Los traficantes salvajes del cardenalito

Hasta 30 veces se revaloriza el precio de un ejemplar de Carduelis cucullata desde los montes del estado Lara hasta los mercados globales de criadores y coleccionistas. Tal vez solo queden 400 silvestres, todos en Venezuela. Y mientras menos hay, más raros, caros y codiciados se vuelven. Conoce la lógica cruel del circuito que comercia ilegalmente –bajo amparo de la desidia y complicidad oficiales- con esta especie de ave, rumbo a la extinción.
Ramón
García Molina había convertido su bolso negro en una jaula provisional el 17 de
octubre de 2012. El interior de su morral parecía la maqueta de un edificio:
había 85 celdas hechas de madera. Cada una tenía perforaciones para la entrada
de aire, y contenía trozos de vegetales. Todo estaba preparado para cruzar, a
las 8:50 pm, el océano Atlántico en el vuelo UX071 de Air Europa, de Caracas a
Madrid.
García
Molina, identificado con el pasaporte español número AA0347402, burló los
escáneres y las revisiones de las autoridades venezolanas hasta que llegó al
Aeropuerto Internacional de Barajas, que sirve a la capital española. Allí se
sintió descubierto y abandonó la carga. De las 85 aves –colibríes, turpiales,
periquitos, canarios de tejado, cardenales y cardenalitos– que sacó de Maiquetía
como contrabando exótico, solo 45 resistieron las ocho horas del vuelo. Las
otras 40 llegaron muertas, según actas levantadas luego del hallazgo del alijo
animal.
Las
45 aves sobrevivientes fueron repatriadas a Venezuela, pero el Ministerio del
Ambiente solo reportó a la prensa el rescate de 22, que fueron reanimadas e
hidratadas por Protección Civil (PC) del estado Vargas (litoral central de
Venezuela, donde se ubica Maiquetía) enviadas al Parque del Este “Francisco de
Miranda” de Caracas. El destino de las 23 restantes es una
incógnita.
En
PC de Vargas, el Instituto Nacional de Salud Agrícola Integral (Insai), la
Guardería Ambiental y el Ministerio del Ambiente manejan la versión de las
actas, que narran la fuga de García Molina y repatriación de 45 aves. Sin
embargo, las fuentes en esos entes indican que solo están autorizadas para
informar sobre el rescate de 22 ejemplares. Algunas llegan a admitir que la
historia completa se ocultó “para proteger la imagen
institucional”.
Yonatthan
Torres, jefe de la Dirección Estadal Ambiental del Distrito Capital y estado
Vargas, quien participó en la repatriación, afirma ante las periodistas no tener
mayores detalles sobre el caso: “Si mal no recuerdo, en él estaban involucradas
cuatro personas. Se detectó gracias al Seniat (N. de R.: siglas del Servicio Nacional
Integrado de Administración Aduanera y Tributaria) y al Ministerio del
Ambiente”.
Los
cardenalitos –Carduelis cucullata,
según su nombre científico–, eran los diamantes del lote incautado en Barajas.
El ave, en peligro crítico de extinción, puede venderse hasta por 1.500 dólares
fuera de Venezuela, país donde se concentra la población
silvestre.
El
tráfico del cardenalito es una travesía que pasa por muchos aeropuertos
internacionales. De apenas 10 centímetros de longitud y unos 12 gramos de peso,
obsesiona a coleccionistas de todo el mundo por su intenso color rojo vivo,
cabeza y parte de las alas negras, su canto melodioso y la capacidad de
transmitir su tonalidad carmesí al cruzarse con el
canario.
En
Israel capturaron en 2011 a un hombre, procedente de Bélgica, con ocho
cardenalitos metidos en recipientes plásticos y escondidos en su ropa. El caso
se reseñó en el periódico israelí Haaretz como una historia colorida que
ilustra el contrabando que cada año se detecta en el aeropuerto Ben Gurión de
Tel Aviv.
No
son hechos aislados, sin embargo. El tráfico de fauna silvestre ocupa el tercer
lugar entre los negocios ilícitos mundiales, luego del comercio de drogas y de
armamento, según la Organización de las Naciones Unidas
(ONU).
