Interferón, un acto de fe con licencia presidencial

Anunciada anticipadamente desde hace 35 años como una panacea, la joya de la corona de la controvertida industria cubana de biofarmacia esperaba una diana en la que hacer blanco. Ahora, por fin, no solo los rumores sin fundamento científico y otras especies llegadas desde La Habana y Wuhan le asignan poderes para combatir al Covid-19: el gobierno venezolano ha incluido el Interferón alfa 2b en el tratamiento oficial contra la enfermedad. Pero el entusiasmo de Nicolás Maduro por el medicamento, entre la superchería y la lealtad política, hace tropezar lo que parece un experimento masivo no declarado con la falta de evidencias y el escepticismo de la comunidad médica venezolana.
Aunque
la pandemia del coronavirus ha esparcido el pánico y la incertidumbre por todo
el planeta, el momento parece ser la oportunidad de mercado que un producto
cubano, el Interferón alfa 2b, esperaba desde hace 35
años.
“Más
de 45 países solicitan el interferón contra la Covid-19”, titulaba casi
alborozado este viernes el por lo regular circunspecto diario Granma de
La Habana, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba. De acuerdo a ese medio,
la demanda por el “Interferón Alfa 2b Humano Recombinante, creado por
científicos del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) en la
segunda mitad de los años 80 del pasado siglo”, se ha disparado en una
progresión espectacular desde que los médicos chinos lo incorporaron al cóctel
terapéutico con el que consiguieron contener el avance de la enfermedad en ese
país, zona cero del brote contagioso.
“Su elección por las autoridades médicas
de China”, explica el medio oficial cubano, “obedece a que de manera general
estos virus disminuyen la producción natural de interferón en el organismo
humano y el fármaco cubano es capaz de suplir dicha
deficiencia”.
No
debe extrañar que el aliado internacional más cercano al castrismo, Nicolás
Maduro, comparta ese entusiasmo. “Ha sido fundamental el medicamento cubano
interferón y afortunadamente tenemos más de diez mil tratamientos de interferón
en la mano, traídos por la misión médica cubana”, dijo el presidente venezolano
en una alocución televisada el jueves por la tarde. En su rendición de cuentas
Maduro aseguró que la droga importada de Cuba había sido factor decisivo en la
recuperación de 31 pacientes entre los 107 casos de contagio admitidos para la
fecha por el gobierno de Caracas.
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El
chavismo desde hace años es hermético en lo concerniente a temas de salud. La
circulación del Boletín Epidemiológico, un documento oficial que las autoridades
sanitarias expedían cada semana, llegó a estar prohibida. Con el declive de las
condiciones de vida en Venezuela, los jerarcas de la autodenominada
Revolución Bolivariana, de Chávez a Maduro, sospecharon que cualquier
cobertura sobre el sistema de salud podría ser usada como instrumento de
propaganda por sus enemigos.
Sin
embargo, la promoción del interferón en medio de la emergencia viene siendo
prolífica. El ministro de Información, Jorge Rodríguez, quien junto a su
hermana, la vicepresidenta Delcy Rodríguez, es uno de los dos portavoces del
gobierno sobre la pandemia, no deja de mencionarlo como parte del arsenal
farmacéutico del que disponen las autoridades.
El
propio presidente Maduro, devoto de Sai Baba, conocido por sus simpatías hacia
la parafernalia new age y naturista, entre recomendaciones de infusiones
caseras, anunció el 10 de marzo, tres días antes de que Venezuela confirmara sus
dos primeros casos de Covid-19, que el interferón producido en Cuba ya estaba en
Venezuela “preparado” para atender a los pacientes que pudieran infectarse. En
la ocasión, el jefe de la misión médica cubana en Venezuela, Julio García,
completaba el anuncio detallando que el medicamento “ha tenido excelente
resultado en su aplicación en la crisis del coronavirus en China”.
