El diminuto banco de venezolanos en Dominica que no gustó al Bank of China
En 2012 la sucursal en Nueva York de uno de los mayores bancos comerciales chinos reportó que el Barnett Capital Bank había realizado en apenas un mes transacciones por un valor equivalente a la mitad de sus activos; tres meses más tarde, cerraba su cuenta. Así de agitada ha sido la trayectoria de la joven entidad y de sus casi desconocidos propietarios, tanto, que su propio nacimiento ocurrió con un fórceps en tribunales de Florida y Antigua
Desde
sus propios inicios, el Barnett Capital Bank —una pequeña institución bancaria
fundada por un grupo de venezolanos en un paraíso fiscal del Caribe— tiene
varias aristas que van más allá del negocio financiero. Si no es por su propio
nacimiento, producto de un fórceps entre financistas que finalmente se resolvió
en un tribunal de Miami, es porque aparece mencionado en un juicio, cuyos
querellantes son instituciones financieras globales (el fondo londinense
Dinosaur y Bancservices International LLC, entre ellas). Y, más recientemente,
en la filtración de los FinCEN Files, el proyecto de investigación desarrollado
a lo largo de 16 meses por el Consorcio Internacional de Periodistas
Investigativos (ICIJ, por su siglas en inglés), con sede en Washington
DC.
La
filtración que dio lugar al proyecto periodístico transnacional, originalmente
obtenida por BuzzFeed News, consiste en poco más de 2.000 reportes secretos enviados por
entidades bancarias de Estados Unidos a la unidad de inteligencia financiera del
Departamento del Tesoro norteamericano, FinCEN (acrónimo en inglés de la Red de
Control de Delitos Financieros), dando cuenta de transacciones monetarias
sospechosas.
Entre
esos llamados de atención figura un reporte de agosto de 2012 de los oficiales
de cumplimiento de la sucursal del Bank of China en la avenida Madison de Nueva
York, en el que estos advertían que en menos de un mes la entidad había
procesado en calidad de intermediario 157 operaciones por un valor algo mayor de
30 millones de dólares en las que el Barnett Capital Bank figuraba como origen o
beneficiario.
Para
subrayar la cuantía extraordinaria de esa actividad, los autores del informe
señalaron que ese monto representaba casi la mitad de los 61 millones de dólares
en activos con los que las autoridades del Barnett afirmaban contar. Y por
último hacían notar que el pequeño negocio financiero, con apenas doce
empleados, aunque con sede en Dominica, estaba manejado por unos directivos que
residen en Venezuela, entre los que nombraba a Rodrigo Fernández Tinoco y Carlos
René Colimodio Finol.

El Bank of China detectó en 2012 que en apenas un mes el Barnett Capital movió 30 millones de dólares, la mitad de sus activos
Para
una fuente consultada, ligada al sector financiero venezolano —y que habló a
condición de que no se mencionara su nombre—, el registro de esas operaciones no
muestra nada extraordinario: “Un promedio de ocho operaciones diarias, cinco
días de la semana. Eso da, en un mes, 160 operaciones. Eso es perfectamente
factible”. Máxime, insiste el experto, en la oportunidad en que ocurrieron: era
el año 2012. Entonces el Estado chavista hizo un esfuerzo supremo mediante el
gasto público para asegurarse la victoria en las que serían las últimas
elecciones de Hugo Chávez como presidente-candidato. Grandes operaciones con los
bonos de la deuda soberana de Venezuela se completaban casi a diario. Los
clientes del Barnett, como de muchos otros bancos, necesitaban mover el dinero.
Sin
embargo, algo de frenético y desproporcionado debieron notar los ejecutivos del
Bank of China en la actividad del Barnett, para que decidieran enterar al
Departamento del Tesoro. Encontraron que mediante tales transferencias el
Barnett había recibido sobre todo pagos “de empresas con cuentas en Panamá y
Venezuela”, mientras giraba fondos a “individuos y negocios” en bancos de
Estados Unidos y de otras jurisdicciones extranjeras.