Aún
en medio de esa multimillonaria industria global, las mafias que negocian con
cardenalitos se distinguen. Se especializan en conseguir ejemplares de esa
especie y llevarlos, en su mayoría, a los mercados europeos o norteamericanos.
Son redes de comercio ilegal que empiezan principalmente en los poblados del
estado Lara (al centrooccidente de Venezuela), atraviesan carreteras nacionales
y trasfronterizas, puertos y aeropuertos, y concluyen en localidades como Madrid
en España, Fasano en Italia, Buenos Aires en Argentina, Berlín en Alemania o el
estado de Texas en Estados Unidos, donde suele estar la mayor demanda, según
expertos.
El
biólogo José Vásquez, investigador del Ministerio del Ambiente, indica que el
macho del cardenalito es el más buscado por las mafias: “Aunque ahora también
crece la demanda de la hembra”.
¿Por
qué los machos son los objetos del deseo coleccionista? Porque cuando el
cardenalito macho se cruza con una hembra canario, se transmite el color rojo a
la primera descendencia; pero la tonalidad de las crías se pierde luego de la
segunda generación. “Eso provoca que muchos criadores ahora quieran comprar una
pareja de Carduelis cucullata para
obtener ejemplares puros”, explica.
La cámara de comercio del cardenalito
El
ave es autóctona de Venezuela. Habita sobre todo en Lara, mientras el resto se
distribuye en Falcón, Miranda, Mérida, Miranda, Barinas, Zulia y el llamado
Territorio Esequibo (zona en reclamación por Venezuela, bajo control de Guyana).
Se calcula que su población en condiciones silvestres suma entre 400 y 4.000
ejemplares, y que su distribución original se redujo en 80 por ciento a lo largo
de un siglo (antiguamente se encontraba también en zonas de Trinidad y Tobago,
Puerto Rico y Colombia). Por eso no es común verlos ni siquiera en el territorio
nacional.
La
especie está incluida desde 1952 en la Lista Roja de la Unión Internacional para
la Conservación de la Naturaleza; en el apéndice I de la Convención sobre el
Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora (Cites, según sus
siglas en inglés), cuyo apartado reúne animales en peligro de extinción que solo
pueden ser negociadas en circunstancias excepcionales. También está en la Ley de
Especies en Peligro de Extinción de Estados Unidos, promulgada en 1973 por el
congreso de ese país para resguardar a la fauna de depredaciones sistemáticas
inspiradas por el comercio.

Infografía: El Nacional
Además,
la venta y exportación del cardenalito en Venezuela se prohibió en 1973. La
especie está protegida por la resolución número 436, emitida el 7 de diciembre
de 1982 del Ministerio del Ambiente, y por el decreto número 6.176 de 2006 de la
Gobernación de Lara. Su veda indefinida se establece, además, en el decreto
número 1.485 del 11 de septiembre de 1996 de la Presidencia de la
República.
Sin
embargo, el marco legal no ha impedido la cacería indiscriminada. La carretera
Lara-Zulia y los alrededores de los cerros Saroche, Terepaima -ambos, en teoría
protegidos bajo la figura del Parque Nacional- son sitios populares entre
compradores de cardenalitos, que merodean entre mayo y septiembre (temporada de
reproducción) para adquirir ejemplares de manera clandestina. Allí, sobre el
terreno, se transa cada ejemplar en torno a los 1.000 a 1.500 bolívares: 30
veces menos que en el mercado global. “Mi hermano consigue los cardenalitos. El
rojo con cabecita negra es el que sale por aquí. Llámeme, se los conseguimos”,
dice una mujer que atiende un puesto de artesanía en el kilómetro 47 de la
vía.
La
artesana, al igual que otros en la carretera, hace las veces de intermediaria
entre los pajareros (dedicados a la
captura, cría y venta de aves) y los compradores.
Son
los llamados pajareros quienes mejor
conocen al cardenalito. Por eso saben que si los pájaros son capturados ya
adultos tienen pocas probabilidades de adaptarse al cautiverio e, inclusive, de
sobrevivir.
El
organismo del cardenalito es frágil. No hay nadie que refute el hecho de que su
tráfico contribuye a la disminución de sus poblaciones silvestres en el país.
