Los deseos de Chávez por entrar a Mercosur fueron órdenes para Odebrecht
Ni el comandante revolucionario de Venezuela, ni el carismático presidente Lula de Brasil: fue la plana mayor ejecutiva de la empresa constructora la que se constituyó en el Gran Elector a la hora en la que el Senado brasileño debió votar la incorporación de Caracas al bloque comercial. Según revelan las transcripciones del caso Lava Jato, el propio Marcelo Odebrecht comandó la campaña de cabildeo con la que se buscó romper el atasco de tres años que bloqueaba la entrada del régimen chavista al club. La operación incluyó el reclutamiento de tres senadores clave del Partido de los Trabajadores como aliados
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No
solo fueron sobornos. En el apogeo de su expansión internacional –que coincidió
con la oleada de gobiernos progresistas de comienzos del s. XXI en la región–,
Odebrecht llegó a tirar de los hilos del equilibrio político de América Latina.
Y ni tan solo era la empresa: el propio Marcelo Odebrecht, el llamado Príncipe del Brasil, se ocupó
personalmente de que, por ejemplo, la Venezuela de Hugo Chávez, luego de
desertar de la Comunidad Andina de Naciones (CAN), a cuya fundación había
contribuido 40 años antes, fuera aceptada con fórceps en el Mercado Común del
Sur, Mercosur.
Fue
un proceso que llevó ocho meses con reuniones de lobby que se convocaban desde
las altas esferas del ya célebre gigante de la construcción brasileña. Tan altas
como Marcelo Odebrecht. Ya en marzo de 2009, el Presidente Ejecutivo de la
corporación y cúspide de la familia reunió a su plana mayor para planear una
acción que garantizara la entrada de Venezuela a la cancha natural de la
economía brasileña, una movida de carácter geopolítico que contaba con serias
resistencias en los parlamentos de Brasil y Paraguay.
Para
vencer las reticencias en el Senado brasileño, Odebrecht reclutó como arietes a
tres senadores clave del entonces gobernante Partido de los Trabajadores (PT),
el partido de los expresidentes Inacio Lula da Silva y Dilma Rouseff: Aloizio
Mercadante, Antonio Palocci y Tião Viana.
Así se desprende de las comunicaciones de correo electrónico encontradas en la
computadora de Marcelo Odebrecht y que se recogen en los folios de los
expedientes que se han armado en la fiscalía y el poder judicial brasileño, en
el marco de la Operación Lava Jato.
El taladro de Odebrecht se activa
El
gobierno de Chávez, con su proclamada vocación bolivariana, abrazó una
pretensión de integración hemisférica que cristalizaría en distintas
iniciativas: Alba, Celac, Petrocaribe, Unasur, fueron algunas de ellas, de cuyas
génesis cabe asignar responsabilidad al chavismo. Pero uno de los acomodos a los
que esa doctrina dio lugar se transformó en una pirueta audaz: Caracas optó por
romper con el antiguo Pacto Andino y, sobre todo, con un denso intercambio
comercial con Colombia, para enrolarse en Mercosur.
En
un momento dado, gobiernos de izquierda coincidieron en las cuatro capitales de
Mercosur: Brasilia, Buenos Aires, Montevideo y Asunción. El panorama pintaba
atractivo para Chávez, aliado –y en muchos casos, financista– de esos gobiernos.
Pero el canto de las sirenas progresistas condujo al caudillo venezolano a
encallar en un punto muerto. A pesar de todos los auspicios, después de tres
años de gestiones Venezuela no había pasado a ser más que un actor con voz, pero
sin voto, en Mercosur. El canal expreso hacia la membresía que tal vez el líder
venezolano había imaginado, estaba obstruido. Tardaría seis años en ser
admitido.
