Yoani Sánchez: “Con Raúl y Maduro, le toca el turno a los mediocres”

La multilaureada disidente y bloguera cree que los destinos de Cuba y Venezuela están “indisolublemente ligados”. Dice que en las calles de la isla se teme a un corte de la ayuda venezolana y un regreso de las dificultades, pero también se cree que tal vez sea necesario.
Viene
de paso. Se ha desviado por unas horas hasta el oeste norteamericano antes de
volar a Nueva York para recibir el Premio Maria Moors Cabot de la Universidad de
Columbia que le fue concedido en 2009 pero entonces no pudo recoger. También la
esperan para participar en la Cumbre de Google Ideas, el think tank de la marca informática
donde, sonríe, piensa explicar de qué modo “el pueblo cubano, que fue capaz de
crear el picadillo de carne sin carne, también inventó la Internet sin
Internet”.
Yoani
Sánchez, con sus 38 años de edad, trae consigo un cierto revuelo de rockstar a la 69 Asamblea de la
Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), que se realiza en Denver, Colorado
(Estados Unidos). Le piden autógrafos. Atildados editores de periódicos pierden
la compostura con tal de tomarse una foto a su lado. En segundo plano, su
esposo, el también periodista Reinaldo Escobar, sigue, con la discreción de un
guardaespaldas los movimientos de la disidente anticastrista más célebre desde,
quizás, Huber Matos.
Filóloga
de formación, periodista por vocación, activista en los hechos, rezuma carisma y
se aviene de manera cordial a conversar con cualquiera que no retrase
irremediablemente su agenda. Ante el auditorio congregado en la ciudad de las
rocallosas hablará en su carácter de Vicepresidente Regional de la SIP para
Cuba. Con su melena exuberante y vestuario de sandalista se las ha ingeniado
para encajar en la SIP, una organización más parecida a un aristocrático club de
caballeros inglés que a un puesto de trinchera. Pero con solo cambiar de
sombreros, Yoani Sánchez puede hacer de la corresponsal de un medio extranjero,
de la bloguera de Generación Y, o del pivote de la minúscula pero muy activa
comunidad de 150 tuiteros que, asegura, reportan sobre ataques contra la
disidencia desde diversos rincones de la mayor de las
Antillas.
“Sería
gracioso, si no fuera una tragedia”, es una frase que parece utilizar con
frecuencia bien como preámbulo o como colofón de alguna viñeta que relata de la
sobrevivencia diaria en Cuba, del llamado resuelve. Parece también el umbral
indicado para adentrarse en su crónica de cómo despacha información desde Cuba:
por su celular envía mensajes de texto de los que no puede ver si hay respuesta:
“Es como una botella arrojada al mar”. Denuncia que el régimen de la isla ha
constituido un negocio premium con Nauta, la empresa de
conexión a Internet, inaccesible para un ciudadano cualquiera: una hora de
navegación equivale a una semana del salario promedio. De paso, subraya, es un
negocio montado sobre el cable submarino que la Venezuela chavista
subsidió.
Yoani
Sánchez lamenta que buena parte de la visión exterior sobre su país y sobre una
apertura que Raúl Castro estaría propiciando en el penúltimo comunismo de la
historia, descanse sobre los informes de reporteros que “pasan una semana” en
las habitaciones climatizadas de los hoteles cubanos y de manera instantánea se
gradúan de especialistas en uno de los regímenes más herméticos del planeta. En
todo caso, y no necesariamente para compensar ese desaguisado, admite que su
ambición para un futuro próximo es la de dirigir un medio periodístico “que
informe y no llame a la venganza”.
En
una breve pausa de la reunión con sus futuros colegas en Denver, la potencial
editora conversó con Armando.info. Desde luego, en un
intercambio entre cubana y venezolano se habló de la relación especial de La
Habana con Caracas, e inevitablemente los interlocutores se tutearon sin
pudor.
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En la revista The New Yorker, el
escritor Leonardo Padura le dice a Jon Lee Anderson que el gobierno cubano
contribuyó a alimentar tu leyenda al impedir que viajaras al exterior. De
acuerdo a esa tesis, ahora que ya has podido viajar, ¿has perdido
relevancia?