Franklin Rojas, presidente de la ONG ambientalista Provita, no tiene duda en
afirmar que “el cardenalito es el ave más amenazada de
Venezuela”.
El
proceso de contrabando somete al cardenalito a condiciones extenuantes. Desde la
captura –un proceso traumático que incluye la quema de su hábitat para
descubrirlo y retenciones con mallas tipo neblina y pegamentos en ramas de
árboles–, pasando por su traslado por distintas vías y, finalmente, el
cautiverio, el rumbo franco que sigue es el de la extinción. Edilberto Ferrer,
ecólogo y exmiembro del desaparecido Frente de Defensa del Cardenalito (FDC),
asegura que la mayoría de las aves traficadas mueren en el viaje: “El
contrabando del cardenalito tiene casi un siglo, pero ahora es más preocupante
porque está casi extinguido. Los traficantes someten al ave a condiciones
extenuantes, que no resiste”.
El
estado Lara es el reservorio más importante del cardenalito. En homenaje a estas
características aves, verdaderos emblemas larenses, con su nombre fueron
bautizados hoteles, grupos cívicos y hasta la franquicia de béisbol profesional
de la región. Mientras el orgullo local por la especie prosperaba en lo
simbólico y lo legislativo, sin embargo, en el campo de lo tangible las cosas
iban de mal en peor. En el hábitat natural del cardenalito, que por supuesto es
también su zona de captura y comercio más intenso, un área que muerde territorio
a los municipios Torres, Jiménez e Iribarren, no hay que esforzarse mucho para
rastrear referencias acerca de algunos proveedores importantes: por ejemplo,
Daniel, el de la bodega, en la
carretera Lara-Zulia, la familia Rivero, o El Ucraniano, en Tintorero (municipio
Jiménez, el conocido pueblo de artesanías a orillas de la carretera a
Carora).
A.A.,
apodado El Musiú en toda la franja de
la carretera Lara-Zulia, es mencionado con frecuencia por su habilidad para
cazar aves. Él y su familia viven del comercio de especies silvestres. A sus 76
años, su mayor ingreso lo constituyen los loros carasucia (Aratinga pertinax), porque son trofeos
que abundan y son fáciles de cobrar. Vende la pareja por 250 pero, si tiene
muchas cervezas encima –como suele ocurrir los fines de semana-, remata la dupla
por 150 bolívares.
Comercia,
igualmente, con turpiales (Icterus
icterus) y cardenales del tipo coreano (Cardinalis phoeniceus) y mosquero (Pyrocephalus rubinus). Estos se asemejan
al codiciado Carduellis cucullata, pero sus poblaciones todavía pululan en Lara.
A.A. intenta engañar al que no conoce y los ofrece como el gran hallazgo; apenas
se dé cuenta de que el comprador sabe que estas aves son más comunes, será
cuando empiece a bajar los precios durante el regateo.
Pero
entre toda esa oferta, el genuino cardenalito es el artículo premium. Los pocos que lo consiguen
dicen que hay que soltar "mucha plata" para adquirirlos, una expresión cuyo
rango comprende, según el testimoniante, de 700 a 6.000
bolívares.
A.M.
-se indican solo las siglas del nombre, por petición de la fuente- trabaja en el
Ministerio del Ambiente y conoce sobre el comercio de esta especie: “El precio
sube o baja de acuerdo con muchos factores. En las ciudades son más costosos,
pero paradójicamente allí es donde tienen al verdadero cardenalito. Aunque en
las carreteras nacionales pueden venderte con facilidad hasta un mono capuchino
(Cebus apella) y muchos juran
conseguirte el cardenalito, son pocos los que pueden hacerlo. A lo sumo, solo
alcanzan a ponerte en contacto con pajareros”.
En
algunos poblados de Lara se consiguen los dichos pajareros. C.P. es uno de
ellos. Se cuenta entre los más renombrados en la zona y de los que tiene mayor
clientela. Dice que en su casa, localizada en Quíbor (Municipio Jiménez, estado
Lara), mantiene en cautiverio varios ejemplares. También se encarga de conseguir
otros de procedencia silvestre. “La pareja de cardenalitos está en 1.200
bolívares; uno solo lo consigo en unos 1.000. Las alondras salen más económicas,
así como los canarios”, dice.

