El misterioso magnate del desahucio que saca cuentas en Venezuela

Presta ‘in extremis’ a los más desesperados. Compra deuda de empresas y países rumbo a la quiebra y con su músculo financiero se dispone a esperar hasta que pueda cobrarla en valiosos activos. Así, por ejemplo, terminó por adueñarse de buena parte del negocio de las telecomunicaciones en Argentina, una de las casi medio centenar de naciones en cuyas reestructuraciones de deuda, tal como se jacta, ha participado “en los últimos 25 años”. El mexicano David Martínez y su fondo buitre se dedicaron a acumular bonos de la colapsada economía chavista, y algunos creen que ha llegado la hora de que cobre con el control de alguna empresa estatal, como la eléctrica. Pero, según ha trascendido, es probable que en esta apuesta deban pagar un precio al que no están acostumbrados: las sanciones financieras de Estados Unidos.
Para
el primer trimestre de 2017, en la oficina de Crédito Público del Ministerio de
Economía y Finanzas venezolano ya tenían una certeza: no podían pagar la deuda
soberana. Decidieron, entonces, comenzar a buscar asistencia para una eventual
restructuración y, para ello, llamaron a un grupo de inversionistas nacionales e
internacionales.
Al
reunirse con cada uno de ellos, la directora de dicha oficina les preguntaba si
podían ayudar y si estaban dispuestos a reunirse con el ministro Simón Zerpa y
con el vicepresidente Tareck El Aissami. La respuesta para esta última pregunta
era clave.
En
febrero de ese año, El Aissami había sido sumado a la lista de sancionados por
el Departamento del Tesoro de Estados Unidos (EEUU), por su presunta vinculación
con el narcotráfico internacional. Esto obligaba automáticamente a los banqueros
entre las denominadas “personas de Estados Unidos” (US persons) a
mantenerse al margen de las conversaciones con el gobierno
venezolano.
Pero
había un banquero a quien esa prohibición no afectaba. Era el inversionista
David Martínez Guzmán, el mexicano más influyente de Wall Street,
conocido por invertir en reestructuraciones de deuda de empresas y
países. Venezuela, además, era un terreno conocido para
él.

Hay
quienes le atribuyen inversiones hechas en el país hasta 30 años atrás; otros lo
ubican merodeando en Venezuela solo desde hace una década. Nadie se anima a
precisar nada porque si hay algo que caracteriza a Martínez –considerado el
inversor más importante de América Latina y de los más hábiles de los Estados
Unidos– es el misterio.
Pero
hay algo en torno a lo que casi hay consenso: hasta ese primer trimestre de 2017
se había distanciado un tiempo indefinido del país; y su retorno, durante la
administración de Maduro, fue polémico.
En
marzo de ese año, su fondo de cobertura o hedge fund, FinTech
Advisory –dentro de los llamados “fondos buitres”, es decir, que invierten cerca
de la quiebra– recibió bonos con un valor
nominal de 1,3 millardos de dólares como garantía de un préstamo de 300 millones
al país. “Ayudó al Gobierno a vender activos en medio de las sanciones
estadounidenses”, condenan importantes y pertinentes fuentes consultadas,
quienes hablan desde el anonimato por una mezcla entre admiración y temor a
Martínez y, sobre todo, a sus abogados.
Entre
los meses de abril y junio de 2017, el multimillonario mexicano habría seguido
viajando a Venezuela con frecuencia, para tratar asuntos relacionados con la
deuda. Su interés, ahora, era personal. A finales de octubre, habría vuelto para
instar al gobierno de Nicolás Maduro, al que se le estaban acumulando los pagos
de bonos vencidos, a no pagarlos. Un par de días después, el mandatario decretó
la reestructuración de la deuda.
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Esta
asistencia es lo único que el hermético Martínez reconoce haber hecho con el
régimen venezolano en conversaciones con sus pocas personas de confianza. Para
el Departamento del Tesoro de Estados Unidos parece haber sido suficiente para
investigarlo y considerar sanciones, también, para él, según se pudo conocer
esta semana a través de una filtración divulgada por
Bloomberg.
Pero
a Martínez se le atribuye una influencia mucho mayor en las decisiones
económicas del gobierno venezolano. Las opiniones de los que se atreven a
hablar, aún desde una experiencia importante, están divididas; y no dejan de ser
más que eso: versiones. Pruebas tangibles no hay.
Operaciones polémicas
Es
fama que, antes de realizar cualquier operación, el hábil Martínez evalúa sus
riesgos y cuánto puede ganar. También que no da un paso sin que sus temidos
abogados, “de los mejores que el dinero puede comprar”, revisen cada detalle y
se aseguren de mantenerse en el marco de lo legal, aunque sea en una zona gris.
Dicen que así es como ha trabajado con 50 gobiernos del mundo, entre ellos el de
Nicolás Maduro, en Venezuela.
Hay
quienes atribuyen al fondo de David Martínez una operación previa a la pública y
conocida de marzo de 2017, de la que sin embargo no dan detalles. Hay quienes lo
niegan rotundamente y aseguran que el préstamo de 300 millones ha sido el único.
