Nancy, la Curandera de Los Reyes

La relación entre los adivinos y sus pacientes es similar a la de los psicólogos o trabajadores sociales: en todos los casos se enfrentan a problemas de depresión e inestabilidad emocional. En México hay una maestra en el tema...
(*) Este
reportaje fue originalmente publicado por la revista Nexos de México
el 1 de enero de 2016.
Todos los
martes y viernes un pequeño grupo de hombres y mujeres se reúne frente a un
modesto complejo de viviendas ubicado en Avenida Puebla, en el municipio Los
Reyes La Paz, Estado de México. Los visitantes esperan sentados en la acera o de
pie frente a la puerta de metal. A mediodía, la persona a la que esperan, María
Ruiz Peña, mejor conocida como Nancy o doctora Nancy, entra a la cerrada en un
pequeño Chevrolet sedán color rojo. El grupo la sigue al estacionamiento y suben
dos tramos de escaleras de cemento con forma de espiral que conducen a una
clínica improvisada en uno de los departamentos. La fecha es enero 16 de 2015;
Nancy empieza su primer día de trabajo del año. La mañana es fresca. Nancy, que
es alta y de figura robusta, viste una bata blanca sobre un suéter rojo. A sus
53 años, su paso es juvenil y femenino. Su piel es blanca y trae suelto el
cabello oscuro con destellos rojos. Es una respetada curandera, una sanadora que
lleva dos décadas ofreciendo alivio espiritual y consejos mágicos en su clínica,
aunque su apariencia no es la de una hechicera. Saluda y platica de buena gana
con los visitantes: el actor de telenovela que busca noticias sobre su siguiente
trabajo; un chofer de camión que quiere solucionar sus problemas de gastritis;
un ama de casa que viene a pedir protección para su hijo y su novia. La mayoría
de los pacientes provienen de las colonias vecinas, al oriente del Estado de
México, una de las zonas más pobres del país. De igual manera, es usual
encontrar gente de clase acomodada en la clínica en busca de ayuda. Para Nancy
su gente especial son los de escasos recursos, aquellos que desde temprano hasta
muy tarde trabajan día a día como sirvientas, guardias de seguridad, cocineros,
albañiles. “Hice una promesa”, me dice Nancy.
***
Los
clientes llegan con Nancy por referencias de gente agradecida que fueron curados
o vieron cómo cambió su suerte gracias a sus brebajes y su sanación. Nancy no se
anuncia, ni reparte tarjetas de presentación. Para llegar a su clínica desde la
Ciudad de México, hay que tomar la vieja línea A del metro que va de Pantitlán a
Los Reyes La Paz. Enseguida hay que agarrar un moto taxi de diez pesos frente al
Palacio Municipal de Los Reyes y disfrutar de un trayecto de cinco minutos que
serpentea por las calles ofreciendo una pintoresca vista del pueblo. Hay un
tianguis (como se llama en México a los mercados populares) que abre todos los
días donde venden comida y mercancía pirata. Los dueños de los puestos han
reportado que son extorsionados por las bandas criminales de la zona. Las casas
que se encuentran entre la estación del metro y la oficina de Nancy están hechas
con estuco y cemento. Algunas tienen hasta dos o tres pisos que parecen haber
sido agregados caprichosamente sobre la planta baja. Esos pisos están sin pintar
y algunos muestran varillas salidas. Nancy me dijo que la gente va construyendo
sus casas a medida que tiene dinero, o cuando alguno de sus hijos se casa, los
padres les hacen su propio cuarto en la parte de arriba de la casa familiar. Los
Reyes está lleno de perros callejeros que corren libremente por las calles o que
duermen en las banquetas. Algunos se ven hambrientos y
sarnosos.
Los
residentes de Los Reyes viajan todos los días a la ciudad de México para
trabajar. De acuerdo con datos del INEGI, en el Estado de México el desempleo
ronda el 6%, pero la cifra real es quizá cinco veces mayor si se considera el
subempleo y el empleo informal. La mayoría de la gente de la colonia son
trabajadores independientes que venden tamales en el tianguis, que tienen
mototaxis que pasan zumbando por las calles de la ciudad. También están los que
venden ropa usada de segunda.
