La Colmena de la desidia

Millones en donativos, recolectados a través de telemaratones, financiaron una casa a las afueras de Caracas donde se alojaron, junto a un puñado de jóvenes de la calle a quienes se quería rescatar, los azotes simultáneos del maltrato, la indolencia y los manejos turbios. Ahora ya nadie da la cara por tantos colmos de la Colmena de la Vida, una utopía de la responsabilidad social privada que naufragó y a la que el Estado tuvo que intervenir.
Oiga, usted, lea esto:
“Pregunten por Rosibel Soteldo, esa mujer que hace unos años ustedes mismos
la incapacitaron para seguir trabajando con los niños. Esa que maltrató a un
niño haciéndolo comer sus propias heces. Esa que es capaz de voltearle la cara a
Víctor en las líneas eléctricas del comedor donde se ponía la comida caliente.
Esa que cuando el niño Víctor Alberto Vargas le dan sus ataques de furia, lo
contiene a golpes tirándolo a la piscina, con el peligro que pueda ahogarse o
podrirse de enfermedades por cómo está el agua que no tiene ningún tipo de
tratamiento y cuidado”
La cita anterior
corresponde a una de las decenas de denuncias que circulan
en la web contra La Colmena de la Vida, un albergue para
niños que, durante su creación en 2003, prometía no solo la redención de los
jóvenes en situación de calle, sino la posibilidad de vivir en la Venezuela
distinta y solidaria que parecía esconderse detrás de los arrebatos de la
polarización política, entonces en alza.
Ahora, desde 2013, La
Colmena sobrevive a una querella judicial y pone en entredicho su funcionamiento
como lugar de reinserción y cuidado para los adolescentes, y su nombre es
sinónimo de imágenes siniestras: desde sospechas de malversación de fondos a
denuncias de maltratos.
En tribunales
Esto lo confirma Ángela
Vera, una periodista que desde 2003 trabajó como voluntaria en La Colmena, que
está ubicada en unos terrenos rurales, más allá de la exclusiva urbanización La
Lagunita, en el municipio El Hatillo (sureste de Caracas). Una vez, cuenta,
pidió permiso para llevar a pasear a una adolescente y cuando la vio, notó que
sangraba en la entrepierna. Le preguntó por qué no se había aseado y recordó que
unas semanas antes habían donado unos cuantos bultos de toallas sanitarias. La
adolescente le respondió que no había en La Colmena y que no tenía ropa para
cambiarse. “En ese momento fue cuando decidí renunciar”.
Vera ya tenía registro
de otras situaciones, y acusa directamente a cuatro custodios que robaban todo
lo que donaban: “Esos días fueron rudos para combatir desde la corrupción hasta
el maltrato”. Ella trabajaba en el área de Comunicaciones y asegura haber tenido
acceso a todas las cuentas. Confirma, a la vez, la cita sobre Víctor que
comienza esta historia. “Lo dejaban entrar y salir. Yo lo busqué dos veces en
los alrededores de la plaza de El Hatillo”.
Dice, además, que una
niña de 15 años salió embarazada dentro de La Colmena de la Vida y que eso se
escondió ante los organismos competentes.
Diana D’Agostino fue
otra testigo, pero esta vez desde la otra acera. La ex precandidata a la
alcaldía de El Hatillo estuvo bajo la dirección de la Fundación Hatillana de
Atención a la Infancia y la Familia desde 2008 y por entonces quiso incluir a
los niños de La Colmena en sus planes. Eso no ocurrió debido a la negativa,
asegura, de Milagros Blanco, la directora que llegó a La Colmena en 2006. “Había
denuncias de drogas, maltratos y toda clase de abusos, pero no puedo confirmar
nada”, dice desde el hilo telefónico.
Pero
basta de rumores. El expediente AP51-2013-016761 que reposa en el Tribunal
Segundo de Juicio de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de
Caracas en materia de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes tiene pruebas,
incluso, de que algunos niños dormían solos en un área fuera de La Colmena. Se
trata de un procedimiento que abrió la Defensoría del Pueblo contra la
Asociación Civil Unamos al Mundo por la Vida por, entre otras cosas, la cantidad
de irregularidades que ya se denunciaban desde los alrededores del
espacio.
Comenzó
así: en febrero de 2013 el Consejo de Protección del Niño y el Adolescente ya
había enviado una notificación firmada por la entonces directora, Gisela Matos
de Ortega, en la que se le explicaba a Miguel Rodríguez Siso –el promotor del
proyecto– y a Milagros Blanco –la directora– que había una serie de
denuncias contra la gestión. Esta notificación fue ignorada hasta el 5 de
noviembre de ese mismo año, cuando se les informa, en el oficio
CMDNA-M-164-2013, sobre la revocatoria de registro definitivo de la entidad de
atención La Colmena de la Vida. Esto, explica Alicia Guzmán (actual presidenta
del Consejo de Protección), se debe a todas las denuncias de maltratos, abusos y
otros que habían recibido durante meses. No dio detalles porque, alegó, estaría
incurriendo en un delito, pero dejó claro que el organismo procedió a la
revocatoria porque los afectados eran los propios niños.
