Los quemaítos llegan a las tiendas de discos virtuales

Mundo Digital USA, una empresa creada en Florida, y relacionada con otra compañía asentada en Madrid, está usufructuando casi todo el acervo musical de Venezuela luego de una sospechosa y poco clara operación. Se trata de una situación derivada del cambio de paradigma de consumo de las canciones y de cierta displicencia de las principales casas disqueras y los encargados de sus sellos, quienes no supieron advertir a tiempo los cambios legados por la tecnología. Los afectados -cantantes, compositores- siguen siendo los damnificados de siempre. El dinero que deberían devengar por sus creaciones llega incompleto y, a veces, nunca llega.
Se
llama Mundo Digital USA. Se ha apoderado de buena parte del catálogo de las
disqueras venezolanas Sonográfica, Velvet, El Palacio de la Música y de las
desaparecidas como Sonorodven, que tenían en sus formaciones a los mejores
cantantes de la escena local en los años ochenta, y distribuye a través de las
tiendas en línea, contra la voluntad de sus herederos, las canciones de Simón
Díaz, el más emblemático de los folcloristas. La historia es una suma de
descuidos, desaciertos y, a decir de los afectados, de un descarado robo del
acervo del pop que se hacía en Venezuela hace tres décadas.
Los
afectados aseguran que el 70 por ciento de la cartilla de la música venezolana
está en manos de impostores. Es decir, unos 1.500 álbumes están a disposición de
Mundo Digital USA. Si cada uno contiene 10 canciones se llega a la cifra de
15.000 piezas. Si cada una de ellas, que cuesta casi un dólar, se descarga diez
veces, serían unos 150.000 dólares mensuales que están en manos distintas a las
de sus verdaderos propietarios. La cifra es una vuelta de tuerca en el eterno
conflicto entre las casas productoras y los artistas. Los compositores y
cantantes están todavía más desprotegidos porque no están recibiendo nada por
sus creaciones. ¿Y cómo fue posible que los catálogos cambiaran de manos sin que
sus dueños originales se enteraran?
En
estas líneas yace una posible explicación:
Track 1: Sonográfica
Es
quizás la historia más aciaga. El ala musical del Grupo 1BC, dueña de la
desaparecida televisora Radio Caracas Televisión y de la radio 92.9 FM, cerradas
ambas por el régimen chavista, tardó muchos años en entender que el formato
digital era el futuro del negocio. Los discos compactos y los viniles se venden
cada mes menos porque la música, pirateada o no, está al alcance de un clic en
iTunes, Spotify, Amazon, Deezer o Pandora.
Sonográfica
empleó un año recuperando todo su catálogo y las carátulas de aquellos discos.
En algunos casos rediseñaron las portadas. También contrataron personas y
empresas extranjeras que digitalizaron sus productos y los cargaron a una
plataforma especial. En todo ese tiempo conversaron con The Ochard, una de las
principales distribuidoras o agregadores de música y contenido digital en el
mundo. El 29 de abril de 2016 todo el catálogo de Sonográfica, unos 4.400
títulos y más de 100 artistas, estuvo disponible por primera vez vía online, en
cualquier lugar del mundo donde internet permitiera darle play a una canción y comprarla por 0.99
dólares, o adquirir el álbum completo por $10.
No
era cualquier cosa. Eran todos los títulos de sus archivos, desde el catálogo
heredado de la empresa Polydor de Venezuela (creada en los años 60 del siglo
pasado) -con el cual nació Sonográfica en 1982- más todo lo producido a partir
de la década de 1980, cuando un decreto del entonces presidente Luis Herrera
Campins, conocido como “uno por uno”, exigiera a las radios difundir un tema de
un artista nacional por cada artista internacional que sonara en sus programas.
El
impulso a la industria discográfica nacional y a los artistas venezolanos no
tuvo precedentes. Sonográfica se convirtió en el principal rival de Sonorodven,
también nacida en los 80 y que pertenecía al Grupo Cisneros, dueños del canal
Venevisión. La exigencia del “uno por uno” vio surgir a talentos como Ricardo
Montaner, Karina, Melissa, Yordano, Ilan Chester, Franco De Vita, Rudy La Scala,
Colina, Guillermo Dávila y otros tantos que se integraron a la escena musical
donde ya sonaban voces importantes.