El
hecho de que el Bank of China haya reportado lo que calificaron como
“operaciones sospechosas” del Barnett sorprendió tanto a Carlos Colimodio como a
José Daniel Carrillo, gerente general del Barnett, al ser contactados para este
reportaje. “Me estoy desayunando”, dijo Colimodio. “A mí me sorprende que usted
se haya enterado de este asunto”, terció Carrillo. “¿Por qué? Porque esa no es
información pública, es información confidencial entre dos
bancos”.

Tres meses después de levantar el reporte de “operaciones sospechosas” el Bank of China cerró su cuenta como banco corresponsal del Barnett Capital. Foto: Mark Ralston AFP
Al
cabo de tres meses de ese reporte de 2012, el Bank of China cerró la cuenta de
corresponsalía que mantenía para el Barnett. ¿Por qué? Colimodio tiene una
hipótesis. “El Bank of China no tenía interés en ser un banco corresponsal (para
el Barnett). Ellos querían ser un banco custodio de inversiones y ese servicio
ya lo teníamos con otras instituciones de Estados Unidos”.
“Al
principio”, dice Carrillo por su parte, “el Bank of China-Hong Kong, con quien
teníamos la cuenta, no solicitó ningún tipo de información. Pero cuando el Bank
of China de Nueva York se dio cuenta de que esto se estaba manejando como un
banco corresponsal, solicitó toda la información de las transferencias hechas.
¿Qué ocurrió? Nosotros le solicitamos a nuestros clientes los recibos, todos los
soportes de a qué se debían los pagos y se los enviamos inmediatamente para
evitar cualquier problema. Ellos quedaron satisfechos con nuestra respuesta y se
cerró la cuenta. Alguien le dio esa información con el sesgo de que aquí había
algo malo. Sinceramente le digo que no había nada malo. Le puedo asegurar que no
tenemos clientes políticamente expuestos. Eso es algo que los bancos
corresponsales permanentemente están buscando y los reguladores también”.
El
Bank of China es uno de los principales bancos comerciales de la República
Popular China. Para los negocios internacionales se apalanca en su subsidiaria
en Hong Kong, que trabaja tanto con el Renminbi de cambio libre como con divisas
extranjeras, y con la que mantiene independencia jurídica y operativa. Las preguntas enviadas por el ICIJ sobre este y otros casos dentro de la filtración de los FinCEN Files no fueron respondidas por el banco asiático.
De una a otra isla a bordo de tribunales
Dominica
es una antigua colonia británica enclavada en el arco de antillas menores del
Caribe oriental, no muy lejos de la costa venezolana. Su régimen de exención de
impuestos y máxima privacidad para la constitución de offshores la clasifica
entre los paraísos fiscales.
Allí
encontraron refugio para sus negocios los integrantes de este grupo financiero
venezolano, relativamente desconocido, desgajado de un grupo anterior que tenía
por cuartel general otra isla vecina, Antigua. La escisión fue poco amistosa. De
hecho, llegó a tribunales de dos circunscripciones.
En
2007, las tensiones entre los accionistas del Davos Financial Group, un banco
capitaneado por David Osío y con sede en Antigua, eran evidentes. El ambiente
corporativo era tóxico y la explosión era cuestión de tiempo. La pregunta era
¿cuándo? Finalmente, en 2010, la sociedad —en la que además de Osío participaban
Andrés Sotillo y Rodrigo Fernández Tinoco (este último, hermano de Gonzalo
Fernández Tinoco, ex yerno y todavía socio de Oswaldo Cisneros, un peso pesado
del mundo empresarial venezolano)— se separó en los peores términos, como
cualquier divorcio.
Siguió
un proceso complejo, porque entre el personal de Davos se crearon dos bandos.
