Cuando el chingo y sin nariz negocian

Los gobiernos de Caracas y Quito suscribieron en 2007 un acuerdo de intercambio por el cual la estatal venezolana Pdvsa se ve ahora obligada a salir de compras al mercado internacional para suministrar derivados del petróleo a Ecuador. La gran paradoja: el gesto de solidaridad internacionalista, urdido explícitamente para evitar a los intermediarios capitalistas, ha terminado por beneficiar a traders globales como Trafigura y Glencore, a los que la administración de Rafael Correa declaró “contratistas incumplidos”.
¿Pueden
concertarse dos partes para beneficiar a terceros a los que explícitamente se
han propuesto evitar? Ese parece ser el caso del acuerdo petrolero que en 2007
firmó el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, en el primer día de su mandato,
con su homólogo venezolano y aliado regional, Hugo Chávez. El pacto parecía
simple, lógico y mutuamente complementario: Ecuador, con escasa capacidad de
refinación, se comprometía a entregar crudos a Venezuela que, a su vez, debía
retribuir con embarques de derivados como gasolina, diesel o gasoil por un valor
equivalente al del crudo recibido, según fórmulas previamente
acordadas.
No
obstante, a cinco años de su firma, el acuerdo ha desembocado en una modalidad
que puede sorprender a extraños, aunque difícilmente fuera inesperada para los
técnicos de Pdvsa, la petrolera estatal venezolana.
Según
minutas de reuniones entre las compañías estatales de ambos países y facturas de
embarques, obtenidas y analizadas por reporteros venezolanos y ecuatorianos para
este informe –que arman-do.info coordinó-, Venezuela, atribulada desde 2009 por
sus propias dificultades para producir suficientes derivados que satisfagan los
compromisos con clientes y con su mercado interno, se ha visto en la obligación
de obtener en el mercado internacional más de la mitad de los suministros que
destina a Ecuador. Orígenes tan exóticos como Bélgica, Estonia, los Países Bajos
y Arabia Saudita figuran en la bitácora de las entregas a partir de ese año,
revelando la intrincada red de proveedores que tejió Pdvsa para suplir a
Ecuador. En esos casos, la parte venezolana corrió con los costos de flete, una
práctica poco común en el negocio.
Pero
hubo más: el acuerdo original procuraba eludir a los intermediarios y por ello
tenía un valor simbólico de carácter político, tan alto o más que el valor de
sus potenciales ahorros. Los traders,
además de encarecer la comercialización de productos petroleros desde y hacia
Ecuador, constituyen un anatema ideológico para las revoluciones, la Ciudadana y
la Bolivariana, que gobiernan en Quito y Caracas. No obstante, la terquedad de
los mercados pudo más que la doctrina. Se pudo constatar que de 2009 a 2011,
casi 4 de cada 10 barriles de derivados que Venezuela envió a Ecuador fueron
comprados a través de manejadores de commodities de tan espeso abolengo
capitalista como Trafigura y Glencore, entre otros.
La triangulatura del círculo
El
espíritu del acuerdo, “dando y dando”, que los mandatarios Chávez y Correa
suscribieron, no podía más que ser traicionado. Tal vez los políticos no tenían
cómo saberlo, pero los experimentados técnicos de Pdvsa sí. La petrolera
venezolana no las ha tenido todas consigo para cumplir sus cuotas de producción
de crudo y productos refinados por diferentes razones. “Pdvsa se ha puesto a
celebrar acuerdos y luego no tiene los productos que acordó, bien sea por
problemas de refinación, producción o calidades", declaró a la agencia Reuters
un operador de una de las firmas involucradas, que prefirió no revelar su
identidad.
Aunque,
según la documentación disponible, en 2008 el intercambio parece haberse
cumplido de manera escrupulosa en las condiciones pactadas, el déficit de
producción de Pdvsa pronto impondría limitaciones y las quejas de la contraparte
ecuatoriana, relativas a demoras en las entregas, fallas en la calidad de los
productos y retrasos en el pago de multas, tampoco se hicieron esperar. Cierto
es que, como confió Dorian Romero, exfuncionario de Pdvsa que asesoró el
convenio de 2007 a 2009, a reporteros del diario El Universo de Ecuador, “siempre PDVSA
asumió cuando hubo las pérdidas”. Pero esas gestiones que apaciguaron al socio
ecuatoriano, aunque poco o nada beneficiaban al fisco venezolano, no
garantizaban la factibilidad a mediano plazo del trato.
Quedaba
como alternativa la aún poderosa estructura comercial de Pdvsa y su capacidad de
negociación. Petroecuador no cuenta con nada comparable. “Se preveía que al
manejar ellos grandes volúmenes de derivados, ellos siempre podían conseguirlo
en mejores condiciones que Petroecuador", dijo a Reuters el gerente general de
la petrolera ecuatoriana, Marco Calvopiña.
