Una sobredosis de Farmacuba mató a la industria farmacéutica venezolana

Para surtir a los módulos de la Misión Barrio Adentro el gobierno venezolano acudió a la importación masiva de medicamentos cubanos. Según revela la data de cuatro años de embarques recibidos en el principal puerto del país, la estatal Farmacuba no sólo desplazó a las multinacionales que traían las medicinas de alto costo sino a los propios laboratorios venezolanos -entre ellos, algunos adscritos al Estado que importaba - que fabricaban fármacos esenciales como analgésicos y antiinflamatorios. Mientras las deudas con los grandes laboratorios superan los cinco mil millones de dólares, con Cuba se estableció un negocio en el que Venezuela ha pagado más de dos mil millones de dólares en los últimos 15 años.
La
consulta médica no duró más de 20 minutos. Como si se tratase de la entrada a un
cuartel, comienza con el registro del nombre, apellido, edad, y zona donde vive,
datos exigidos en un tono con volumen suficiente como para intimidar y
escucharlo afuera, en la pequeña sala de espera que se amolda a la estructura
octogonal de los emblemáticos módulos de salud de la Misión Barrio
Adentro.
Como
la paciente explica que tiene varios días con fiebre y dolor de garganta, la
doctora cubana busca un bajalenguas para ver las amígdalas. Pregunta de cuánto
ha sido la fiebre; no la toma. Intenta auscultarla por la espalda moviendo el
estetoscopio en el poco espacio que consigue entre la franela y el cuerpo. No
hay historia médica ni récipe con indicaciones. Lo poco que escribe queda
asentado en unas hojas blancas membretadas donde la galeno anota los datos de
quienes asisten a consulta. “Toma, te vas a tomar esto cada doce horas”, y
entrega al paciente una caja del antibiótico cefalexina de 500 miligramos, 24
cápsulas, marca Farmacuba.
Desde
que el fallecido Hugo Chávez anunciara la creación del programa de salud Barrio
Adentro en abril de 2003, primero como plan piloto en Caracas y luego ya
formalizado como “misión” social en diciembre de ese mismo año, el Estado
venezolano no ha dejado de importar medicinas cubanas. Venezuela pasó de ser un
mercado que apenas recibía 0,53% de las exportaciones de medicamentos que salían
de la isla en 1998, a ser destino de 97% de los fármacos producidos por
laboratorios de La Habana en 2009, con lo que se convirtió en el destino casi
exclusivo de sus exportaciones farmacéuticas hasta 2013.
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El
Estado venezolano, que en 2003 empezó a mostrarse dispuesto a competir con la
industria nacional comprando medicamentos que ya se producían en el país, a
partir de 2014 pasó a ser el gran distribuidor de medicinas importadas ante la
participación cada vez menor de las farmacéuticas trasnacionales y locales,
ahogadas por una deuda que el Gobierno venezolano no termina de saldar -ronda
los cinco mil millones de dólares- y por la sequía de dólares
preferenciales.
La
descarga y sistematización de 70.498 registros de importaciones correspondientes
al período enero 2014-enero 2018, de la aduana de Puerto Cabello (el principal
puerto del país, sobre su costa central, en el estado Carabobo), organizados en
una gran base de datos desarrollada por el equipo de Armando.Info,
permite confirmar y completar los fotogramas de una historia donde Cuba ha sido
la gran beneficiada de un negocio que, por casi quince años, le ha reportado
poco más de 2.223 millones de dólares en ingresos, solo por concepto de
importación de productos con el sello Farmacuba.
La isla del negocio
El
antibiótico cefalexina, que se le entregó a la paciente de Barrio Adentro a
principios de abril, llegó al país en 2018. El responsable de la importación es
la Fundación Misión Barrio Adentro. Se trata de un ente adscrito al Ministerio
de Salud desde 2006, creado para administrar el dinero para la provisión de
recursos humanos e infraestructura para los establecimientos de salud de la
Misión Barrio Adentro en sus diferentes niveles: I (módulos octogonales y
consultorios populares), y II (Centros de Diagnóstico Integral -CDI-, Salas de
Rehabilitación Integral -SRI- y Centros de Alta Tecnología -CAT-), y los de
atención odontológica.
La
Misión Barrio Adentro asumió el rol de consignatario -receptor de mercancía- de
las medicinas de Farmacuba en 2015, cuando la Fundación Oro Negro, adscrita al
Ministerio de Petróleo y Minería, dejó de ser el único cliente en Venezuela de
la farmacéutica antillana.