No
obstante, hasta el momento no existe ningún documento científico concluyente que
se haya hecho público y confirme la efectividad de cualquier versión de
interferón en el combate contra el coronavirus. Rumores y testimonios
sobrevenidos desde el frente médico han puesto en circulación consejas al
respecto sobre todo en redes sociales, pero nada que haya seguido los protocolos
científicos. Ciertamente, este jueves, el director general de la Organización
Mundial de la Salud (OMS), el etíope Tedros Adhanom Ghebreyesus, anunció el
inicio de unas pruebas que calificó de “históricas” y en las que pacientes
españoles y noruegos que padecen el coronavirus serán sometidos a cuatro
terapias distintas; una de ellas combina, junto a los antirretrovirales
lopinavir y ritonavir, el interferón beta. Pero no es el Interferón alfa 2b de
los cubanos.
De
modo que el impulso gubernamental al uso del interferón en Venezuela como parte
del tratamiento para la epidemia del coronavirus es, en aquellos centros de
salud donde se aplica y en el mejor de los casos, un ensayo masivo y
probablemente improvisado de una terapia experimental que desconoce las fases
regulares de los protocolos científicos. En el peor, es un simple acto de fe,
impregnado de lealtad política y, tal vez, conveniencia comercial, que somete a
los pacientes venezolanos ya no solo al papel de conejillos de Indias, sino de
simples incautos.
Acertijo científico
Desde
su descubrimiento en la década de los años 50, se sabe que los interferones
-así, en plural, porque existen varios tipos (alfa, beta, gamma y más)- son
proteínas que modulan la respuesta inmune de cada persona y proveen inmunidad
innata contra los virus, comportándose como una primera línea de defensa, según
explica Flor Pujol, jefa del laboratorio de Virología Molecular del Instituto
Venezolano de Investigaciones Científicas (Ivic).
Cuando
una célula es atacada por un virus, produce interferón para tratar de proteger
al resto de las células de la infección viral. Por ese mecanismo natural de
acción ante las infecciones causadas por virus “se tenía la esperanza de que los
interferones fueran el antiviral ideal, así como hoy tenemos los antibióticos
que son los antibacterianos ideales”, detalla José Esparza, médico venezolano
especialista en Virología y Biología Celular, actualmente profesor adjunto del
Instituto de Virología Humana de la Facultad de Medicina de la Universidad de
Maryland, en Estados Unidos. “Pero con el tiempo vimos que no era así”,
remata.
Lejos
del triunfalismo inicial, la investigación científica sobre la función de los
interferones determinó que tienen mejor efecto en combinación con otras terapias
y así pueden aumentar la eficacia de estos tratamientos, pero solos no tienen un
efecto significativo, explica Esparza: “No es la panacea que se pensó en un
tiempo”.
La
OMS ha insistido en que no existe hasta ahora un tratamiento específico,
efectivo y probado, contra el Covid-19. Todo lo aplicado hasta ahora carece de
certezas y responde a una opción conocida en la jerga médica como “uso
compasivo” o compassionate use.
Explica
el especialista Esparza que cuando no existe ninguna medicina aprobada, como es
el caso del Covid-19, el médico puede apelar a su mejor criterio para tratar al
paciente y usar entonces alguna droga autorizada para otra enfermedad
calculando, según sus conocimientos, que podría hacer algún bien. “El problema
con ese uso compasivo es que se cree que se está haciendo un bien, pero no se
tiene información científica que permita generalizar y aplicar esa medicina a un
gran número de pacientes”, precisa.
Esto
es lo que ha ocurrido con el interferón alfa, sea la molécula cubana o de
cualquier otro origen. Se ha repetido en distintos medios, y por varias
autoridades de la isla caribeña, que el interferón alfa salvó a miles de chinos
del coronavirus, pero ningún ensayo clínico con esas conclusiones está
disponible. La comunidad científica internacional duda de su
publicación.
En
un documento
elaborado por la OMS para listar las opciones de tratamiento que se han
aplicado de manera experimental en personas con Covid-19, actualizado al 21 de
marzo, se incluyen los tipos de interferón alfa y beta, solos o combinados. Sin
embargo, ninguno de los ensayos clínicos citados allí, referidos al uso de
interferón, fueron realizados en China en el marco de esta pandemia, en
contradicción con lo que el bulo sostiene.
