La elección de Smartmatic se volvió irreversible en Bulgaria
Los electores de ese país balcánico van hoy a las urnas para escoger un nuevo parlamento pero, independientemente de los resultados, de antemano se conoce un ganador: la compañía de tecnología electoral de origen venezolano, que lleva allá cinco eventos comiciales, incluyendo el actual, procesando los votos, hasta ahora sin inconvenientes. Pero en esta ocasión no pudo evitar la controversia que ya la siguió en otros países como Filipinas, Argentina y su natal Venezuela. La prensa local se puso suspicaz tras conocer que las dos empresas locales precalificadas para organizar el proceso presentaron propuestas idénticas y con el mismo socio tecnológico: Smartmatic y nadie más. La polémica no cesa.
Hoy domingo se
celebran las elecciones parlamentarias en Bulgaria. Se trata del quinto evento
comicial en ese país poscomunista de los Balcanes en el que los votos se
emitirán y procesarán con las máquinas de Smartmatic, la empresa de origen
venezolano cuya historia en el mercado global se inició con la seguidilla de
elecciones que ratificaron a Hugo Chávez en el poder. Pero es la primera vez que
su participación despierta la suspicacia de la prensa local. La mosca en la sopa
en esta ocasión fue que la autoridad electoral seleccionó como finalistas de la
licitación a solo dos de las ocho compañías que ofrecieron sus servicios para
organizar las elecciones y, en ambos casos, eran precisamente las únicas que
iban acompañadas por un mismo proveedor tecnológico:
Smartmatic.
La Comisión Central
Electoral de Bulgaria solo admitió las ofertas de Lex.BG y Ciela Norma, a pesar
de que ambas pedían pagos por el valor máximo establecido en las condiciones del concurso, de 42,9 millones de levs búlgaros, casi unos 26 millones de dólares. Una oferta
muy cerrada para la que bastó un descuento de 1.200 levs –apenas unos 722
dólares de diferencia– que hizo ganadora a la dupla de Ciela Norma y Smartmatic,
que una vez más se garantizó la organización de las elecciones de este 4 de
abril.
Aunque el proceso fue
impugnado por una de las empresas aspirantes que quedaron fuera del juego, el
Tribunal Supremo Administrativo de Bulgaria –en diciembre del año pasado–
terminó por allanar el camino para consumar el negocio. “Lo que sabemos es que
nadie más puede cumplir el contrato”, defendió entonces Veselin Todorov, el
director ejecutivo de Ciela Norma, la firma finalmente beneficiada. Decía que
las condiciones de esta licitación eran tan específicas que ninguna otra empresa
hubiera podido estar a la medida de los requisitos, y hasta reconocía que aún
sin el contrato aprobado, su compañía ya había adquirido las 6.600 máquinas que ahora Smartmatic suma a las 3.000 que había provisto para elecciones
anteriores.
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"Así es la vida, todos
tienen que correr riesgos si quieren ganar", justificó el empresario esa
temeridad en declaraciones a los medios. Pero los mismos medios han venido
preguntando qué sabían ese y los demás miembros de Ciela Norma para tener el
arrojo de aventurar millones de dólares en unas máquinas que para ese momento no
habían sido aceptadas por autoridad alguna.
Dudas razonables
¿Por qué todo ha
terminado tan atado para cimentar la plataforma electoral de Smartmatic? Es una
pregunta que la empresa no ha querido despejar. Ni siquiera fue posible precisar
el costo de cada dispositivo y si –ante tantas denuncias y cuestionamientos– se
trata de equipos usados que han reciclado de elecciones de otros países y
ofrecido como nuevos. “No estamos autorizados a hablar con los medios”,
justificaron sus voceros ante una solicitud de información para esta nota.
“Lamentablemente no estamos autorizados, al igual que en la mayoría de los
países donde proveemos tecnología, sin ir muy lejos en Los Ángeles, Estados
Unidos”.