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Chávez
dijo que se trataba de un hecho "histórico", refiriéndose a la adhesión de
Venezuela al Mercosur, y que el "camino para la liberación de Venezuela" se
encontraba en el bloque austral. Pero al cabo de tres años, el estatus del país
se encontraba en un limbo. Si bien todos los presidentes ya habían dado el sí,
faltaba la aprobación de los parlamentos de Paraguay y
Brasil.
Aún
con mayoría en el Senado, ni siquiera la maquinaria política de Lula consiguió
sacar los apoyos suficientes para que la Comisión de Relaciones Exteriores y
Defensa Nacional de la cámara alta en Brasilia accediera a elevar el caso a la
plenaria. Pero entonces intervino Odebrecht.
El
poderío de la empresa consiguió que Eduardo Azeredo, presidente de esa comisión,
y quien públicamente se había erigido como uno de los
más tenaces adversarios de Chávez en Brasilia, se sentara con ellos
para revisar y eventualmente cambiar su posición frente a Caracas.
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Azeredo
se había posicionado en 2007 como un vocero antichavista, al promover desde la
misma comisión una resolución en rechazo del silenciamiento, decretado por
Chávez, de la principal cadena de televisión privada de Venezuela, RCTV.
Vehemente, Chávez hizo poco por quitar hierro al contencioso. Por el contrario:
dedicó dardos retóricos a Azeredo y al congreso brasileño, a quienes llamó
“loros que repiten todo lo que dice Estados Unidos”. En general, no parecía
dispuesto a ganarse voluntades entre los parlamentarios. La persuasión quedaría
a cargo de Odebrecht.
A
Azeredo le pidieron comprensión. Venezuela entonces se erigía como el destino de
una quinta parte de las ventas de la más importante constructora de Brasil y uno
de los mayores clientes del país obligado a buscar afuera lo que en casa no
producía. A puerta cerrada, el mismo senador que enfrentó públicamente a Chávez
dijo a los de Odebrecht que si bien frente a los medios sostendría la negativa
de su partido contra el mandatario venezolano, durante el debate no opondría
especial resistencia al ingreso de Venezuela al bloque
regional.
Así
lo reportó Rubio Fernal e Sousa, uno de los directivos de Odebrecht, en un
correo dirigido a su jefe, Marcelo Odebrecht, y a otros cuatro miembros de la
junta directiva interesados en la misión de abrirle la puerta a Venezuela para
su ingreso en Mercosur.

Marcelo Odebrecht, Ex director ejecutivo de la Organización Odebretch
“Estuve
hoy largamente con el senador Eduardo Azeredo (PSDB MG), recién establecido en
la Presidencia de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado donde el
proyecto está llegando”, apuntó Fernal, el ejecutivo de la empresa, en un correo
electrónico enviado a las 3:12 de la tarde del
miércoles 11 de marzo de 2009. “Intentará
ser muy equilibrado sin permitir ninguna exageración y evitar las protecciones y
está seguro de que el ingreso será aprobado si así el Gobierno lo desea (en la
comisión hay 19 votos siendo sólo 7 de la oposición liderada por el
PSDB)”.
Azeredo,
sin embargo, pone en tela de juicio esos acuerdos. Si bien no desconoció la
reunión con la empresa, ya lejos del Congreso y apartado de la política en
general, esta semana respondió vía correo electrónico que nada afectó su
posición. “Mi voto fue contrario como consta en los anales del Senado”, dijo.
“En cuanto a las conversaciones con representantes de Odebrecht no hubo ninguna
interferencia. La aprobación acabó ocurriendo por la mayoría de los senadores
partidarios del Gobierno de entonces”.
El lobby empresarial
La
Comisión
de Relaciones Exteriores al final elevó el 29 de octubre de 2009 la discusión
del protocolo de adhesión, en la que la moción obtuvo doce votos a favor y cinco
en contra. No pasaron más de dos meses para que la plenaria del Senado terminara
de darle la aprobación a la incorporación de Venezuela al bloque regional. Pero
lejos de ser una decisión política, tras bastidores quedó una bitácora de
negociaciones que se leen en el intercambio de correos de la gerencia de
Odebrecht.
