La oficina pública más cara del mundo no lo parece
China no tenía remilgos en pedir. Y Hugo Chávez tampoco los tenía para complacer a su poderoso aliado. Así que cuando Beijing solicitó en 2010 la habilitación de una oficina en Caracas para que sus ejecutivos supervisaran los múltiples proyectos conjuntos en los que se embarcaron ambos gobiernos, los bolivarianos destinaron -al menos sobre el papel- la bicoca de 164 millones de dólares para remodelar un espacio de un edificio del centro de Caracas. Una década más tarde, la oficina sigue en funcionamiento. Armando.info encontró escasa actividad en ella, y, lejos del lujo asiático que se esperaría tras semejante inversión, pudo comprobar que el lugar es como una cápsula del tiempo que guarda una muestra desgastada del estilo burocrático de los años 80.
Cuando están en juego
fondos por casi 50.000 millones de dólares, la solicitud de que se habilite una gran
oficina para manejar ese volumen de recursos luce más que lógica, necesaria.
En 2010 esa solicitud
vino de China, el enorme y aventajado prestamista de una Venezuela que todavía
vendía al menos dos millones de barriles de petróleo diarios. El gobierno
venezolano accedió a la singular petición y asignó sin reparo la suma de 164
millones de dólares para la “remodelación, ampliación y equipamiento” de una
oficina para supervisar los millonarios proyectos binacionales que, en varios
casos, costaban menos que la propia oficina.
El espacio fue de 633
metros cuadrados que terminaron ocupando todo el piso 23 del Centro Financiero
Latino, un edificio de oficinas ubicado en el centro de Caracas, sobre la
avenida Urdaneta, que alberga tanto a entes públicos como privados, con un flujo
casi incesante de personas que entran y salen de sus instalaciones. Algo que ha
cambiado con las medidas de confinamiento por la pandemia de
Covid-19.
Documentos oficiales
del gobierno de Hugo Chávez correspondientes al período 2009-2012, a los que
tuvo acceso Armando.info, procesados
y analizados junto con el equipo de datos del Centro Latinoamericano de
Investigación Periodística (CLIP), con reportería adicional de Diálogo Chino,
dan fe de que el proyecto contó con esa exagerada asignación de recursos y
se llevó a cabo en apenas cuatro meses, una celeridad que dista mucho del tiempo que le tomó al Gobierno completar otras obras
financiadas con los fondos chinos (ver otras historias de esta serie El Joropo del dragón). La
remodelación de 164 millones de dólares se pagó a través de una subcuenta de
“gastos de funcionamiento” del esquema de préstamos, alojada en el fideicomiso
número 00378 del Banco del Tesoro.
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Multimillonario decorado burócrata
Una década después de
la ejecución de esa costosa solicitud, la oficina se ve como cualquier otra de
la administración pública venezolana en tiempos de la autodenominada Revolución
Bolivariana. Además de una foto con la presencia enorme de los
caudillos -Hugo Chávez y Xi Jinping-, el espacio no ofrece muestras de la
tecnología o el confort que los costos de su presunta remodelación harían
presumir. De hecho, todo luce estancado en un decorado burócrata de la década de
los ochenta.
La remodelación se
realizó en 2010, dos años después de que la oficina conjunta que supervisaría
los proyectos binacionales fuese inaugurada en mayo de 2008, con un acto
protocolar sencillo del que apenas hay registros. En esa ceremonia estuvieron
Rafael Isea, entonces ministro de Finanzas y presidente del Banco de Desarrollo
Económico y Social de Venezuela (Bandes), y Zhao Jianping, entonces asistente
adjunto del gobernador del Banco de Desarrollo de China (CDB) y luego su
vicegobernador.
Ambos representaban a
las instituciones que canalizaban los proyectos del Fondo Conjunto Chino
Venezolano, firmado en noviembre de 2007 por el entonces presidente Hugo Chávez,
con un capital inicial de 6.000 millones de dólares que, con el tiempo,
ascendería a 30.000 millones. En 2010, con la creación de un segundo fondo
sinovenezolano llamado el Fondo de Gran Volumen y Largo Plazo, se inyectaron
otros 20.000 millones de dólares para el financiamiento de las obras acordadas
entre ambos países.
No se sabe con
exactitud cómo lucía ese espacio antes de la remodelación que, según los
documentos, le hicieron en 2010. Algunos detalles del rediseño permanecen una
década después, como las letras doradas pegadas a la pared con el nombre oficial
del tratado, con su traducción en mandarín. Otros fueron incorporados más
adelante, como la gigantografía de Chávez y Xi de más de dos metros de ancho,
colgada en la recepción e intervenida con una frase del líder de la
autodenominada revolución bolivariana.
Lo que sí es un hecho
es que el monto de la remodelación fue tan desproporcionado que incluso algunas
obras de mayor impacto surgidas de los acuerdos con China tuvieron un valor
menor que lo dispuesto para la oficina que, en teoría, los supervisaba y
gerenciaba.
