El atún de los CLAP es vegetal

Un estudio de las autoridades mexicanas confirma lo que el paladar de los venezolanos detectó rápidamente: el atún enlatado mexicano que viene en los combos de los Comité Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) tiene algo raro. Al menos tres de las marcas que han consumido los hogares más pobres del país desde marzo de 2016, cuando se oficializó el plan estatal, presentaron elevadas proporciones de soya, una proteína vegetal que sin ser dañina, es distinta en sabor y aporte proteico al propio atún. Detrás de esa adición de soya hay una operación para abaratar costos de la que han participado los intermediarios escogidos a dedo por el Gobierno venezolano para comprar la mercancía.
Las
sospechas sobre la mala calidad de los alimentos que el Gobierno venezolano
distribuye al amparo del programa de Comités Locales de Abastecimiento y
Producción (Clap) se confirman y amplían. Porque las objeciones ya no son solo
con la leche de polvo. Un estudio realizado por la Procuraduría Federal del
Consumidor de México (Profeco) acaba de determinar que algunas de las marcas que
se producen y empacan en ese país para ese programa estatal de alimentos
subsidiados en Venezuela contienen elevados niveles de
soya.
El
análisis, realizado entre el 5 de octubre y el 14 de diciembre de 2018, abarcó
las 27 marcas de atún enlatado presentes durante esas fechas en el mercado
mexicano. De ellas, según los resultados que arrojó la prueba, 14 mostraron un
alto componente añadido de soya. En algunas presentaciones, el ingrediente de
soya tiene mayor volumen que el del propio pescado, lo que sorprendió a la
opinión pública mexicana. Pero el hallazgo no es ajeno a los venezolanos: desde
que Nicolás Maduro oficializó el plan en marzo de 2016, México ha sido uno de
los destinos donde los intermediarios escogidos a dedo por el Gobierno compran
los productos del combo alimenticio, incluyendo el atún
enlatado.
Una
de las marcas peor valoradas del mercado mexicano y que ha llegado a los hogares
venezolanos más pobres con las llamadas cajas Clap es El Dorado. La presentación
de 140 gramos de atún aleta amarilla en aceite arrojó un porcentaje de soya que
oscila entre 21% a 44% en “masa drenada”, mientras que la versión en agua tuvo
un índice de entre 13% y 22% de soya en “masa drenada”. Ambos valores superan
ampliamente a los registrados por la marca en el examen hecho por la misma
institución en 2015. Esa vez el enlatado en aceite sumó entre 9% a 26% de soya,
mientras que en agua osciló entre 4% a 9% de soya.
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“Una
concentración de soya del 30%, 40%, hasta 60% como lo encontramos, pues pasa a
ser un ingrediente que sustituye al pescado”, asegura Guadalupe Velasco
Rodríguez, directora del área química-biológica del laboratorio de Profeco.
Además del engaño a los consumidores que representa la sustitución, pues no
especifica en su etiqueta la proporción de soya, también hay implicaciones
nutricionales en los consumidores al variar el aporte proteico definitivo del
producto.
“Por
cada 100 gramos (una medida estándar) vas a tener una cantidad de proteínas
importante pero nunca tan grande como la del músculo del atún, porque el atún no
tiene carbohidratos ni otros componentes, mientras que la soya sí, y eso hace
que no tenga tanta proteína”, explica Pablo Hernández, nutricionista y profesor
de la Universidad Central de Venezuela (UCV), la principal casa de estudios
superiores estatal y autónoma del país, tras analizar los resultados del
organismo mexicano. Aclara que la proteína vegetal se absorbe y digiere más
lento que la animal, lo que “no ocasiona ningún tipo de daño o afectación a la
salud”, salvo que la persona sea alérgica a la soya.
El
Dorado no es la única marca mexicana de atún enlatado con altas concentraciones
de soya incluido en los combos de los Clap. El atún con el sello Ancla en aceite
contiene entre 10% y 14% de soya en “masa drenada”. El envasado en agua oscila
entre 17% y 26%. Ambas presentaciones también mostraron altas concentraciones de
soya en el análisis que la Profeco realizó en 2015, pero eso no impidió que
proveyeran los combos subsidiados por el Gobierno venezolano.
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Una
tercera marca denominada Tuny totalizó entre 1% y 4% de soya para el producto
aleta amarilla en agua. “Sería justificable encontrar uno por ciento de soya,
por ejemplo, si se usara con una función tecnológica (algunos productores usan
caldo de soya para lograr compactar al pescado). Nuestra conclusión es que la
soya está haciendo una sustitución del pescado”, sentencia la directora de
Profeco.
