La bonanza de Daniel Ortega se llama Venezuela

Desde que Caracas y Managua firmaron en 2007 un acuerdo para el suministro de petróleo subsidiado, el régimen sandinista no solo ha contado con excedentes para políticas clientelares. Gracias a los recursos venezolanos, la familia presidencial ha construido un imperio económico propio, de ambigua condición entre lo público y lo privado. En los últimos cinco años, los negocios de Ortega y asociados han pasado a dominar el mercado interno de la energía, así como las muy rentables exportaciones de alimentos de Nicaragua a Venezuela.
Managua/Caracas.- Sonaría adecuado
referirse a Albanisa como uno de los grandes holdings comerciales de
Centroamérica. Importa, exporta, produce y distribuye petróleo, electricidad,
combustibles al detal, alimentos y producciones audiovisuales, administra
hoteles, hasta representar una buena porción del PIB de una economía pequeña
como la de Nicaragua. Pero la historia de éxito de este emporio se funda sobre
dos pecados de origen que la inhabilitan como ejemplo a seguir: el negocio está
a cargo de una casta del poder político, la familia y allegados del presidente
nicaragüense Daniel Ortega; y, además, toda la operación fue apalancada con
fondos públicos y activos venezolanos.
La vasta maniobra de
apropiación de recursos de la cooperación internacional venezolana para
favorecer a la familia presidencial nicaragüense ha tenido por vértice a
Albanisa (Alba de Nicaragua, S.A.), una empresa que, aunque propiedad conjunta
de la estatal petrolera venezolana Pdvsa (51% de las acciones) y de su
contraparte Petronic (49% de participación), se constituyó en 2007 como una
compañía privada. La decisión para registrarse así se remonta a motivaciones
políticas: se quería evitar que el Congreso de Nicaragua, que incluía a una
importante bancada opositora, tuviera potestad para supervisar a la empresa.
Pero sus consecuencias más gruesas se reflejaron en el crecimiento del
patrimonio y poder económico de los Ortega.
De este entramado se
conocen detalles desde 2010. Desde entonces no ha hecho más que extenderse y
sumar riqueza, a pesar de las denuncias periodísticas. Al día de hoy, el grupo
de empresas detenta una posición casi de dominio en los negocios de venta de
gasolina y de generación y distribución de electricidad. Acapara también el
negocio de las exportaciones agroalimentarias a Venezuela, el mayor cliente del
campo nicaragüense. Se calcula que en ocho años, el Gobierno de Ortega ha
privatizado 3.047 millones de dólares provenientes de Venezuela, del
total de 3.423 millones de dólares en cooperación estatal (que también incluye
aportes del Banco de Desarrollo de Venezuela, Bandes), con la venia activa del
régimen de Caracas.
Al principio fueron los dólares
El trasfondo de este
negocio es político. Dos aliados ideológicos y geopolíticos, el sandinismo y el
bolivarianismo, sellaron su pacto con los acuerdos de cooperación suscritos en
marzo de 2007 entre los presidentes Hugo Chávez y Daniel Ortega. Antes, en enero
de 2007, también se habían hecho partes del acuerdo fundacional de Petrocaribe.
Apenas cuatro meses más tarde, se conformó Albanisa, la empresa encargada de
administrar la factura de los diez millones de barriles de petróleo al año
subsidiado que Caracas concedería a Managua.
El esquema que sirvió
de marco al acuerdo establecía que Nicaragua pagaría 50% de la factura petrolera
a 90 días y el otro 50% se pagaría en términos concesionales pactados a más de
23 años de plazo, con dos de gracia, quedando este fondo a disposición de
Nicaragua para financiar obras de infraestructura y proyectos sociales.
Unos meses después, a
finales de abril de 2007, ambos presidentes suscribieron el acuerdo energético
de la Alba (Alianza Bolivariana de los Pueblos), que comprendía una modificación
de las condiciones: 25% de la factura pendiente quedaría como cooperación no
reembolsable canalizada a través del Fondo Alba, y el restante 25% sería asumido
por Nicaragua. Pero faltaban nuevas alteraciones del acuerdo, que resultarían
funcionales para el trasvase de los fondos venezolanos al patrimonio de la
familia gobernante.