El
conjunto habitacional donde vive Nancy es modesto pero seguro. Los residentes
son maestros, secretarias y pequeños comerciantes locales. Las vías de la línea
A rugen sobre la Avenida Puebla. Dividen el camino en dos lados. Según los
vigilantes del conjunto, la calle de enfrente es una zona peligrosa en la noche
ya que las vías constituyen accesos fáciles para los ladrones y difíciles para
las víctimas. El estacionamiento privado, el portón de metal y la vigilancia 24
horas, proveen cierta tranquilidad para los habitantes del conjunto en una zona
donde, según los recuentos de la prensa local, ocurre un robo a casa habitación
cada día.
La
clínica está establecida en un pequeño departamento de tres habitaciones. Hay
sillas metálicas, forradas con plásticos de distintos colores y alineadas contra
las paredes de la sala, donde los pacientes se sientan a esperar su turno. Un
antiguo televisor está sintonizado en el canal 13, donde pasan algunos programas
de entretenimiento y películas viejas mientras que Nancy ve a sus pacientes. La
decoración es un conjunto mágico: en los rincones hay figuras de ángeles,
caracoles, un caballo y un gato. Un pequeño ángel de arcilla captura las
miradas.
Nancy
recibe a sus pacientes, conforme van llegando en un pequeño cuarto trasero,
sentada en una mesa de madera rodeada de velas y figuras de cerámica y vidrio:
un pequeño dragón saliendo de un huevo, un Gasparín de vidrio, varios colibrís.
La selección parece infantil pero todo tiene su significado, me advierte. La
pared detrás del escritorio está adornada con muñecas, dibujos de
volcanes, cascadas y fotografías del océano; son regalos de ex pacientes
agradecidos por sus curaciones. Cuando los pacientes ven a Nancy por primera
vez, ella se sienta en la mesa y les pregunta qué les está molestando. Me dice
que con solo mirar a la persona y tomar sus manos puede localizar su enfermedad.
De todas formas, generalmente revisa radiografías o exámenes médicos de sus
adeptos. Antes de emitir algún diagnóstico, saca un mazo de baraja española y
despliega las cartas. Nancy dice que ciertas dolencias físicas son productos de
la energía negativa o del “mal de ojo”. Tras realizar su evaluación, lleva al
paciente a una habitación adyacente donde realiza una “intervención espiritual”.
Si el paciente no necesita cuidados urgentes, le programa una cita para otro día
y le pide que traiga hierbas, gasas y alcohol.
***
La
relación entre los adivinos y sus pacientes es similar a la de los sicólogos o
trabajadores sociales: en todos los casos se enfrentan a problemas de depresión
e inestabilidad emocional. Ese es el tipo de interacción que se da entre Nancy y
sus pacientes. En mis primeras visitas a su clínica tenía la esperanza de
documentar los vínculos emocionales que se crean entre los curanderos y
sus seguidores. Pero tras nueve meses de visitas semanales, y de escuchar
incontables historias de sanaciones milagrosas de boca de los pacientes y sus
parientes, sobre cómo el poder de Nancy ha curado hasta el cáncer, tumores,
infertilidad y enfermedades mentales, decidí cambiar mi enfoque: ¿Cómo puede ser
posible esto?
Los
expertos aseguran que la sanación está influenciada por la creencia interna que
los pacientes tienen en el curandero. Jack Saul, sicólogo clínico de la
Universidad de Columbia, advierte que resulta muy difícil explicar por qué
algunos curanderos son más efectivos que otros. Muchas veces los curanderos les
enseñan a los pacientes a cambiar su pensamiento negativo por positivo,
trabajando sobre enfermedades que generalmente tienen un origen sicosomático.
“Hay mucho que no conocemos. No sabemos qué tipo de energía está manejando
Nancy, pero está haciendo cosas que impactan en el bienestar. La sicoterapia
tradicional trabaja sobre la modificación conductual de los pacientes porque
sabemos que eso tiene un impacto sobre la enfermedad física. Algo de eso sucede
con ella”.