De
hecho, los datos acerca del uso del interferón sobre el terreno en Wuhan todavía
son imprecisos. El jefe de la misión médica cubana en Venezuela, Julio García,
aseguró el 10 de marzo que más de 3.500 pacientes chinos salvaron su vida con el
interferón.
“Que
no se haya publicado no quiere decir que no se haya hecho la investigación. Es
posible que pronto salga publicada alguna del interferón. Pero hasta ahora no la
hemos visto. Por eso no se justifica que nadie diga que el interferón es
beneficioso en el tratamiento del Covid-19 cuando no existe la información
publicada. Eso es propaganda, eso no es ciencia”, sostiene José
Esparza.
Sin
embargo, Nicolás Maduro y su equipo de gobierno lo dan por hecho. “Hemos logrado
la recuperación de 31 pacientes (…) con los experimentos confirmados por
institutos científicos del mundo para el tratamiento del coronavirus, para
mejorar las condiciones inmunológicas (de los pacientes). Sí se puede, claro que
se puede mejorarlos, fortalecerlos. Y bueno, ahí ha sido fundamental el
medicamento cubano interferón”, dijo el 26 de marzo.
El
Ministerio de Salud de China fue actualizando el esquema nacional de tratamiento
del Covid-19 a medida que avanzaba la epidemia en ese país. En la quinta versión
de las pautas terapéuticas, del 5
de febrero de este año, incluía el uso de Interferón alfa inhalado con
nebulización, con la observación de combinarlo con ribavirina o con lopinavir y
ritonavir. Dos semanas después lo ajustó
de nuevo para probar el uso de interferón con ribavirina. Para el 7 de
marzo, entre sus opciones de tratamiento no se encontraba el interferón, de
acuerdo con los reportes de la agencia de noticias china Xinhua.
En
los países más afectados, como España, el esquema de tratamiento lo contempla,
pero como última opción, de un modo excepcional y con previo consentimiento
informado del paciente. En esa nación peninsular se prefieren los antivirales
lopinavir, ritonavir y remdesivir para tratar las infecciones y neumonías leves
por Covid-19.
Otro
ejemplo es el de la red de hospitales afiliados a la Facultad de Medicina de la
Universidad de Yale, en Estados Unidos, que incluye el interferón beta en una
lista de medicamentos no recomendados como primera opción por varias razones;
entre las varias que cita, la más llamativa: datos limitados sobre su efecto en
otros coronavirus, riesgo de toxicidad y opción descartada de usar interferón
alfa y gamma. De ahí las dudas con el beta.
En
el esquema oficial venezolano no se contemplan, al menos en la información
pública disponible, ni advertencias ni consentimientos de los pacientes. Se
indica su uso en combinación con lopinavir y ritonavir (dos antivirales que se
suministran juntos), o con los otros dos tratamientos combinados que el
Ministerio de Salud estableció en su esquema de tratamiento para adultos y
niños, que además incluyen otros fármacos como el fosfato de cloroquina.
Esquema de Tratamiento Covid-19 Venezuela by ArmandoInfo on Scribd
El
llamado creador del Interferón alfa 2b cubano, el científico Luis
Herrera, estuvo recientemente de visita en Venezuela. En entrevista con la
oficialista cadena internacional Telesur, sostuvo que en circunstancias como las
actuales, en las que no hay un medicamento aprobado para el Covid-19, puede ser
positiva su administración porque el virus ataca a las células reduciendo sus
niveles de interferón. “Lo más lógico es pensar que si uno logra suplir el
interferón, de alguna forma la gravedad por la afectación por el virus
disminuye”, declaró a modo solo de deducción, pero de una deducción informada:
aseguró tener reportes de que el medicamento logra reducir los niveles de complicación.
La
semana pasada, ya en los últimos días de marzo, la OMS dio a conocer el proyecto
denominado Solidaridad, que busca evaluar con estudios clínicos más
amplios, aplicados en diez países, la efectividad de cuatro tratamientos que
hasta ahora el ente rector de la salud mundial considera que pueden tener
mejores efectos para el Covid-19: el remdesivir, antiviral desarrollado para el
ébola pero que no tuvo efecto en los pacientes; la cloroquina e
hidroxicloroquina, con efectos demostrados en malaria, artritis reumatoide y
lupus; la combinación de lopinavir y ritonavir -empleado como antirretroviral
para el VIH-; y la combinación de lopinavir y ritonavir reforzada con interferón
beta, terapia que fue estudiada con el MERS-CoV, el síndrome respiratorio de
Oriente Medio causado por otro coronavirus.
