colectivos como Montaraz, Tres Raíces, Yumare, Fuerzas Comunales 4-F, entre otras agrupaciones. “Se hablaba de los medios de producción, así surgió la idea de convertirnos en fundaciones. Algunos aceptamos la propuesta, mientras otros se negaron por considerar que perderían su identidad”, agrega Bolívar.

Los ‘panas’ del panal

Con el control entre los bloques 22 y 28, los barrios Camboya y Santa Rosa, de la parroquia 23 de enero, Alexis Vive se encargó de la gerencia de una panadería local que, posteriormente, bautizaron con la marca El Panal 2021. Solo sería una de las propiedades administradas por Alexis Vive; en poco menos que un santiamén llegarían a controlar una televisora comunitaria llamada Arsenal, una empacadora de azúcar, un matadero, una minúscula fábrica de bloques, una textilera, una carnicería, viveros y otros negocios como un restaurante llamado Russport. La mayoría con el sello de El Panal 2021. Actúan en Caracas y los estados de Anzoátegui, Carabobo y Aragua.

Robert Longa, el líder del colectivo, había resuelto dar un salto adelante con estos dominios para emprender la conquista económica, política y hasta ideológica de comunidades, mediante la creación de la figura de los panalitos, una manera de organización social del colectivo. “Cuando hablamos del panal hablamos de las abejas, como las abejas construyen esos panales y esa miel que se hace en colectivo, donde no hay privilegiados ni élites”, reiteró en una entrevista concedida a la televisora Russia Today (RT) en mayo de 2015.

Pero las mieles del Abasto y Panadería El Panal 2021, no se vierten sobre un anónimo colectivo

Pero las mieles del Abasto y Panadería El Panal 2021, por ejemplo y contra lo que se podría creer, no se vierten sobre un anónimo colectivo. Según consta en los registros mercantiles, la propiedad jurídica corresponde a los directivos del grupo, con nombre y apellido. En el caso de la panadería, revela el expediente mercantil, los propietarios son el hermano menor de Longa, Robinson Longa Rodríguez, y sus amigos Jimmy Javier Durán Suárez y Shahil Jordán Ochoa Rivas. Los mismos nombres –a excepción de Ochoa–, sumados a los de Luis Urbina Guerra y Douglas Álvarez Suárez, figuran en otra propiedad del líder de Alexis Vive: la asociación cooperativa Servicios Múltiples de Calidad 2008 RL. Esta última empresa, localizada en el bloque 24 del 23 de Enero, fue fundada con un capital de 200.000 bolívares o unos 46.512 dólares (calculados según la tasa cambiaria oficial de entonces) hace siete años. La compañía se encarga de construcciones de viviendas, la importación y exportación de equipos, la pavimentación asfáltica y otros ramos. Otros negocios son administrados por las comunas controladas por el colectivo en sus diferentes núcleos del país caribeño.

En la ciudad de Valencia, a unos 167 kilómetros de distancia del bastión original de Alexis Vive en Caracas, recuerdan los precarios comienzos del colectivo. “Hasta llegamos a vender productos (cosméticos) de Stanhome, así también reunimos dinero. Pero después llegó el apoyo del Gobierno”, afirma Bolívar. Con el paso del tiempo, el colectivo ha afinado su olfato empresarial. Sus miembros no se han conformado con adoptar la figura de fundación, sino que se han apoyado en la dirección de las comunas para recibir recursos que expandan sus proyectos.

El financiamiento de las 14 empresas que ahora ostenta este colectivo ha procedido, en muchos casos, del Gobierno del Distrito Capital, Ministerio para las Comunas y otras entidades dependientes del erario público. Los militantes del colectivo dicen que las alianzas con instituciones regentadas por el Estado venezolano también han permitido un respiro económico, destacando algunos convenios hechos con la Industria Venezolana Endógena de Papel (Invepal) y Lácteos Los Andes, ambas empresas que la Revolución nacionalizó.

El capital depositado por el Gobierno ha llegado por diversas vías. Hace dos años, el Ministerio para el Turismo invirtió más de tres millones de bolívares (60.000 dólares, aproximadamente) para la construcción de una posada, una diminuta arena de espectáculos, una cancha y la reparación de una piscina dentro de los dominios del colectivo en Caracas. La Comuna El Panal 2021 –controlada por Alexis Vive– fue encomendada para la edificación del complejo turístico en el 23 de Enero.

Relación carnal

La relación entre el Gobierno y los colectivos es íntima. En un oficio de la Armada Nacional de Venezuela del 3 de abril de 2014, la entonces ministra para la Defensa, Carmen Meléndez (almirante de esa fuerza, actualmente ministra del Despacho de la Presidencia y Seguimiento de la Gestión de Gobierno), fue informada de reuniones entre el alto gobierno y un colectivo llamado Fuerzas Revolucionarias José Félix Ribas para dominar a la población. El informante es un teniente –se omite la identidad– que solicita ser excluido de la comisión Gran Misión Barrio Nuevo, Barrio Tricolor en el sector Ocumare del Tuy, en el estado de Miranda, porque en la dirigencia de este programa social se coordinaba con este colectivo que, supuestamente, estaba armado.