Apenas un mes después de este, según publicó el portal de noticias financieras y
analíticas, REDD Intelligence, FinTech consideró inyectar 500 millones más, a
cambio de 1,6 millones de dólares de los bonos Pdvsa 37. Nadie, sin embargo,
sabe qué pasó con esto.
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Al
gobierno pronto le llegó oxígeno por otra vía, en plena oleada de protestas
antigubernamentales, con la polémica compra de bonos de Pdvsa que hizo Goldman
Sachs, uno
de los grupos de banca de inversión y de valores más grande del mundo. A través
de una pequeña empresa de inversiones con sede
en Londres y Nueva York, Dinosaur Financial Group, pagó 865 millones de
dólares por 2.800 millones en bonos. Fueron bautizados como los “bonos del
hambre”.
Hay
quienes piensan que solo alguien con el peso específico de Martínez, quien para
la fecha entraba y salía del país en su avión privado para conversar de la
deuda, podría haber convencido a Goldman Sachs de hacer la cuestionada
transacción de finales de mayo de 2017. “Compramos estos bonos, que
fueron emitidos en 2014, en un mercado secundario de un corredor y no
interactuamos con el gobierno venezolano. Están en fondos y en cuentas que
manejamos en nombre de nuestros clientes”, se defendió Goldman Sachs, poco
después de la compra, en un comunicado.
Pero
el uso de intermediarios, especialmente Dinosaur, era lo que más llamaba la
atención. En un documento de la operación al que se tuvo acceso, se alertaba que
el hecho de que existieran múltiples de ellos dificultaba realizar el
procedimiento con la debida diligencia en lo referido al origen de los
fondos.
Hay
quienes vinculan con Dinosaur al sobrino de Miguel Ángel Capriles
López, Armando El Pelón Capriles, quien habría
multiplicado su fortuna haciendo negocios con el sistema financiero público
durante el gobierno de Hugo Chávez. Los mismos que hacen ese nexo dicen que El
Pelón Capriles ha sido operador de Martínez en
Venezuela.
Pero,
de la misma manera, hay quienes desvinculan a Martínez de todo lo anterior,
incluida la operación de Goldman Sachs. Y no es el único punto sobre el que hay
discrepancias.
En
2018, antes de la reconversión monetaria que entró en vigencia el 20 de agosto,
Martínez habría contactado a economistas latinoamericanos para que asesoraran al
gobierno de Maduro, un servicio que pagaría de su bolsillo según algunas
fuentes. Esa búsqueda habría arrojado como resultado la asesoría de los
ecuatorianos Patricio Rivera y Fausto Herrera, exministros de Finanzas de Rafael
Correa. Martínez, sin embargo, habría negado a sus allegados cualquier vínculo
con ellos.
Estatales en la mira
Un
rumor corría entre banqueros de Wall Street, en relación con supuestas
intenciones de Martínez de hacerse con empresas del Estado venezolano a cambio
de la deuda pública en su poder.
Las
apuestas silenciosas se daban entre la Compañía Anónima Nacional Teléfonos de
Venezuela (Cantv, estatal de telecomunicaciones) y la Corporación Eléctrica
Nacional (Corpoelec, estatal eléctrica). Descartaban a la más grande y conocida,
Petróleos de Venezuela (Pdvsa), porque, los que saben algo de Martínez, dicen
que le interesa el flujo de caja y que el ciclo del petróleo es largo, con
inversiones masivas al inicio y un retorno tardío.
Las
dudas serían disipadas tras una nueva visita a Caracas que Martínez hizo en
diciembre de 2018. En una reunión de la que se conocen pocos detalles,
funcionarios venezolanos le habrían ofrecido al hombre de 62 años de edad,
entregar bonos en su posesión, a cambio de una participación en Corpoelec,
informan fuentes con conocimiento de lo sucedido.
La
operación, conocida en el mundo financiero como debt-for-equity
swap, es común en naciones con problemas para pagar sus deudas, aseguran los
entendidos. El mismo Martínez, un habilidoso inversor al que se le atribuyen
operaciones financieras con medio centenar de gobiernos del mundo, lo había
hecho antes en países como Argentina, donde tras un trabajo que inició en 1994
con la adquisición de bonos de deuda, se ubicó al frente de una corporación que
fusionó a la cableoperadora Cablevisión con la empresa de telecomunicaciones
Telecom.
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Desde
hace un año, quien en 2017 fue definido por Forbes
Argentina como el máximo millonario de ese país, con al
menos 4.700 millones de dólares en
patrimonio, controla más de la mitad de los accesos a Internet de la Argentina,
buena parte de la televisión por cable y al menos un tercio de la telefonía
móvil.
Más
que premoniciones, las elucubraciones de los banqueros de Wall Street sobre lo
que haría Martínez en la quebrada Venezuela de Maduro se basaban en la
observación de su modus
operandi.