Los informes de importación de la aduana de Puerto Cabello muestran ese paso del testigo de las importaciones de medicamentos cubanos, de un organismo a otro. Datasur, una base de datos de importaciones y exportaciones latinoamericanas, permite ver la magnitud de las negociaciones.
Mientras
fue el único consignatario de los productos de Farmacuba, por casi siete años,
la Fundación Oro Negro importaba un promedio de 3.500 toneladas de medicamentos
por un valor de casi 220 millones de dólares al año. En 2015, el año en que
perdió la “exclusividad”, recibió solo 849 toneladas por 57 millones de dólares.
Aunque en la fundación no dieron explicaciones sobre este cierre de las
importaciones, cabe notar el cambio coincide con la salida de Rafael Ramírez del
ministerio de Energía y Petróleo y de la estatal petrolera Pdvsa, en septiembre
de 2014.
En
paralelo, ese mismo año de 2015, la Fundación Misión Barrio Adentro entró al
escenario importador. Entonces recibió 2.806 toneladas de productos de Farmacuba
por 196 millones de dólares.
Los
datos de Puerto Cabello también permiten afirmar que el Estado venezolano se ha
convertido, desde 2014, en el principal importador de medicamentos del país.
Esto representa una ruptura con una costumbre. Según explica una fuente del
sector, por lo regular los organismos de salud estatales solían comprarle a
proveedores privados, sobre todo multinacionales, que hacían las
importaciones.
“Hasta
2013 las multinacionales importaban y le vendían al Estado. Traían productos de
alta tecnología y todos los de alto costo, porque no los producía la industria
nacional. La nacional, por su parte, hacía medicamentos esenciales y se los
vendía al Estado. Era un mercado compartido donde cada uno podía sobrevivir y,
aunque el Estado siempre hacía algunas importaciones, no llegaban a ser las
principales”, agrega como explicación.
Aparte
del Estado, solo la farmacéutica privada Klinos, tres empresas de transporte de
mercancías -DHL, Kuehne & Nagel y Translogística- y dos compañías privadas
de productos agropecuarios y veterinarios (Nutribásicos e Ilender Venezuela), se
asoman en el listado de los responsables de las compras de medicinas que llegan
por esta aduana marítima, la más importante y de referencia para este tipo de
insumo.
Si
bien los productos farmacéuticos también ingresan a Venezuela por el puerto de
La Guaira o, por vía aérea, a través del Aeropuerto Internacional de Maiquetía
(ambos en el Estado Vargas, aledaño a Caracas), Puerto Cabello siempre ha sido
el mayor receptor. ¿Por qué? Porque en el estado Carabobo se encuentra uno de
los operadores logísticos más grandes del país, que ofrece sus servicios de
almacenamiento y distribución de las medicinas a laboratorios nacionales y sobre
todo a las trasnacionales; pero además, en Carabobo están las sedes de muchas
farmacéuticas, explica Tito López, presidente de la Cámara de la Industria Farmacéutica (Cifar). Por ello, los datos de Puerto Cabello son lo más cercano a una
radiografía del mercado total de las importaciones.
En
esta base de datos las medicinas figuran en la lista de los 30 productos que más
compra Venezuela en el exterior. No extraña entonces que Farmacuba y Fundación
Misión Barrio Adentro también queden retratadas, respectivamente, entre los
primeros 30 embarcadores y los primeros 30
consignatarios.
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Desde
la creación de Barrio Adentro como programa social de salud, los medicamentos
cubanos han sido destinados al uso exclusivo de los médicos que atienden en los
módulos octogonales y en los CDI. Su venta está prohibida. Al inicio de la
misión, los blister de pastillas del laboratorio Quimefa, también de origen
cubano y a veces con el precio estampado en pesos cubanos en el reverso, eran
comunes; luego llegaron las cajas de Farmacuba. El paraguas petrolero financiaba
las compras y la Fundación Oro Negro se encargaba de llevar esos fármacos a la
red Barrio Adentro.
Farmacuba
no provee de moléculas propias o de última generación que justifiquen recurrir a
la industria cubana para dotar a esos centros con provisiones tan específicas.
Sus medicamentos son genéricos, en especial de prevención, y escasa tecnología
como valor agregado.
