La historia de la cándida ‘petromiss’ y su mecenas espabilado
Haber participado en el concurso Miss Venezuela fue la bendición y la maldición de Claudia Suárez, primera finalista de 2006. Si bien le permitió realizar su sueño de trabajar en televisión, también la vinculó al magnate Diego Salazar y, a la postre, a la sonada ‘trama de Andorra’ que sirvió de canal para el desfalco de 2.000 millones de dólares a la petrolera estatal Pdvsa. Según documentos revelados recientemente por la prensa española, su ‘cameo’ en ese elenco ocurrió hace casi una década, pero sale a relucir justo cuando despegaba su carrera como animadora y empresaria.
Entre
los cientos de mensajes de motivación que ha publicado Claudia Suárez en sus
redes sociales, destaca uno: “La vida es realmente sencilla, pero insistimos en
hacerla difícil”. Si alguien lo ha de saber es ella, la portentosa reina de
belleza con futuro prometedor en la pantalla chica que depositó al menos un
millón de dólares en la Banca Privat D’Andorra (BPA) y terminó escondiéndose de
las cámaras.
El
pasado 20 de enero, el diario El País de Madrid publicó una
investigación en la que revela que dos ex altas funcionarias de la estatal
Petróleos de Venezuela (Pdvsa) abrieron cuentas en esa institución bancaria, en
2008, para ocultar siete millones de dólares. Pero al final del texto, en un
recuadro gris la historia da un giro inesperado cuando aparece el nombre de
Claudia Suárez, la de los “piernones” de Globovisión, la “chiquita” de papá de
1,74 metros y la “bombona” de mamá, quien también hizo un depósito de un millón
de dólares.
Hasta hace tres años, la Banca Privat D’Andorra era uno de los dos principales bancos de ese principado de los Pirineos, un enclave o tax heaven entre Francia y España. BPA se desmoronó en marzo de 2015 cuando el Departamento del Tesoro de Estados Unidos le prohibió hacer transacciones con el sistema financiero norteamericano. Las autoridades de Washington acusaron a la BPA de aprovecharse de las laxas regulaciones del paraíso fiscal andorrano para servir como centro de lavado de activos para esquemas de corrupción y actividades criminales en Rusia, China, Medio Oriente y Venezuela. Desde Venezuela, afirmaba ya entonces el boletín del Departamento del Tesoro, habían llegado hasta 2.000 millones de dólares procedentes de flujos financieros irregulares de Pdvsa, probablemente vinculados al pago de coimas.
Tras
el colapso de la BPA también se derrumbó su filial en España, Banco Madrid. La
caída de las fichas del dominó financiero dio lugar a investigaciones judiciales
y periodísticas en España, Francia y la propia Andorra, en cuyo marco los
reporteros de El País han tenido acceso a los archivos
de ese banco.
Que
en esos papeles reluzca el nombre de Claudia Suárez tal vez no sea cosa de
sorpresa. La modelo tenía algo en común con al menos una de las exfuncionarias:
una relación directa con Diego Salazar, dueño de otras once cuentas en la BPA y
quien, según reveló luego el Fiscal nombrado por la oficialista Asamblea
Constituyente, Tarek William Saab, habría blanqueado 1.348 millones de euros
solo entre 2011 y 2012.
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Salazar,
pariente del atribulado ex ministro de Energía y ex presidente de Pdvsa, Rafael
Ramírez, tuvo el dudoso honor de convertirse el pasado 1 de diciembre de 2017 en
el primer detenido en Venezuela por esta trama internacional. Se le conoce como
el Rey de las Pólizas de Seguro de Pdvsa, por haber acaparado muchas de las
transacciones masivas con aseguradoras de la industria petrolera. Según han
avanzado las pesquisas, el caso ya ha implicado a unas 40 personas entre
exministros, empresarios y testaferros relacionados con Pdvsa. Pero el de
Salazar sigue siendo el nombre más conspicuo y salidor del elenco, y ya no tan
solo por su presunta figuración en el esquema de corrupción, sino por otro rol
muy tangente: fue el patrocinante del despegue de la carrera de Claudia Suárez
en los certámenes de belleza.
Después
de la revelación en la prensa española, Suárez no ha regresado ni a Venezuela ni
a las pantallas de Globovisión, pese a que sigue siendo empleada de la
televisora, según confirman fuentes del canal y su registro en el Seguro Social.