En el marco de la ley
Al
menos desde el último trimestre de 2017 Martínez habría establecido su centro de
operaciones en Londres, Inglaterra. En Nueva York, Estados Unidos, mantiene las
oficinas de FinTech en Park Avenue. Allí el -por lo general- discreto Martínez
se había dado a conocer cuando compró uno de los apartamentos más caros en el
distrito de Manhattan. Se trata de un lujoso penthouse en las
famosas torres de Time Warner Center, muy cerca del famoso Central Park. Adentro
tendría la pintura que protagonizó la venta más cara de la historia del
arte: No. 5, del artista norteamericano Jackson Pollock.
Ni siquiera en algo como esto hay certeza.
Según
algunos banqueros de Wall Street, Martínez se habría establecido en Londres,
centro financiero mundial, para alejarse de las estrictas leyes estadounidenses
que chocan con su modo “hiperagresivo” pero bien estudiado y profesional de
hacer las cosas. De hecho, expertos financieros consultados para esta nota creen
que podría haber estado utilizando el mercado europeo para sus operaciones en
Venezuela.
Las
opiniones también están divididas en torno a cuánto de la deuda venezolana
podría tener el multimillonario mexicano. Algunos aseguran que sería un monto
“importante”, aunque difícil de precisar. “Miles de millones de dólares”, se
limitan a agregar. Otros dan un margen: “Asumamos que el precio promedio que
puede haber pagado son 30 centavos por cada dólar de deuda: David Martínez
podría tener cualquier cosa entre 3.000 y 10.000 millones de dólares de la deuda
venezolana”. Están quienes, sin embargo, sostienen desde su experiencia en el
área económica y cercanía a Martínez que no tiene nada de la deuda venezolana.
Otros creen que estaría esperando que el valor de la deuda venezolana caiga más
para comprar.
Lo
cierto es que aún siendo mexicano y operando desde Europa, no se alejó del radar
del Tesoro estadounidense.
A
principios de noviembre de 2018, un oficial de dicho departamento, quien no
confirmó ni negó a este medio que existiera una investigación en torno a
Martínez, expresó que continuarían utilizando a sus autoridades “para mantener
la presión sobre el régimen de Maduro y sus simpatizantes, para cambiar su
comportamiento”.

Las
alertas se encendieron dentro de Venezuela, donde políticos de oposición y
expertos ya habían advertido de las actividades financieras de Martínez, que a
su juicio “oxigenaban” al gobierno de Maduro. Algunos de ellos, en un intento
por disuadirlo, se habría reunido personalmente con él.
“David
Martínez está buscando cobrar y nosotros estamos buscando cambiar la economía
para que todo el mundo invierta, cobre y para que los venezolanos sean los
principales beneficiarios de eso”, había dicho en 2018 el otrora presidente de
la comisión de Finanzas de la opositora Asamblea Nacional, el diputado Rafael
Guzmán.
No
obstante, fue un grupo de importantes dirigentes opositores en el exilio el que
habría terminado de convencer a los funcionarios estadounidenses sobre las
actividades de Martínez en territorio venezolano. Estas actividades, según
distintas fuentes, se desarrollarían en un terreno tan gris como todo lo que
rodea al hermético financista mexicano.
Su
vida privada es un misterio. Pocos lo conocen verdaderamente y en la Web hay
escasa información y fotos de él. Pasa tan desapercibido que dicen que en
Londres utiliza el transporte público.
“No
es particularmente simpático pero tampoco es antipático. No te da la impresión
de ser un tipo muy inteligente pero es muy hábil. Tampoco te da la impresión de
ser una persona mala pero es fría, de esa gente que asusta por lo fría que es.
Es muy difícil de leer (…) Martínez es un jugador que todo lo hace en el marco
de la ley. No viola la ley, pero es hiperagresivo”, diría uno de los banqueros
con los que se ha cruzado en varias oportunidades en Wall
Street.
Ha
interactuado poco con la prensa. En 2013 publicó una columna en el periódico
británico especializado en noticias internacionales de negocios y
economía, Financial Times, a propósito de sus operaciones en la
Argentina de los Kirchner, con quienes finalmente habría terminado enemistado.
Parte de la información que compartió allí es citada una y otra vez en noticias
sobre él, sobre todo al hacer referencia a una aseveración: "He participado en casi todas las reestructuras de deuda
soberana de los últimos 25 años”.
Todo
comenzó, supuestamente, con un préstamo de 300.000 dólares que le hizo su abuela
–de una familia de clase media-alta radicada en Monterrey, Nuevo León, la ciudad
industrial del norte de México– en 1987, con el que habría fundado FinTech.
Allí, en su país, se le atribuyen importantes operaciones financieras también,
entre ellas rescatar a .la empresa líder en la fabricación de vidrio en México,
Vitro; y el rescate del conglomerado de productos químicos
Cydsa.
Estudió Ingeniería Eléctrica y Mecánica en México; y una
licenciatura en Filosofía de la Universidad Gregoriana de Roma. Además tiene una
maestría en Administración de Empresas en la Universidad de Harvard. Dicen que
fue seminarista de la polémica congregación católica nacida en México, los
Legionarios de Cristo, aunque pronto descubrió que su vocación, esa que lo
llevaría a vincularse a la postre con Venezuela, era
otra.