Tal es el caso de una
fábrica de Petrocasas -un prototipo de viviendas hecho con perfiles de
policloruro de vinilo (PVC), un plástico producido por la industria
petroquímica- en Guacara, estado Carabobo, que contó con un financiamiento de
133 millones de dólares; o de un ensamblaje de 925.410 equipos de telefonía
móvil, a cargo de la empresa estatal Venezolana de Telecomunicaciones (Vtelca),
para el que el Fondo Chino terminó aportando 118 millones de dólares.
Se puede hacer una
comparación similar con proyectos surgidos de otro convenio internacional, como
por ejemplo este con Bielorrusia: contemplaba la construcción de una fábrica
de camiones Mazven y una fábrica de tractores Veneminsk, ambas en el estado
llanero de Barinas, con presupuestos acordados por 132 y 55 millones de dólares,
respectivamente.
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Haz lo que te digo
Según un punto de
cuenta del proyecto elaborado por Pablo José González Hernández, para ese
entonces gerente ejecutivo de Fondos para el Desarrollo del Bandes, y por Edmeé
Betancourt, entonces presidenta de la entidad bancaria, la remodelación de la
oficina representaba un requisito para “dar cumplimiento a lo establecido en el
convenio de financiamiento de Gran Volumen y Largo Plazo” que “establece la
creación de una Oficina Conjunta China Venezuela”.
Sin embargo, en ese
plan –publicado en la Gaceta Oficial
39.511– no se hace mención expresa de la oficina de costo extravagante que se
necesitaría para darle seguimiento a los proyectos de este segundo fondo de
subvenciones, de 20.000 millones de dólares, suscrito el 10 de septiembre
del 2010. De hecho, en los documentos se señala dos veces que ese espacio
pertenecía a la gerencia que encabezaba González Hernández, cuando en realidad
era un área ya destinada para los asuntos del Fondo Chino.
Los trabajos de
remodelación se hicieron “en tiempo apremiante”, desde septiembre y fijando el 2
de noviembre de 2010 como fecha de reapertura. Finalmente, la Oficina Conjunta
se reinauguró el viernes 17 de diciembre por la noche, con poco más de un mes de
retraso frente a la fecha determinada. La ceremonia contó esta vez con la
presencia y las palabras de Jorge Giordani, ministro de Planificación y
Finanzas, que destacó el logro de tener un lugar para hacer “seguimiento
estricto del avance de los proyectos acordados entre ambas naciones”.
Constituía, añadió en su discurso, “un elemento de mayor seguridad y
tranquilidad para los compañeros chinos y para el gobierno
venezolano”.
A esas alturas, los
presupuestos de las obras financiadas con los fondos conjuntos tenían que ser
aprobados por las autoridades chinas
y la mayoría de los contratos fueron a parar directamente a empresas
estatales de ese país como Sinohydro, Citic Construction o China Machinery
Engineering Corporation (CMEC).

Representantes del Banco de Desarrollo de China fueron notificados sobre la inauguración de la nueva oficina.
La cámara de los secretos
El acceso a la Oficina
Conjunta China Venezuela está restringido. Si alguien avisa en la planta baja
del Centro Financiero Latino que se dirige al piso 23 (donde queda la oficina),
el personal de seguridad advierte que no está permitido. “Solo personal
autorizado”, dicen. Pero una vez adentro es posible llegar a esa planta y ver
que el espacio está dividido en tres oficinas que, al sumar sus superficies, completan los 633 metros
cuadrados.
Era un área
inaccesible hasta para miembros del personal del Bandes, que tiene su sede cerca
de la Oficina Conjunta, en otra avenida del centro de Caracas. Un extrabajador
del banco cuenta que todo era muy
“hermético y delicado'' con respecto al sitio, en cuyo vestíbulo, en el
reservado piso 23, se divisa la pintura de un caballo y un largo sofá color café
oscuro con un brazo roto por el que se asoma, discreta, la espuma de relleno. A
los lados, le acompañan cuatro sillas de madera que hacen juego con una amplia
mesa de patas elegantes y sobre la que reposan cuatro libros solitarios de
propaganda gubernamental venezolana. Es un mobiliario que contrasta con la
típica cabina gris de secretaría y unos asientos de metal y plástico que también
se ven en la recepción.
Es en esa sala de
bienvenida la única donde parece haber señales de vida. Entre las banderas de
China y Venezuela en asta y debajo del nombre del pacto, sobrevive una mata de
sábila en una maceta de arcilla con un lacito rojo amarrado en una de sus
pencas. Al lado hay otra de origen tropical y apariencia triste. Estas plantas
han tenido suerte, pues en los materos vecinos ya no queda sino tierra seca y
dura.
El interior de la
Oficina Conjunta brilla menos. Sus espacios desocupados hacen que retumben los
pasos al caminar. Algunas de sus lámparas parpadean, lo suficiente como para
notar las manchas de suciedad en la parte baja de las paredes blancas. Una
toalla casera de ducha pende cómodamente de una de las puertas del baño de damas
y en el de caballeros un lavaplatos abierto con una esponja encima hace de
jabón, para lavar manos y seguramente envases de
almuerzo.