Poco
duró la alegría de estar en las principales tiendas en línea. Doce días después
de aquel 29 de abril de 2016, Sonográfica comenzó a ver su catálogo duplicado en
todas tiendas online. No solo eran títulos repetidos (unos identificados con el
copyright de Sonográfica y otros con el copyright de la empresa Mundo Digital
USA), sino nombres de álbumes copiados sobre carátulas distintas, compilaciones
jamás hechas por este sello disquero y supuestos discos nuevos que mezclaban
temas de disqueras rivales.

Se presentan dos discos iguales, a la izquierda el original, perteneciente a Sonográfica y a la derecha el de Mundo Digital USA
Pasó,
por ejemplo, con la placa “La Generación Halley”, la banda sonora de la película
homónima dirigida por Thaelman Urguelles, éxito de Sonorodven en los 80 que fue
versionado por Mundo Digital USA bajo el nombre de “La Degeneración Halley”,
mezclando canciones de Sonorodven con Sonográfica. Todo un despropósito que
desconoce las disputas que mantenían entonces las empresas. “Nosotros nunca
pudimos llegar al acuerdo de sacar un disco juntos, y esta gente lo ha hecho”,
subraya Luisa Elena Flores, encargada del manejo digital del catálogo de
Sonográfica.
También
colocaron en las tiendas digitales los primeros dos discos cantados en inglés
por Rudy La Scala cuando llegó a Venezuela. Solo el artista sabía que existían
porque nunca llegó a ser parte del catálogo de Polydor adquirido por
Sonográfica, e hicieron lo propio con dos discos del personaje Kiko Botones, un
personaje encarnado por el mexicano Carlos Villagrán, del elenco de El chavo del
8, cuando el artista grabó una serie en Radio Caracas Televisión.
El
hallazgo de los títulos copiados hace pensar al equipo de Sonográfica que detrás
de Mundo Digital USA hay un coleccionista y conocedor de la industria disquera
venezolana, pues tienen títulos tan desconocidos como valiosos, incluyendo
placas que daban por perdidas porque en el proceso de digitalización del
contenido jamás encontraron la cinta máster de la grabación. “Esa persona como
que estaba esperando que Sonográfica saliera para él salir, para que fuese como
la cortina que tapara al resto de los catálogos. No es el mío nada más, son
muchos. Prácticamente el 70% del catálogo venezolano lo han montado ellos”,
detalla la representante de Sonográfica.
Al
conocer el reclamo The Orchard conectó a Sonográfica con la distribuidora que
les hizo llegar el catálogo que se atribuye Mundo Digital. A partir de allí
comenzaron los envíos de correos y llamadas que no llegaron a nada. Ni siquiera
el valor del copyright ha sido considerado 16 meses
después.
Algunos
cantantes y compositores comenzaron a darse cuenta casi por azar. Entre ellos
está Rudy La Scala, quien no ha cambiado de disquera a pesar de vivir en Los
Ángeles y hoy figura como el artista que más ganancias le genera a
Sonográfica. Pero otros no están al
tanto. Son más de 100 artistas y contratos que datan desde la época de Polydor,
por lo que fácilmente hay más de uno que lo ignora. En este otro grupo se halla
Oscar de Jesús Colina, el irreverente cantante de los 80 que marcó pauta en la
estética musical y del video clip, y que abrazó el éxito en esa década para
luego tocar fondo.
-Me
estoy enterando contigo, por esta llamada -responde al otro lado del teléfono.
Yo sé que Amazon vende varias de mis canciones, pensé que Sonográfica lo estaba
haciendo. No sabía nada de esto. La verdad tampoco he recibido nada de
Amazon.
Track 2: Simón Díaz
No
es difícil dar con el nombre de Mundo Digital USA. En Amazon y demás tiendas en
línea, cada álbum incluye los datos de la empresa que editó el producto,
incluyendo un detalle importante: el copyright. El copyright indica el año de la
primera publicación y el nombre del productor o dueño de esa grabación. Mientras
los títulos originales de Sonográfica son publicados con el copyright
“Distribuidora Sonográfica”, y el año en el que efectivamente circuló por
primera vez ese disco (entre los 80 y 90), los títulos copiados por Mundo
Digital tienen por copyright los años 2016 o
2017.