Los pajareros también cazan a los llamados "cardenalito mosquero" y el "cardenalito coreano" en busca del auténtico Carduelis cucullata. Los guardan en recipientes cubiertos con sábanas y con orificios para la entrada del aire. Aún así, pocos sobreviven hasta la venta.
No
revela mayores detalles sobre la red en aeropuertos y aduanas porque el suyo es
el oficio primario: sacar a los pájaros de su nido, a los pocos días de nacidos.
El negocio ilegal se nutre, principalmente, de estos pajareros, que suministran aves a sus
clientes fijos de Caracas, Valencia (estado Carabobo) y Maracay (estado Aragua).
Son personas que encargan ejemplares antes de emprender nuevas rutas
comerciales. Un caso recordado en Lara es el de un médico brasileño capturado en
la carretera Lara-Trujillo cuando viajaba con 38 cardenalitos en la parte
inferior del asiento de copiloto de su automóvil. Los militares que actuaron en
la incautación presumen que el destino final del contrabandista era Brasil. “La
mayoría de los ejemplares murieron, solo se salvaron cinco”, afirman en la
Fiscalía 23 de Ambiente de la entidad.
(Sobre
la fecha de detención del médico brasileño no se obtuvieron mayores precisiones.
En la Fiscalía 23 de Ambiente afirman que ocurrió en 2011, mientras militares
que estuvieron en el decomiso y personal en el parque zoológico Bararida de
Barquisimeto, estado Lara, donde llegaron ejemplares, indican que sucedió en
2010).
No
siempre es detectado el traslado de cardenalitos en las carreteras nacionales.
Una pareja de guajiros logró viajar en 2011 durante cinco horas con 50
cardenalitos en sus bolsos de viaje. Solo sus actitudes sospechosas lograron
delatarlos en el terminal de autobuses La Bandera, en Caracas. Cuando fueron
detenidos, ya una veintena de las aves había muerto por
asfixia.
Las
especies que logran ser trasladadas vía terrestre a las ciudades del país tienen
distintos destinos. En un local de Quinta Crespo, en pleno centro de la capital
de Venezuela, por ejemplo, aseguran conseguir el ave con la condición de que
sean más de tres cardenalitos y se conceda un plazo de dos a tres semanas.
Otros, simplemente, preparan a los ejemplares para vuelos más
largos.
Alzan vuelo al exterior
Desde
su rústica estación en Lara, C.P. se confiesa consciente de los riesgos que
implica sacar fauna silvestre al exterior. “Está difícil ahorita conseguirlos
porque la Guardia Nacional te los puede quitar. Si te lo llevas a Europa, es
peor que estar con drogas. Uno puede ir hasta preso”,
añade.
Las
compañías aéreas prohíben el traslado de animales sin permisos. En la página de
la aerolínea venezolana Conviasa son claros con las normas: “Todo pasajero que
tenga como parte de su equipaje animales vivos deberá presentar el respectivo
certificado zoosanitario de exportación otorgado por el Ministerio de
Agricultura y Tierra a través de la Oficina de Sanidad Animal y Vegetal. Queda
terminantemente prohibida la salida del país, de especies consideradas como
fauna silvestre, tales como loros, guacamayas, pericos, monos; pájaros
ornamentales y autóctonos como los cardenalitos y los
turpiales”.
Carlos
David Ribero, encargado de emitir los certificados de caza y exportación de
fauna en el Ministerio del Ambiente, asegura que no está permitida la salida de
individuos de cardenalito: “Solo en casos de estudios científicos, pudiera
permitirse que sea sacada esta especie de Venezuela”.
Claro
está que las normativas no intimidan a los traficantes. M.C.V. es un
contrabandista de cardenalitos que ha dedicado al menos 20 años, de los cincuentipico de vida que lleva a
cuestas, a la evasión de los controles de los aeropuertos de Venezuela, España,
Italia y otros países europeos. En su apartamento, localizado en el oeste de
Caracas, recibe por encargo a las especies procedentes de Lara o Falcón. Cuando
se le consulta sobre las probabilidades de ser descubierto, sonríe y se ufana de
que, en lo que respecta a Venezuela, “nadie está pendiente, yo tengo tiempo en
esto”.