El 80% de
la población mexicana es católica, aunque la asistencia a la iglesia está
disminuyendo. La creencia en brujas, adivinos, chamanes, sanadores y hechiceros
es norma de vida en muchas partes del país. La UNAM estima que existen alrededor
de 30 mil brujos en México. Elio Masferrer Kan, antropólogo especialista en
ocultismo, estima que el número de brujos en México puede ser tan alto como 100
por cada 3 mil 500 ciudadanos. Hay pueblos mágicos como Catemaco donde cada
marzo se lleva a cabo un festival de brujos. En años recientes, la presencia de
santeros afrocubanos que practican santería, la creencia que mezcla divinidades
africanas con santos católicos, se ha multiplicado. Hay casos de santeros
asesinados por narcotraficantes que no lograron concretar un envío o cerrar
algún trato. Relatos de prensa reportan la muerte de siete santeros en los
últimos dos años. Tres de ellos practicaban en la Ciudad de México y uno en el
Estado de México. También abundan historias de políticos que tienen sus propios
brujos. Se dice que Elba Esther Gordillo viajó a África para participar en una
ceremonia de santería que incluyó el sacrificio de un león. El culto a la Santa
Muerte también ha ganado popularidad, especialmente entre los narcotraficantes.
Esta figura también es muy popular entre los jóvenes urbanos de clase baja. Es
frecuente encontrar su esquelética figura en los mercados de las zonas
proletarias de la ciudad de México y de otros centros urbanos importantes del
país.
***
Nancy
dice que su clínica siempre ha sido muy concurrida. “La gente necesita ayuda y
esperanza”, comenta. Sus pacientes provienen de comunidades desoladas donde los
servicios de salud, la seguridad y la justicia escasean. Frente a la
insuficiencia o corrupción de los servicios estatales, los ciudadanos buscan
otras respuestas. Por ejemplo, muchos de los clientes de Nancy son mujeres
maltratadas que no pueden conseguir órdenes de restricción en contra de sus
novios o maridos; también hay padres cuyos hijos adolescentes se han enrolado en
bandas locales y corren el riesgo de acabar presos, o ser víctimas de la
violencia; gente sin empleo o que trabaja en la informalidad y no tiene acceso a
programas de salud.
Los
pacientes de Nancy forman parte de la descomposición del tejido social del
Estado de México, segundo lugar en violencia después de Tamaulipas, el estado
más peligroso del país debido a su carácter logístico en las rutas de la droga.
Según datos del INEGI, tres de cada cuatro habitantes del Estado de Méxicohan
sido víctimas de algún tipo de violencia. De acuerdo con Martha Elena González,
editora del diario Expreso, la parte oriente del estado, donde se ubica la
clínica de Nancy, es un barril de pólvora, ya que los carteles de la droga
asistidos por la corrupción policial se aprovechan de su cercanía con la
capital. Según la Secretaría de Seguridad Pública del estado, cuatro
organizaciones criminales tienen presencia en la zona: Los Caballeros
Templarios, Los Zetas, Guerreros Unidos y La Familia
Michoacana.
En abril,
el Departamento de Estado de los Estados Unidos emitió una alerta recomendando a
sus ciudadanos evitar los municipios del Estado de México, incluyendo Los Reyes
La Paz.
El Estado
de México sale mal parado en las cifras de salud, ya que, tiene el mayor índice
de mortalidad del país con mujeres embarazadas: cuatro de cada diez mueren en el
parto.
***

Ilustración: Revista Nexos.
El metro
que va de Pantitlán a Los Reyes viaja lleno por las mañanas y por las tardes
llevando y trayendo gente a sus trabajos y hogares. Ahí se puede ver una gran
variedad de amuletos y “amarres” que la gente usa en las muñecas o en el cuello;
los amuletos son más comunes en esta línea del metro que en otras. Vienen en
distintos colores y aquellos que los portan creen que están siendo protegidos
contra la brujería y el mal de ojo. Los rojos son para cuestiones de amor, los
verdes para dinero y los amarillos para buena salud. Algunos de los amarres
traen medallas. Una mañana vi a una adolescente con una pulsera con la medalla
de San Benedicto, la antigua figura católica es un popular protector contra los
espíritus maléficos. Otros brazaletes tienen la figura de la Santa Muerte. Nancy
me explica que los amarres no deben ser de color negro y son preparados en una
ceremonia especial.