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Habría
que ser venezolano para detectar esa anomalía en los años de grabación de un
disco que resultó ser un éxito en los 80 o ser un curioso que revisa hasta los
créditos de la placa. A casi nadie interesa qué significa la C de copyrignt y si el disco que está
escuchando es una copia ilegal.
En
una búsqueda de rutina en Spotify y iTunes, a mediados de 2016, Bettsimar Díaz,
heredera del patrimonio musical de Simón Díaz, encontró varios discos propiedad
de la familia con esos detalles. El sello discográfico de Simón Díaz solía ser
El Palacio de la Música, pero entre 1994 y 2008 el recordado Tío Simón comenzó a
grabar y producir sin disquera de por medio. Bettsimar consiguió en una de esas
plataformas una de las grabaciones independientes.
Para
que llegaran allí solo había dos opciones: que la propia Bettsimar, como
representante legal, lo hiciera a través de una negociación con una empresa
agregadora o distribuidora como The Orchard, posibilidad que ella niega porque
no ha ocurrido, o que lo copiaran. No duda de la última opción porque sabe que
algunos de estos álbumes producidos sin el respaldo de las grandes disqueras han
sido montados en YouTube por espontáneos. De allí toman el audio para montar
luego las canciones o los discos completos. Así pudo haber llegado a iTunes la
producción “Mano a mano con los niños”, del catálogo 1994-2008, con Copyright
2017 de Mundo Digital USA. El nombre se repite.
Los
títulos que son propiedad de El Palacio de la Música también han sido copiados.
El primer álbum de Simón Díaz con esta disquera, grabado entre 1963 y1964, es
vendido como propiedad de Mundo Digital USA y al mismo tiempo con el sello de su
disquera inicial; legal y pirata en las mismas
plataformas.
El
Palacio de la Música fue el sello discográfico que distribuyó a Fania All Star
por toda Latinoamérica. Ya no; ese catálogo se vendió, y la empresa ha
permanecido como la principal representante del folklore venezolano y otros
géneros, con Simón Díaz, Serenata Guayanesa, Hugo Blanco y Cheo Feliciano como
los líderes en ventas de su catálogo.
Todos
sus títulos fueron negociados con The Orchard en 2009 y desde entonces pueden
ser adquiridos en las principales tiendas online. Ernesto Aue, presidente de El
Palacio de la Música, recuerda que en ese entonces debieron enviarle a la
trasnacional todos los documentos que comprobaban la propiedad de la compañía
sobre todas las grabaciones que negociaron. Aunque en ese momento todo su
catálogo viajó en físico, sin riesgo de alguna filtración digital, igual no se
ha salvado de las copias de sus títulos. “No quiero saber cuántos están
plagiando. No quiero ni imaginarme cuánto hemos dejado de percibir porque si no,
no duermo más”, dice. “La tecnología acabó con el negocio nuestro”, agrega, con
evidente nostalgia.
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El
reclamo de Bettsimar Díaz tuvo dos respuestas: Spotify dejó de vender el
material cuestionado, pero iTunes no. Esta última empresa tiene por política
acercar a las partes para que lleguen a un acuerdo. Si se comprueba que el
título denunciado es una copia ilegal lo sacan de su listado. Quizás porque
están al tanto de esta situación, los representantes de Mundo Digital USA
dejaron de responderle a Bettsimar y la remitieron a un abogado. Mientras la
diferencia no se solucione, iTunes sigue ofreciendo los títulos cuestionados sin
importar que estén duplicados.
A
Palacio de la Música no le fue distinto. Desde que detectaron las primeras
ventas irregulares hace más de tres años intentaron localizar a las personas
detrás de esas compañías, pero fue inútil. The Orchard tampoco les ha facilitado
la búsqueda, ni ha desincorporado de su oferta los supuestos títulos robados.
Para Aue, esta trasnacional le huye al conflicto legal.
Track 3: Velvet
Con
el fallecimiento de José Pagé, dueño de la disquera Velvet de Venezuela, en
abril de 2016, sus hijos heredaron el negocio. Cuando comenzaron a ver el
estatus en el que se hallaba la empresa familiar se dieron cuenta de que su
catálogo -sustancioso por todo lo logrado desde la década de los 60 con artistas
y agrupaciones como la Billo’s Caracas Boys, Los Melódicos, Los Impala, Felipe
Pirela, Lila Morillo, Mirla Castellanos, Henry Stephen y Estelita del Llano,
entre muchos otros- estaba siendo explotado por alguien más.