Unos afines a Osío y otros a Sotillo y Fernández Tinoco. Una rápida búsqueda en
Internet da cuenta de lo encarnizado de las demandas y contrademandas judiciales
que procesaron los tribunales del sur de la Florida. La voz cantante, como suele
ocurrir en estas batallas, no la llevan los financieros involucrados, sino sus
abogados. Hubo alegaciones en los estrados judiciales, pero la sangre no llegó
al río. “Fue un episodio super público que hizo muchísimo daño”, dice un ex
empleado del Barnett.
En
efecto, la cobertura periodística refiere una serie de episodios que pudieran
ser tipificados como delitos: robo de información, auto préstamos a directivos,
compra de inmuebles de lujo para uso personal y —en el caso del Davos— un
vínculo tangencial con la estafa asociada al esquema piramidal por el que
señalan y finalmente procesan en Connecticut al financiero venezolano Francisco
Illarramendi: Juan Montes, el ex ejecutivo de Pdvsa que a cambio de sobornos
facilitó el uso en el entramado de los recursos del fondo de pensiones de los
trabajadores de la empresa, recibió cinco millones de dólares en el
Davos.
A
David Osío, propietario del Davos, distintas versiones de prensa lo identifican,
a partir de ese vínculo, como uno de los “banqueros del chavismo”. Se trata de
un apelativo que va y viene en los corrillos financieros y que recientemente
volvió a relucir en un trino que daba cuenta de la sonada fiesta del
coronavirus, realizada en una casa que sería de su propiedad, en el paradisíaco
archipiélago de Los Roques.
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A
finales de 2010, numerosos clientes del Davos, que fueron “traídos y atendidos”
por Sotillo y Fernández Tinoco salen del Davos; esa sería la razón —según la
fuente consultada— por la cual ambos financistas deciden crear su propia
plataforma de servicios financieros, una iniciativa que desembocó en el Barnett
Capital Bank en Dominica: “No los iban a dejar ir”.
La
querella judicial escala cotas más elevadas en gastos y daño reputacional. Se
impone entonces una visión pragmática que explora un acuerdo extrajudicial, al
que se avienen las partes en disputa. Las cláusulas de dicho acuerdo reposan
bajo llave en un tribunal de Miami, entre las que se cuenta el compromiso de
ambas partes de no revelar detalles del pacto.
Como
parte del arreglo, algunos de los préstamos relacionados se intercambiaron entre
ambas instituciones, de acuerdo a cómo se alinearon los bandos del personal en
la disputa. Otros fueron cancelados, dijo el el ex empleado del Barnett.
Carrillo, en cambio, invocó el acuerdo de confidencialidad: “Yo no puedo hablar
sobre ese tema, aunque usted puede llamar a mi abogado (misma cláusula a la que
está sujeto la contraparte de ese juicio, David Osio)”. Al recordar quizás las
tribulaciones del pleito judicial, Carrillo añadió lo siguiente:
“Desafortunadamente hay muchos periodistas que se venden por dos dólares y
escriben lo que alguien les dice”.
Sobre
lo que sí pudo hablar Carrillo fue sobre el juicio que David Osío entabló en
Antigua en contra de quienes posteriormente fundarían el Barnett. “¿Usted sabe
cómo funciona? Yo llamo a un abogado en Antigua, le envío un bojote de
documentos y el abogado mete una demanda allá. Desafortunadamente, así es como
funciona”. ¿La conclusión? “El juicio fue desestimado por falta de evidencias y
mal manejo”, dijo Carrillo.
El
Barnett se montó en una operación audaz, en cuyo plan de negocios y toda la
carpintería asociada al proyecto, tiene mucho que ver otro financiero que para ese
momento tenía 25 años. El salto de la isla de Antigua (Davos) a la isla de
Dominica (Barnett) no tuvo por motivación, según Carrillo, la búsqueda del
amparo que el secretismo propio de un paraíso fiscal suele proveer. “Ahí es donde
podíamos conseguir una licencia por un capital que nosotros podíamos financiar.