La historia de
Smartmatic en Bulgaria empezó en 2014. Entonces asistió a la misma Ciela Norma
para montar el proceso de votaciones para las parlamentarias europeas de 2014,
pero solo con 130 máquinas instaladas en cuatro ciudades, a manera de proyecto
piloto. Sin duda, les fue bien: hoy estarán presentes en 9.000 de los 11.500
colegios electorales constituidos, es decir, todos aquellos con más de 300 votantes.
En
2019, la dupla de Ciela Norma y Smartmatic ya contaba con una red instalada de
3.000 máquinas y el año pasado –en medio de una inédita ola de protestas
políticas que se saltaban la cuarentena aun en tiempos de Covid– el partido de
gobierno inició las reformas necesarias para que el Poder Electoral pudiera
cambiar su plataforma sin necesidad del visto bueno de otros poderes públicos.
Un movimiento político que llevó a la propia jefa de la administración
electoral, Stefka Stoeva, a renunciar a su cargo. "Me pregunto por qué el
legislador transfirió fácilmente la decisión sobre el tema principal (comprar o
alquilar máquinas) a la Comisión Central Electoral, en vísperas de las
elecciones”, dijo en una declaración recogida por el semanario Capital.
En Sofía, la capital, hay un halo
de dudas sobre la forma como pasaron del sistema manual al voto electrónico. Más
allá de las circunstancias del contrato, algunas voces sugieren que fue una
transacción que alienta y quizás precede al fantasma del fraude
electoral.
Lecciones desde Venezuela
No obstante, a más de
5.700 millas náuticas, varios miembros y expertos cercanos a la oposición
venezolana advierten desde Caracas que en ninguna ocasión -incluyendo las muchas
en que los cómputos los desfavorecían- encontraron evidencia alguna de que el
número de votos hubiera dejado de coincidir con el acta impresa por las máquinas
de Smartmatic. No creen en el fraude electrónico, pero igual recomiendan
engranar un batallón de testigos que ejerzan auditorías en todas las mesas de
votación.
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“Desde el punto de
vista técnico, estamos seguros de que el sistema garantizaba el secreto y la
integridad del voto”. Lo afirma el asesor de la coalición de partidos opositores
agrupada en la extinta Mesa de la Unidad Democrática (2008-18), Roberto Picón.
“Revisamos muchas veces el software y estamos seguros de que cada voto se
depositaba en la máquina y se contabilizaba, transmitía y totalizaba
correctamente”.
No
existe un sistema blindado por completo, pero sí la manera de detectar un
fraude. Eso se demostró en 2017, cuando el Consejo Nacional Electoral (CNE) de
Venezuela, dominado por el oficialismo, entregó la gobernación del estado
Bolívar al candidato del chavismo, a pesar de que el opositor Andrés Velásquez
tenía las actas de las máquinas que demostraban no solo que él había sido el
ganador en buena lid, sino que el sistema permitía probar el robo de elecciones.
Eso quedó solo como insumo para la verdad histórica, porque de todas maneras el
CNE proclamó como gobernador al candidato oficialista, el general Justo Noguera
Pietri, y nunca atendió los reclamos opositores.
Picón, que en 2017
formó parte de la zafra de presos políticos de esa temporada tras una
declaración del propio Nicolás Maduro en la que lo acusó de hackear el sistema electoral, asegura
que cree en las máquinas, pero no necesariamente en quien las maneja. “El que
conoce el sistema puede violar el sistema, y allí el problema está en que, en
Venezuela, el Consejo Nacional Electoral no es un organismo independiente y está
afiliado prácticamente al Poder Ejecutivo y al partido de gobierno, el
Psuv”.
La oposición auditó
todos los procesos electorales y solo en 2005 encontró un error que
inmediatamente fue corregido por la propia Smartmatic. El sistema operativo de
Windows XP, que en ese momento corría en las máquinas de votación, guardaba la
hora en que se generaba cada archivo. Es decir, permitía saber la hora en que
cada voto había sido generado y potencialmente abría la posibilidad de averiguar
quién lo había hecho. Una anomalía que, en palabras del experto Mario Torre, fue
subsanada enseguida y les permitió tener acceso al código fuente que rápido
Smartmatic puso a disposición de cualquier auditoría. Ese hito fue además la
piedra angular para conformar el llamado Grupo de Seguimiento Técnico que, desde
la sociedad civil, asistió a la oposición en los siguientes catorce
comicios.