Las
indagaciones los llevaron a Mundo Digital USA. La empresa es ya un gran lugar
común. Pero además las pistas los conducen a otra empresa llamada Sono Ediciones
de Venezuela, dependiente de la primera o aliada. Los herederos lograron ubicar
a Álvaro Veli, director del sello y quien dice vivir en Madrid. Veli les aseguró
que en la década de los 90 compró absolutamente todos los catálogos de las
disqueras venezolanas Velvet, Sonográfica, Sonorodven y TH (Top Hits), es decir,
todas las producciones de la época más exitosa de la música en
Venezuela.
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Frente
a esa información, los representantes de Velvet le pidieron a Veli mostrar los
documentos que comprobaran que habían adquirido los catálogos de Velvet, y así
poder aceptar las condiciones de esa negociación. La respuesta del empresario
cortó cualquier arreglo amistoso posible: “ese negocio lo hice yo con su papá,
no con usted”. Las conversaciones, entonces, terminaron.
“¿Si
dices haber comprado todos esos catálogos en los 90, por qué esperaste hasta
2016 para montarlos?”, comenta uno de los representantes de Velvet de Venezuela,
quien prefiere quedar en el anonimato ante la intriga de desconocer el poder que
tiene la persona que está detrás de esas compañías. A pesar de la negativa de
Veli, los herederos de la disquera siguieron solicitando información sin
importar la ausencia de respuestas, y buscando documentos que comprobaran la
existencia de esa negociación jamás mencionada por su padre. Luego de casi ocho
meses de investigación no consiguieron ninguna documentación en los registros
venezolanos y estadounidenses, ni en las oficinas de Velvet ubicadas en Caracas.
“Esta
es una compañía que se ha dedicado a piratear todos los catálogos de origen
venezolano. Hay algunas otras grabaciones de otros países, pero básicamente casi
todos sus productos son de Venezuela”, comenta el representante de la disquera.
Tan solo en la plataforma CD Universe, Mundo Digital USA tiene 1.270 álbumes a
la venta.
Track 4: bajo sospecha
The
Ochard, la gran casa distribuidora de música digital, fue fundada en 1997,
adquirida por Sony Music en 2015 y tiene presencia en más de 10 países. Sin
embargo, entre los productos muestra los catálogos duplicados: los que han
llegado directamente de Sonográfica, Velvet de Venezuela y El Palacio de la
Música, y los que ha concentrado Mundo Digital USA. Esto sería el equivalente a
que una discotienda tradicional exhibiera en sus estanterías el compacto
original del sello disquero y la versión pirata.
The
Ochard no respondió a los reiterados intentos hechos a su sucursal en Argentina
y a sus cuarteles generales en Nueva York desde el pasado mes de agosto para
obtener comentarios sobre esa paradoja. Sólo las plataformas que tienen a la
venta los títulos venezolanos han dado respuesta a los reclamos de las
disqueras. La empresa que les hizo llegar esos catálogos bajo el sello Mundo
Digital se llama “Mojito/Pimienta Digital Content Management Corp”, registrada
en Miami en julio de 2012.
Frente
a ella se encuentran Juan Estévez y Mel Carmona, cubanos residenciados en Miami,
vinculados al mundo discográfico desde hace más de una década. Al menos Carmona
llegó a conocer la industria venezolana entre los 70 y 80, cuando trabajó para
Velvet de Venezuela.
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Antes
de Mojito/Pimienta Carmona estuvo asociado a otros sellos discográficos,
incluida Pimienta Records (también con Estévez), y Max Music. Como presidente de
esa disquera, Carmona enfrentó una demanda en Nueva York por una presunta
violación de la ley de derechos de autor de EE. UU al usar unas producciones
sobre las cuales ya no tenía licencia para su explotación. Es una acusación
similar a lo que está ocurriendo con Mundo Digital USA, que autorizó a
Mojito/Pimienta la distribución de unos productos de los que dice ser dueño sin
presentarle a los agraviados los documentos. Pero ni Juan Estévez ni Mel Carmona
quisieron dar su versión para este reportaje. El 17 de agosto Carmona reenvió la
solicitud de entrevista de Armando.Info a su abogado Albert Xiques, con el
comentario; “Just got this
email... next step?”.