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La verdad es que yo nunca he buscado relevancia. Si la llego a tener es
consecuencia de mi trabajo. Es cierto que el gobierno cubano actuó con gran
torpeza al impedirme viajar. Pero ahora yo estoy concentrada en mi tarea, que es
arrojar luz sobre lo que hay que arrojar luz. Soy una gran admiradora de la
literatura de Padura y soy una demócrata autodidacta que respeta todo tipo de
opiniones que pueda haber. Esa es su opinión, yo no sería la persona indicada
para decir si eso es o no así.
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Sin embargo, esa especie podría dar base a la opinión de algunos
fundamentalistas del exilio, que creen que tu figura es producto de una sutil
operación de contrainteligencia del gobierno castrista.
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Yo he tenido desde el principio que convivir con eso, de modo que ya no me
afecta. Sé que un extremo me tilda como una operación de Raúl Castro y otro como
una operación de la CIA. Pero creo que cuando los extremos te critican entonces
significa que eres moderado y sensato.
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El nuevo gobierno de Venezuela sufre de una gran inestabilidad en lo político y
lo económico. Un eventual colapso de la administración del presidente Nicolás
Maduro, ¿qué consecuencias podría tener en Cuba?
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En realidad yo creo que, antes el gobierno de Chávez, y ahora el de Maduro, han
significado una prolongación de vida económica para un sistema que de cualquier
otra manera resulta disfuncional. Venezuela le ha dado un alargamiento
artificial al régimen cubano. Lo cierto es que a estas alturas el destino de
ambos países está indisolublemente ligado. Si se corta ese apoyo de Venezuela,
al castrismo le resultaría muy difícil sobrevivir. Y te digo una cosa: ahora
mismo en las calles de Cuba hay una sensación contradictoria al respecto. Por un
lado, claro, la gente no quiere que vuelvan las dificultades, los cortes
eléctricos, el desabastecimiento absoluto, la necesidad de los períodos
especiales. Pero por otro lado está ese dicho cubano de que “lo bueno que tiene
esto es lo malo que se está poniendo”. Hay gente que dice que a lo mejor los
cubanos necesitamos eso para que la gente reaccione y el cambio se acelere. O
para que Raúl Castro acelere el ritmo de las reformas y les dé mayor
profundidad. Nunca se sabe. Pero yo sí creo que hay una vinculación indisoluble
entre el destino de Venezuela y el de Cuba.
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También pudiera ocurrir que los jerarcas cubanos desaparecieran antes y eso
afectara al gobierno de Venezuela, que cuenta con la asesoría de La Habana.
Después de todo, los hermanos Castro son ancianos.
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Sí, hay una relación entre ambos sistemas que fragiliza a uno cuando el otro no
está. Es muy difícil ser Nostradamus en el Caribe porque acá todos los
vaticinios han sido refutados por la vida. Y sobre todo porque, en el caso de
Cuba, se trata de un régimen que no está basado en la lógica sino en el
voluntarismo y la testarudez. Así no puedes pronosticar. Pero es cierto que
ahora se está dando una confluencia de elementos nuevos. Uno es que la
generación histórica de la revolución cubana está pasando ya, literalmente, por
su último respiro de vida. Por otro lado, hay un escenario internacional
complicado para el castrismo pues, aunque tiene muchos aliados en la región, el
mito glamoroso de la revolución cubana se va extinguiendo en el resto del mundo.
Cada vez hay más gente crítica. Además, dentro de Cuba hay un retroceso
ideológico y de la influencia del gobierno sobre la población. Hay mucha apatía,
que no se transforma en rebeldía todavía, pero lo cierto es que el sector
apático está creciendo. Los cuentapropistas van ganando autonomía económica y, a
la vez, las remesas del exterior van teniendo cada vez mayor influencia y, con
ellas, cierto componente desideologizador que viene de afuera; todos esos
ingredientes en la gran cazuela nacional apuntan a que el caldo estará pronto.
¿Cuándo? Bueno, el tiempo de la historia no es el tiempo de la vida
humana.
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Resulta irónico que las postrimerías del castrismo coincidan con la época de
mayor éxito en la exportación de su modelo a América Latina.
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Son los coletazos y los vaivenes de la agonía. Tratan de aparentar que tienen un
discurso y una presencia continental más fuerte como para tratar de que no miren
hacia sus grandes debilidades. Pero esa percepción que mencionas creo que es
errada. Me parece, al contrario, que en América Latina se está tomando mucha
distancia de Cuba. Incluso, gente de izquierda que comulga con las causas
sociales, dice cada vez con más frecuencia que, sí, es de izquierda, pero que no
comulga con lo que pasa en Cuba.
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A estas alturas, ¿tú misma te calificarías de izquierda?