“Al final del día el
mensaje es: no nos preocupemos por el sistema, preocupémonos por buscar los
votos”, concluye. “La gente perdía demasiada energía desconfiando en el sistema;
el Gobierno buscaba que la gente dudara del voto electrónico y el CNE siempre
jugó ese papel opaco para generar lo que nosotros llamábamos abstención
selectiva”.

Han pasado casi cuatro años del fraude electoral en Bolívar. Entonces los registros de las máquinas dieron la victoria a Andrés Velásquez, pero el CNE no incluyó los resultados de 20 máquinas de votación de Ciudad Guayana.
Desde el punto de
vista técnico, el software es confiable. Eso sí, una cosa es el sistema
electrónico y otra bien diferente la política. Torre, paradojas de la historia,
fue profesor del fundador y CEO de Smartmatic, Antonio Mugica, en la
Universidad Simón Bolívar (USB) de Caracas, y en el año 2005 iba dispuesto a
reprobar a su ex alumno ante la opinión pública, pero entonces entendió que no
había fallas técnicas. “Ellos tienen que lograr que el sistema sea realmente
robusto y confiable, si no, no lo venden. Ahora bien, ¿tienen una relación con
el Gobierno? Para tú ganarte un negocio de 128 millones de dólares alguna
palanca tienes que tener”, concluye. “Smartmatic es un negocio; ¿quién compra un
sistema de votación? Su negocio es trabajar con
gobiernos”.
Ecos del pasado
Smartmatic fue
registrada en el año 2000 en Estados Unidos, pero sus raíces están claramente
ancladas a Venezuela. Aún antes de estrenarse en 2004 con el referendo
revocatorio que la oposición solicitó para intentar destronar a Hugo Chávez del
poder, había nacido como una startup
emergente en el sector tecnológico. Una de sus primeras asignaciones fue
instalar el circuito cerrado de cámaras de seguridad de la Torre Corp Banca de
Caracas, en la urbanización La Castellana del noreste de la capital. Hoy es un
coloso transnacional que solo en la en la primera elección en Venezuela de 2004 facturó más de 120 millones de dólares y se anima a querellar en Estados
Unidos a la cadena Fox
News de la poderosa familia Murdoch.
En cuatro años llegó a
cerrar negocios con el entonces rector del CNE y hoy presidente de la Asamblea
Nacional chavista, Jorge Rodríguez, a quien no solo se les relacionó, sino que
en 2006 la prensa denunció un conflicto de intereses, tras mostrar la factura de
una habitación de hotel en Orlando, Estados Unidos, en la que el vicepresidente
de Chávez se hospedó por cortesía de Smartmatic.
La luna de miel, sin
embargo, acabó una década después. Ya no desde Caracas, sino desde Londres, el
mismo CEO, el venezolano Antonio Mugica, apareció en rueda de prensa el 2 de
agosto de 2017 para denunciar que el CNE había inflado los votos para polémica
elección de una Asamblea Nacional Constituyente promovida por el Ejecutivo de
Nicolás Maduro, que nunca reconocieron ni la Unión Europea ni Estados Unidos,
así como tampoco más de la mitad de los países latinoamericanos. "Calculamos que
la diferencia entre la participación real y la anunciada por las autoridades es
de al menos un millón de votos", dijo.
Fue una denuncia
audaz. Mugica y su negocio tenían mucho que perder. El Estado venezolano aún le
debía dinero que nunca terminó de pagar. Pero Smartmatic ya no era la misma.
