Rafael Lacava ahora quiere ser como Mandela

En siete años de Gobierno en Puerto Cabello, su extravagante afición por el fútbol suena más que su gestión como alcalde por el PSUV: su hijo quedó reclutado en La Masía, viaja cada tres meses a Barcelona y construyó un centro de entrenamiento de dimensiones colosales. Visto por muchos como un burgués de closet, las cosas parecen ponerse en orden con su pretensión de dirigir la Federación de Fútbol, un deporte con el que pretende reunificar a Venezuela.
Messi en
una gigantografía chutando a gol. Piqué en otra hace un pase de cabeza. Toda la
alineación del equipo ganador de la Champions 2015 en foto oficial, también a
tamaño gigante. Si no fuera porque en otra pared el espacio lo ocupa el
presidente de Venezuela Hugo Chávez pasando el balón a Diego Armando Maradona,
se podría pensar que se visitan unas instalaciones del F.C. Barcelona o que se
está en un club de fans del conjunto blaugrana en España. Pero no es un club de
fans, sino una escuela deportiva. Y no está en España, sino en Venezuela. Es la
Academia Puerto Cabello Te Quiero, un complejo deportivo en el estado Carabobo,
al noroeste de Venezuela, ideado por su alcalde, Rafael
Lacava.
Las
instalaciones tienen dos pistas para fútbol 11 y cuatro para fútbol base,
gimnasio, vestuarios, duchas. Y la Casa Club, con habitaciones, comedor, salas
de esparcimiento, de estudio. “Esto fue un récord Guiness, producto de la
gigantesca pasión no solo mía, sino de la gente que me acompañaba para que
esto sucediera”. ¿Quién ayudó a construir este gran complejo de tan alto
presupuesto para una alcaldía de interior? Según Lacava, el empresariado de la
ciudad. “Hay estructuras aquí que son solo financiadas por ellos, por la
confianza que da tener un alcalde serio, que si pide recursos no se lo va a
gastar en aguardiente, en cosas personales. Lo que he pedido ha sido
únicamente para esta ciudad. Los alcaldes anteriores se llevaban el dinero con
otros fines”. Repetirá una y otra vez a lo largo de día y medio el discurso de
la pasión, de la ayuda de los demás por la confianza, de la ayuda de los
empresarios.
La
inspiración de la Academia viene de un mejunje entre La Masía, casa donde el
Barça forma a su cantera, la inclinación política de su inventor, su mitomanía y
su amor paternal. En sus paredes, además de las gigantografías, hay frases inspiradoras del alcalde y otras con datos del tipo:
“Desde que Hugo Chávez tomó el poder en 1998, Venezuela pasó de ser el número
139 a ser el número 35 en el ranking Mundial de la FIFA”. Para cerrar el coctel,
fotos del hijo, Matías Lacava, jugando con la camiseta del Barcelona. Con tan
solo 13 años logró entrar en La Masía.
Muchos
dijeron que fue gracias a las influencias del padre, a sus coqueteos con el
equipo, las clínicas deportivas montadas en Venezuela con figuras como Víctor
Valdez, el exguardameta blaugrana. Pero otros tantos se reservan esas opiniones
cuando ven al joven Lacava patear el balón. El padre, obviamente, se defiende.
“Mi hijo es el latinoamericano más joven que ha fichado el equipo más grande. Lo
verdaderamente bonito para el país es tener un venezolano que haya sido fichado
por ese equipo”. Habla con orgullo del niño, pero lo trata con severidad cuando
le pide ir a la piscina, hacer surf, correr, saltar… “Matías es inquieto, como
su padre cuando era un niño. Pero Rafa le recuerda a cada rato que tiene que
cuidarse de una lesión, de un mal golpe, de una otitis incluso. Son unos niveles
de exigencia muy altos para un niño, pero la presión dentro de La Masía es
fuerte, es como un contrato: si no rinde, se va”, cuenta una amiga de la
infancia del alcalde.
Al
momento del encuentro con él, pide que se trate con cuidado este tema, que no
quiere perjudicar al chico ni su estancia en la escuela del club catalán. Unas
semanas después, sin embargo, la FIFA obligó al Barça a sacarlo de La Masía al
incumplir la normativa sobre fichajes a menores de otros países. Hasta ahora,
tener al hijo comprometido en Barcelona ha hecho que toda la familia de Lacava
se traslade a la ciudad condal. Rafael los visita cada tres meses. “Yo se lo he
dicho aquí a mi gente (los porteños), no puedo dejar de visitar a mi familia.