Tampoco ha publicado más en las redes sociales y ni siquiera pudo celebrar este
17 de febrero el primer aniversario de su marca de pinturas de uñas, CS. Que
eluda la exposición parece sensato, mientras los investigadores siguen tras la
pista de si el millón de dólares que ingresó a la cuenta en la BPA –según
confirmó El País- y los 500.000 que aseguró
transferiría trimestralmente a la entidad, son apenas una parte de un esquema
fraudulento todavía mayor.
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De
otro modo no se explica el silencio de Claudia Suárez: el temor de correr con la
misma suerte del magnate, de quien estuvo cerca justo en los años de su
participación en el concurso de Miss Venezuela -el más importante del país, todo
un evento de envergadura sociocultural- y poco después, en 2009, cuando rellenó
la ficha de la BPA en la que reconoció tener una relación comercial con las
compañías High Rise y Red Bouquet, ambas propiedad de Salazar. Amigos de la ex
miss aseguran que ella quiere limpiar su nombre, pero a pesar de la insistencia
de Armando.info no ofreció declaraciones para esta nota.
#EstiloClaudia
El
frío comienzo de este año fue un presagio de lo que vendría. Durante los
primeros días de enero ella aparecía sonriente en las montañas de Vail, una
estación de esquí en el estado de Colorado, oeste de Estados Unidos, junto a
frases motivacionales en las redes sociales: “La vida no es gris, es del color
que tú elijas”. El 30 de enero debía reintegrarse a su trabajo como presentadora
de noticias de Espectáculos en Globovisión y continuar la búsqueda de un
community manager para impulsar su marca. Esperaba retomar sus
planes de vender los cosméticos fuera de Venezuela.
Pero
el 20 de enero El País trastocó sus planes y
Suárez pasó a ser “la Miss Venezuela del millón de dólares”. Para quienes la
conocen fue una gran sorpresa. Sabían que ella tenía chofer, camioneta blindada
y un lujoso apartamento en Campo Alegre, la zona predilecta de Salazar en el
noreste de Caracas, pero nadie se preguntó en voz alta cómo una mujer tan joven
gozaba de estos lujos y hasta se permitía comprarle un vehículo a su padre, algo
prácticamente imposible para los venezolanos de cualquier condición en plena
crisis económica.
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A
pesar de esos detalles sus amigos bosquejan a Suárez como una mujer poco
ostentosa, apenas dada a exhibir
marcas. Tampoco era una diva. De cada viaje al exterior traía recuerdos para sus
compañeros de trabajo, que la estiman mucho. Si algún colega necesitaba un
aventón, ahí estaba ella para ayudar. Con la cara lavada, sus zapatos de goma de
siempre y ropa deportiva visitaba a los clientes que le suministraban el
vestuario para su cita de cada noche, a las 10:35, para narrar las noticias de
la farándula. No sabía ni cuánto ni cómo cobrarles y, siguen los mismos
testimonios, se avergonzaba de hacerlo.
También
le avergonzaba rechazar a los hombres que la pretendían, como aquel viejo
zapatero que la fastidió en una de las preventas de Globovisión o incluso uno de
los directivos del canal que llegó a viajar a Miami solo para verla. Suárez
había aprendido a lidiar con esos personajes, a los que mantenía a distancia,
tal como hace con los que comentan sus fotos en las redes
sociales.
Entre “petromodelos” y “petrochefs”
La
fina voz de Claudia Suárez irrumpió en el Poliedro de Caracas, el 14 de
septiembre de 2006, para ventilar desavenencias familiares: “Buenas noches, soy
Claudia Suárez, tengo 19 años y aunque mi papá no estaba de acuerdo con que
estuviera aquí hoy: ‘¡Hola, papá! ¿Qué tal? ¡Aquí estoy, representando al estado
Mérida!’”.
Ahí
estaba, con sus 55 kilos de cuerpo escultural, cabello rubio al estilo Barbie y
ojos claros, participando en la 54º edición del Miss Venezuela. Pero ella, que
nació en Caracas, de cabello más oscuro y ojos pardos, tampoco quería ser miss o
al menos así lo aseguró en una entrevista que concedió al diario
venezolano Últimas Noticias, en
2016.
Según la biografía de su website –estiloclaudia.com-, a los 12 años Claudia se mudó a la Argentina, de donde es oriunda su madre, y constantemente viajaba a Venezuela para visitar a su padre uruguayo. En uno de esos viajes, en 2006, una agencia de modelaje la convenció de participar en el casting del Miss Venezuela y resultó preseleccionada para concursar, la oportunidad perfecta para quedarse en el país. Confesó luego a la prensa que fue el mismo Osmel Sousa -el recién jubilado zar de la belleza en Venezuela- quien la vio y le dijo que participara.