Las
autoridades mexicanas aprobaron desde 2017 “certificados para exportación de
libre venta” para Venezuela tanto para El Dorado como Tuny, así como otras
marcas que no fueron analizadas por la Profeco. Parece claro que detrás de la
adición de soya al atún enlatado hay una operación para bajar costos y aumentar
la rentabilidad: a mayor cantidad de la proteína vegetal, menor gasto en el
producto. Esa práctica de los industriales mexicanos, descubierta por las
autoridades, rebota en los estómagos de los
venezolanos.
El pez muere por la boca
Las
quejas sobre la calidad de los alimentos de los Clap surgieron prácticamente
desde el inicio del plan estatal. Precisamente, el atún enlatado y la leche en
polvo han sido los productos más cuestionados por los beneficiarios del programa
con el que Maduro dice enfrentar una “guerra económica” de parte de los
empresarios locales y factores internacionales.
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La
mala calidad de la leche quedó demostrada luego de
que el Instituto de Ciencia y Tecnología de los Alimentos de la UCV, a pedido de
Armando.info, analizara 14 marcas mexicanas que fueron distribuidas en los Clap
entre finales de 2017 y comienzos de 2018. Los análisis demostraron
que las empresas mintieron en el etiquetado y terminaron empaquetando un engrudo
alto en sodio y carbohidratos, pero bajo en calcio y proteínas, lejos de lo
exigido en la norma nutricional venezolana.
El
18 de octubre de 2018 la Procuraduría General de México reveló que había
detectado un “esquema fraudulento” entre los intermediarios del Gobierno
venezolano y las empresas mexicanas a través del cual se comercializaron
“productos de baja calidad” y se exportaron con “sobreprecio”. En esa
oportunidad las autoridades mexicanas apuntaron directamente a la red tejida por
los empresarios colombianos Alex Saab Morán y Álvaro Pulido Vargas, los
principales beneficiarios en la intermediación detrás de los
Clap.
Ahora
el estudio de Profeco da la razón a lo que el paladar de los consumidores
venezolanos detectó casi de inmediato, así como a las alertas realizadas por
fuentes involucradas en la venta de productos para los Clap. “Los intermediarios
venezolanos vinieron a México a pedir el atún más barato del mercado sin
importar que fuera a costa de la calidad. Sobre la leche barata se les explicó
que la proteína se disminuiría hasta tres veces y del atún se les dijo que
llevaría más soya que pescado, pero a ellos lo único que les importaba era
ahorrar entre dos y cuatro dólares por despensa”, admite en condición de
anonimato un empresario mexicano.
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Las
cifras oficiales indican que entre 2016 y 2018 se han repartido 231 millones de
combos Clap. Aunque el plan apuntaba a producir alimentos, a modo de pequeñas
células por todo el país, la mayoría de esos combos han sido importados y buena
parte de ellos fueron comprados en México por intermediarios que finalmente se
los vendieron al Gobierno de Maduro entre 31 dólares y 37 dólares. “En México se
llegaron a ensamblar hasta 2.000 despensas Clap por día, ¿Cuánto dinero podría
representar este ahorro? Si se ahorraban dos dólares por caja, representaba
4.000 dólares por día y si lograban ahorrarse cuatro dólares por despensa eran
8.000 dólares por día”, detalla el empresario.
En
el caso del atún enlatado el nutricionista Pablo Hernández explica que “el
aislado proteico de la soya aunque es un poco más costoso, no es tan caro como
la proteína animal. Entonces, sea soya entera, harina de soya o proteína aislada
de soya, siempre será más económico que la carne normal”.
Group Grand Limited, la
sociedad registrada en Hong Kong con la que Alex Saab y Álvaro Pulido iniciaron
su participación en la venta de comida para los Clap desde finales de 2016,
facturó en 6,29 dólares el kilogramo de atún enlatado en enero de 2017. Meses
después, en septiembre, lo cobró en 4,22 dólares. En ese lapso pasó de vender
cada caja Clap de 34
dólares a 36,9 dólares. Otros intermediarios como M.I.R Importació I Exportació
cobró 4,71 dólares el kilogramo de atún enlatado en octubre de 2017. Wellsford Trading Corp FB Foods, ambas panameñas, J&B International
Trading, domiciliada en Miami, o Mass Joy Industries Limited, también
registrada Hong Kong, han sido otros de los intermediarios. Cada caja Clap
contiene, en el mejor de los casos, hasta 6 latas de atún, para totalizar unos
800 gramos por despensa. Se trata de uno de los 11 productos incluidos en el
combo de alimentos subsidiados.