Sin
que todavía haya resultados concluyentes, queda claro que el interferón alfa no
aparece entre las primeras opciones.
“Los cubanos tienen la aspiración de que
su molécula sea muy beneficiosa, pero no ha sido así. Tienen el interferón alfa
y empezaron a buscarle aplicaciones, allí es donde se empieza a ver una
disociación entre la propaganda comercial y la publicación científica”,
puntualiza Esparza.
Entre la ética y la necesidad
El
Interferón alfa 2b no es un fármaco nuevo, como tampoco lo son sus otras
presentaciones y combinaciones, que varían según las enfermedades a tratar,
como, por ejemplo, el sarcoma de Kaposi.
La
presidenta de la Sociedad Venezolana de Oncología, María Teresa Coutinho,
recuerda que también se usó para tratar algunos tipos de cáncer hace dos
décadas, pero destaca que hoy ya se cuenta con terapias que garantizan menos
efectos secundarios para el paciente. “Anteriormente se usaban en melanomas y en
la leucemia, pero han surgido medicamentos que han resultado ser mejores (…) Es
un medicamento que produce mucha fiebre, un síndrome parecido a una gripe
fuerte, dolores musculares, dolores de cabeza. Puede causar trastornos
hormonales como hipotiroidismo y trastornos psiquiátricos como depresión, aunque
son efectos secundarios poco frecuentes”.
Para
la Hepatitis C comenzaron a usarse los interferones alfa 2a y alfa 2b como parte
de un protocolo médico en la década de los años 90, pero el porcentaje de
respuesta era bajo. A los pocos años se cambió el protocolo a interferón
pegilado con ribavirina, que resultó mejor, aunque a largo plazo dejaba
ver efectos secundarios: pérdida considerable de peso y de cabello, lesiones en
la piel y lesiones en la médula, según explica la gastroenteróloga Beatriz
Pernalete. Aclara, además, que desde hace cinco años hay tratamientos
antivirales para la Hepatitis C más eficaces y menos tóxicos que el interferón,
pero que no están disponibles en Venezuela.
En
el caso de la Hepatitis B se sigue indicando como tratamiento para casos
específicos. Pero el hecho de que el Interferón alfa 2b tenga autorización de
uso para tratar estas y otras patologías no significa que pueda funcionar para
el recién llegado Covid-19.
Por
eso y ante la insistencia de las autoridades venezolanas en el uso de este
fármaco sin mayores advertencias, el Centro Nacional de Bioética de Venezuela
(Cenabi) emitió un comunicado alertando que su uso en pacientes con Covid-19
debe ser considerado como un “tratamiento experimental” y, por esa misma
condición, debe contar con el consentimiento informado por escrito del paciente
o su representante legal para su aplicación. Otra consideración previa a su uso
sería contar con la opinión de una comisión de bioética o de un grupo de
expertos independientes sobre los posibles efectos indeseables del
interferón.

Si no se advierte a los pacientes que el interferón es un tratamiento experimental, estarían participando en una especie de ensayo clínico sin saberlo.
El
Cenabi es una asociación civil sin fines de lucro fundada en el seno de la
Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela (UCV), la más
importante del país. Es la institución independiente de perfil académico con más
antigüedad especializada en asuntos bioéticos.
Lo
mismo exige la Academia Nacional de Medicina de Venezuela, que también se
pronunció y recomendó, además de lo manifestado por el Cenabi, que el Interferón
alfa 2b sea usado en situaciones extremas, solo en el marco de un programa de
uso compasivo.

La Academia Nacional de Medicina también se pronunció ante la ausencia de advertencias en el esquema de tratamiento del Min-Salud.