“En enero de 2008 se
acordó entre ambas partes modificar el artículo IV del acuerdo de Cooperación
Energética del Alba para establecer que ‘corresponderá a una entidad jurídica
nicaragüense seleccionada por (Petróleos de Venezuela) Pdvsa recibir’ una parte
de la cooperación”, explica Adolfo Acevedo, un economista nicaragüense conocedor
de la materia. La persona jurídica beneficiada terminó por ser la cooperativa
sandinista Caja Rural Nacional (Caruna), que llegó a administrar, de acuerdo con
cifras del Banco Central de Nicaragua (BCN), 599 millones de dólares entre
2007 y 2009, una cantidad de cuyo uso no hay muchos detalles.
Ese esquema de
financiamiento funcionó hasta 2010. Entonces toda la factura petrolera pospuesta
como fondo para el desarrollo fue asumida como préstamo para Caruna. A la vez,
se cambian de nuevo las reglas del juego para destinar 38% de la cooperación
petrolera a donaciones de índole social, y 62% a inversión en proyectos con
fines de lucro. Esto último se conoce por los términos en que, ese año, el
Gobierno de Managua informaba al Fondo Monetario Internacional (FMI).
De la noche a la mañana
quedaba así legitimada la inyección directa de recursos a empresas privadas.

La empresa Albanisa ha crecido a la vera de la cooperación entre Caracas y Managua. En ocho años suma operaciones por más de 3.000 millones de dólares. Foto: Confidencial.com.ni
No es de extrañar que
sea el año 2010 cuando se detonan las denuncias sobre financiamiento abierto a
empresas privadas. “Desde 2010 hasta 2014 se destinaron en promedio anual 302,3
millones de dólares a proyectos de inversión con fines de lucro y 155,3 millones
de dólares a los que el Gobierno denomina proyectos sociales, aunque el
FMI los distingue como operaciones cuasi-fiscales”, Acevedo saca cuentas.
En enero de 2010 se
supo de un préstamo de 11 millones de dólares de otra empresa del grupo,
Albalinisa, para que los Ortega adquirieran el Hotel Seminole, un tres estrellas
de Managua, y desarrollaran un proyecto agropecuario con cinco mil cabezas de
ganado. Albanisa destinó 9,7 millones de dólares para la compra del canal 8 de
televisión, y Caruna concedió un préstamo de 160.000 dólares al canal 4, ambos
gerenciados por los hijos de la pareja presidencial. Casi cuatro millones de
dólares fueron entregados a constructoras de Francisco Chico López, el
tesorero del gubernamental Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN)
–también vicepresidente de Albanisa y presidente de Petronic–.
El accionista principal
de Albanisa es la petrolera estatal venezolana Pdvsa, representada en su Junta
–como presidente– por Asdrúbal Chávez, primo del fallecido comandante Chávez y
actual ministro de Petróleo en el gabinete de Nicolás Maduro.
Si todas estas
transacciones se realizaron sin la anuencia de la parte venezolana, Chávez no
hizo valer su mayoría. Pero todo parece indicar que los accionistas venezolanos
estaban al tanto y de acuerdo. En 2010, cuando se divulgaron las primeras
versiones sobre las puertas giratorias que comunicaban los fondos venezolanos
con las empresas privadas de los jerarcas sandinistas, Rafael Paniaguas Barras,
Gerente General de Albanisa para la fecha, declaró desafiante a la prensa: “Es
cierto que compramos Canal 8, ¿y qué tiene de extraño?”.
Paniaguas, ingeniero
venezolano cercano a Asdrúbal Chávez, fue retirado de su cargo a raíz de esas
declaraciones y devuelto a Pdvsa. En 2014 recibió su jubilación de la estatal
petrolera y más nunca ha salido en público. Ni siquiera en su nuevo destino:
Houston (Texas, Estados Unidos), capital mundial del negocio de los
hidrocarburos, donde no pudo ser contactado para este reportaje.
Electricidad: Negocios poco comunes pero corrientes
Luego de ese
zafarrancho inicial, casi como una consecuencia lógica de su origen, Albanisa se
ha convertido durante los últimos cinco años en un actor principal del mercado
energético en Nicaragua.
En el sector eléctrico
tiene contratos garantizados por 350 millones de dólares en los próximos 15
años, aunque mantenga sus máquinas apagadas. De acuerdo al Instituto
Nicaragüense de Energía, las nueve plantas –diez, pronto– de Albanisa concentran
25.4% (331 megavatios/hora) de la capacidad instalada para la generación
eléctrica en el país (1,311 megavatios/hora). Todos sus contratos han sido el
resultado de asignaciones directas, sin licitación.
