Hasta los ladrones se van

La semana pasada fue capturada en Miami una banda de delincuentes de Maracay que viajaba con regularidad al sur de Florida para robar en viviendas de lujo. Al menos uno de sus integrantes tenía antecedentes en Venezuela. Pero la justicia lo dejó libre en régimen de presentación hace ocho años, con lo que le permitió seguir su carrera de fechorías.
A Alberto
Colmenares lo pescaron a punto de fugarse a Venezuela. Hasta entonces había
pasado ileso los trámites de migración en los Estados Unidos, pero, a escasos
minutos de embarcar un avión, fue arrestado la semana pasada –la tarde del
viernes 21 de agosto– en el Aeropuerto Internacional de Miami junto a su
“colega” Carlos Depablos. Entonces tuvieron que posar de frente y de perfil ante
las cámaras de la policía, que llevaba tiempo investigándolos, y que ahora los
presenta como dos de los miembros de una banda de venezolanos que robaban
mansiones y lujosos apartamentos en el sur de la Florida.
“Estos
hombres eran muy sofisticados y estaban muy bien organizados”, dijo el sargento
Lensley Noel, detective de la policía de Bay Harbor, una fastuosa localidad
costera del condado de Miami-Dade. “Ellos venían específicamente de Venezuela a
robar condominios de lujo en Miami-Dade, Broward y Palm
Beach”.
Iban y
venían con el botín. Desde hace dos años viajaban al estado de Florida, donde
llegaron a apoderarse de bienes por al menos cuatro millones de dólares en joyas
y dinero en efectivo, a lo largo de una racha de robos en una treintena de
viviendas de lujo en el sur de la Florida. Lo suyo, de cualquier modo, no era
nuevo; el método que utilizaban para sus fechorías dejaba entrever una larga
práctica. Algunos incluso tienen cuentas pendientes con la justicia venezolana.
Por
ejemplo, la primera vez que el propio Alberto Colmenares se presentó ante un
juez fue en Venezuela. Era finales de 2007, cuando tenía 26 años de edad y un
alijo de joyas robadas que encontraron en el apartamento donde vivía en la
ciudad de Maracay, en el estado Aragua, a una hora y media al oeste de Caracas.
Se trataba de once relojes de diferentes marcas y dos pares de yuntas que dos
semanas antes habían desaparecido de un pent house en el Alto Hatillo, una zona
de clase alta al sureste de la capital venezolana. La vivienda era de un
ejecutivo que formaba parte del equipo directivo del Banco Occidental de
Descuento (BOD), la entidad que preside el magnate Víctor
Vargas.
La
denuncia quedó formulada en una investigación policial que inició el Cuerpo de
Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas (Cicpc) con el código N°
05-F6-2510-07. “Cuando entramos, la vivienda estaba aparentemente normal”,
indicó una de las víctimas al momento de rendir su testimonio. “Luego mi esposo
se percató que personas desconocidas se habían introducido en nuestro
apartamento y habían sustraído dinero en efectivo, prendas de oro y varios
relojes de dama y caballeros”.
El
robo incluyó billetes de dólares y euros equivalentes entonces a 500 millones de
bolívares; de acuerdo a la tasa de cambio vigente a la fecha, serían más de 230
mil dólares en efectivo. Fue el fin de semana del 8 y 9 de diciembre del año
2007 y aunque del dinero no hay noticias, muchas de las joyas aparecieron doce
días después, pero en el apartamento 3F del edificio Apamate, que Colmenares
habitaba en el sector San Jacinto de Maracay.
“El
ciudadano alegó que dichos relojes y yuntas se los habían dado a guardar hace
varios días una persona de quien no quiso aportar datos sobre su identidad ni de
dónde podía ser ubicado”, según señala el expediente S5-08-2343 que reposa en el
Circuito Judicial Penal del Área Metropolitana de Caracas.
Un
par de semanas antes de su arresto en Florida, Colmenares y su secuaz, Depablos,
fueron grabados por las cámaras de seguridad de un lujoso edificio de Fort
Lauderdale, en el condado de Broward, algo más al norte de Miami. Del mismo
modo, en 2007, Colmenares había quedado registrado por el circuito cerrado de
televisión del parque residencial Mirador del Hatillo, en la calle El Paují del
sector Cantarrana. En el lugar del crimen, sin embargo, no quedan ni registros
ni memoria del suceso de ocho años atrás. De hecho, prefieren no hablar. El
vigilante de la garita no da chance siquiera de preguntar por el incidente.
“Aquí ya no viven los dueños de ese apartamento”, dice. Tampoco deja consultar a
la conserje. “Se fue del país”, añade.
Tampoco
están los ladrones. Se fueron a robar a
Miami.
Un viaje de cómplices
Además
de Colmenares y Depablos, completaban la pandilla otros cuatro integrantes.
Todos entraron varias veces a Estados Unidos y viajaban a Venezuela con parte
del botín, de acuerdo con los reportes policiales facilitados por la Oficina de
la Procuraduría de la Florida, con sede en Tallahassee, la capital del estado.
El reciente regreso a Miami de varios de ellos alertó a las autoridades locales,
por lo que empezaron a ser seguidos con agentes
encubiertos.
El
jueves 20 de agosto, desde las seis de la mañana, detectives de Fort Lauderdale
montaron vigilancia a dos sujetos sospechosos. Ambos se desplazaban en un
vehículo alquilado desde Sunrise –también en el condado de Broward– hasta la
exclusiva ciudad de Key Biscayne, ya en Miami-Dade. Alrededor de las 5:00 de la
tarde, los dos entraron al edificio Crandon Tower, forzaron la cerradura de un
apartamento cuyos habitantes no se encontraban, y robaron varias
pertenencias.