Fue
así como al acuerdo refrendado por los presidentes, se añadió un protocolo
diseñado por los técnicos de Pdvsa donde proponen que se amplíen los destinos y
la disposición final del crudo ecuatoriano, así como la manufactura y el origen
de los productos entregados por Pdvsa.
Esa
disposición abrió las compuertas para que, por ejemplo, de 2009 a 2010, solo uno
de los embarques de crudo Oriente despachados desde Ecuador a Pdvsa llegara a
puertos venezolanos. El resto de la producción ecuatoriana de ese crudo, la
variedad local mejor cotizada en el mercado internacional, viajó a clientes en
Perú y Estados Unidos. En 2011, se retomó Punta Cardón, en el estado Falcón,
como destino principal de los cargamentos de crudo ecuatoriano.
En
contrapartida, entre 2009 y 2011 Pdvsa compró en mercados internacionales casi
14,7 millones de barriles de derivados para entregar a Ecuador, lo que indica
que recurrió a otros países para cumplir con 53 por ciento de los despachos
totales. O, en otras palabras: solo 47 por ciento de los derivados que Ecuador
recibió como parte del acuerdo de intercambio con Pdvsa fueron producidos por la
empresa venezolana.
Para
todos los efectos, Pdvsa se constituyó en un broker que actúa a nombre de
Petroecuador. El zar de los hidrocarburos venezolanos, Rafael Ramírez,
presidente de Pdvsa y ministro de Energía, lo admitió en declaraciones ofrecidas
en abril de este año a la agencia Reuters: “Lo que hacemos es una triangulación.
Agarramos su crudo, lo valorizamos bien y se vende y buscamos los productos que
ellos necesitan, de las calidades que piden, y se les venden”.
La
sucinta descripción de Ramírez no incluye, sin embargo, detalles coloridos y
dispendiosos del negocio, como los vértices de esa triangulación y las
condiciones en que se realizan el transporte de los productos.
Las
facturas revelan, por ejemplo, que Pdvsa obtuvo productos para Ecuador en
puertos tan lejanos como Yanbu, en la costa saudita sobre el Mar Rojo. Desde
allá zarpó en junio de 2009 el tanquero Bright Express, fletado por Pdvsa, para
llevar nafta catalítica a la refinería La Libertad en Ecuador.
Las
minutas entre Petroecuador y Pdvsa también muestran que los términos del
intercambio establecen que los embarques desde Ecuador se venden en el puerto de
Esmeraldas a precios FOB (siglas del comercio internacional que significan
“puestos en el puerto de embarque”). En cambio, Pdvsa se compromete a entregar
derivados a Ecuador según su cotización DES (siglas del comercio internacional
que significan “despacho en el puerto de destino”).
Quiere
decir que el compromiso de Pdvsa incluye cubrir el costo del flete de los
productos destinados a Ecuador. Así las cosas, la travesía de más de 14.000
millas náuticas (unos 23.000 kilómetros) de la nafta catalítica embarcada en
Arabia Saudita para el puerto La Libertad en Ecuador, pudo costar a Pdvsa unos
1,2 millones de dólares, según cálculos de expertos navieros.
Tablas para los dos países, ganancias para terceros
Aunque
la mayor parte de las prestaciones del convenio parece diseñada para favorecer a
Ecuador, como parte más débil sobre el papel, Quito todavía no está en
condiciones de asegurar que esté ganando con el negocio. A lo sumo, está
reduciendo costos. La desventaja de Ecuador es estructural: mientras continúe la
escasez crónica de capacidades para refinar el petróleo, se mantiene a merced de
las condiciones de venta de crudos y compra de derivados que los actores
internacionales le impongan. La solución definitiva estriba en la construcción
de la proyectada Refinería del Pacífico “Eloy Alfaro”, de la que por ahora
parece haber más rastros en los discursos de amistad ecuatoriana-venezolana que
en los hechos.
Por
su parte, Pdvsa desde Caracas parece haber abordado desde el comienzo este
acuerdo con un espíritu que, según quien lo califique, puede pasar como no
mercantilista, de hermandad, o de instrumento para la incidencia política del
proyecto bolivariana en el hemisferio. “Esto se tiene que medir en un largo
plazo”, subrayó el exfuncionario de Pdvsa, Dorian Romero, a El Universo de Ecuador, “no embarque por
embarque, porque no sería justo para un convenio a largo plazo en el que la idea
no es ni ganar ni perder”.