Las otras dos grandes
zonas de la oficina en el piso 23 están a oscuras. Desde el pasillo de afuera da
la impresión de que es un territorio virgen o abandonado, casi sin objetos
decorativos y con un mobiliario básico que pareciera instalado en una mudanza
reciente.
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En Hong Kong habría salido más barata
Si alguien intentase
buscar una vivienda de 633 metros cuadrados, con las especificaciones más
lujosas, que costara lo mismo que la remodelación de la Oficina Conjunta de
China y Venezuela, no encontraría una tan cara, ni siquiera en Luxury State, un
portal web que reúne la venta de las propiedades más exclusivas de más de 40.000
inmobiliarias en el mundo. En este gran motor de búsqueda ninguna vivienda,
villa, apartamento, castillo o casa de campo cuesta 164 millones de dólares, sin
importar si queda en Londres, París, Los Ángeles o Tokio.
La Oficina Conjunta en
la concurrida y sucia avenida Urdaneta de Caracas, es casi quince veces más cara
que una mansión de lujo de dos pisos, que le cuadriplica el tamaño y que está
ubicada en una de las famosas islas artificiales de Palm en Dubai, en los
Emiratos Árabes Unidos. En esa misma metrópoli, estuvo a la venta en 2015 un
edificio de 16 pisos residenciales de 498.424 metros cuadrados por 88 millones
de dólares: un precio 53% menor al que tuvo asignado la oficina bilateral entre
China y Venezuela.
En otras dimensiones,
el costo del metro cuadrado de esta oficina, en pleno centro de la capital
venezolana -un país sumido en una crisis económica sin precedentes en un país
que no enfrenta una guerra-, fue de 259.000 dólares, un precio nueve veces mayor
que el de Hong Kong, considerada la ciudad con el metro cuadrado más caro del
mundo, según la Global Property Guide. Es decir, para los venezolanos hubiese
sido más económico hacer la oficina del Fondo Chino... en la mismísima China, si
es que en efecto se desembolsaron ese monto de nueve cifras que aprobaron en el papel.

Mala fortuna
Por petición de Hugo
Carvajal, entonces viceministro del Sistema Integrado de Investigación Penal y
hoy, ya como disidente del chavismo-madurismo, solicitado por la justicia de
Estados Unidos, el Ministerio Público inició en 2012 una investigación por
presuntos pagos irregulares por 84 millones de dólares despachados del Fondo
Chino para planes de alimentación. Las pesquisas llevaron a la captura de cinco
venezolanos involucrados en la trama y a su juicio el 29 de mayo del 2014, con
otros tres exfuncionarios.
Entre ellos estaba
Pablo José González Hernández, quien fue gerente ejecutivo del Fondo Chino y del
departamento de Fondos para el Desarrollo del Bandes. Fue justamente desde este
último cargo que firmó los documentos que solicitaban la remodelación y
equipamiento de la Oficina Conjunta. Armando.info intentó buscarlo para
obtener su testimonio, pero no fue posible dar con su paradero.
La operación formó
parte de una breve cruzada anticorrupción llevada a cabo por el gobierno
nacional, a través de la Misión Eficiencia o Nada, creada en abril del
2013 para detectar e investigar el peculado de fondos públicos. El 13 de julio
de ese mismo año, Nicolás Maduro se pronunció acerca del caso del Bandes y
aseguró, sin mostrar pruebas, que los exfuncionarios detenidos eran militantes
de Primero Justicia, uno de los principales partidos políticos de la oposición
venezolana.
Este escándalo no fue
el único asociado con el Bandes. El célebre guardaespaldas de Chávez, Alejandro
Andrade, sentenciado a diez años de cárcel por lavado de dinero en Estados
Unidos, fue también presidente del banco entre 2008 y 2010, período en el que se
suscribieron formalmente el Fondo Conjunto Chino Venezolano (2007) y el Fondo de
Gran Volumen y Largo Plazo (2010). Lo mismo sucedió con Rafael Isea, funcionario
estrella del chavismo que llegó a inaugurar la primera oficina del convenio como
presidente del Bandes y ministro de Finanzas -también fue gobernador del estado
Aragua-, que hace tiempo reside en Estados Unidos.
En septiembre del
2018, durante la décima reunión de la Conferencia Conjunta de Alto Nivel de
Cooperación Financiera entre China y Venezuela, realizada en Beijing, el
ministro de economía y finanzas, Simón Zerpa, reveló que se había formalizado
una revisión “de un elemento muy importante con respecto al funcionamiento de la
oficina conjunta entre el Banco de Desarrollo Social de Venezuela (Bandes) y el
Banco de Desarrollo Chino (BDC)”.
No especificó a cuál
elemento se refería, ni dio declaraciones luego al respecto. Era una muestra más
del secretismo del gobierno
venezolano con respecto a la sede del Fondo Chino. La multimillonaria
partida pagada con el dinero de los venezolanos la convirtió en la oficina más
cara del país y quizás del mundo, pero como siempre se mantuvo oculta, es
razonable concluir que ni ese gasto compró lo que dice en el papel, ni jamás
cumplió las reglas del feng shui.