El consumidor lo pierde todo
La
ganancia de los intermediarios va en desmedro de la calidad. En el caso del atún
enlatado podría haber otras marcas con altas concentraciones de soya
comercializadas a través de los Clap. Marhel, La Marina, Mazatún y Capitán Nemo
reconocen en sus etiquetas presencia de soya o “caldo vegetal”, pero sin
especificar la proporción. Ninguna de estas fue analizada por la Profeco, pues
no son marcas que circularan por los canales de comercialización en el mercado
interno de México al momento de la recolección de las muestras.
Varias
de estas marcas, además, son presentaciones en hojuelas o atún desmenuzado, lo
que multiplica la posibilidad de encontrar más soya. “En los productos que encontramos más
porcentajes de soya son los que se encuentran en las presentaciones en hojuelas
y en desmenuzado, que son los más baratos”, advirtió la directora del
laboratorio de Profeco.
Esas
versiones en hojuelas o desmenuzadas han sido las más criticadas por los
venezolanos. En las redes sociales han proliferado los videos y los comentarios
sobre su mala apariencia, desagradable sabor o la poca consistencia. “El atún
que entregan en la caja Clap siempre es molido porque no es realmente atún, son
desperdicios de pescado que muelen para aparentar que es atún. Cuando lo pruebas
te das cuenta, el sabor se parece más a la sardina pero bastante desagradable”,
escribió un usuario el pasado 18 de febrero.
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Que
las quejas se remontan en el tiempo lo prueba la edición del 15 de mayo de 2017
del diario 2001. Ese día reseñó en su portada la historia de una familia que
atribuía la muerte de dos bebés al consumo de atún de los Clap. “Familia de
Ocumare del Tuy (estado Miranda) denuncia intoxicación por comer productos de
una caja Clap comprada un día antes. Ingesta fue letal para los dos más
pequeños, de 11 meses y dos años, quienes presentaron edema cerebral, según la
autopsia mostrada por parientes”.
Los
funcionarios venezolanos han esquivado pronunciarse sobre la calidad de los
alimentos de los Clap, aunque esa fue una de las banderas esgrimidas para evitar
el pasado 23 de febrero el ingreso de la “ayuda humanitaria” promovida por la
oposición venezolana. Sólo Maduro admitió en diciembre de 2017 que recibieron
denuncias en esa dirección, pero aseveró que “se tomaron los correctivos de
inmediato”. Sin embargo, lo denunciado por la Procuradoría General en octubre
del año pasado, el hallazgo en mayo de 2018 en el puerto de Cartagena, Colombia,
de 400 toneladas con productos para los Clap “no aptos” para el consumo humano o
este reciente estudio de la Profeco ponen en entredicho las palabras del
mandatario. Al menos, nadie parece haber reparado en que compraron un atún
enlatado muy distinto al que se comercializa en el mercado
venezolano.
En
Venezuela las empresas comercializadoras de atún enlatado no añaden soya, al
menos en las principales marcas. La mayoría de las presentaciones, además, son
de lomos del pescado, como establecen las especificaciones técnicas. “La
proporción de lomo versus miga debe tener un mínimo de 80/20, es decir, 80% de
lomo y 20% miga”, refieren la norma de calidad que el propio Ministerio de
Alimentación envió a los proveedores mexicanos y que está basado en la norma
Covenin 1412.
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“El
atún venezolano siempre fue de muy buena calidad, las diferentes marcas siempre
declararon 100% atún, lo que estabas comiendo era atún de verdad. Ahora, cuando
no tienes la oportunidad de saber lo que te estás comiendo, es un factor más que se suma a la ya
deteriorada alimentación de los venezolanos”, recuerda Marianella Herrera,
médico nutrólogo y directora del Observatorio Venezolano de la Salud. Relata que
en algunas comunidades que han visitado los consumidores de los productos de los
Clap manifestaron utilizar “más mayonesa para tapar el sabor” del atún enlatado
“porque la soya tiene un sabor completamente distinto al atún”.
Más
allá del sabor, la especialista insiste en que la proteína vegetal no es mala,
pero se debe conocer “cuál es la proporción” contenida en el producto para saber
con exactitud cómo cubrir los requerimientos nutricionales “de acuerdo al grupo
que quieras alimentar”.
Hasta
ahora para el Gobierno de Maduro ese no ha sido un impedimento para destinar
millones de dólares a los productos que compran sus intermediarios a los
industriales mexicanos.
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*Este
es un trabajo investigado y publicado en simultáneo por Armando.Info y el
Excélsior de México