Los
espacios públicos del Estado de México generan una enorme publicidad sobre
servicios de brujos que no se ven en ningún otro lugar. “Llame al brujo de
Catemaco”, reza un anuncio escrito con letras negras ubicado sobre las mamparas
que dividen la calzada Ignacio Zaragoza. Miles de automovilistas ven diariamente
ese anuncio, y debe funcionar bastante bien porque es caro, dice
Nancy.
***
Un día
entro al cuarto de limpiezas donde Nancy se encuentra friendo unas rebanadas de
cebolla morada que utilizará en la “operación” de cataratas de Eduardo, un
contador de treinta años que es su paciente desde hace tiempo. Emiliano,
el octogenario padre de Eduardo, está sentado en una silla cercana, tiene los
ojos cerrados y las manos sobre las rodillas. Le diagnosticaron cáncer de
próstata. Hace unos meses dejó de ver al médico que le recetaba medicinas muy
fuertes para recurrir a la curación de Nancy. Ella lo está tratando con
medicinas caseras y sesiones de limpieza espiritual cada semana. “Ya me siento
mejor,” me dice. “Nancy me está limpiando el aura con unas hierbas y con sus
sprays de esencias”. Ella se mueve una y otra vez entre Eduardo y su padre.
Junto a ellos hay otros tres pacientes que de igual manera están siendo curados
con manojos de hierbas y esencias perfumadas. Nancy hace que uno de ellos se
pare sobre un manojo de hierbas para deshacerse de la energía
negativa.
Cuando
Nancy opera espiritualmente los pacientes se encuentran despiertos durante el
tratamiento. Nancy les pide que cierren los ojos mientras ella utiliza un
cuchillo y tijeras sin filo para realizar cortes simbólicos sobre el área
afectada. Los pacientes huelen las especias cocinadas, el alcohol y otros aromas
que les rocía sobre sus cuerpos. Las tijeras simbólicamente cortan la energía
negativa. En algunos casos, el paciente siente un cuchillo sin filo frotando su
piel en el lugar donde se localiza el órgano que está siendo
operado.
Algunos
pacientes que han sido intervenidos por Nancy me contaron que sus cuerpos
estaban hinchados y adoloridos tras el procedimiento. Nancy cubre las “heridas”
con pociones herbales que envuelve con un gran vendaje. Al día siguiente, el
paciente se quita la venda y la deshecha. Regresan a la clínica en una semana
para que les retiren los “puntos” imaginarios. Nancy hace visitas a domicilio
cuando la intervención médica es grave, como un cáncer o una operación de
espalda.
***
Por otra
parte, Nancy me ha comentado que el cuidado médico en los hospitales públicos
puede ser terrible. Me dice que cuando va a un hospital nunca comenta su misión.
“Jamás les hablo a los médicos ni a las enfermeras”. Sin embargo, algunos
doctores y enfermeras trabajan con Nancy en conjunto. Javier, uno de sus
asistentes, es promotor de salud en un hospital cercano.
De hecho,
yo conocí a Nancy a través de una doctora del Seguro Social. Alejandra me
explico que el trabajo de Nancy es una contribución importante a la medicina
mexicana. “En otros países la gente aprovecha las habilidades de personas como
ella. Todo está basado en la fe, pero incluso la medicina tradicional que todos
defendemos depende de la fe que los pacientes depositan en los doctores. Lo que
hace Nancy es enriquecedor, aunque no creas en sus poderes
mágicos”.
Nancy
empieza a trabajar muy temprano y termina muy tarde. No tiene una metodología
específica. Es similar a la de otros sanadores, me dice. Cobra unos dos mil
pesos por tratamiento, y si el paciente es de bajos recursos, le cobra a plazos
o lo atiende gratis.