Nosotros tenemos buenos clientes que nos apoyaron. Hace diez años Dominica no
estaba tan mal vista como pudiera estarlo hoy. Por temas regulatorios, el
Barnett tiene presencia física. Nosotros en ese sentido cumplimos con todas las
regulaciones de Dominica y los requerimientos de los bancos corresponsales que,
para trabajar con nosotros, comprueban, mediante una visita a nuestra sede, que
tenemos un director, un abogado y que nos audita el regulador allá”.

En el SAR del Bank of China se resalta la sospecha de que el Barnett Capital no tuviera sede física en Dominica, pues en sus estados no figuraba pago de rentas o servicios asociados a una oficina
El
reporte en 2012 del Bank of China subrayaba que “más allá de su dirección
postal, no está claro si el Barnett cuenta con una presencia física” y que su
declaración de ingresos del 31 de marzo de 2012 “no incluye ningún gasto de
renta o de propiedad asociado a la tenencia de una oficina”. Según su rastreo en
Google, el Barnett aparecía entonces compartiendo dirección con otras
corporaciones (IBCLAB, OID Limited) en Roseau, la capital de Dominica.
Un lío de ligas mayores
Ese
año 2012, el del reporte del Bank of China acerca de las operaciones del Barnett
Capital Bank de Dominica es, también, el del pico de la bonanza petrolera,
ampliada, además, por un inusitado y colosal endeudamiento de Venezuela en los
mercados financieros internacionales.
Pero,
en lo que podría parecer una paradoja, es el año en que los analistas de riesgo
empiezan a recomendar a sus clientes que salgan de sus posiciones en deuda
venezolana. Detrás del festín, el deterioro de las cuentas fiscales era
evidente. Y, lo que resultaba más grave, la gallinita de los huevos de oro
empezaba a mostrar signos de extenuación. La baja de la producción y los
problemas de caja de Pdvsa comenzaban a inquietar no solo a los tenedores de
deuda, sino también a los contratistas y a los proveedores de servicios del
monopolio estatal.
Simplemente
Pdvsa ya no contaba con el efectivo para contratar a proveedores o, con cada vez
mayor frecuencia, para siquiera honrar compromisos adquiridos con ellos con
anterioridad. Los servicios y bienes que proveían se habían encarecido en la
misma medida en que se elevaban el riesgo-país y las dudas sobre la capacidad de
Pdvsa para pagar. Para solventar esa dificultad, llegó la hora de las opciones
creativas. El nuevo enfoque de Pdvsa para sus relaciones con contratistas vino a
beneficiar —si bien, temporalmente— a una empresa italiana, Energy Coal Spa, con
sede en Génova y, a la larga y por carambola, a poner el nombre del, por lo
demás, desconocido Barnett Capital Bank, de nuevo en los expedientes de una
acción legal en tribunales internacionales.
Cierto
era que Pdvsa no tenía dinero, pero sí varios túmulos de hasta 30 metros de
altura en los patios del Complejo Criogénico de Jose, sobre la costa del estado
Anzoátegui, donde se acumulaban millones de toneladas de coque, un hidrocarburo
sólido con propiedades similares a las del carbón, subproducto de los procesos
de refinación de crudos pesados y extrapesados. Por lo regular, ese producto
barato se exportaba para su combustión en procesos de la industria pesada. Pero
el deterioro de las instalaciones de embarque de productos sólidos desde 2007
—un inventario de infortunios y desidias que incluyó el incendio de la cinta
transportadora de coque en 2009— impidió a partir de cierto momento los
despachos del material, que empezó a apilarse hasta formar lo que con cierta
sorna los vecinos de la zona y periodistas bautizaron como la cordillera negra.
El problema de ambiente y seguridad industrial era acuciante para Pdvsa, pero
guardaba una interesante oportunidad de negocios.