El
criterio de “último recurso” es la elección que parecen haber tomado los médicos
en los centros de salud venezolanos. “Ese medicamento se utilizará en caso de
que no tengamos otra opción porque no tenemos experiencia en su uso”, dijo la
jefa del Departamento de Infectología del Hospital Universitario de Caracas
(HUC), María Eugenia Landaeta.
Hasta
el viernes 27 de marzo, en el HUC, uno de los principales centros de referencia
de la medicina clínica en Venezuela, habían atendido a doce pacientes con
Covid-19. Todavía esperaban resultados de las pruebas de otros cuatro. Ninguno
estaba grave y solo fueron aislados. Durante la semana llegaron los medicamentos
que el Ministerio de Salud recomienda como protocolo médico para atender a estos
pacientes, que incluyen el interferón alfa. Sin embargo, las dosis de Interferón
alfa 2b cubano entregadas no estaban completas ni para atender el ciclo completo
de un solo paciente, según lo que prescribe la propia pauta terapéutica
oficial.
En
el Hospital José Ignacio Baldó, mejor conocido como El Algodonal, al oeste de
Caracas, solo se sabía que los medicamentos ya estaban en la oficina del
director. En este centro de salud, uno de los tres designados en la capital como
hospitales-centinela ante la pandemia, se informó a los médicos que
atenderían solamente casos graves de Covid-19. Los especialistas debaten aún qué
medicamento usar en caso de una infección respiratoria mientras esperan mayor
dotación de equipos de ventilación mecánica para cuidados
intensivos.
Al
Hospital Central de San Cristóbal, capital del estado Táchira, en los Andes
venezolanos, no habían llegado los medicamentos hasta el martes pasado. La
distribución de los fármacos a los hospitales-centinela habría iniciado
el fin de semana del 21 de marzo. Pero de antemano ya los pediatras de ese
centro de salud se negaban a usar el interferón. Se trataba de una decisión
colectiva, tomada e irrevocable, porque desconocían la eficacia y efectos
secundarios del interferón en este tipo de pacientes, según informó un médico
del equipo que pidió resguardar su identidad.
Se
pudo conocer que los pacientes que han recibido el tratamiento con interferón
alfa han sido atendidos en los Centros de Diagnóstico Integral (CDI), los más
ideológicos entre los centros de salud oficiales, creados en el marco de
la Misión Barrio Adentro, el programa social puesto en marcha por Hugo Chávez en
2003 con asesoría directa del régimen cubano y donde atienden facultativos de
ese país.
En
el sector privado, en cambio, se conoció que los especialistas se están guiando
por los protocolos utilizados hasta ahora en España, Italia, China y Estados
Unidos, por citar algunos, aunque todo seguirá siendo ensayo y error hasta que
se publiquen estudios clínicos concluyentes, como se aspira sean los impulsados
por la OMS
Esparza
recuerda que un médico puede usar su criterio individual para recetar una
medicina particular a un paciente, “pero para programas de salud pública tenemos
que guiarnos por la ciencia, por los datos, no por la política, no por lo que
creemos ni por lo que leemos en periódicos, y ese es un problema que veo tanto
en Venezuela con Maduro como en Estados Unidos con Trump, que dicen le van a dar
cloroquina a todo el mundo; eso no es actuar con método
científico”.
El
director general de la OMS insistió en sus declaraciones recientes, cuando
presentó los cuatro tratamientos que serán sometidos a ensayos clínicos, que
“debemos seguir las evidencias, no hay
atajos”.
Una ampolla costosa
El
10 de marzo, antes de los primeros diagnósticos confirmados y según los voceros
del gobierno venezolano, el país contaba ya con “10.000 tratamientos” del
interferón cubano en los almacenes de la estatal Espromed Bio, según también lo
apuntó el jefe de la misión médica cubana en el país. “Estamos blindándonos para
atender este tema”, dijo Maduro en un arranque de
optimismo.
Trece
días después, el ministro de Comunicación y uno de los voceros oficiales sobre
el tratamiento de la pandemia en Venezuela, Jorge Rodríguez, destacó que había
en total 16.500 ampollas en el país, con la perspectiva de recibir otras 20.000
en el corto plazo.