Al repasar la lista de los productos cubanos
autorizados para su consumo en Venezuela por el Instituto Nacional de Higiene
Rafael Rangel, ente rector en regulaciones de medicamentos, se consiguen
antihipertensivos, antiinflamatorios, antibióticos, analgésicos, antipiréticos,
antiinflamatorios, antiasmáticos y otros más.
Así
Farmacuba se convirtió en competidor de la industria nacional, pero con ventajas
evidentes e insalvables: un mercado cautivo, distribución y subsidios del
Estado. La competencia desleal llegó a dar al traste con empresas del propio
estado venezolano. Fueron los casos del Servicio de Elaboraciones Farmacéuticas
(Sefar); de Profármacos, la empresa que sustituyó a ProULA (farmacéutica de la
Universidad de Los Andes, creada en 1990 y que pasó a manos del Ministerio de
Salud en 2010); y de Quimbiotec. En el caso de esta última, especializada en la
producción de derivados sanguíneos y en agonía desde 2015 por falta de materia
prima y recursos, la afectó la concesión a Farmacuba del registro para
distribuir albúmina humana e inmunoglobulina anti
D.
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Medicinas
como paracetamol, amoxicilina, ampicilina, azitromicina, captopril, enalapril,
metrotexate, salbutamol y cefalexina son algunos de los fármacos que producían
SEFAR y ProULA, además de otros laboratorios venezolanos, al momento en que el
gobierno venezolano comenzó a comprarlas a Cuba. El decaimiento visible de la
industria farmacéutica nacional no ha detenido esas importaciones.
El presidente de la Cámara de la Industria Farmacéutica, Tito López, recuerda que la industria nacional ha mermado en su producción por la falta de insumos, el éxodo de profesionales y la pérdida de empleo. Además los consumidores se debaten entre comprar medicinas o alimentos, por efectos de la hiperinflación. El mercado ha caído 72% entre 2014 y el primer trimestre de 2019, la capacidad de producción se ubica entre 30% y 40%, y de los 5 mil millones de dólares que el Estado le debe al sector farmacéutico en general, 1.500 millones de dólares corresponden a las industrias venezolanas. "Eso quedó en el congelador", indica López. El "motor farmacéutico", anunciado por Nicolás Maduro en 2016, no mejoró la producción nacional.
Aunque
cada país es libre de importar medicamentos y es responsable de someterlos a los
respectivos análisis y evaluaciones de seguridad, la Organización Mundial de la
Salud (OMS) no tiene incluido ningún medicamento cubano en su lista de 536
fármacos precalificados. Este estatus se otorga a los medicamentos que el ente
mundial decide ofrecer a bajo costo a través de sus fondos, el Rotatorio y el
Estratégico, y que por ello deben asegurarse de su calidad. Sí están
precalificadas, en cambio, dos vacunas cubanas: una contra la hepatitis B y otra
contra el Haemophilus influenzae tipo B.
Desde la plaza de la Revolución
En
su folletería Farmacuba se presenta como una empresa importadora de materias
primas, envases, reactivos maquinarias y equipos, y exportadora de medicamentos
genéricos principalmente a América Latina, África y Medio Oriente. Representa a
trece laboratorios farmacéuticos cubanos y desde 2012 forma parte del grupo
Biocubafarma, el gran paraguas que cobija a las industrias farmacéuticas y
biotecnológicas de la isla.
En
Venezuela, tanto Farmacuba como el resto de las empresas agrupadas por
Biocubafarma están representados por Norville Venezolana, una casa de
representación registrada en 1996 en Caracas, como empresa de capital mixto
proveniente de Laboratorios ERON (domiciliado en Cuba) y una inversora
venezolana que en 1999 vende sus acciones a su socio. En 2005 la compañía pasa a
manos de las también cubanas Heber Biotec (Centro de Ingeniería Genética y
Biotecnológica) y Cimab (representante del Centro de Inmunología Molecular),
empresas estatales que compran las acciones de ERON, hasta que en 2012 Heber
Biotec asume la totalidad del capital.
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La
directiva siempre ha sido cubana y ha contado con varios representantes legales
en Venezuela; el último de ellos, Javier Cuello, se negó a dar información
argumentando que no cuenta con la autorización necesaria para ello.
La
sede de Norville Venezolana luce como un espacio clausurado e inactivo, sin
nombre visible en su fachada, en la planta baja de un edificio residencial
ubicado en Los Teques, la capital del estado Miranda, a unos minutos al suroeste
de Caracas. El local casi nunca abre, atestiguan vecinos, que ni saben asegurar
qué se guarda adentro.