La
revocatoria provocó que los 14 adolescentes que estaban dentro del
albergue fueran trasladados a otro sitio, probablemente la sede de La
Colmena en Guatire, que aún funciona.
Al
año siguiente, la Defensoría del Pueblo interpuso una demanda contra el grupo
Unamos al Mundo por la Vida y Milagros Blanco, directora.
En
la demanda se cita un parte de la Policía de El Hatillo del 29 de octubre de
2013 (número V-657-13), donde se reporta que un grupo de niños dormía solo
sin resguardo del personal del albergue. También, en la demanda, se explica que
tres niños tenían hematomas en el cuerpo y que otros tres denunciaron, durante
las entrevistas previas, que entre las formas de castigo estaba las de pararse
durante horas al sol, en la cancha de usos múltiples. El mismo informe de la
Defensoría asegura que las instalaciones estaban en desaseo y que la
alimentación era poca. La frase “castigo físico” se repite al menos cuatro veces
en el expediente.
Este
proceso judicial aún se mantiene en curso. La Defensoría pidió un recurso de
protección, que le fue cedido y desde febrero es el Instituto Autónomo Consejo
Nacional de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes quien administra La Colmena.
Hay niños de nuevo. Desde afuera se escuchan sus gritos y se ve además la
entrada y salida de camiones de servicios como agua y basura. Pero la entrada no
está permitida.
El rastro del creador
Durante una entrevista
para la televisión ecuatoriana, Miguel Rodríguez Siso contó que en 2001, después
de ver caer las Torres Gemelas en Nueva York, se preguntó qué podía hacer él y
se le ocurrió una canción que se repitió por toda Venezuela y hasta llegó a ser
himno de marchas opositoras:
Y decimos no a la
violencia
Y decimos que no a la
mezquindad
Es un canto por la
vida
Es un canto por la
libertad
Y decimos sí por la
esperanza
Y decimos que sí por la
humanidad
Es un canto por la vida
Es un canto por la
libertad
Ese mismo año se
organizó un concierto en el sector Las Mercedes de Caracas y luego Unamos al
Mundo por la Vida se convirtió en una asociación civil sin fines de lucro
liderada por los hermanos Miguel y Carlos Rodríguez Siso. Ya ambos eran
populares en las esferas políticas nacionales porque desde su empresa Aip
Asesores de Imagen, ambos habían trabajado con Henrique Salas Romer, entonces
gobernador del estado de Carabobo (centronorte de Venezuela), tanto en su
gestión regional como durante su candidatura presidencial que lo enfrentó en
1998 a Hugo Chávez.
Hasta 2013, Miguel
Rodríguez fue presidente de la junta directiva de la empresa Aip, Asesores de
Imagen Pública, C.A. Según el Registro Nacional de Contratistas, la empresa se
registró en 2012 y para 2013 estaba inhabilitada por no haber actualizado los
datos. Se trata de una empresa de publicidad ubicada en la torre Credicard de
Chacaíto (centro geográfico de Caracas). El presidente ejecutivo de la empresa
es Carlos Eduardo Rodríguez Siso, hermano de Miguel, y también presidente de La
Colmena de la Vida.
La empresa tiene un
capital de 900.000 bolívares y un promedio de nómina de 30 empleados. En 2009
tuvo contratos con Globovision, Uno Valores Casa de Bolsa y Fondo de
Valores Inmobiliarios, entre otros clientes. La empresa se constituyó en 1994 en
el Registro Segundo del estado de Miranda y el Distrito Capital.
Salvador González,
secretario de administración de la Gobernación del estado de Zulia (noroeste de
Venezuela, frontera con Colombia), denunció en 2013 que la mitad de los
aguinaldos de los trabajadores de la Gobernación local (a cargo de la gestión
previa de Pablo Pérez, ex gobernador opositor), se repartieron entre
periodistas, sindicalistas y agencias de publicidad. Entre otras cosas, se
refería a Aip, que recibió 2,24 millones de bolívares por un contrato que duró
15 días, entre el 25 de noviembre y el 10 de diciembre de 2012. Además de ese,
recibió otro por cuatro millones de bolívares, entre enero y marzo de ese mismo
año. González hizo las denuncias el 9 de enero de 2013 en el portal web
Noticia Al Día. Para ese año, ya La Colmena enfrentaba problemas.
La empresa Aip se
encargó en 2006 de la campaña presidencial de Manuel Rosales, ex gobernador de
Zulia y mentor de Pablo Pérez, según informó el diario El Universal.