Como
si se tratara del diario de debates del Senado de Brasil, pero con dos semanas
de antelación, en el intercambio de correos electrónicos de los ejecutivos de
Odebrecht se hacía el vaticinio de cómo quedaría la votación: “20 votos a favor,
14 en contra mas el presidente Eduardo Azeredo que solo vota en desempate, y 3
indecisos”.
El
juego había salido bien para Marcelo Odebrecht. El empresario alcanzó el
objetivo que siete meses antes se había trazado con los suyos para contactar a
figuras significativas de la oposición brasileña –como el exembajador de Brasil
en Estados Unidos, Rubens Barbosa– con el objetivo de que se manifestaran a
favor del ingreso de Venezuela al momento de que fueran consultados en audiencia
pública.
“Acompañen
este asunto apoyando a EA (Euzenando
Azevedo, el director de Odebrecht en Venezuela). Si precisan alguna acción
mía me hablan. Tenemos varios a quienes podemos influenciar. No sé si es por
esto pero el embajador Rubens Barbosa me está buscando”, apuntó Marcelo
Odebrecht en un mensaje a las 5:13 pm del 11 de marzo de 2009. Nada era
demasiado en esta campaña de cabildeo: dos días más tarde sugirió contactar al
expresidente Fernando Henrique Cardoso. “Rubio: converse directo conmigo para
conectar con FHC”.
A
la hora de rendir cuentas, Marcelo Odebrecht terminó por reconocer su papel en
todo este tinglado. “Con respecto a Venezuela, me involucré, junto con Claudio
Melo Filho y João Carlos Nogueira, con el tema de la admisión del país en el
Mercosur”. Eso dijo frente a los dos fiscales que el 14 de diciembre de 2016
tomaron su declaración en la ciudad de Curitiba, Paraná, al sur de Brasil,
cuando finalmente había entendido que no le quedaba opción distinta a la de
aceptar un acuerdo de colaboración premiada a cambio de reducir su inevitable
condena. “Buscamos, en la época, varios políticos para apoyar en esta
aprobación, que terminó ocurriendo”.
La sorpresa de Ledezma
En
el ajedrez político que Odebrecht jugó fueron decisivos –según un reporte que en
Odebrecht presentó su ejecutivo, João Carlos Mariz Nogueira– los
senadores del Partido de los Trabajadores (PT), Aloizio
Mercadante, Tião Viana y
Antonio Palocci, cuyos nombres posteriormente salieron implicados en la trama de
Lava Jato como piezas de la constructora que recibieron dinero a cambio de
favores políticos.
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Mercadante
pasó del Senado a ministro de Educación del gobierno de Dilma Rousseff, para
cuya campaña electoral se le ha señalado de haber recibido un millón de reales
–unos 300.000 dólares– en el año 2010. Viana recibió el doble: dos millones de
reales, es decir, unos 600.000 dólares, de los que solo reportó oficialmente una
cuarta parte para su campaña como candidato a gobernador del estado de Acre.
Palocci, por su parte, ex senador y ex ministro de Hacienda, hombre fuerte de
los gobiernos de Lula da Silva y Dilma Rousseff, se encuentra en la cárcel tras
ser condenado a poco más de doce años por participar en el pago ilegal y
posterior lavado de más de diez millones de dólares también para campañas
políticas.
Pero
si no resultaba precisamente sorprendente que Odebrecht consiguiera
corresponsales en la política brasileña a través de quienes operar, consiguió un
respaldo inesperado desde Venezuela. El dirigente opositor Antonio Ledezma, ex
alcalde de Caracas y hoy exiliado político, sorpresivamente empujó la barca en
la misma dirección de Odebrecht.
Para
tomar la decisión definitiva y votar sobre el espinoso asunto, los
parlamentarios de la Comisión de Relaciones Exteriores de Brasil optaron por
conseguir el testimonio de un conocedor del asunto. Llamaron a Ledezma a
testimoniar.