En el comunicado, un vicealmirante expone que este teniente ha conversado con él para denunciar “la existencia de grupos paramilitares en áreas de Caracas presuntamente bajo el amparo y conocimiento de órganos e instituciones del Estado y autoridades competentes, y quienes de facto, ejercen plena autoridad en dichas áreas tanto en los ámbitos económico, político, social y de orden interno”.

Los colectivos poseen el monopolio de los recursos que el Estado entrega a las comunidades

En el expediente también destaca el poder económico de los grupos armados sobre las comunidades. “Los colectivos no solo ejercen un control absoluto del territorio de su sector, sino que también poseen el monopolio de los recursos que el Estado entrega a las comunidades lo cual les da un poder de influencia que le permite dominar a todos los miembros de la comunidad”, denuncia.

Los colectivos son calificados como el brazo armado del Gobierno en Venezuela. En 2010, Control Ciudadano y otras organizaciones no gubernamentales de este país introdujeron una denuncia en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) contra algunos de esos grupos por estar armados, entre ellos La Piedrita, la Coordinadora Simón Bolívar, Carapaica, Tupamaros, Montaraz y Alexis Vive, la mayoría de ellos con base en el 23 de enero.

Chávez, el hombre de verbo enardecido, vio en los grupos insurgentes del 23 de Enero un aliado para defender mediante el uso de la fuerza al proceso político, y un modelo para diseminar por todo el territorio nacional. La historia de algunos de esos grupos nace antes del régimen chavista, cuando llevaban una existencia semiclandestina para burlar la presión que sobre ellos ejercía la policía política.

Pero los colectivos proliferaron con una velocidad meteórica en el Gobierno de Chávez. Su número no se conoce y resulta difícil de calcular. Están diseminados en Venezuela y defienden a la revolución ante las amenazas de la oposición. Unos niegan estar armados, alegando que se concentran más en el trabajo cultural y comunitario; mientras, otros exhiben sin rubor sus arsenales. La semana pasada la policía judicial del Gobierno chavista intentó practicar una operación de seguridad en el 23 de enero pero fue repelida por combatientes de uno de los colectivos locales.

“El 23 de Enero siempre ha sido y seguirá siendo una parroquia combativa y revolucionaria al servicio de los verdaderos intereses del pueblo en la construcción del socialismo y estas armas que tanta ‘preocupación’ han generado en este pequeño sector han estado históricamente al servicio del pueblo venezolano en los momentos de mayor contradicción de clases, tales como el 27 de febrero de 1989 (Día de la Insurrección Popular ), el 4 de Febrero y el 27 de Noviembre de 1992 (Rebelión Cívico Militar Bolivariana); los días 11, 12 y 13 de abril de 2002 (Jornada de Resistencia Popular en defensa de la revolución y democracia participativa y protagónica), el mes de diciembre de 2002 y los meses de enero y febrero de 2003 (sabotaje Petrolero), el 24 de mayo de 2003 (El Catiazo), el 27 y el 28 de febrero de 2004 (Las Guarimbas Fascistas). Estas armas no están al servicio del paramilitarismo de derecha”, dice un comunicado enviado por 20 colectivos capitalinos hace nueve años a medios de comunicación.

El rótulo original de Alexis Vive es Alexis González Vive, Carajo. La denominación recuerda al dirigente comunitario del 23 de enero, Alexis González Revette, muerto en las escaramuzas posteriores al golpe de abril de 2002. Se fundó en 2005 y su salto al reconocimiento público se produjo dos años después, cuando, en mayo de 2007, en medio de las tensiones que precedieron el cierre de la televisora RCTV, tomaron las instalaciones de Fedecámaras y sitiaron al canal 24 horas de noticias Globovisión, en ese entonces, bestia negra del chavismo.

Se reivindican como organización leninista y cultora del poder comunal. Sin embargo, en su corta historia, las etapas se van quemando con rapidez. Si en 2007 aseguraban sostenerse con las cotizaciones de sus miembros individuales, en 2016 van en camino a transformarse en un conglomerado empresarial.

En una entrevista con Longa colgada en el website del Ministerio para las Comunas, que tuvo lugar en 2014, poco después de la eclosión de las guarimbas, el líder de Alexis Vive refuta la demonización de los colectivos, con la que se les ha querido pintar como grupos de choque. “Nosotros no tenemos nada que discutir sobre ley de desarme porque no estamos armados, no somos una banda armada”, declaraba entonces. Sin embargo, al desmarcarse de la violencia, no dejaba de asomar una amenaza: “De la defensa sí podemos hablar los movimientos sociales, está establecido en la Constitución, todo venezolano debe defender la patria en un momento determinado de una amenaza interna y externa”.

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