De
todas maneras, mantiene una regla de oro: nunca viaja con más de ocho aves, para
no levantar sospechas de las autoridades. Si bien esa precaución le ha
retribuido con creces, tal vez resulte innecesaria. Como ya se vio, hasta 85
ejemplares en un mismo embarque consiguieron superar los controles en Maiquetía
para cruzar el océano hasta Madrid.
“Los
contactos en los aeropuertos cobran millonadas. Es mejor viajar con pocos, pues
así no son detectados por los rayos X. Los huesos de los cardenalitos son huecos
y eso los hace difíciles de visibilizar por ese tipo de tecnología. Solo es
posible que te descubran si llevas diez o más, pues son más notorios los
esqueletitos. Mis amigos, que también hacen esto, los meten dentro de bolsas de
las tiendas de Duty Free. Yo prefiero llevarlos dentro de cajas forradas con
papel de regalo y algunos agujeritos para que les entre aire mientras volamos al
exterior. Claro, esa caja la meto en un equipaje de mano cuando pasamos por
algunos controles”, asegura.
M.C.V.
acierta. No siempre las figuras reflejadas en los escáneres del aeropuerto
venezolano son exactas, o siquiera aparecen. Odalys Caldera, comisaria del
Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC) y
experta en tecnología de seguridad, señala que los controles en Maiquetía están
diseñados apenas para detectar metales. Las armas de fuego son sus presas
principales: “Fácilmente podrían pasar aves pequeñas sin
novedad”.
Sin
duda, los traficantes se hacen expertos. M.C.V. revela otra técnica aprendida
durante sus aventuras: en el aeropuerto esquiva los rayos del sol para evitar
que, por sus efectos, los pájaros empiecen a cantar y él resulte descubierto.
También evita sedarlos. En cambio, los prepara con un mes de anticipación para
el largo viaje: “Me los traen de Lara. Comienzo a alimentarlos menos, a base de
brócoli y manzanas. De esa forma, sus organismos se van adaptando a comer menos
y al largo vuelo”.
Negocios pingües, condenas suaves
Por
supuesto, M.C.V. no es más que un peldaño en la pirámide de comercio ilegal del
cardenalito. Afirma que conoce a personas fuera del país que se dedican a la
venta de la especie. Aunque se rehúsa a facilitar nombres, en su grupo en
Facebook –donde suele captar nuevos clientes– se pueden ver aficionados a las
aves que lo siguen desde España, Italia y Portugal.
Uno
de sus seguidores del grupo en la red social es A.C., habitante de Vila do
Conde, en Portugal, que se ha dedicado desde hace algunos años a la
reproducción, cría y comercio de la especie. El hombre también promociona al
cardenalito a través de redes sociales y anuncios en Internet: “Tengo
cardenalitos de Venezuela en venta: clásicos, diluidos, doblemente diluidos…”,
escribió en mayo en el grupo de Facebook llamado Mercadillo de Aves y
Accesorios.
Al
consultarle, por correo electrónico, sobre los cardenalitos, responde que el
precio de cada ejemplar es 75 euros. Asegura que nacieron en 2013 y son
productos de las crías que tiene en Portugal. El costo baja porque no serían
cardenalitos “puros”, cuya tenencia y venta es legal en ese
país.
Lo
mismo sucede con J.F., residente de Andalucía, en España, y amigo de A.C. Él
ofrece sus cardenalitos en la red social. Indica a los interesados que dispone
de 40 crías anilladas.
La
península ibérica es uno de los puntos calientes de recepción del contrabando de
cardenalitos. Y eso que en España, por ejemplo, la venta de fauna silvestre está
prohibida. Es uno de los 177 países suscritos a Cites, pero el Ministerio de
Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente –encargado de regular la lista y
catálogo español de especies exóticas invasoras– explica que solamente se impide
la comercialización de los ejemplares cuando su procedencia sea silvestre. La
venta de crías reproducidas en cautiverio está permitida.