Si
bien Ledezma había enviado en mayo de 2009 una carta al Senado brasileño en la
que advertía que "sería un precedente muy grave admitir en el Mercosur a un
presidente cuyas acciones demuestran una escalada autoritaria y que no cree en
los principios del mercado y los procesos de integración", cinco meses después,
a la hora de prestar declaración ante el Senado brasileño, mudó de
posición.
Probablemente,
los más sorprendidos con la rectificación de Ledezma fueron los representantes
del Gobierno de Chávez, quienes se habían apresurado en descalificar de antemano
sus declaraciones. El dirigente del partido Alianza Bravo Pueblo (ABP) pidió a
los senadores de Brasil aprobar la integración de Venezuela al Mercosur, aún por
encima de sus propias reservas acerca de la deriva autoritaria del régimen de
Caracas. “La votación final será hoy y, según senadores, los tropiezos puestos
por Chávez los despejó su más grande crítico, Antonio Ledezma”, reseñó el
diario El Espectador de Colombia en su edición del 28 de
octubre de 2009.
"Una
cosa es la integración y otra cosa es la política de expansión que lleva
adelante el Gobierno del presidente Chávez, y para las democracias de nuestro
continente es necesario que Venezuela respete las reglas técnicas, se adhiera a
los protocolos que son las columnas que sostienen a Mercosur", apuntó entonces
Ledezma en Brasilia.

Antonio Ledezma. Exalcalde Mayor del Distrito Metropolitano de Caracas.
Como
se informó en este portal en julio de 2017, Ledezma
aparece mencionado -junto a otros dirigentes tanto del chavismo como de la
oposición, como Diosdado Cabello o Carlos Ocariz- entre los presuntos
beneficiarios de aportes realizados por
Odebrecht a distintas campañas electorales de alcance local, y a los que se
alude en las delaciones premiadas de los ejecutivos de la compañía. En el caso
de Ledezma, siempre según esos testimonios registrados por la justicia
brasileña, el aporte se habría producido en abril de 2008, poco más de un año
antes del testimonio del exalcalde ante el Senado de Brasil, y justamente en
ocasión de las elecciones locales para la Alcaldía Metropolitana de
Caracas.
A
pesar de los esfuerzos por contactar al exalcalde, incluyendo gestiones ante
cinco de sus familiares y colaboradores cercanos, no fue posible contar con la
versión de Ledezma para este reportaje. Durante la semana más reciente, según
difundieron las agencias noticiosas, Ledezma acompaño a los también líderes de
oposición Carlos Vecchio y Julio Borges en una gira que los llevó por Francia y
España, donde fueron recibidos por los presidentes Maurice Macron y Mariano
Rajoy, respectivamente.
En
todo caso, y sin que importaran la comparecencia de Ledezma ante el parlamento
brasileño o los denuedos de Odebrecht por sortear los escollos políticos, las
gestiones, aunque exitosas en Brasilia, resultarían insuficientes. Las
pretensiones de Venezuela para entrar a Mercosur se atascaron en Paraguay, un
país de siete millones de habitantes, miembro liliputiense, junto a Uruguay, de
la alianza comercial. El congreso de ese país nunca terminó de dar el visto
bueno a la Venezuela de Chávez, y fue necesario que los otros miembros del
bloque suspendieran a los guaraníes en junio de 2012, a raíz de la destitución
parlamentaria del presidente Fernando Lugo, para que entonces Caracas se uniera
al club.
Ya
en ese momento Hugo Chávez padecía del cáncer que lo mató apenas nueve meses
después. Su sucesor, Nicolás Maduro, fue echado del grupo en 2017. Y ya no
estaban ni el Príncipe de Brasil ni
Odebrecht, el gigante de la construcción que dispuso hasta del equilibrio
político de América latina, para evitarlo.