Se trata de un
crecimiento exponencial del negocio, desde que en 2007 llegaron a Nicaragua las
primeras plantas Hugo Chávez para superar los crónicos apagones que
azotaron al país en la última etapa de la administración del ex presidente
Enrique Bolaños en 2006.
Esas plantas, llegadas
desde Venezuela, funcionan con diesel y están concebidas como soportes de
emergencia, y no para servir de bases a un sistema eléctrico regular. Sus costos
de producción son altísimos y tienden a dañarse. De hecho, han funcionado muy
poco.

El holding de la familia presidencial de Nicaragua vende petróleo, exporta hortalizas, tiene canales de televisión y hasta hoteles como el Seminole de Managua que se ve en esta gráfica. Foto: Seminoleplaza.com
No es de extrañar que
sea el año 2010 cuando se detonan las denuncias sobre financiamiento abierto a
empresas privadas. “Desde 2010 hasta 2014 se destinaron en promedio anual 302,3
millones de dólares a proyectos de inversión con fines de lucro y 155,3 millones
de dólares a los que el Gobierno denomina proyectos sociales, aunque el
FMI los distingue como operaciones cuasi-fiscales”, Acevedo saca cuentas.
En enero de 2010 se
supo de un préstamo de 11 millones de dólares de otra empresa del grupo,
Albalinisa, para que los Ortega adquirieran el Hotel Seminole, un tres estrellas
de Managua, y desarrollaran un proyecto agropecuario con cinco mil cabezas de
ganado. Albanisa destinó 9,7 millones de dólares para la compra del canal 8 de
televisión, y Caruna concedió un préstamo de 160.000 dólares al canal 4, ambos
gerenciados por los hijos de la pareja presidencial. Casi cuatro millones de
dólares fueron entregados a constructoras de Francisco Chico López, el
tesorero del gubernamental Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN)
–también vicepresidente de Albanisa y presidente de Petronic–.
El accionista principal
de Albanisa es la petrolera estatal venezolana Pdvsa, representada en su Junta
–como presidente– por Asdrúbal Chávez, primo del fallecido comandante Chávez y
actual ministro de Petróleo en el gabinete de Nicolás Maduro.
Si todas estas
transacciones se realizaron sin la anuencia de la parte venezolana, Chávez no
hizo valer su mayoría. Pero todo parece indicar que los accionistas venezolanos
estaban al tanto y de acuerdo. En 2010, cuando se divulgaron las primeras
versiones sobre las puertas giratorias que comunicaban los fondos venezolanos
con las empresas privadas de los jerarcas sandinistas, Rafael Paniaguas Barras,
Gerente General de Albanisa para la fecha, declaró desafiante a la prensa: “Es
cierto que compramos Canal 8, ¿y qué tiene de extraño?”.
Paniaguas, ingeniero
venezolano cercano a Asdrúbal Chávez, fue retirado de su cargo a raíz de esas
declaraciones y devuelto a Pdvsa. En 2014 recibió su jubilación de la estatal
petrolera y más nunca ha salido en público. Ni siquiera en su nuevo destino:
Houston (Texas, Estados Unidos), capital mundial del negocio de los
hidrocarburos, donde no pudo ser contactado para este reportaje.
Electricidad: Negocios poco comunes pero corrientes
Luego de ese
zafarrancho inicial, casi como una consecuencia lógica de su origen, Albanisa se
ha convertido durante los últimos cinco años en un actor principal del mercado
energético en Nicaragua.
En el sector eléctrico
tiene contratos garantizados por 350 millones de dólares en los próximos 15
años, aunque mantenga sus máquinas apagadas. De acuerdo al Instituto
Nicaragüense de Energía, las nueve plantas –diez, pronto– de Albanisa concentran
25.4% (331 megavatios/hora) de la capacidad instalada para la generación
eléctrica en el país (1,311 megavatios/hora). Todos sus contratos han sido el
resultado de asignaciones directas, sin licitación.
Se trata de un
crecimiento exponencial del negocio, desde que en 2007 llegaron a Nicaragua las
primeras plantas Hugo Chávez para superar los crónicos apagones que
azotaron al país en la última etapa de la administración del ex presidente
Enrique Bolaños en 2006.
