Negociar con aluminio es como montar en carrusel

Las mismas caras se hacen pasar por representantes de la trasnacional Glencore ante la industria básica del aluminio, y, al mismo tiempo, de empresas nacionales. Cambiando de sombreros consiguen duplicar oportunidades de negocios y hasta mercancía a precios de dólar oficial.
Glencore,
uno de los gigantes globales de las materias primas, compra aluminio venezolano
en dólares pero también en bolívares, a la tasa de cambio oficial, la más
favorable. ¿Cómo lo logra? A través de sus representantes en Venezuela que, al
tiempo que se reservan la mayor porción de los cargamentos que salen de Guayana
directamente al mercado externo, también se llevan una tajada de los cupos que
por ley el Gobierno está obligado a despachar –a precios de dólar regulado– solo
a empresas registradas dentro del territorio nacional.
Como
representantes de Glencore en Venezuela aparecen personeros de otras firmas
privadas que le compran a Bauxilum, Venalum y Alcasa, entre las industrias
básicas del Estado que actúan en el sector. Es así como los directores de las
empresas venezolanas Extrudal, Trefymaca, Alambres del Yaracuy y Armco son los
mismos empresarios que hace tres años renovaron, a nombre de la trasnacional
suiza, los leoninos contratos a futuro que negociaron por adelantado la
producción de aluminio de los últimos años
Son
incluso los mismos de la compañía Alloys Metals, cuyo nombre quedó fichado hace
cuatro años por el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y
Criminalísticas (CICPC), después de que frustraran un contrabando de 2.063
toneladas que estaba listo para zarpar en las narices de los trabajadores del
muelle de Palúa, la puerta de embarque que la Corporación Venezolana de Guayana
(CVG) tiene sobre el río Orinoco.
Fue
el 23 de marzo de 2009. El Estado aparta para suministrar a las empresas
nacionales un porcentaje de su producción de aluminio para que lo transformen y
generen así lo que en la industria llaman un desarrollo aguas abajo. Pero ese
día se embarcaron de manera irregular, listas para salir, los despachos de
varias empresas, entre ellas Alloys Metals. Su nombre quedó registrado en
las actas de la investigación nunca concluida por la Fiscalía Tercera del estado
Bolívar, así como en las declaraciones de funcionarios que entonces prometían
llegar “hasta el final”.
Venalum
rescindió el contrato de las 7.700 toneladas de aluminio que en 2009 había
reservado para Alloys Metals pero, al final, la empresa continuó en la cartera
de clientes de la Corporación Venezolana de Guayana con el nombre Autana
Aluminio, según consta en el expediente 30.910 que reposa en el Registro
Mercantil Primero del estado Bolívar.

El diputado Andrés Velásquez solicitó el 20 de agosto ante la Fiscalía General de la República, una investigación de los contratos de Glencore. Crédito de la foto: William Urdaneta
El
nombre de Glencore genera controversia desde que acapara las exportaciones de
aluminio junto con Noble Resources. "Hipotecaron la industria", decía ya en 2010
el dirigente sindical de Alcasa, Henry Arias. "Nos preocupan el monopolio y los
sobreprecios que pueda haber en estos negociados", añadía José Luis Morocoima
desde el sindicato de Bauxilum. En sintonía con ellos, la entonces diputada por
el estado Bolívar, Pastora Medina, advertía que “se está privilegiando a
empresas sin ningún tipo de licitación".
Al
fallecido presidente Hugo Chávez una vez le tocó probar una cucharada de la
indignación local contra Glencore cuando, el 16 de mayo de 2010, durante una
asamblea obrera transmitida en cadena nacional de radio y TV para juramentar a
los presidentes-trabajadores del llamado régimen de Control Obrero sobre las
industrias básicas, desde el público se dejó escuchar la consigna: “¡Fuera
Glencore!”.
Glencore
no es nuevo ni en la zona ni en la industria. Pero que durante los tormentosos
años del chavismo y en medio de la animadversión de la comunidad obrera, haya
prosperado con tanto éxito en Guayana y se llevara los mejores contratos con el
Estado, debe ser un punto a favor de sus representantes. Una muestra de su
habilidad aflora al cruzar la data que hay en el sistema SAP de la CVG con el
Registro Nacional de Contratistas y los archivos físicos de los registros
mercantiles de Barquisimeto, San Felipe, Puerto Ordaz, Valencia y Caracas: los
representantes de Glencore se las han arreglado para aparecer también como
accionistas de empresas nacionales que actúan en el mercado interno del
aluminio.
Puertas giratorias
Está,
por ejemplo, la compañía ACBL de Venezuela. La especialidad de ACBL es el
transporte fluvial con gabarras, barcazas y remolcadores. ACBL es también la
empresa que en 2012 recibió de Bauxilum un cargamento de bauxita cotizado a un
precio 66 por ciento menor al precio con que la estatal venezolana lo había
comprado en el mercado externo. Inscrita ante el Registro Mercantil Primero del
estado Bolívar, tiene su sede en la misma oficina 602 de la Torre Las Mercedes
de Chuao, Municipio Baruta, Caracas, donde los representantes de Glencore
en Venezuela establecieron su casa de representaciones con el nombre de
Palmat.
Desde
el mismo edificio, unos pisos más arriba, despachaban el exministro de
Industrias Básicas y Minería, Rodolfo Sanz, quien firmó los contratos a futuro,
y su sucesor, José El Chino Khan, máximo responsable de las empresas básicas
antes de salir al Banco Central de Venezuela (BCV) y llegar, por ahora, a la
Comisión de Administración de Divisas (Cadivi).
En
la junta directiva de ACBL de Venezuela destaca el nombre de un empresario
argentino-venezolano, Roberto Wellisch. Wellisch y Palmat estuvieron en el
mismísimo ojo del huracán durante las investigaciones de prensa que hace tres
años se iniciaron cuando el exembajador de Argentina en Caracas, Eduardo Sadous,
los nombró como parte de una red de tráfico de influencias que, como un peaje,
cobraba comisiones de hasta 15 por ciento en los negocios binacionales que se
pactaran entre los gobiernos de Caracas y Buenos
Aires.

