El misterio del rebaño desaparecido

Venezuela se ha convertido en uno de los principales compradores de ganado brasileño. Pero las masivas importaciones apenas dejan notar algunas irregularidades, como casos de sobreprecios en el transporte marítimo, o las discrepancias entre los registros de los dos países, cuyas diferencias establecen que 100.000 cabezas de ganado dejaron de llegar a su destino.
Un toro de 1.000 kilos
puede servir, en teoría, para un almuerzo de 4.000 personas. Como un kilo de
carne cuesta en mercados caraqueños, en promedio, alrededor de 500 bolívares –o
79 dólares, según la tasa oficial de 6,3 bolívares por dólar reservada para la
importación de alimentos-, se puede redondear en 79.000 dólares, a trazos muy
gruesos, el precio de ese toro en la calle.
Esta sencilla e
imprecisa aritmética ilustra el valor de la virtual evaporación de al menos
100.830 cabezas de ganado que fueron compradas por Venezuela a Brasil desde 2007
y hasta 2013, lo suficiente para alimentar a toda la población del municipio
Libertador (centro-oeste de Caracas) durante dos meses. El parangón
adquiere un valor intangible, y aún mayor, en esta época de escasez crónica de
consumos de primera necesidad en Venezuela.
Ese es el resultado que
arroja el cotejo de las cifras brasileñas, cuya data de exportación la emite el
Ministerio de Comercio Exterior de ese país, con los registros de importación de
ganado en pie desde ese país del venezolano Instituto Nacional de Estadísticas
(INE). Según Brasil, Venezuela compró durante esos años un poco menos de dos
millones 600 mil cabezas de ganado. Según Venezuela, Brasil le vendió menos de
dos millones y medio de ejemplares.
La diferencia puede
lucir casi infinitesimal. Para Venezuela, representa 10% de su consumo anual de
carne de res, prorrateado a lo largo de seis años. Pero para Brasil, que las
cuentas no cuadren es un asunto serio. Venezuela es en la actualidad uno de los
principales clientes de sus exportaciones de ganado. En ciertas regiones como
Belem do Pará, 70% del rebaño de exportación se destina a Venezuela.
Sobreprecios en alta mar
En octubre de 2013 ese
intercambio de petrodólares por carne sufrió un revés. Entonces Estados Unidos y
Gran Bretaña solicitaron una investigación contra las exportadoras brasileñas de
ganado, por supuestas irregularidades en las ventas que hacían a clientes
venezolanos. El hecho, según los medios de comunicación de ese país y Portal
Brasil, el website oficial del Gobierno brasileño, era que las empresas Kaiapos
Fabril exportadora y Agroexport (máximas exportadoras de Brasil y con excelentes
relaciones con empresarios venezolanos) habrían recurrido al sobreprecio de la
mercancía y los costos de transporte a Venezuela para facilitar la fuga de
divisas y evadir impuestos al Gobierno de Brasil. Navieras de banderas británica
y estadounidense habrían participado en el fraude.
Cinco importadoras eran
las principales corresponsales que todos los meses los cargamentos de ganado en
Puerto Cabello (principal terminal marítimo de Venezuela, en el estado Carabobo,
sobre la costa central del país). Hoy, en 2015, algunas de ellas ya no traen
animales brasileños para los mataderos venezolanos.
Hasta el momento no es
posible establecer una relación directa entre el caso de sobreprecio de las
importaciones y la discrepancia en las cantidades de tales importaciones,
incongruencias que abundan.
La estadística de
importación de la Cámara de Comercio de Puerto Cabello muestra una cantidad de
ganado en pie de Brasil de enero a septiembre de 2013 que difiere del registro
privado de Importgenius.com, un
portal estadounidense dedicado a llevar una data de los movimientos aduaneros y
de comercio internacional de todo el mundo.