Durante esa entrevista
para la televisión ecuatoriana que todavía se puede ver por Youtube, Rodríguez
Siso aseguró que La Colmena de la Vida era el sueño de su vida. Pese a sus
palabras, la casa de abrigo se convirtió en un infierno.
El primer gran
Telecorazón de La Colmena se hizo en 2003 durante una cadena de todas las
televisoras privadas del país que se transmitió por más de 25 horas de forma
ininterrumpida. Según el informe financiero presentado en 2008 por La Colmena,
ese año se recaudaron 6,56 millones de bolívares, sobre una meta de poco más de
7 millones. Con esos recursos se levantó La Colmena en el sector Macizo de El
Hatillo, sobre unos terrenos que se entregaron en comodato por parte de la
alcaldía y que, según Alicia Guzmán, debían entregarse a la municipalidad en
caso de ser revocado el registro, como ocurrió en 2013. Para entonces, la casa
de abrigo alojaba al menos a 96 adolescentes que contaban con actividades como
clases de pintura, música y natación, además de la educación tradicional y
asistencia médica, sicológica y odontológica.
La postal se mantuvo
desde 2003 y hasta 2008, período en el que los Rodríguez Siso pudieron celebrar
con frecuencia anual el Telecorazón. Según el informe financiero, en esos años
se recaudaron más de 29 millones de bolívares.
Pero en 2008 empezó a
perderse o el interés o la posibilidad de mantener La Colmena. Milagros Blanco,
su directora, que conversó para este reportaje vía telefónica, aseguró que la
situación del país generaba poca ayuda por parte de privados y no fue posible
repetir el Telecorazón. Se presentaron problemas económicos que, asegura,
solo impactaron al personal y no en los cuidados de los adolescentes. De hecho,
explica, las denuncias que se han ventilado se debían al personal al que,
en ocasiones, no se les pagaba de forma puntual porque los “niños están
primero”.
Sin embargo, desde 2010
y según las declaraciones de otros entrevistados, La Colmena solo albergaba a 14
adolescentes, que generaban en gastos, según el informe financiero, 96 bolívares
al día, casi 35.000 bolívares al año.
El Telecorazón de 2008
iba a hacerse en el estadio de la Universidad Central de Venezuela (UCV) de
Caracas, pero un grupo de motorizados impidió la actividad, que terminó
haciéndose en el Aula Magna de la misma casa de estudios. Poco después, la
fundación que administra esa sala, bajo la presidencia de Luis Genaro Mosquera
Castellanos, demandó a Rodríguez
Siso por emitir un cheque sin fondo como pago por el
alquiler del recinto. En 2010, una empresa de servicios demandó a Unamos al
Mundo por la Vida por el incumplimiento de pagos.
Ángela Vera asegura que
pese a la debacle del Telecorazón, aún existían donaciones de privados, tanto en
servicios y productos, como en efectivo. Otra muestra de incumplimiento de pagos
se refleja en el Instituto de los Seguros Sociales (IVSS). Aunque los ex
empleados aseguran que siempre le descontaron el porcentaje para el seguro, el
registro patronal muestra una deuda superior 1,5 millones de bolívares acumulada
desde 2005, cuando recibían más de 5 millones al año mediante las colectas del
Telecorazón.
En la actualidad poco
se sabe de Miguel Rodríguez Siso. Desde que la Defensoría del Pueblo interpuso
la demanda, no ha habido representación de La Colmena. Milagros Blanco asegura
que Miguel y Carlos han estado pendientes de todo y que el proceso judicial se
debe a que cambiaron de sede a los niños para subsanar los efectos de un bote de
aguas negras dentro del albergue. Dijo, también, que estuvo cuatro meses por
Europa y recién llegó durante el mes de mayo.
Miguel Rodríguez Siso
vive desde 2013 en Estados Unidos y en su Facebook se ven sus fotos en San
Francisco, Nueva York, Orlando y otras ciudades del norte. También tiene una
asociación civil llamada Unamos en el estado de Florida y en ocasiones se
publican fotos suyas a través de Twitter participando en algunas causas de
beneficencia. Además de eso, en el portal www.aporrea.org lo vinculan como
directivo de una empresa fundada en Panamá llamada Panbienes, que fue
inspeccionada por las autoridades de ese país y en cuya directiva se encuentra,
según ese portal, Alberto Federico Ravell, ex director de Globovisión, que
también figuró durante un tiempo entre los miembros de la directiva de Unamos al
Mundo por la Vida.
El Registro Público de
Panamá advierte, de cualquier modo, que realmente fue un familiar político de
Ravell quien figuró en esa empresa, a lo que el mismo Ravell aclara –vía
telefónica– que no forma parte de Panbienes ni tiene ningún tipo de sociedad con
Miguel Rodríguez Siso. Lo único que ratifica, eso sí, es que formó parte de la
directiva de la Colmena al principio en la dirección de
comunicaciones.