Había gestionado sistemas electorales en Estados Unidos, México, Colombia,
Bolivia, Ecuador, Chile, Brasil, Haití y Curazao, hasta Omán, Uganda, Zambia,
Sierra Leona, Kirguistán, Estonia, Armenia, Reino Unido y hasta Filipinas y Argentina, países estos dos últimos donde también había
tenido que enfrentar controversias públicas. Su reputación global ya no solo
había dejado de depender de su experticia acumulada con la llamada democracia participativa de Venezuela,
que el chavismo propugnó y puso en marcha mediante constantes elecciones y
referendos, sino que en cierta medida se lo exigía.
Esa distancia entre
las circunstancias de 2017 y las de, por ejemplo, diez años antes, afloran en
una pregunta que en voz alta se hace el experto Roberto Abdul desde Súmate, una
organización no gubernamental enfocada en la participación ciudadana, y
especialmente crítica de la autodenominada Revolución Bolivariana y de
Smartmatic. "¿Por qué la misma Smartmatic que intervino en 2017 para publicar
los resultados nunca terminó de precisar los resultados de 2007, la primera vez
que Chávez no solo perdía una elección, sino que exaltado pedía a la oposición a
que administrara “su victoria de mierda?", cuestiona
Abdul.
“Uno entiende que allí
hubo una intervención desde el punto de vista político de poder, por la cual no
se publicaron esos resultados en 2007”, dice. “Es uno de los episodios más
oscuros en la trayectoria de Smartmatic en Venezuela, que se manejó sin duda de
una manera opaca a lo largo de toda la relación que históricamente mantuvo con
el Consejo Nacional Electoral”.
¿Gemelos y rivales?
Smartmatic bien supo
atender al que fue su cliente VIP, el
CNE venezolano, hasta 2017, cuando ya había ampliado sus fuentes de negocio y
llevaba cuatro años estableciéndose en Bulgaria.
En Bulgaria también ha
sabido ganarse a las autoridades electorales. De otra forma no se explica cómo
es que pasó a la segunda fase de la licitación de la mano de las únicas dos
clasificadas. Mientras se presentaba en sociedad con la firma Lex.BG, pasaba por
una puerta giratoria y acompañaba también a la finalmente ganadora, Ciela
Norma.
“De hecho, es difícil
hablar de competencia, ya que ambas empresas ofrecen máquinas de la misma marca:
Smartmatic", apuntó el periódico Sega
de Sofía en su edición del pasado 30 de diciembre. “Este hecho, así como las
casi completas similitudes entre las ofertas de Ciela Norma y LEX.BG,
despertaron la sospecha entre los miembros de la Comisión Central Electoral de que en realidad los
candidatos al contrato habían acordado de antemano”.
El opositor Emil Voinov, del partido socialista
BSP, terminó por calificar la jugada como un "teatro" en el que, más que competir, las dos empresas estaban cooperando. No solo que las propuestas eran idénticas,
sino que ambas empresas compartían estados financieros preparados por el mismo
contable y certificados por el mismo auditor, con un texto idéntico: “Algunos
pueden decir que después de presentar la máquina a un fabricante, no es de
extrañar que sus ofertas sean las mismas, pero los dos participantes cometieron
los mismos errores en sus ofertas. Entiendes que si cada participante escribe
sus propias ofertas, las cosas correctas pueden coincidir, pero no los errores",
insistía Voinov con agudeza.
Añadió que ambas
empresas presentaban el demo de un dispositivo que presentaba el mismo número de
serie que identifica a cada equipo, lo que quiere decir que ambas compañías
compartían la máquina de la demostración: “En ambos protocolos, el número de
serie es el mismo, es decir, ¡los dos feroces competidores usaron la misma
máquina de presentación!".
Las similitudes
pasaron de ser llamativas a casi risibles. Pero, dependiendo de los resultados
de hoy y el desempeño de los equipos y sistema, tal vez mañana lunes no haya
muchos que sonrían por el dominio casi monopólico que Smartmatic en tan solo
siete años alcanzó en el pequeño mercado búlgaro de tecnología electoral.
(*) Este reportaje es producto de una cobertura conjunta con el reportero Nikolay Marchenko de la plataforma de Bivol.org de Sofía, Bulgaria.