Con
un perfil relativamente bajo hasta ahora, Espromed Bio es una compañía pública
promovida por el Estado venezolano que se define como “la empresa socialista
productora de medicamentos biológicos”, aunque es más lo que envasa que lo que
produce en verdad. En su catálogo de productos incluye un tipo de interferón que
no es el alfa 2b sino el pegilado, indicado para hepatitis B crónica y
hepatitis C.
El
interferón pegilado era tradicionalmente adquirido por el Instituto
Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS) como parte de los medicamentos de alto
costo que ofrecía en sus farmacias. A diferencia de otros medicamentos que
forman parte de los ensayos clínicos contra el coronavirus y que son mucho más
baratos, como la cloroquina, el interferón destaca por su alto precio. La última
importación hecha por el IVSS con compras a un proveedor trasnacional de ese
medicamento ocurrió el segundo semestre del año 2017, al laboratorio MSD, por un
costo de 158,9 dólares cada ampolla. A partir de entonces solo se pudo optar por
el interferón de fabricación cubana que importaba Espromed Bio.

Espromed Bio fue creada para producir medicamentos biológicos pero en realidad recibe medicamentos importados y los envasa.
Un
precio similar tiene el Interferón alfa 2b en países como España, donde la
ampolla -sin entrar en esquemas de seguridad social de subsidio o copago- se
vende al público a 153 euros, unos 170 dólares.
Aunque
es previsible que el precio en compras al mayor sea menor, si se toma en cuenta
este precio internacional como parámetro, las 36.500 ampollas de interferón
prometidas por el régimen venezolano tendrían un costo aproximado de 5,6
millones de euros o 6,2 millones de dólares. Pero todo lo que llega a través del
convenio Cuba-Venezuela es una caja negra.
Cuba
asegura ser pionera en la producción del interferón como tratamiento a partir de
la experiencia lograda por los científicos del Centro de Ingeniería Genética y
Biotecnología (CIGB) a mediados de la década de los ochenta.
La versión oficial de Cuba destaca que fue Fidel Castro quien ordenó desarrollar la industria biotecnológica en el país, y bajo esa instrucción elaboraron su propio interferón. Fue uno de los proyectos colosales y monotemáticos en los que Castro, según sus impulsos y lecturas, embarcaba al país hasta dejarlo extenuado: la moringa, la ganadería lechera F2 al estilo de la vaca Ubre Blanca, o la construcción de centrales electronucleares. Se puede afirmar que el de la industria biotecnológica ha sido de los pocos que resultaron productivos.
El
proceso habría comenzado de forma clásica, estimulando leucocitos en el
laboratorio, para luego elaborarlo por ingeniería genética con métodos más
modernos. Así, el Interferón alfa 2b Humano Recombinante fue el primer fármaco
biotecnológico producido en la isla.

El Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología aumentó la producción de Interferón alfa 2b luego de declararse la pandemia.
Casi
dos décadas después, en un proyecto de transferencia tecnológica entre el CIGB y
China, fue creada la empresa mixta Changchun Heber en 2003, por la que el país
asiático también es capaz de producir interferón con la misma molécula y sin
tener que pagar propiedad intelectual.
Tras
la publicidad de su autoría y las congratulaciones propias -el fármaco obtuvo en
2012 el Premio Nacional de Innovación Tecnológica otorgada en la isla-, Cuba
asegura ahora que 45 países del mundo están buscando comprar interferón a
BioCubaFarma, la empresa estatal que agrupa a las industrias farmacéuticas y
biotecnológicas cubanas y comercializa su producción.
De
ese entusiasmo mundial, sin embargo, solo se han concretado los anuncios del
gobierno de El Salvador, de una compra por 6.000 ampollas a Biocubafarma, y de
la Asociación de Municipalidades con Farmacias Populares de Chile, para comprar
otra cantidad indeterminada del fármaco.
Y,
desde luego, la fe ciega de las autoridades en Caracas.

La OMS no ha dejado de advertir la inexistencia de tratamientos para el Covid-19. Apenas están iniciando los ensayos clínicos sobre cuatro tipos de tratamiento que, a criterio de la OMS, parecen dar mejores resultados; ninguno incluye al Interferón alfa 2b.