Mis enemigos me atacan con eso, pero muchos también dicen que es preferible
tener a un Lacava que vaya y venga a no tenerlo. Eso es algo digno de estudio.
Una locura. Pero eso también se debe a la entrega, la pasión, a mi amor
desenfrenado por esta ciudad”.

Imagen puertas adentro del Puerto Cabello Te Quiero, un complejo deportivo construido por el alcalde de Puerto Cabello. Foto: Alicia Hernnández
Esa
locura, ese ir y venir, el costo de la vida en Barcelona, fue objeto de la nota
que bajo el título “Así viven los cachorros del chavismo” publicó el diario
español El Mundo, donde se denuncia que la familia lleva un tren de
vida poco acorde a los valores socialistas. Lacava lo menciona varias veces y
dice que quien lo ataca siempre lo hace desde lo personal.
- ¿Cómo
puede mantener el alcalde de una ciudad del interior del país, que ni siquiera
es una gran ciudad, este tren de vida?
- Porque
soy un ladrón –dice y alarga al infinito la última sílaba – Vengo de una familia
que a Dios gracias me ha permitido en todo este tiempo tener algunos
privilegios. Mi padre es un empresario exitoso desde hace años. Hemos
desarrollado una posición económica que en nada tiene que ver con mi realidad
política.
- ¿La
familia de Lacava sostiene a Lacava?
- ¿Por
qué me preguntas eso?
- Mi
trabajo es preguntarle.
-
Pareciera que te mandaron a eso, a ver quién financia a Lacava. Claro que tengo
una realidad familiar de la cual participo yo también, porque soy hijo de mi
padre. Tengo esta posibilidad de sufragar los gastos. Mi padre y mi
madre.
Revolucionario sin rojo rojito
En
un país tan polarizado como Venezuela, usar un color o no, una camisa o franela
de un estilo, marca una diferencia y define la ideología de quien los porta.
Sobre todo entre los políticos. Lacava no usa el color rojo en ningún momento.
Ni siquiera en un acto de entrega de alimentos, bultos escolares y balones en un
barrio de Puerto Cabello. Allí viste un polo en el que resalta más el blanco que
el rojo. De su equipo, el único que va con algo que lo identifica como chavista,
es uno de los guardaespaldas, que viste una franela con la famosa imagen de Hugo
Chávez para la revista Time. Solo en las propagandas que se ven en la ciudad y
en las instalaciones de la alcaldía sale Lacava con una camisa completamente
roja.
En
el discurso, a ratos, tampoco parece chavista, sobre todo cuando habla del
empresariado. “Es necesario, hay que darle el apoyo que requiere. Si no lo
apoyamos, cierran los negocios, se acaban los puestos de trabajo, el país y la
ciudad”. Aunque aclara que no existe un empresariado más controlado que el de
Puerto Cabello, “están todos, están controlados, inspeccionados, sancionados”.
También suena disonante de la línea oficial cuando dice que hay una gran
distorsión económica que ayuda al “nuevo modo de negocio en materia de venta de
alimentos”. Se refiere a los revendedores de productos subsidiados, los llamados
en la calle bachaqueros, aquellos a los que Lacava decidió sancionar
con cierto espíritu medieval poniéndoles una braga (mono) de color naranja con
un cartel en la espalda: “Soy bachaquero y quiero
cambiar”.
Es
también disonante con el chavismo cuando dice que hay fallas en el esquema de
producción nacional, “signado por errores que hemos cometido, por políticas
nuestras”. O cuando recrimina el “control exacerbado de algunos rubros, como el
caso agrícola”. Pero vuelve al redil al salir de su boca expresiones del léxico
oficial: “saboteo”, “golpe al Gobierno”, “guerra económica”. O cuando dice
que la distorsión económica se debe en parte a que el Gobierno no ha conseguido
tumbar el website de DolarToday. “Sus propietarios son confesos y
manifiestos enemigos del gobierno, son banqueros prófugos, robaron el dinero de
este pueblo y ahora ellos terminan marcando la pauta de lo que vale el dólar
según cómo se despiertan por la mañana”. No ve la confianza en una web como una
desconfianza en el Gobierno. “Hay falta de puntería para resolver un problema
básico, como es tumbar una web. Es una debilidad nuestra”.