Esas plantas, llegadas
desde Venezuela, funcionan con diesel y están concebidas como soportes de
emergencia, y no para servir de bases a un sistema eléctrico regular. Sus costos
de producción son altísimos y tienden a dañarse. De hecho, han funcionado muy
poco.

De lentes y a la derecha de esta imagen, el venezolano Rafael Paniagua, quien estuvo a la cabeza de Albanisa, acompañó al nieto de Sandino a presentar un libro en Caracas. Foto: Correo del Orinoco 12/08/13.
A un costo de 4.000
millones de dólares, la obra debía concluir en 2012 para poner en funcionamiento
una instalación capaz de refinar 150.000 barriles de petróleo al día.
A ocho años de su
inicio, en el sitio solo se ve movimiento de tierras y la construcción de
tanques de almacenamiento, 16 en una primera fase. Los trabajos están a cargo de
la empresa china CAM Engineerring Co., Ltd. y, según datos del Banco Central de
Nicaragua, hasta la fecha Pdvsa ha invertido 312,7 millones de dólares, menos de
la décima parte de lo que se calculó costaría la refinería.
Ahora se duda de que la
refinería se construya jamás. Es un caso parecido al de la proyectada refinería
José de Abreu y Lima, en la que Pdvsa debía participar con Petrobras para
levantarla en Pernambuco, Brasil, según la visión compartida de Hugo Chávez y el
expresidente Inácio Lula Da
Silva. Pero, aún si se completa o no, ¿por qué empezaron la construcción en
Nicaragua por la cola, los tanques de almacenamiento, que son una instalación
secundaria? Una fuente de la empresa privada en Managua, que pide no ser
identificada, lee esa peculiaridad del proyecto con suspicacia: “Con esa
inversión en tanques de almacenamiento, Albanisa tiene capacidad para
convertirse en el gran importador y, luego, el gran revendedor de productos
terminados en el mercado regional”.
La llave de la despensa de Venezuela
Se llama Albalinisa y
no es un trabalenguas ni una competencia al estilo de Descubra las
diferencias. Es otra empresa que termina por conectarse al grupo de su casi
homónima, Albanisa. Alba Alimentos de Nicaragua, S.A. (Albanilisa) es
identificada como una de las empresas mixtas binacionales que CVAL (la
Corporación Venezolana de Alimentos, adscrita al ministerio de Agricultura y
Tierras y ahora en proceso de liquidación) declaraba haber constituido también
con naciones aliadas como Rusia y Siria. Pero, en el caso de Nicaragua,
Albalinisa quedó encargada de administrar el mecanismo de compensación creado en
el marco de Petrocaribe y por el cual Managua puede pagar una fracción de su
deuda petrolera en especies.
“Para el pago diferido,
el Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela, podrá aceptar que parte
del mismo se realice con productos, bienes o servicios establecidos mutuamente”,
ofrece Caracas a sus contrapartes en el texto del acuerdo de Petrocaribe.
Nicaragua le sacó
partido a este párrafo. Y cómo. En 2006, las exportaciones de Nicaragua a
Venezuela totalizaban dos millones de dólares, menos de lo que exportaban Haití
o Belice al país suramericano. Pero de 2007 a 2014 las ventas nicaragüenses a
Venezuela se multiplicaron 49 veces, de 7,6 millones de dólares a 375,95
millones, según datos oficiales del Centro de Trámites de las Exportaciones
(Cetrex). La caída constante del precio del petróleo desde fines de 2013, y la
subsecuentemente menor disponibilidad de divisas por parte del Estado
venezolano, hacen difícil creer que se volverá a alcanzar el tope de 444
millones de ventas anuales de Nicaragua a Venezuela, que data de 2012.
Pero, de todas maneras,
el negocio sigue siendo pingüe. Venezuela se convirtió en el mayor mercado de
exportación del campo nicaragüense y no solo en cantidad: con frecuencia, el
ávido cliente venezolano –que es el Estado– paga precios por encima del promedio
internacional. Solo lo superan Estados Unidos y Taiwán. Además es un cliente
voraz, que siempre vuelve por más, paga rápido y, hasta hace poco, se daba el
lujo de pagar por adelantado.
Las agroindustrias
nicaragüenses de la carne, del café, de la leche, del azúcar y del aceite y
oleaginosas, viven una verdadera bonanza con el maná venezolano. De todos los
regímenes bolivarianos del continente, quizás sea el de Daniel Ortega el
que mantiene mejores relaciones con los capitanes empresariales, y todo gracias
al canal privilegiado de colocación de sus productos que ha logrado con sus
aliados en Caracas.