Abandonó
la preparatoria y empezó a tomar cursos de medicina en una universidad del
estado, al mismo tiempo inicio su trabajo como curandera. Le gusta leer libros
de medicina y en una ocasión me explicó cómo está dividido el cerebro, y cómo
muchas enfermedades se originan en este. Su padrino, un brujo de Veracruz, le
enseñó técnicas chamánicas ancestrales. Dice ver seres celestiales enfundados en
batas blancas. Ellos se aparecen en sus sueños con respuestas sobre temas
médicos. En alguna ocasión le pedí observar una sesión de curación, pero me
contesto que eso rompería su concentración y afectaría el espacio del
paciente.
***
Muchas de
las personas que han acudido con ella durante años no entienden cómo
trabaja.
Una de
las pacientes que conocí, me confesó mientras esperaba en la clínica que no
entiende el trabajo de Nancy. “Traje a mi hijo. Estaba teniendo alucinaciones y
un amigo me recomendó con ella”, dice María, una cocinera de comida rápida de 50
años. Su hijo mejoró. Luego Nancy la operó de una vena varicosa. Le pidió no
estar de pie durante algunos días. “No tenía ninguna cicatriz y pensé que no
tenía nada, así que me fui a trabajar”, me contó. “Dos días después mi pierna se
había inflamado al doble de su tamaño. Desde entonces hago caso de sus
indicaciones”.
Otros
adeptos son creyentes devotos. Hugo es un viejito delgado y moreno. Es veterano
de la Marina. Lo conocí una mañana afuera de la puerta de Nancy. Mientras
hablaba y gesticulaba con los brazos, me di cuenta que tenía el nombre de Nancy
tatuado en el antebrazo derecho. “¿Esa es la doctora”, le pregunté. Asintió con
la cabeza. Después, cuando entramos a la clínica y se sentó junto a su esposa
María en una de las sillas metálicas, me dijo: “Soy marinero y ella me curó, así
que me tatué su nombre para agradecerle”. Hugo tenía cáncer etapa 4 en el
estómago cuando visitó por primera vez a Nancy. Dice que ella lo curó y que
tiene exámenes recientes que lo demuestran. Ahora trae a su esposa para que la
trate de la diabetes.
***
Cuando
Nancy empezó a dar consulta, hace veinticinco años, se prometió a sí misma que
trataría a los pobres y necesitados. Rentó el departamento de Los Reyes y empezó
a recibir pacientes tras haber trabajado cinco años como aprendiz de Raymundo,
el poderoso chamán. “Desde los cinco años tengo poderes curativos, pero mis
padres no querían que los usara”, me cuenta mientras comemos en un Bísquets
Obregón en la Avenida Zaragoza. “Un día me puse muy grave y mi mamá me llevó con
mi tía, que también tiene el “don”, y que trabajaba en el Templo de La Fe, en la
ciudad de México. Utilizaron una pluma blanca para curarme de mi primera
dolencia. Le advirtieron a mi madre que si no hacía caso a mi llamado, seguiría
enfermándome”. Nancy se volvió a enfermar cuando tenía diez años. Otra vez fue
llevada al templo y, una vez más, fue curada.
Pasó el
tiempo y a su familia se les olvidaron las advertencias. A los diecinueve años
Nancy se casó con Guillermo, su novio en la preparatoria. Tuvieron tres hijas.
Cuando cumplió veintiséis, Nancy volvió a caer mortalmente enferma. Su tía le
recordó su promesa y Nancy tomó una decisión. Le dijo a su esposo que iba a
abrazar su vocación. Molesto, por la decisión, abandonó temporalmente la casa,
pero regresó unos meses después y ahora es uno de sus más firmes defensores.
Eulalia Ortega, una de las mejores amigas de Nancy, dice que desde siempre tuvo
talento. “Ella era especial”.