En
los días en los que ArmandoInfo conversó con él, su
nombre empezó a sonar como candidato para la Federación Venezolana de Fútbol
(FVF). Quizás por eso insinuó que busca un relevo en la alcaldía, que es una
responsabilidad que tomó con mucho agrado, pero que no se está con el mismo
vigor al inicio de una tarea después de siete años. “Quien por alguna
circunstancia llega al poder, se aferra el poder, porque esa es su condición”,
dice para luego darse alabanzas de su gestión y decir que, a pesar de eso, debe
dejar el cargo en algún momento. “Lo que pasa es que la gente no quiere soltar
el poder y ahí es donde vienen las distorsiones. Ahí es donde se enreda el
papagayo”.
Llegados
a este punto, se le recuerda que Chávez estuvo 15 años en el poder. La rápida,
automática y justificadora respuesta llega: “Pero era Chávez”. Le
preguntamos si eso justifica todo. Quienes estaban arremolinados a su lado,
colaboradores, los dos camarógrafos, los guardaespaldas, los trabajadores del
Teatro Municipal que está mostrando, se alejan poco a poco. Tanto que el
murmullo que había alrededor, cesa. Como si nadie quisiera escuchar la
respuesta. “Habrá que esperar 200 años para ver alguien como Chávez. Libró una
batalla que nadie hubiese podido librar. Por eso te lo tengo que justificar. Te
pongo otro ejemplo: Messi. Un hombre de carne y hueso, un enano de 169
centímetros. Lo que representa Messi para el Barcelona lo ha hecho
merecedor de ese justificativo. No voy a compararlo con Chávez, porque su
dimensión era ecuménica, pero son personajes de un momento de la historia que
aun cuando cometen errores, porque son humanos, los tienes que justificar por su
grandeza”.
Sueños de grandeza
“Siempre
organizaba, mandaba, disponía. Él sabía desde joven que sería algo. Creo que
todos lo sabíamos. Es un líder nato”, cuenta una amiga de la infancia. Cuando
anunció en casa que estaría en política, no gustó nada. Su padre le advirtió que
no hiciera nada que manchara el nombre y el trabajo de la familia. Estuvo como
embajador en Italia, “vivía como un príncipe”, dice el propio Lacava. Luego
regresó para ponerse al frente de la alcaldía de Puerto Cabello. “No lo pensé,
porque quería darle algo a la ciudad que tanto me dio”. Se dice irreverente,
malcriado. Quizás ayuda a eso el ser hijo único, le preguntamos, dice que no
sabe, pero que, como mínimo, eso le ha traído muchos problemas en política. “Esa
irreverencia me ha permitido también hacer cosas que bajo otro criterio de
pensamiento no lo podría haber hecho. Mira por ejemplo lo que hice con los bachaqueros. Creatividad
irreverente”.
La
misma irreverencia ha hecho que más de una vez el gobernador del estado
Carabobo, Francisco Ameliach, le dé alguna reprimenda. Dice que la relación
política entre ellos está bien. No en vano, son compadres. “Francisco es el
padrino de Matías, Saúl, su otro hermano, el de mi hija Adriana, sus esposas son
mis comadres. Hay una relación familiar y estrecha”. Aspiró en su momento a la
Gobernación de ese estado, pero ahora, mirando atrás, dice que lo mejor fue
estar en Puerto Cabello. Esa decisión –no tomada por él– parece ahora el mejor
camino para su futuro, que podría llevarle a la máxima entidad del fútbol en el
país.
Y ahí,
ofrece, puede hacer por Venezuela con el fútbol lo mismo que Mandela hizo con
Sudáfrica y el rugby. “Su ejemplo puede servir de modelo para poder sanar
algunas heridas que se crearon en este país. El fútbol puede ser una gran
alternativa para eso”. Piensa en esa disciplina y en la Vinotinto, la selección
nacional, como un punto de encuentro entre los venezolanos, “que permite
retrotraernos de nuestros problemas y que podría lograr en unos años que nos
abrazáramos todos, con alegría y pasión y grandes resultados para nuestra
autoestima y nuestra identidad nacional”. Un sueño de grandeza que tendrá que
lidiar con las federaciones locales y el mismo destino del
país.