Tras finalizar su última toma de posesión, Daniel Ortega sostuvo un encuentro en enero de 2012 con Chávez. Los hijos, nueras, yernos, nietos y la esposa del nicaragüense se retrataron junto al venezolano. Foto: Lavozdelsandinismo.com
Resulta curioso que, en
contraste con su prédica de izquierda, los miramientos del Gobierno de Ortega se
hayan concentrado en los grandes productores. “Los principales productos que
gozan de acceso preferencial al mercado venezolano, con excepción del frijol
negro o caraota, se encuentran en manos del gran capital nacional”, apunta el
economista Adolfo Acevedo. “Para la Comisión Nacional de Productores de Azúcar,
para las plantas industriales de procesamiento de productos lácteos como
Centrolac y Parmalat, para el Matadero San Martín, entre otros, el mercado de
Venezuela ha sido un excelente negocio”.
En cambio, de las pocas
contrapartidas que los pequeños productores del campo habrían podido recibir de
la alianza con Venezuela, se sabe poco, y eso que se sabe es sombrío. Por
ejemplo, los suministros de urea venezolana para fertilizar se centralizaron en
una organización oficialista, Nicaraocoop, que estableció precios diferenciales
según la afiliación política o familiar del comprador.
Una asignación de
contado por diez millones de dólares que Hugo Chávez entregó para financiar
prestamos dirigidos a pequeños y medianos productores, terminó distribuida “en
solo cinco empresas”, según escribió la economista Gloria María Carrión Fonseca
en una nota de la revista Envío. “Cuando los miembros de” la federación
campesina “preguntaron por el criterio que se usaría para acceder a los
préstamos, el gobierno les informó que los criterios ya habían sido establecidos
y los recursos distribuidos”, aseguró.
A cambio del impulso
para sus negocios, los grandes productores agrícolas nicaragüenses se dejaron
acostumbrar a que Albalinisa intermediara en sus exportaciones. Albalinisa era
en 2009 la número 48 entre las firmas exportadoras de Nicaragua. En 2014 se
convirtió en la segunda.
La llave de Albalinisa
para exportar a Venezuela la tiene Francisco Chico López, vicepresidente
de Albanisa y tesorero del FSLN. “Él es quien decide en última instancia”,
coincidieron varias fuentes consultadas. Con el que hay que firmar las
negociaciones y acuerdos.
Cuando elige
proveedores, López prácticamente elige a quién le va a ir mejor en la temporada.
Por ejemplo, en el
azúcar. “Todos los ingenios exportan a Venezuela. Pero no hay una regla. Algunos
años van todos, otros años van unos cuantos; unos venden mayor cantidad, otros,
menor cantidad (…) Albanisa nos dice: necesitamos equis cantidad de azúcar. Los
ingenios dicen: ‘Yo tengo tanto, tengo compromisos por tanto, puedo darte tanto;
este es mi plan de exportación o no tengo nada este año’”, refiere Mario Amador,
Gerente de la Comisión Nacional de Productores de Azúcar (CNPA).
En todo caso, si
Venezuela no le compra más alimentos a Nicaragua, es porque hay un techo: el
trueque de alimentos por petróleo solo puede llegar hasta un valor equivalente a
25% de la factura petrolera. El otro techo a las ventas nicaragüenses se lo
ponen la burocracia y las ineficiencias venezolanas.
“Desde el primer día
fue difícil comenzar a venderles leche, aún a través del mecanismo de Albanisa,
pero fue haciéndose más difícil con el paso de los años, porque todo camina
lento en Venezuela: las certificaciones, las inspecciones”, admite Alfredo
Lacayo, Gerente General de Centrolac. La leche y bebidas saborizadas de
Centrolac se ven de cuando en vez en los anaqueles de tiendas venezolanas. “A
pesar de ser un país que importa todo lo que consume, los requisitos para
importar en Venezuela son sumamente engorrosos, y la burocracia que vive de eso
es enorme, poderosa e independiente”.

El accionista principal de Albanisa es Pdvsa, representada por Asdrúbal Chávez, primo del fallecido comandante Chávez y actual ministro de Petróleo en el gabinete de Nicolás Maduro. Foto: Flickr/Faoalc.