***
Para
iniciarse en la magia uno necesita encontrar un guía, y esa búsqueda no es
fácil. Nancy inició su aprendizaje desde muchos ángulos. Para aprender la
ancestral magia mexicana, buscó a un hechicero. Su primer candidato fue un brujo
local conocido como Panchito, originario de Guerrero, estado conocido por sus
tradiciones mágicas, una mezcla de tradiciones africanas traídas por los
esclavos que se asentaron ahí, con las antiguas creencias indígenas. Panchito
chasqueaba la lengua e imitaba con un silbido el siseo de las serpientes.
Levantaba la mano derecha y la movía como si fuera la cabeza del reptil. Le
prometió a Nancy que la curaría si trabajaba para él. Nancy no aceptó. Visitó a
una bruja de Oaxaca pero tampoco le dio buena vibra. Aquella mujer tenía la piel
muy blanca, una larga trenza negra y era experta en otro tipo de magia negra.
Finalmente, Nancy encontró a Raymundo, un poderoso brujo de Catemaco. “Estás muy
enferma”, le dijo. “Te voy a curar y si quieres puedes aprender de mí”. Nancy
dice que los brujos necesitan conocer todo tipo de magia. “Hay gente que nace
para practicar magia negra, pero yo nací para practicar magia blanca y curar a
las personas”.
Nancy
regresó al Templo de la Luz, donde sus poderes fueron advertidos por primera
vez. Ubicado cerca del metro Tlatelolco, en la colonia San Simón, el templo fue
fundado en 1935 como un centro de curación alternativo que continúa dando
servicio en un auditorio cavernoso pintado de blanco y lleno de bancos de
iglesia. En lugar de altar, un enorme ojo insertado en un triangulo observa a la
congregación que todos los martes y viernes acude para ser curada. Los
curanderos prefieren esos días porque son los que poseen mayor
energía.
***
Visité el
templo un viernes. Los bancos estaban llenos de hombres, mujeres y niños. La
mujer sentada a mi izquierda me comentaba que sus padres la trajeron al templo
cuando era una niña y que no ha dejado de asistir durante cincuenta años. Un
hombre sentado a mi derecha me dice que viene de Los Reyes La Paz, de donde es
Nancy, para limpiar su aura —su negocio va mal y la extorsión está muy fuerte en
el tianguis que opera cerca del palacio municipal de Los Reyes. Después de
esperar una hora, un hombre enfundado en una bata blanca de doctor me lleva con
una sanadora, una mujer de mediana edad que también viste de blanco. Me pregunta
qué es lo que me aflige. Le digo que quiero hacerme una limpia. Coloca sus manos
sobre mis hombros y hace movimientos circulares mientras repite plegarías que
invocan a Dios. Cinco minutos después me pide que repita unas frases y me manda
a una habitación donde otra mujer que se lava las manos en una vasija blanca me
hace otra limpia. En esta iglesia, me dice Nancy, algunos enfermos pueden pedir
una sesión de médiums, donde se invoca la presencia de espíritus de médicos que
ya murieron.
***

Ilustración: Revista Nexos.
La
violencia contra las mujeres es un problema serio en el Estado de México.
Recientemente el gobierno local emitió una alerta de género en once municipios
ubicados cerca del consultorio de Nancy. En 2014, tres pequeñas localidades
reportaron 400 mujeres desaparecidas. La violencia intrafamiliar es otro
problema, pero las mujeres tienen pocas opciones para ampararse. Por esto,
muchas de los pacientes de Nancy son mujeres.
América,
es una de ellas. Con sus cuarenta años y sus cuatros hijos sigue siendo muy
atractiva. Ahora es divorciada. Acudió con Nancy hace cuatro años, cuando
estaba divorciándose para protegerse de la violencia de su marido. De mediana
estatura, con pelo largo y ondulado, América tiene ojos negros y penetrantes y
pestañas largas. Me dice que su vida familiar se vio impactada después de que su
marido le rentó una casa a una pareja que resultó estar metida en asuntos de
brujería. Los vecinos comenzaron a murmurar cuando se dieron cuenta que estos
inquilinos hacían ceremonias de sacrificio a medianoche con gallinas, cabras y
otros animales.