Por
un lado estaba Pdvsa con su abundancia, accidental e indeseada, de coque y, por
el otro, Energy Coal Spa, con algo más de 30 años de experiencia en la
comercialización de carbón y otros combustibles sólidos en mercados
internacionales. La fórmula se hizo obvia: Pdvsa iba a pagar, con el coque como
moneda, los servicios que Energy Coal le prestara. Pero, para la ocasión, Pdvsa
requirió de los italianos capacidades con las que no contaban. Por ejemplo,
contrataron a Energy Coal la rehabilitación de la banda transportadora de coque
en el puerto de Jose y hasta la construcción de un complejo habitacional en los
Valles del Tuy, estado Miranda, en el centro de Venezuela.
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“La
razón por la que Pdvsa nos contrató para construir viviendas y renovar la
instalación de carga en Jose, incluso si no éramos una empresa de ingeniería o
de construcción, fue que estábamos listos para aceptar un pago en especies en
vez de dinero”, acepta desde Italia Paolo Ascheri, Gerente de Energy Coal e hijo
del mayor accionista y fundador de la compañía, Augusto Ascheri, al ser
consultado por ICIJ para este reportaje. “Es cierto que en los hechos carecíamos
de capacidad y experiencia tanto en construcción como en ingeniería. Sin
embargo, nuestro papel era otro: Energy Coal podía convertir el coque en
efectivo. En realidad fuimos contratados para vender el coque en el mercado
internacional y utilizar los ingresos de esas ventas para pagar a las empresas
subcontratistas indicadas por Pdvsa para que realizaran las obras tanto del
proyecto de viviendas como el de reparación de la banda transportadora”.
La
solución se antojaba ideal para las partes. “En teoría —continúa Ascheri— esto
funcionaba perfectamente, ya que Pdvsa podía superar su problema de efectivo
mientras Energy Coal se garantizaba un suministro estable de material para
comerciar en el mercado internacional. Está claro que nadie se siente muy feliz
de hacer negocios con alguien conocido por sus problemas de efectivo, pues el
riesgo de no recibir el pago es muy alto. De hecho, ningún fabricante de equipos
deseaba vender a crédito a Pdvsa. Pero en Energy Coal sabíamos que Pdvsa tenía
abundantes reservas de coque para pagarnos y, dado que el comercio de coque era
y sigue siendo nuestro trabajo, éramos de los pocos en el mundo que podían estar
seguros de que Pdvsa tenía suficientes recursos disponibles para pagarles sus
servicios, teniendo por ‘garantía’ la gran cantidad de coque almacenada en sus
patios”.
No
obstante, en la realidad no siempre se puede reproducir lo que en el papel
reluce. “El incumplimiento parcial de estos contratos por Pdvsa y la enorme
deuda que surgió por ello nos obligaron a iniciar una acción legal”, recuerda
Ascheri. “Teniendo en cuenta el sesgo de los tribunales en Venezuela, no
emprendimos la acción en Caracas sino en el estado de Luisiana, en Estados
Unidos, donde pensábamos que teníamos posibilidades de recuperar nuestro crédito
a través de uno de los activos más preciados de Pdvsa en el exterior, la
refinería de Citgo que se encuentra en ese lugar. Desafortunadamente, el
Tribunal de Luisiana se negó a otorgarnos jurisdicción y el caso fue sobreseído
sin escuchar a las partes ni considerar el fondo del
asunto”.
El
desquite llegó por fin en 2017. Los abogados de Energy Coal vieron la
oportunidad de, invocando la indemnización de los llamados créditos marítimos,
embargar un cargamento de crudo Boscán que el tanquero Stena Surprise, anclado
en el puerto de Curazao, debía trasladar hasta Malasia a cuenta de un cliente de
Pdvsa, la empresa tailandesa Tipco. El resarcimiento sería pírrico. Para
entonces la deuda de Pdvsa por incumplimiento con Energy Coal montaba, según los
italianos, a 180 millones de dólares y el concepto de la acción legal, de haber
lugar a ella, apenas acreditaba el reembolso de hasta 17 millones de dólares. Pero el
tribunal de la antigua antilla neerlandesa falló en favor de los demandantes en
una primera instancia en la que le reconocía una compensación inmediata de 2,5
millones de dólares.