“Conseguir un registro
sanitario en Venezuela te toma más de un año”, sigue Lacayo. “Aunque el
presidente diga: ‘Denle mañana el registro sanitario’, igual tarda un año”.
Mario Amador, de los
productores de azúcar, recuerda una vez que el gremio recibió un reclamo de
Albalinisa por un embarque de azúcar. Su contraparte venezolana rechazaba el
producto recibido porque decían que se les había enviado azúcar sólida,
petrificada, “pero era mentira. Era un problema de descarga que ellos tenían en
Venezuela”.
Lacayo, el gerente de
Centrolac, recuerda algo similar. Su contraparte venezolana dejó varado por tres
meses un contenedor en Puerto Cabello (estado de Carabobo) “y la leche no está
supuesta para permanecer en un contenedor a 27 grados centígrados por todo ese
tiempo”. Pero entiende que “sacar un contenedor de Puerto Cabello también es
engorroso. Eso es parte del problema económico de Venezuela, que la burocracia
ha crecido a tal grado que los trámites se hacen muy difíciles”.
El que calla, otorga
En 2010 Rodolfo
Obregón, un ingeniero que se desempeñó como gerente de Albanisa y Petronic,
anterior amigo de Francisco Chico López, rindió testimonio para
Confidencial de Managua sobre los entretelones administrativos del
emporio. Su relato hablaba de montos de divisas en efectivo guardados en casas
de los ejecutivos y un creciente endeudamiento de la empresa, a pesar de su
notoria liquidez. “Pareciera que no estamos ante una empresa normal, sino ante
un esquema de endeudamiento para transferir fondos a terceros”, barruntó
entonces Obregón.
El poder político y una
dinastía familiar consiguieron sacar réditos de controlar el acceso a la
cooperación venezolana en Nicaragua. De ese manejo surgió una nueva clase social
congregada en torno a los Ortega. “Era imposible tapar el sol con un dedo”,
recordaba Obregón. “Inmediatamente vino el cambio de estilo de vida de
Chico López, de la familia presidencial, los que estábamos ahí lo
mirábamos”.
Los jerarcas cambiaron
sus viejos carros por vehículos de lujo. Literalmente. La cooperación venezolana
costeó la renovación del parque vehicular al servicio del partido de Gobierno,
FSLN. Unas 25 camionetas fueron a parar a la casa de Ortega, que funciona al
mismo tiempo como cuartel partisano, hogar, y sede de la Presidencia de la
República.
En 2009 unos
inspectores de Pdvsa –sobre el papel, accionista mayoritario de Albanisa–
concluyeron que esta empresa, constituida apenas dos años antes, resultaba
inauditable. Es la única diligencia que se conoce desde la orilla venezolana
para proteger unos recursos de los que, se supone, son vigilantes. De resto, la
Asamblea Nacional venezolana, controlada desde 2005 por el oficialista Partido
Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y sus aliados, nunca se ha avenido a
discutir el caso de Albanisa. Todas las pistas muestran a una administración
venezolana conforme con lo que ha ocurrido en Nicaragua con los fondos de la
cooperación.
Apenas una mención al
tema aparece en el Informe de Gestión de 2014 del diputado opositor por el
estado de Táchira, Homero Ruiz, quien reseña informaciones de la prensa
nicaragüense y una nota de un website venezolano, subrayando la paradoja de que
Nicaragua estrene plantas eléctricas pagadas por el gobierno venezolano,
mientras en el país se registran apagones.
“De acuerdo al
anteproyecto de Ley de Cooperación Internacional del 2010, y a la Ley sobre la
materia de 1958, diría que no hay base legal para que la cooperación
internacional venezolana se dirija a entes con fines de lucro”, opina un abogado
venezolano que trabaja para institutos de la Universidad de Harvard
(Massachussets, Estados Unidos), y que pide mantener su nombre en reserva. “Sin
embargo, de lo que ve en los acuerdos entre Venezuela y Nicaragua pareciera que
son tratados interestatales. En este caso, el manejo a lo interno de Nicaragua
hacia entes privados podría violar el espíritu del tratado bilateral y debería
venir de parte de Venezuela el interés por denunciar esto. Pero la manera en que
se ha estructurado los acuerdos de la Alba buscan crear estos mecanismos no
convencionales en los que grupos de lado y lado se están beneficiando de la
implementación de los acuerdos de cooperación”.