Glencore ha sido blanco de la prensa mundial desde que sus socios fueron acusados en Estados Unidos por fraude fiscal.
Wellisch,
el directivo de ACBL de Venezuela, pasa por una puerta giratoria y aparece como
Wellisch, el representante de Glencore. Pero también Wellisch puede hacer el
número de accionista en Trefymaca, Alambres del Yaracuy o Armco. En cada rol
impulsa y supervisa un carrusel retroalimentado de permanentes ganancias para
Glencore y su propio entorno.
Una potencia extranjera
El
diputado por el estado Bolívar, Andrés Velásquez, solicitó el 20 de agosto
reciente ante la Fiscalía General de la República una investigación de los
contratos de Glencore; el 5 de septiembre volvió a consignar una serie de
memorandos que insisten en el tema, y apenas hace unos días consiguió que la
Comisión de Contraloría de la Asamblea Nacional se comprometiera a voltear la
mirada a Venalum y sus irregularidades.
Ninguno
de los contratos de venta a futuro con Glencore pasó en su momento por el filtro
de la Procuraduría General de la República, como tampoco por los canales de la
Asamblea Nacional. Ni siquiera hubo una convocatoria pública; entre sus
enunciados incluso colaban cláusulas de confidencialidad.
El
intermediario de materias primas más grande del mundo ha sido blanco de la
prensa mundial desde que sus socios fueron acusados en Estados Unidos por fraude
fiscal. “Desconocida, multimillonaria y controvertida: así es Glencore”, tituló
BBC Mundo una nota que pasaba revista a la serie de señalamientos por
corrupción, delitos contra el medio ambiente y evasión de impuestos ligados a
los negocios que sostiene en países donde compran desde trigo hasta
petróleo.
Tiene
activos en 30 países. Una suerte de potencia mundial de la que hay más preguntas
que respuestas, advertía el diario ABC de España en 2011. “Imaginen un país
invisible, que no sale en los mapas, y que controla el 50% del mercado mundial
de cobre”, comenzaba la nota del diario madrileño, con la firma de Javier
Tahiri. “Que cuenta con un PIB de 145.000 millones de dólares, cercano al de
Marruecos, por el que pasa el 10% del trigo global y casi el 25% de la cebada,
el girasol y la colza de todo el mundo. Un ente sin fronteras que influye de
forma notable sobre el precio de las materias primas y que aún así vive en el
limbo de lo desconocido para la gran mayoría de la opinión pública. Ese país
existe: se llama Glencore”.
La
trasnacional suiza ha tenido impases en todo el mundo: desde Estados Unidos,
donde ha sido acusada de estrechar vínculos comerciales con Irán, hasta en
Bolivia, donde el presidente Evo Morales la azotó con su política de
expropiaciones. Pero en Venezuela, hasta nuevo aviso, las cosas le han salido
mejor. Opera a cancha abierta. Y se da el lujo de pagar tanto en dólares como en
bolívares.
Clavel
Rangel, Ciudad Guayana/ Katherine Pennacchio, Marianela Balbi y Joseph Poliszuk,
Caracas
Lea
acá la primera entrega de la serie: "Guayana, el feudo de
Glencore"