Si
bien en medio de la disputa Pdvsa aceptó ese primer pago, nunca pareció querer
efectuarlo. En cambio, intentó levantar el embargo sobre el cargamento del Stena
Surprise, algo que el tribunal denegó; de hecho, el juez autorizó entonces a
Energy Coal subastar ese cargamento para cobrarse los 2,5 millones de dólares
que Pdvsa no terminaba de pagar.
Como
quiera que el valor del cargamento una vez puesto en el mercado debía superar
esa cifra con holgura, el tribunal ordenó depositar el saldo sobrante en una
escrow account (una cuenta de depósito de garantía) hasta que decidiera sobre el
asunto de fondo y determinara si el total de 17 millones de dólares reclamado
por Energy Coal le correspondía en pleno derecho o si, en caso contrario, debía
reintegrarse a Pdvsa. La única manera de evitar la subasta del crudo en Curazao,
estipulaba la medida judicial, sería que Pdvsa depositara en la cuenta todo el
dinero que Energy Coal reclamaba en el litigio, a modo de
garantía.
Pdvsa
nunca hizo el depósito, bien fuera por falta de diligencia o, como permite
deducir otra demanda judicial que se adelanta en el estado de Missouri, por
presuntos impedimentos de terceros. Porque nuevos actores se incorporaron a la
trama: uno de ellos era Dinosaur Financial Group, un fondo de inversiones con
base en Londres, un voraz tiburón que navega en los llamados mercados
fronterizos, eufemismo que ejemplifican los países cuyas finanzas están
severamente deterioradas —caso Venezuela—, y cuyo nombre particular se haría del
dominio público ese mismo año de 2017 por haber actuado como broker en la venta
de los llamados bonos de la vergüenza, bonos Pdvsa 22 que Goldman Sachs compró a
un tercio de su valor facial, y que brindaron a las atribuladas arcas del
régimen de Nicolás Maduro una momentánea liquidez.

El fondo de inversiones londinense reclamó el crudo decomisado en Curazao con el que italiana Energy Coal se iba a desquitar con Pdvsa.
Dinosaur,
a través de una de sus subsidiarias, el Dinosaur Merchant Bank, había sido el
intermediario para la compra inicial, a nombre de la tailandesa Tipco, del crudo
decomisado en Curazao. Para liberar la carga, ahora embargada por órdenes del
tribunal a favor de Energy Coal, y poder enviarla a su cliente, Dinosaur se
dispuso a pagar el monto que Pdvsa debía consignar a cuenta del primer fallo del
tribunal en Curazao. Un
bufete, De Jesús & De Jesús, desde Panamá y a nombre de Pdvsa, instruyó a
Dinosaur para depositar la plata en una cuenta en el Barnett Capital Bank, lo
que induciría a pensar que el diminuto banco de Dominica mantenía algún tipo de
relación especial con la petrolera venezolana. Ante lo que José Daniel Carrillo
(gerente general) y Carlos Colimodio (director) negaron, al ser interrogados
para este reportaje, que el Barnett “tenga o haya tenido” como cliente a Pdvsa,
a sus filiales o a empresas cercanas. “Nunca en la vida”, recalcó Colimodio.