Xiques
ofreció una entrevista a través de una llamada en conferencia para el 24 de
agosto, pero llegado el día no hubo respuesta, como tampoco lo hizo a otras
cinco comunicaciones enviadas antes de esta publicación.
2004 US Court Case, Mel Carmona by ArmandoInfo on Scribd
Si
bien The Orchard podría ser responsable al ofrecer a las tiendas digitales los
títulos cuestionados, los representantes de las disqueras y algunos artistas
afectados consideran que la trasnacional está viendo a Mundo Digital,
Sonográfica, Velvet de Venezuela y El Palacio de La Música como igual de
culpables o sospechosas. Cualquiera pudiera estar mintiendo sobre la propiedad
de los catálogos. Otros consideran que las disqueras venezolanas son un grano de
arena en la playa y por eso The Orchard no se ha volteado a ver qué pasa, pero
lo que sí le cuestionan es que no tome en cuenta el valor que tienen los
derechos de autor de cada producción, el cual debería bastar para confirmar
sospechas.
Aun así, con todas las diferencias, The Orchard mantiene relación con las disqueras que la escogieron como su distribuidora en Internet, vendiendo legalmente sus catálogos y enviando trimestralmente los reportes de las ventas con el respectivo depósito de dinero, para que cada compañía cumpla con las regalías convenidas con sus artistas.
Track 5: Sin rostros
Mundo
Digital USA está recibiendo dividendos al menos desde mayo de 2016, fecha en la
que Sonográfica advierte la irregularidad. Pero la empresa nació cinco meses
después, el 26 de octubre, cuando fue registrada en Miami.
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Argenis
Salazar, Carlos Eduardo Molina González y Gabriela Salazar son los nombres del
presidente, vicepresidente y administrador de la compañía, que tiene por objeto
la distribución en todo el mundo de los catálogos originales de música de
Velvet, TH, TH Rodven, Sonográfica, Distribuidora Sonográfica, Love Records,
Sono Ediciones de Venezuela, TH Top Hits Venezuela y TH Velvet. Es decir, todos
los sellos que llegaron a existir en Venezuela y que sirvieron de base para el
nacimiento de otras, como el caso de Love Records y TH o Top
Hits.
Un
mes antes, el 21 de septiembre de 2016, estas mismas personas ya habían
registrado en la misma división de Florida la empresa “Sonografica Music &
Distribuidora Sonográfica Digital, LLC”, homónima de la Sonográfica original con
sede en Caracas y existente desde 1982.
La
fecha de registro de ambas coincide con los meses en los que Sonográfica
contactó a Mundo Digital para reclamarle por los catálogos copiados.
En
esa misma línea, el 22 de diciembre de 2016, registraron Velvet de Venezuela,
S.A, Corporation LLC. En su directiva, además de Argenis Salazar y Gabriela
Salazar, está Álvaro Veli. También copiaron el nombre del sello venezolano que
aún se mantiene activo en Caracas.
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Velvet
y Sonográfica pudieron ser constituidas en Miami porque las compañías originales
venezolanas, registradas en esa misma ciudad en los 80, no se mantuvieron al día
y quedaron inactivas. Ahora estas acciones suponen una pelea por comprobar cuál
es la disquera verdadera y cuál es la verdadera propietaria de los
catálogos.
Sólo
Argenis Salazar ha respondido a los reclamos de los representantes de las
disqueras, y a varios cantantes, a través de correos electrónicos. Salazar les
ha reiterado que posee los contratos que demuestran la propiedad de los títulos
cuestionados, pero que no puede mostrarlos porque son confidenciales. Cuando los
afectados insisten promete que su hija Gabriela, abogado, les mostrará la
documentación. Todavía no ha ocurrido la primera reunión.
Es
una respuesta que han recibido Bettsimar Díaz, los representantes legales de
Velvet y Sonográfica, y hasta los autores y compositores que, sin saber la
dimensión de esta ilegalidad, están reclamando sus derechos de autor.
Es
el caso de Pedro Castillo, el recordado vocalista y compositor de Aditus. En
mayo de 2016, unos amigos le comentaron con emoción que habían escuchado en
Spotify una compilación de temas de Aditus. El disco nuevo estaba muy bueno,
decían. Extrañado, Castillo les pidió ver de qué se trataba y se encontró con un
disco inventado, con una carátula inexistente entre los álbumes de Aditus, y
hasta nombres de canciones con errores ortográficos. La placa había sido editada
por Mundo Digital USA.