El
óxido en el candado y en la puerta plegable de metal tipo Santamaría evidencian
el abandono comentado, lo que llama la atención considerando que en 2016
Norville Venezolana recibió un pago de 50.571 euros (53.844 dólares), por
concepto de representación de Biocubafarma en Venezuela, correspondiente al
presupuesto del cuarto trimestre del año.

La sede de la Casa de Representación Norville Venezolana está ubicada en una zona residencial en Los Teques, en el edificio La Floresta, donde nadie sabe qué guardan en ese local
La
empresa tiene los permisos para representar a 101 productos farmacéuticos en
Venezuela, incluidas vacunas, según se pudo verificar en varios listados de
medicamentos esenciales y biológicos del Instituto Nacional de Higiene, contando
con los registros sanitarios que exigen las normas venezolanas. También tienen
asignado un farmacéutico patrocinante, Neumidia Corona, profesional con la que
no fue posible establecer contacto. Desde 2005 permanece inactiva en el Seguro
Social.
Curiosamente,
la inscripción de la empresa en el Registro Nacional de Contratistas (RNC) nunca
fue completada. Lo que sí se sabe es que Norville Venezuela no fue una
ocurrencia solo para Venezuela. Su constitución en Venezuela coincide con la
creación de los “polos científicos”, una idea de Fidel Castro en la década de
los 90 para promover el desarrollo biotecnológico de Cuba y, entre otras cosas,
“incrementar las exportaciones cubanas con productos de alta tecnología”,
explican las páginas oficiales en Internet.
Además
de Norville también están las empresas Combiomed de Venezuela (representante de
los equipos médicos cubanos) y Tecnosuma Venezuela (encargada de entrenar al
personal que usará equipos médicos fabricados en la isla). Se trata de un
emporio que controla cada una de las aristas del negocio farmacéutico y médico,
que encontró en Venezuela un terreno fértil con una ideología política
afín.
Ahora,
al contrario, pareciera haber la intención por marcar cierta distancia con
respecto a La Habana en el rol de proveedor farmacéutico. Entre los países
aliados a los que está recurriendo Venezuela para importar medicamentos en medio
de la actual crisis, Cuba no figura en las menciones; Rusia, India y China sí.
El pasado 20 de marzo, el presidente Nicolás Maduro reiteraba en cadena nacional
que las alianzas con estos tres países y con la Organización Mundial de la Salud
son las que permiten “hacer frente al bloqueo financiero del Gobierno de Estados
Unidos contra el país, que impide al Gobierno Bolivariano tener acceso a la
compra medicamentos y alimentos”.
Compras en la opacidad
Pero
la historia era diferente en un pasado reciente. En 2012, Cuba se convirtió en
el principal proveedor de medicamentos de Venezuela, según los registros del
Instituto Nacional de Estadística. Con ventas por 323 millones de dólares, la
isla desplazó a Estados Unidos como suplidor número uno. Mientras, otros
suministradores tradicionales, como Alemania, Suiza y Francia, perdieron
presencia.
En
2003, las compras de medicinas a Cuba tuvieron un costo de 12,1 millones de
dólares, de modo que el ascenso del proveedor estrella resultó vertiginoso:
multiplicó por diez las ventas en diez años. Pero a partir de 2013 las compras a
Cuba comenzaron a mermar. El Observatorio de Complejidad Económica permite ver
en sus datos que ese año, el de la muerte de Hugo Chávez y la llegada de Maduro
al poder, las importaciones de medicamentos, cuantificadas en dólares, se
redujeron 32%. Y así ha continuado la tendencia hasta
2018.
La
Fundación Misión Barrio Adentro ha importado por debajo de las 3.000 toneladas
promedio que recibía Oro Negro, y en 2018 pagó apenas 57 millones de dólares por
1.005 toneladas de medicamentos. En los centros de Barrio Adentro siguen usando
estos fármacos pero en los CDI están destinados solo a los pacientes
hospitalizados y en los módulos octogonales la variedad ha
mermado.
El
Gobierno nunca ha informado con precisión la cantidad de unidades de
medicamentos que han llegado a este programa paralelo de salud, o al menos las
cifras que deberían ser manejadas en detalle desde la oficina de la misión
médica cubana ubicada dentro del propio Ministerio de Salud, en la céntrica
Plaza Caracas.