En Brasil abrieron una investigación a algunas de las empresas que exportaban carne a Venezuela. Foto: Flickr/Gaston Bevacqua.
Pero por otra parte,
bases de datos como las del Registro Nacional de Contratistas (RNC), el Centro
de Comercio Exterior (Cencoex), el Registro Mercantil e incluso la Fiscalía del
Ministerio Público y la Oficina Nacional Antidrogas demuestran que algunas
empresas de la importación cárnica tienen menos de dos trabajadores, pocos
clientes, casi ninguna actividad comercial, poca actualización de datos y
llamados de verificación por el Cencoex; rasgos típicos de las empresas de
maletín.
Armando Chacín,
presidente de la Federación de Ganaderos de la Cuenca del Lago de Maracaibo,
denunció en mayo de 2014 que cualquier persona que tuviera “acceso al Estado
venezolano y que pueda conseguir una planilla de importación” se pone en
condiciones de traer contenedores al país sin ningún control. Su declaración
podría dar una primera pista acerca de por qué “desaparece” el ganado bovino en
la ruta desde Brasil a Venezuela. Otro vocero, Pedro Piñate, un consultor
agropecuario, sugiere que con frecuencia el negocio está en conseguir acceso al
dólar preferencial y luego venderlo a precios del mercado negro.
Manuel Cipriano
Heredia, ex presidente de la Federación de Ganaderos de Venezuela (Fedenaga),
considera que bastaría con identificar a las privilegiadas empresas que reciben
licencias por parte del Ministerio de Alimentación para importar carne y
animales vivos. Pero eso, advierte por vía telefónica, parece ser un secreto de
Estado.
Fallas del sistema
Las importadoras
venezolanas dicen otra cosa. De la gran cantidad de empresas que reciben
licencias por parte del Ministerio (en su Memoria y Cuenta 2013 explica que
expende licencias pero no especifica a qué empresas), cinco de ellas mostraron
irregularidades al comparar las cifras de Puerto Cabello con las de Importgenius.com. Es como una actividad
estadística: se verifica el número de importaciones de cada empresa por mes
entre enero y septiembre de 2013, justo un mes antes de que iniciara el proceso
de detenciones en las exportadoras de Brasil. El resultado es claro: solo entre
esas cinco empresas faltan 9.100 cabezas de ganado.
Comercializadora Lava,
por ejemplo, aparece comprando un poco menos de cinco millones de kilos de
ganado en pie en ese periodo de enero a septiembre de 2013, y al país llegaron
un poco más de tres millones 200 mil kilos. Falta una diferencia aproximada de
3.000 cabezas.
Crisóforo Gómez,
propietario de Importaciones Melgom, advierte que es imposible que un empresario
venezolano compre algún producto en el exterior para revenderlo en Venezuela o
quedarse con los dólares otorgados por Cencoex. Su explicación del proceso es
esta: entrega una cantidad de requisitos al Ministerio de Alimentación para
obtener una licencia que, como confirman desde Fedenaga, es la que dice cuántas
cabezas de ganado comprar y cuántos dólares otorgarán para cada cabeza. Una vez
con la licencia en la mano, el empresario hace su solicitud de aprobación de
divisas a través del banco, y cuando ya tiene la aprobación llega al Banco
Central de Venezuela (BCV) para que desde esa entidad hagan la importación.

Los registros de la aduana de Puerto Cabello no cuadran con los de Brasil, entre otras bases de datos. Foto:Flickr.
“Los empresarios que traemos ganado no
tocamos dólares. Todo se hace directamente con el Banco Central”. Según Gómez,
el BCV se entiende con el Banco Central de Brasil para comprar el ganado a
través de un viejo convenio de cooperación llamado Aladi. Una vez que la entidad
bancaria cumple con el proceso, el empresario debe recibir de ella un “código de
reembolso”, que es el documento que lo autoriza a sacar sus productos de Puerto
Cabello. Ya con el producto, entonces se cancela en bolívares las divisas
aprobadas por Cencoex y utilizadas para la compra del ganado.
La empresa de Gómez,
Melgom, registra una diferencia aproximada de 1.500 cabezas de ganado en pie, es
decir, que en Brasil compró una cantidad cercana a los cinco millones de kilos y
Venezuela registra un poco más de tres millones 500 mil. Gómez justifica esta
diferencia con el retraso de los códigos de reembolso. “Si no coincide un mes
con otro, es porque, por ejemplo, en Brasil se compró en enero y a Venezuela
llegó tres o cuatro meses después”. Pero las cifras de Puerto Cabello e Importgenius.com son las mismas en
algunos meses y en otros no.
Gómez asoma otro tipo
de eventualidad que quizás los registros no contemplan. En 2014 su empresa no
pudo recibir ganado porque hubo retrasos en la expedición de los códigos de
reembolso. Eso significó que 6.000 cabezas de ganado no pudieron salir de
Brasil. Sin esos códigos es imposible registrar la mercancía y, supone Gómez, en
tales casos el BCV no completó la compra.
Pero estas posibles
fallas del sistema no aplicarían para casos como el fraude de sobreprecios de
transporte destapado por las autoridades brasileñas. ¿Con qué contraparte
venezolana, entonces, concertaron Kaiapos Fabril Exportadora y Agroexport las
irregularidades?
A finales de enero de
este año Valor Económico, periódico especializado de ese país, publicó
que una fuente del Gobierno Federal aseguró que pedirá a Venezuela petróleo y
oro como garantía para el pago de sus exportaciones –principalmente, de
alimentos- a Caracas. Eso se debe, asegura Valor, a que Venezuela se queda sin
dólares y hay exportadores brasileños que todavía esperan se les paguen las
deudas pendientes desde Venezuela. De esto, como de lo anterior, tampoco existe
una versión oficial venezolana.

Manuel Cipriano Heredia, ex presidente de Fedenaga, cree que para poner orden en la importación de ganado en pie, bastaría con identificar a las privilegiadas empresas que reciben licencias para participar en el negocio. Foto: Fedenaga.