Según
América la pareja peleó con ellos por la renta. “No podíamos deshacernos de
ellos hasta que finalmente logramos desalojarlos, poco después mi esposo y yo
empezamos a tener problemas. El empezó a beber y a ponerse violento. Me dijo que
sentía que una sombra lo seguía. Al principio no le creí. Pero pasaba algo
extraño”. Al final se separaron.
América
inició los trámites de divorcio, pero el caso se estancó debido a la corrupción
del juzgado. Uno de los oficiales le confesó que su esposo había pagado sobornos
para entorpecer el proceso y para que el juez decidiera a su favor. “Luego este
tipo me dijo que él podía acelerar el proceso si yo salía con él”. América
acudió a su madre, que le recomendó ir con Nancy. América es muy católica, pero
ve el trabajo de Nancy como parte del designio de Dios. Trabaja en una iglesia
en Ixtapaluca, a una hora de Los Reyes. “Nancy es un regalo de Dios. No hubiera
sobrevivido sin ella”, me confiesa un día que la visité en su trabajo. Me
presentó al cura que está a cargo de la iglesia, pero me pidió que no mencionara
a Nancy. “Acepto los poderes de Nancy pero no le cuento a
nadie”.
Nancy
también es católica. Siempre invoca el nombre de Dios durante sus
consultas. Al parecer cura a varios sacerdotes. Pero ellos no le dicen a
nadie que la visitan. Al parecer, uno de sus seguidores es un obispo en una
iglesia cercana.
***
Marta
Flores es otra de las adeptas de Nancy. La visitó por primera vez hace doce años
y Nancy la ayudo a sortear situaciones difíciles. “Me ha ayudado a agradecer los
momentos felices”, me comenta con un guiño. Marta tiene 54 años, es bajita,
robusta y tiene brillantes ojos amarillos. Es amigable y su conversación es
desinhibida, al revés de otros pacientes que apenas me compartieron información
cuando los conocí en la puerta del consultorio.
Marta
vive en un pequeño departamento ubicado en una colonia proletaria al norte de la
Basílica. Marco, su primer esposo, murió en 2010 al caer por las escaleras de su
departamento en un extraño accidente. Había estado casada durante 33 años y tuvo
que luchar contra la depresión porque su marido era temperamental y dominante.
Marta nunca pensó que podría encontrar felicidad en el amor. Luego conoció a su
segundo marido, Toño, un mecánico cuyo negocio estaba en la esquina de su casa.
Marta empezó a salir con Toño un año después de la muerte de su marido. La
familia de este le dejó de hablar. Una de sus mejores amigas también se alejó.
Nancy le dijo: “Es un regalo de Dios, lo tienes que amar”. Marta y Toño parecen
recién casados. Toño es un sujeto extrovertido que también estaba casado pero
que se separó de su mujer hace años. Sobre su pasado, Marta dice que fue infeliz
durante tres décadas: “Pensé que no me quedaba más que soportarlo y
sonreír”.
Para
entrar a casa de Marta hay que pasar por el garaje donde Toño tiene su taller.
Hay herramientas por todos lados y las paredes y el techo están cubiertos de
hollín. Hay una pared con mofles alineados y la televisión siempre está
encendida. Su departamento, que ella adora, está en el piso de arriba; es un
espacio pequeño de dos recámaras y un baño. Lo construyó hace cinco años con la
ayuda de Nancy, me cuenta. Antes, durante muchos años, ella, sus tres hijos y su
esposo dormían en el mismo cuarto, ubicado en el espacio que hoy ocupa el
taller.
Marta
vive con su hijo más joven, Raúl, y su novia. Raúl vende tenis en Tepito y dice
que en esa zona asaltan a muchos puesteros y compradores, pero que su jefe tiene
gente contratada para cuidar que sus clientes no sean
atracados.
Marta
siempre ha creído en los curanderos. Para ella Nancy es la mejor que ha visto en
su vida. Marta solía visitar una vieja chamana que también vivía en Los Reyes.