Pero
sabido está que el camino al infierno se asfalta con buenas intenciones. Hasta
2011, Pdvsa había aportado productos derivados del petróleo a Ecuador por un
valor acumulado de 4.294 millones de dólares, a razón de aproximadamente 26.000
barriles diarios. De ese total, volúmenes equivalentes a 947 millones de dólares
fueron comprados por Pdvsa a intermediarios. Es razonable suponer que esos
intermediarios participaron en términos distintos a la solidaridad y la
hermandad entre los pueblos, sino parecidos al margen de rentabilidad del
mercado spot.
“Yo no puedo subrogarme a lo que es la
estimación de la rentabilidad de una empresa transnacional”, hacía Rafael
Ramírez una verdadera declaración de principios en una entrevista a propósito
del proyecto Magna Reserva, en 2011. Pero, aparte de desdecir sus propias
premisas corporativas y políticas, al recurrir a traders, Pdvsa trasgrede la letra del
acuerdo entre Ecuador y Venezuela. “Petroecuador suministra crudo ecuatoriano a
Venezuela para su procesamiento en refinerías de Pdvsa y recibe a cambio
volúmenes equivalentes de productos derivados de dicho procesamiento”, dicen las
bases del convenio de intercambio, que hablan de la “eliminación de
intermediarios en participación directa en los procesos de compra-venta”.
Una
porción no especificada de los 947 millones de dólares terminó en las arcas de
esos intermediarios como pago de sus servicios. En la lista de proveedores
figuran firmas como Petrochina, Petroleum Company of Trinidad & Tobago, la
estadounidense Chevron, Belgian Refining Corporation, la brasileña Petrobras y
hasta ExxonMobil, que mantiene un multimillonario litigio de arbitraje
internacional con Pdvsa. Pero son tres las compañías que concentraron 80 por
ciento de los embarques contratados por Pdvsa: Trafigura, Glencore y PRSI
Trading. De ellas, Trafigura y Glencore resultan emblemas de la comercialización
mundial de commodities, estrellas rutilantes en el firmamento de uno de los
negocios más rapaces y estratégicos del planeta. Además, cada una fue sancionada
en años recientes por el Estado ecuatoriano con medidas que le impedían hacer
negocios petroleros en ese país a cuyo mercado han regresado, sin embargo, por
la puerta trasera que Pdvsa les abrió.
Con
sede en Suiza, Glencore es el mayor jugador mundial del negocio. Su valor de
mercado ronda los 60 millardos de dólares, más que Boeing, Ford Motors o casi
cualquier trasnacional de consumo masivo. Fundada por el fugitivo empresario
Marc Rich, en mayo pasado un reportaje de la revista Foreign Policy llamaba a la empresa “Un
gigante entre gigantes”. En la nota se relacionan los métodos que Glencore usa
para conservar acceso a los jerarcas de la política en Rusia, Asia Central y
África, vale decir: acceso a los más grandes yacimientos de materias primas. Sus
apuestas son altas y en función de ellas, con frecuencia, debe jugar rudo. Marc
Rich llegó a estar vetado por la estatal Pdvsa en tiempos de la denominada
democracia puntofijista, y –como recordó el periodista Joseph Poliszuk en el
diario El Universal de Caracas- a los
representantes de Glencore se les investigó en Argentina por una presunta red de
extorsión entre Buenos Aires y Caracas, que hace dos años denunció Eduardo
Sadous, quien fue embajador de Argentina en Venezuela durante el gobierno del
fallecido exmandatario, Néstor Kirchner.
Por
su parte, la angloholandesa Trafigura fue la carta bajo la manga que el gobierno
del presidente Chávez blandió para quebrar el paro petrolero que entre diciembre
de 2002 y febrero de 2003 cortó el suministro de combustible al mercado interno
y amenazó la propia estabilidad del régimen. Los embarques de Trafigura hicieron
llegar combustible y, de paso, convirtieron al representante de la compañía
entonces, Wilmer Ruperti, en uno de los magnates más renombrados del país. En
2009, Trafigura fue señalada como responsable de un escandoloso tráfico de
desechos tóxicos con destino a Costa de Marfil, descubierto por una
investigación periodística internacional liderada por el diario The Guardian de Londres.
Como
reseñó el diario El Universo de
Guayaquil, Glencore fue declarada contratista incumplida en Ecuador entre el
2007 y fines del 2011 y, por tanto, el Estado no podía negociar con esa empresa.
Trafigura está demandada por la estatal ecuatoriana Flopec, dedicada al
transporte de petróleo, por lo que también fue declarada contratista incumplida
en junio del año 2011 y se le impuso la misma prohibición. Poco tiempo les tomó
a ambas para regresar al mercado ecuatoriano de combustibles por la espita
abierta de Pdvsa. Ante la finta, los ecuatorianos prefieren hacerse de la vista
gorda con un pragmatismo dictado por las circunstancias.