Casi ocho años atrás, uno de los ladrones apresados en Miami fue grabado en este conjunto residencial de Caracas violando la puerta de uno de sus apartamentos.
Poco
después de que los ladrones cruzaron el puente Rickenbaker Causeway, que
comunica el cayo con tierra firme, los agentes arrestaron en La Pequeña Habana a
los dos sujetos, identificados como Andrés Solano y Wilmer Gamboa, ambos
venezolanos, de 36 y 45 años respectivamente.
El quinto
integrante conocido de la banda, Eduardo Martínez, de 44, fue arrestado el
domingo pasado en Doral, la ciudad predilecta de los venezolanos al oeste de
Miami. Las autoridades dejaron saber que todavía un sexto componente del grupo
se mantiene prófugo, pero se reservaron su identidad para no entorpecer los
esfuerzos por capturarlo.
Libertad para delinquir
El
reciente 15 de marzo, Colmenares y Depablos llegaron en una camioneta alquilada,
una Toyota Highlander blanca, al edificio Seascape Club Condo, ubicado a solo
una cuadra de la estación policial de Bay Harbor. Lograron colarse al edificio
por una puerta trasera de servicio y, luego de forzar una puerta de vidrio del
patio posterior, lograron ingresar al apartamento de Christina y Rodolfo
Kellerman. Depablos permaneció en el patio para vigilar, mientras Colmenares se
las arreglaba para extraer una caja fuerte y mercancía por unos 400.000
dólares.
Rodolfo
Kellerman, nicaragüense de 75 años, se disculpó el jueves por no ofrecer
declaraciones a El Nuevo
Herald ya que las
investigaciones se mantenían en curso. Pero cuatro días antes su esposa ya había
expresado ante la prensa su pesar por el accionar de la banda. “Todo esto es muy
doloroso”, dijo Christina Kellerman durante una conferencia de prensa en Bay
Harbor. “Por un lado uno se siente que [su intimidad] fue violada […] Sientes
que has sido observada. Uno no sabe por qué le ocurre a uno y no a alguien
más”.
Tanto
Colmenares como Depablos confesaron ser los autores de ese robo. El primero
–según el reporte de arresto elaborado por el detective Noel– cuando fue
capturado en el aeropuerto de Miami tenía en su posesión mercadería que procedía
de robos en Palm Beach, Broward y Miami-Dade.
Todos los
arrestados en Miami tienen domicilio registrado en Maracay. No fue posible
obtener alguna versión por parte de funcionarios de la policía judicial en
Aragua; resultaron infructuosos como tampoco hubo respuestas de sus
superiores en Caracas. Sin embargo, en la capital venezolana se encuentra una
rendija para conocer el origen del grupo: el caso de Colmenares en 2007, cuyo
expediente reposa en tribunales.

Los delincuentes solían meterse en condominios de lujo en Miami-Dade, Broward y Palm Beach. En marzo violaron uno de los apartamentos del edificio Seascape Club Condo, en Bal Harbor, donde hurtaron más de 400.000 dólares en prendas.
La Sala
Quinta de la Corte de Apelaciones del Circuito Judicial Penal del Área
Metropolitana de Caracas ratificó el 25 de septiembre de 2008 una decisión
anterior que le iba a permitir ser juzgado en libertad, pero reiteró una medida
que lo obliga –aun ahora que no tiene sentencia firme– a presentarse “cada ocho
(08) días ante la oficina del Alguacilazgo”.
El
beneficio fue concedido a Colmenares, quien contó con la ciudadana Yaritza
Machado como fiadora. Pero en la gestión la mujer, en lugar de dar recibos de su
domicilio a manera de constancia de residencia, los presentó –hace ya más de
siete años– a nombre de un viejo conocido: Carlos Depablos, el mismo compañero
de faenas de Colmenares con el que cometió fechorías hasta que los atraparon la
semana pasada en el Aeropuerto Internacional de Miami.
(*) Esta
historia fue cubierta y publicada en simultáneo con El Nuevo Herald de Miami.