“Me ayudó varias veces, pero no me protegió del mal de ojo, así que me seguían
atacando”, me dijo. La chamana murió y Marta se considera afortunada por haber
encontrado a Nancy.
Durante
los primeros seis años Marta acudió a Nancy para poder sobrellevar su primer
matrimonio. Hoy la sigue visitando para arreglar las vidas de sus hijos. Raúl es
el que más le preocupa. Su novia resultó ser la exmujer de un miembro de La
Familia Michoacana que asalta camiones a punta de pistola y es drogadicto.
Tienen una hija de quince años y Marta se dio cuenta de que el padre la estaba
introduciendo a bandas criminales. Encontró una foto de la chica posando con un
arma en su cuenta de Instagram. Marta me dijo que Nancy le ha ayudado a que el
exmarido no se acerque a su hijo.
“¿Sabes
lo que Nancy me ha enseñado? A tener paciencia y a creer que soy alguien que
merece ser amado y tener una buena vida”, dice Marta.
Marta me
cuenta una historia. Un día soñó que el fantasma de su marido la visitaba una
noche en su habitación. Toño, su nuevo marido, estaba dormido a su lado. El
fantasma fue al closet y encontró las camisas y los pantalones de Toño. “Volteó
hacia mí y me dijo: ‘Está bien, puedes estar con él’”. Marta dice que se sintió
mucho mejor después de aquel sueño.
***
¿Cómo
transmites tu sabiduría si eres un hechicero o un curandero? En la antigüedad,
los curanderos y hechiceros pasaban sus oficios a los miembros de su familia.
Nancy tiene dos hijas mayores que aparentemente tienen los mismos poderes que su
madre pero que no han seguido sus pasos.
Nancy ha
entrenado a jóvenes aprendices durante mucho tiempo. Gerardo, un delgaducho e
inteligente joven de 20 años, que fue a visitarla por un problema de vista, es
uno de sus más recientes discípulos. La madre de Gerardo es vendedora de ropa en
el mercado local. Su padre es ingeniero en sistemas y Gerardo quiere ser doctor.
Viven en San Vicente Chicolapan, un suburbio de interés social construido por
Homex, una constructora especializada en casas prefabricadas que ha creado
barrios instantáneos en las zonas rurales aledañas a la capital y otras
metrópolis del país. San Vicente es un antiguo pueblo náhuatl. Antes de la
llegada de Homex se sembraba alfalfa y frijol en las tierras ejidales. Hoy, lo
único que brota del suelo son las viviendas de noventa metros cuadrados donde
generalmente viven tres generaciones de la misma familia. El hacinamiento crea
problemas sociales. Antes de ser acogido por Nancy, Gerardo se la pasaba con las
pandillas del barrio. “Son niños que se la viven en la calle. Yo no hacía lo que
ellos, pero sé que robaban y consumían drogas”, me cuenta
Gerardo.
Gerardo
es consciente de que la magia lo ha salvado de acabar en malos pasos. Estudió en
la prepa 51, que según él es una de las escuelas más rudas de la zona. “No
estudiaba. Me dedicaba a vender drogas y pasarla bien”, me cuenta. Apenas y pudo
graduarse; dice que todos sus amigos estaban en las
mismas.
La madre
de Gerardo le pidió ayuda a Nancy, y hoy el chico ha cambiado. Al final ha sido
aceptado en una universidad local, donde está estudiando medicina. También
se ha vuelto un mejor brujo. Un día lo encuentro en la sala de limpias
preparando a varios pacientes. Me confiesa que ha estado leyendo muchos
libros de magia antigua y que sus habilidades han mejorado desde que comenzó su
aprendizaje.
Cuando
veo a Nancy, le cuento lo que me dijo Gerardo. Ella sonríe y me
dice. “Aquí está seguro el niño. Lo apartamos de las malas
compañías.”
Nancy
dice que la gente tiene ideas erróneas sobre el poder de los brujos y
hechiceros. “Este trabajo no es fácil, es un trabajo peligroso con muchas
tradiciones que no revelamos. Pero si naciste marcada para ser parte, no
te puedes negar. Los espíritus te han
escogido.”