Una
fuente que trabajó en el área de compras del Sefar, y que prefiere quedar en el
anonimato, aclara que a esos almacenes, los más importantes del despacho de
Salud, no llegaban las medicinas de Farmacuba. Estos productos específicos para
los centros de Barrio Adentro se resguardaban con celo en otro lugar y se
negaban -incluso vacunas de origen cubano- cuando el Sefar no los tenía y
necesitaba reponer la dotación de algún ambulatorio u hospital de la red
convencional.
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Solo
las importaciones del laboratorio Heber Biotec, también de la isla, eran las que
llegaban al Sefar, por lo general desde el puerto de La Guaira, en el estado
Vargas, y destinados -estos sí- a los hospitales. Productos de Quimefa también
entraban en estos despachos.
Las
compras no planificadas de estos productos (sobre todo los de la marca Heber
Biotec), fechas de vencimiento próximas a la adquisición de los lotes (en 9
meses y no en 18 meses como exige la norma), las demoras de hasta dos años para
distribuirlos desde el SEFAR, y meses de espera en la aduana de La Guaira,
fueron parte de las irregularidades halladas por la Contraloría General de la
República en dos oportunidades, presentadas en sus informes de gestión del año
2010 y de 2013. Las compras en exceso, vencimiento e incineración caracterizaron
a este negocio durante los años de mayor bonanza.
Tras
la primera denuncia de la Contraloría, en 2010, las Memoria y
Cuenta del Ministerio de Salud dejaron de detallar las cantidades de
medicamentos que llegaban al país en el marco del Convenio Cuba-Venezuela,
distribuidos tanto en ambulatorios y hospitales como en la red paralela de
Barrio Adentro.
Lo
que no dejaron de publicar fueron los millones de dólares pagados por Venezuela
por los contratos del convenio de cooperación con la isla, en general, montos
que incluyen mucho más que las dosis importadas de Farmacuba. En 2015, por
ejemplo, el desembolso fue de poco más de 582 millones de dólares, 70% de lo
realmente facturado. Quizás eso explique parte de la merma en toneladas de los
medicamentos adquiridos en Cuba, y las alianzas reforzadas con China, Rusia e
India. Pero desde La Habana la causa es
otra.
Farmacias vacías
El
antibiótico cefalexina que está disponible en los consultorios de Barrio
Adentro, al menos en Caracas, no se consigue en La Habana. Cuando se pregunta a
los encargados de las farmacias por este medicamento la respuesta es “no hay y
no está entrando”.
Los
anaqueles de las farmacias cubanas viven problemas serios de abastecimiento
desde hace al menos tres años. En 2018, ante las frecuentes afectaciones en la
venta de 45 medicamentos del cuadro básico, el grupo BioCubafarma, que agrupa a
las industrias farmacéuticas y de biotecnología, decidió junto al Ministerio de
Salud de la isla establecer tres niveles de prioridad para paliar la crisis pero
el problema persiste. Las colas en las farmacias son kilométricas cuando llega
alguna medicina desaparecida por meses y la frecuencia del suministro desde los
laboratorios y almacenes pasó de ser semanal a quincenal desde finales de 2018.
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La
explicación oficial de este desabastecimiento fue dado a los cubanos en
noviembre de 2017 por la representante de Biocubafarma, Rita María García
Almaguer, directora de Operaciones de la empresa estatal. Habló de fallas en el
financiamiento oportuno a los proveedores que les envían la materia prima
(principios activos), materiales para los envases e insumos. “Más del 85 % de
los productos que se utilizan en la producción de medicamentos son importados, y
el 92 % de los principios activos provienen fundamentalmente de mercados lejanos
como China, India, y Europa; así como el 60 % de los materiales de envases”,
indicó en ese momento al diario Granma.
La
industria cubana no está produciendo lo suficiente para sus propios
compatriotas, que aseguran no haber vivido un desabastecimiento similar desde
los años 90, cuando se registró el período especial. En paralelo el gobierno de
Díaz-Canel sigue exportando medicinas a Venezuela, en menor proporción pero
continúan.
En
enero de este año, la prensa oficial cubana reseñó las intenciones de
Biocubafarma de mantenerse como “un pilar solidario” en la producción,
suministro y aplicación de medicamentos en Venezuela, garantizando productos
sanitarios, sistemas de diagnóstico y reactivos a la red de consultorios médicos
populares, Centros de Diagnóstico Integral (CDI), Centros de Alta Tecnología y
hospitales.
*Este
reportaje contó con la reportería de Luz Escobar, periodista del portal
14ymedio, desde La Habana, Cuba.