Juan
Carlos Fernández-Ordóñez, quien se dice miembro del Grupo de Aves Exóticas de la
Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife), y vive en San Carlos (capital
del estado Cojedes) dirige un proyecto de anillado de pájaros llamado Ara macao (nombre científico de la
guacamaya bandera). Desde la ciudad llanera asegura que el cardenalito se cría
en España y otros países europeos, de forma legal y muy a menudo. “Es raro que
lleguen ejemplares ilegales capturados en libertad en Venezuela. Cuando vivía en
España, en Barcelona, unos de mis vecinos llegó a tener, legalmente, unas 100
parejas reproductoras de cardenalitos”.
El
biólogo Vásquez, en contraste, indica que todo cardenalito en el exterior es de
procedencia ilegal: “Es un ave endémica de Venezuela, solamente se ha encontrado
hace poco una población en Guayana Esequiba (N. de R.: territorio bajo control
de Guyana, pero reclamado por Venezuela). Cada nación es soberana, pero se debe
estar atento con la procedencia de aquellos ejemplares que nacen en cautiverio
porque nadie está exento de falsificaciones de
certificados”.
La
advertencia no es vana. En Europa, donde las aves que sobreviven a los rigores
de su transporte furtivo adquieren valor, sobran los incentivos para hacer
trampa. De hecho, el 27 de mayo de 2010 fue desarticulada una red de traficantes
de aves. Su especialidad era falsificar desde España certificados de Cites para
trasladar a las especies a otros países. La mafia tenía tentáculos en Alemania,
Holanda y otras naciones de Europa. En la operación se incautaron 1.500.000
euros de las cuentas de los cabecillas de la mafia. Otros traficantes, que
falsifican certificados, en España, fueron detenidos en 2006 y 2011 en
España.
La
falsificación de documentos que autorizan la exportación de aves no es exclusiva
de Europa. En el Aeropuerto Internacional Simón Bolívar señalan que han
detectado varios certificados falsos de aves, uno de los más recordados se
emitió hace cuatro años, aproximadamente, para la exportación de un centenar de
guacamayas que tenían como destino México.
Además
de los vuelos comerciales y privados, peñeros, barcos y automóviles son otros
vehículos que se utilizan para el tráfico del ave. “Estimamos que 80% de los
contrabandistas podrían salir por esas vías”, indica
Torres.
En
el país no hay cifras exactas sobre cacería y tráfico de cardenalitos. En el
Ministerio Público y, en particular, la Fiscalía 23 de Ambiente del estado Lara,
tampoco recuerdan casos de condenados a prisión por el comercio ilegal del ave,
al menos, en los últimos cinco años.
Uno
de los casos más divulgados por el Ministerio Público fue la captura de Heberto
Machado, el 4 de octubre de 2011, cuando llevaba un cardenalito en una jaula que
estaba en su automóvil en el estado Zulia (noroccidente de Venezuela, fronterizo
con Colombia). El hombre fue imputado por la presunta comisión del delito de
caza y destrucción en áreas especiales y ecosistemas naturales de ejemplares de
la fauna silvestre, previsto y sancionado en la Ley Penal del Ambiente. Se le
impuso una medida de presentación periódica cada 30 días ante la citada
instancia judicial.
Lo
mismo sucedió con el médico brasileño detenido en la carretera Lara-Trujillo.
Admitió el delito y cumplió una pena en libertad. “Es extraño que haya alguien
encarcelado en Venezuela por tráfico de cardenalitos, ya que si admite el delito
y no es reincidente se le otorga una sanción en libertad”, explica una fuente de
la Fiscalía 23 de Ambiente de Lara.
La
única evidencia de esa requisa son dos cardenalitos hembras, decomisados al
traficante y ahora bajo custodia del zoológico de Bararida –principal parque de
la ciudad de Barquisimeto-, y en estudio por personal del Instituto Venezolano
de Investigaciones Científicas (IVIC).
No
están en exhibición. Lionel Ovalles, veterinario de Bararida, justifica el
resguardo: la sobrevivencia de esas aves constituye, para él, un verdadero
milagro; un signo excepcional de que, quizá, todavía se pueda hacer algo para
revertir el que, por ahora, parece ser el aciago destino del
cardenalito.

Los loros "cara sucia" son los más comercializados en caseríos de Lara.