En
respaldo de ese testimonio, en cualquier caso, acuden los papeles del tribunal
en Missouri, al relatar que el Barnett habría explicado a Dinosaur que en
realidad ese dinero debía ir a la escrow account del banco en Curazao que el
tribunal de la isla había indicado para resguardar los fondos objeto del
litigio. Rectificando, Dinosaur instruyó a la agencia de pago BSI (BancServices
International LLC) para efectuar el pago. Pero el banco de Curazao rechazó la
operación, temiendo que aceptarla pudiera hacerlo objeto de sanciones por parte
de Estados Unidos, que ya para ese momento de 2017 había prohibido algunas
transacciones financieras con Pdvsa. El dinero se devolvió, pero BSI retuvo tres
millones de dólares para aprovisionarse ante posibles costas legales. Ese es el
dinero que ahora reclama Dinosaur en un tribunal de Missouri, y por cuyos
documentos este complicado carrusel de movimientos financieros y altercados
contractuales puede reconstruirse. En
un segmento del resumen de ese expediente se lee que el bufete panameño De Jesús
& De Jesús actuaba “como agente de depósito entre Pdvsa y Tipco” y describe
su comisión como “inusualmente elevada”. Carlos
Colimodio admite que el Barnett tiene relación con De Jesús & De Jesús, pero
precisa: “Ellos son clientes nuestros y decidieron utilizar la cuenta para hacer
esta operación, pero nosotros actuamos en calidad de banco y facilitador
financiero junto con nuestros bancos corresponsales. No tenemos ninguna relación
con esa compañía fuera del ámbito bancario. No tenemos relación, contrato o
firma ni con Pdvsa, ni con las empresas italiana o tailandesa que usted
mencionó. Nosotros, en ese caso, simplemente fuimos un banco como lo pudo haber
sido cualquier otro”. El asunto de la comisión tampoco pasó inadvertido para los
directivos del Barnett. “Yo hablé con los abogados”, dice Colimodio, quien
conoció personalmente del tema, “y en ningún momento nos dijeron que esa
comisión que se estaría cobrando era muy elevada. Nosotros, como banco, no somos
expertos ni en comercio exterior ni en manejo de demandas, ni sabemos cuáles son
las comisiones legítimas que se pueden cobrar en ese tipo de operaciones.
Ninguno de los oficiales de cumplimiento, envueltos en esa operación, trajeron a
colación el tema de que se estaría cobrando una comisión elevada”.
Desde
Italia, Paolo Ascheri, Gerente de Energy Coal —la empresa que introdujo la
demanda en Curazao—, subraya que nunca tuvo relación alguna “ni con Barnett
Capital Bank, ni con Dinosaur, ni con De Jesús & De Jesús”, pero aún así
accede a dar su versión acerca de la fallida operación para depositar los fondos
de garantía en la escrow account de Curazao, “de la que tuvimos
conocimiento”. “A
esa altura, Pdvsa había hecho varios intentos de poner el dinero en la cuenta de
depósito en garantía a través de Dinosaur, De Jesús & De Jesús y quien
quiera que fueran las otras personas, pero no lo consiguieron porque el banco
del tribunal en Curazao temía posibles sanciones estadounidenses al recibir
dinero proveniente de Pdvsa”, explica. “Estábamos al tanto de todos estos
movimientos y de los intentos de Pdvsa de remitir los fondos, pero no éramos
parte de ellos: simplemente estábamos esperando que el agente de custodia del
tribunal informara que el dinero había llegado”. Pdvsa
se encontró entre la espada y la pared: no deseaba que el cargamento de crudo en
Curazao se liquidara en una venta a manos de Energy Coal, pero no podía
impedirlo sin hacer el depósito que nunca conseguiría completar. El realismo se
impuso y finalmente Pdvsa buscó fuera del juzgado un acuerdo con Energy Coal. La
empresa italiana se sintió satisfecha: “No tengo ni la más mínima idea de qué
ocurría entonces y qué pasó después entre Pdvsa, Dinosaur, Barnett y De Jesús
& De Jesús”, proclama Paolo Ascheri, de Energy Coal, “pero, desde nuestro
punto de vista, el asunto llegó a su fin cuando obtuvimos el pago de nuestros
créditos de acuerdo con el acuerdo de conciliación y, en consecuencia,
levantamos el embargo de la carga. Como se comprenderá, no puedo revelar los
detalles del acuerdo, ya que está cubierto por un Non Disclosure Agreement
(NDA)”.