Al
cantautor Guillermo Carrasco le ha ocurrido algo tragicómico. Unos amigos se
bajaron de iTunes un disco incompleto y con canciones distintas a las indicadas.
Una vez más, la copia era de Mundo Digital.
En
los correos que intercambia con los artistas o sus representantes Argenis
Salazar suele colocar el pie de página de la empresa Sono Ediciones de
Venezuela. Se trata de una sociedad supuestamente inscrita en Madrid, España,
que comparte con Álvaro Veli. A Luisa Flores, gerente general de Sonográfica, no
le parece una casualidad la selección del nombre porque están tratando de emular
el de “Sono Editora”, la dependencia de Sonográfica que maneja los derechos de
autor. “Se equivocaron, se lo copiaron mal”,
afirma.
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De Sono Ediciones de Venezuela no existe documentación. Nadie atiende el número local de la oficina en Madrid y la sede se ubica en una zona de edificios residenciales, Plaza Los Mostrenses. Tampoco aparece en los registros comerciales de España.
Y de
su representante legal, Gabriela Salazar, han enviado datos de la oficina en
Venezuela que, al igual que toda la trama, resultan imposibles de comprobar. La
supuesta dirección está en la avenida Neverí, código postal 1250 en Caracas,
pero ese código no existe en Venezuela. La avenida mencionada se ubica en
Colinas de Bello Monte, cuyo código postal es 1050. La vivienda indicada tampoco
existe, el número de teléfono suena desactivado y el Registro de Información
Fiscal de la empresa tampoco está registrado (J-04042536-9).
Ni
Véliz ni Salazar, padre e hija, respondieron a las solicitudes de entrevistas
enviadas desde agosto. Sus identidades parecen estar solo en los bits del “mundo
digital” donde operan.
En
el caso del tercer socio de Mundo Digital USA, Carlos Eduardo Molina González o
Eddie González (se presenta de ambas maneras), su nombre no le es ajeno a la
industria discográfica venezolana. Así se llamaba uno de integrantes de Los
Fantasmas del Caribe, la agrupación de música caribeña que sonó con fuerza en
los 90.
Molina
se ha dedicado a la producción musical y audiovisual y ha registrado al menos
cuatro compañías con el nombre de la agrupación. En 2016 enfrentó una demanda
como representante de la empresa de entretenimiento Just in Time, por
incumplimiento de contrato, fraude y difamación. Algunos dudan de que se trate
de la misma persona, otros ni lo confirman ni lo descartan.
Bonus track: Lo que les quedaba
Lo
que ha estado ocurriendo con estos catálogos de música, dice José Rafael
Fariñas, abogado especialista en propiedad intelectual y director general de la
Sociedad de Autores y Compositores de Venezuela (Sacven), es una violación a los
derechos económicos o patrimoniales derivados del derecho de autor, que también
pudiera incluir la vulneración de los derechos morales por afectarse la
integridad de la obra.
La
clave, según el especialista, sería determinar quién tiene los derechos sobre
los contenidos que se están ofreciendo, los cuales suelen generarse por tres
vías: un contrato (por disposición de las partes), disposición de una ley, o por
razones mortis-causa (fallece el dueño y quedan los herederos). Si alguna de
estas tres condiciones no está presente hay que presumir que son productos
ilícitos, agrega, aunque también puede darse el caso de que ese supuesto
contrato que una de las partes dice poseer, resulte ser una
estafa.
La
Cámara Venezolana de Productores Fonográficos está al tanto de lo que ocurre con
parte de sus agremiados, e incluso ha escrito a Mundo Digital USA. “No podemos
hacer mucho porque, en estos casos, corresponden demandas individuales”, aclara
Olga Tovar, directora.
Lo
que sí advierten con preocupación es que esta apropiación indebida de los
catálogos de música significa un avance inesperado de la piratería. Por lo
general los piratas copiaban la música del momento, lo recién estrenado, los
éxitos nuevos y de los grandes artistas. Con estos principios nació y ha vivido
el mercado ilícito de los discos quemados. “Hasta ahora no se habían metido con
los catálogos, los manteníamos bajo resguardo porque de ellos es que vivimos.
Por eso que hayan llegado a ellos nos deja sin aliento”, finaliza.