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Yo soy una persona posmoderna. Soy una mezcla de muchas cosas. No creo en esas
alineaciones de izquierda y de derecha. Me parece que era Ortega y Gasset quien
decía que las personas que tienen una ideología definida y tienen solo una
asimetría política padecen de una hemiplejia cerebral que les impide considerar
los otros puntos de vista. Yo me considero una persona de izquierda en muchos
temas. Por ejemplo, estoy a favor del matrimonio gay. En Cuba fui madrina de un
matrimonio gay. Estoy muy activa en ese tema de las minorías, de la igualdad de
oportunidades para todos, pero me considero liberal en el tema de la libertad de
expresión.
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Mientras Chávez vivía, con todo su carisma y el respaldo de los ingresos
petroleros venezolanos, parecía que estaba en condiciones de mantener una
relación de tú-a-tú con un líder histórico como Fidel Castro. Pero ahora,
fallecido Chávez, con Maduro da la impresión de que llegó la hora de una tutela
cubana sobre Caracas.
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Es que ahora la relación es entre dos gobiernos-remedos. Se trata de dos
herederos de las que fueron las figuras más carismáticas. En el caso de Raúl
Castro, ya no puede apelar a esa especie de hipnotismo que tenía su hermano
Fidel, así como evidentemente Maduro tampoco muestra ni la sombra del carisma,
cuestionable a mi juicio porque era muy populista y muy demagogo, de Hugo
Chávez. Este es el turno de los segundos, el turno de los mediocres, el de los
que heredaron por haber sido señalados a dedo más que por una verdadera
intención popular.
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Sin embargo, no son equiparables. Raúl Castro es un veterano que dispone,
además, de todo un aparato.
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Un aparataje de inteligencia, de vigilancia y control que ya se está devorando
al país. Así como se está devorando a Venezuela también. Porque exige recursos.
Organizar la policía política, escuchar teléfonos, observar a la puerta de los
disidentes, colocar cámaras; todo eso se lleva recursos. Hay un país, Cuba, que
ya resulta penoso; por ejemplo, no tenemos papas. Este año, yo no he podido
comer ni una papa en Cuba. Mientras, nos gastamos todos los recursos propios y
los recursos ajenos, en este caso, de los venezolanos, en controlar a los
ciudadanos.
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Dices que te propones dedicarte a hacer un periodismo de estándares
internacionales para Cuba. Pero tal vez en Cuba no haya público para eso,
después de medio siglo de propaganda y aislamiento.
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Estamos abocados a cambiar el estilo del periodismo en Cuba, que hasta ahora ha
sido un periodismo de barricada. Queremos hacer un periodismo más moderno, más
volcado a la información. La opinión es buena, claro, pero en Cuba estamos
opinando demasiado e informando poco. Hay que tratar de buscar soluciones desde
el periodismo. Ahora estoy pensando en un periódico on-line que no va a esperar
el día que sea permitido para hacerlo. No soy una persona que espera que las
cosas sean autorizadas para llevarlas adelante. Va a ser un periódico que, por
una parte, va a darle al ciudadano de a pie esa información básica que le sirve,
como, por ejemplo, a cuánto está el kilogramo de la carne de cerdo, una
información que el gobierno cubano nunca va a ofrecer porque sería como
denunciarse a sí mismo, pues sería poner a la luz que los cubanos tienen unos
salarios tan bajos que le haría falta una semana de trabajo para poder comprarse
un kilo de cerdo. Pero, por otro lado, también me propondría que el ciudadano
pueda hacer un ejercicio de democracia 2.0 y vaya opinando sobre ciertos temas,
primero como sí y como no, pero después argumentando. Para que los políticos del
mañana en Cuba no vayan a decir: “Nosotros no sabíamos cómo pensaba la población
cubana al respecto”.
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Suena a futuro. A algo deseable para hacer. Pero, mientras tanto, ¿cómo va a
encajar el periodismo informativo de tipo occidental en las expectativas de un
público hecho a la medida del periodismo de barricada?
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El déficit de formación cívica de los cubanos se supera informando. A ser
ciudadano se aprende siendo ciudadano, y a ser libre, siendo libre. La intención
por lo tanto es que ese periódico cumpla también una tarea de formación de
audiencia, con la responsabilidad que eso entraña, ¡eh! Nada de laboratorios
sociales o políticos. Sino de tratar de formar a la gente en la lectura crítica,
no solo de la prensa, sino de la política.