Fuentes relacionadas con el certamen de belleza confirman que fue muy seria y responsable en la etapa de preparación.
El esfuerzo rindió fruto y Suárez no solo ganó la banda de Miss Elegancia sino que quedó entre las diez finalistas. Al llegar a la ronda de preguntas, Maite Delgado -la animadora que se convirtió en emblema del evento durante su última etapa de brillo- la interrogó sobre las características que debía tener la chica que resultara electa Miss Venezuela. Con la voz temblorosa pero sin equivocarse, respondió: “Buscaría una mujer auténtica, sincera y que tenga la fuerza para representar a su país en el exterior. Más que nada la sencillez es lo que importa (…) El físico no lo es todo, esto se va (…)”.
Pero la experiencia del Miss Venezuela no se limitaba a los gimnasios y las pasarelas, al menos no para Suárez, quien pronto formó parte de un grupo de modelos contratadas por Salazar para que trabajaran en sus empresas como secretarias o hacer lobby con empresarios extranjeros, según confirmaron fuentes cercanas a ella y al concurso.
A Salazar, quien se hizo famoso por ser un derrochador, le gustaba rodearse de lo mejor. Por eso, así como contrataba a las que se llegaron a conocer como a las maniquíes, también contrató a los chefs de los restaurantes más exclusivos y renombrados de Caracas para atenderle a él y sus amigos. A los que aceptaron la oferta los conocen en el mundo culinario como los petrochefs.
En
el caso de las modelos, fuentes relacionadas con el concurso que piden el
anonimato, aseguran que el vínculo entre Suárez y Salazar se produjo a través de
la reconocida profesora de pasarela, Gisselle Reyes, quien, junto al entrenador
Richard Linares, sustituirá a Osmel Sousa en la presidencia de la organización
Miss Venezuela.
Reyes
no quiso contestar un cuestionario enviado por correo electrónico y a través de
su manager alegó que las preguntas estaban “fuera de lugar”. Pero las fuentes
son claras al explicar la realidad de muchas misses: “La razón por la cual terminaban
involucradas con estos tipos era porque ser miss exigía un nivel de dinero y el
hecho de que vinieran patrocinadas le ahorraba dinero a la organización”.
Belleza del sur
Ly
Jonaitis fue quien recibió la codiciada corona ese año, pero Suárez quedó como
primera finalista y se convirtió en Miss Venezuela Mundo 2006, con la
responsabilidad de representar al país en el Miss Mundo que se celebró en China.
En ese certamen, en el que llegó hasta el cuadro de 16 semifinalistas, tuvo
chance de hablar sobre su patria y de ella: “Vengo de un país donde la gente
aprende a sonreír y a bailar antes de aprender a hablar. Esa es Venezuela. Me
encantan los deportes: nadar, el tenis; viajar, conocer gente y aprender de
ellos. En mi tiempo libre me encanta escuchar música, leer y me encanta también
pasar tiempo con mi familia, eso es lo más importante”.
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Aunque
sus padres son divorciados y viven en países distintos, la familia es bastante
unida. El padre uruguayo o su pa,
como ella le dice; la madre argentina o su “gordita hermosa”; y una hermana
menor, a quien ha definido como su “compañera de vida”, comparten con ella en
viajes y fechas especiales. Son personas “indispensables” en su vida, y Claudia
busca incorporarlas a lo que hace.
La
joven hermana, quien en 2012 montó una cafetería con su nombre, Tefi’s, en
Palermo, un barrio trendy de Buenos
Aires, Argentina, fue “parte fundamental” en la creación de la marca de pinturas
de uñas. Claudia reveló en su blog que bautizó cada uno de los esmaltes con los
nombres de las películas que ha disfrutado junto a su familia. Así están Pink
Panther, White Frozen, Purple Rain, Avatar, Jade, Moulin Rouge y otros trece
colores.
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Del
concurso también le quedó una amistad con Ly Jonaitis, pero la propia ex Miss
Venezuela reconoce que terminaron “muy mal”, aunque decline revelar por
qué.
Desde
pequeña, a Claudia le gustaban las cámaras. Su sueño se hizo realidad a finales
de 2011, cuando el canal de señal abierta Televén la invitó a formar parte del
grupo del programa matutino Lo Actual. Allí Claudia conoció al que
pasaría ser, en sus propias palabras, su “ángel” y “amor eterno”, el piloto Omar
Camero Oropeza, hijo del vicepresidente del canal. Pero en 2014 Camero Oropeza
falleció en un accidente aéreo, como cinco años antes le había ocurrido a su
hermano. Desde entonces a Claudia la conocen como la viuda de Camero, a pesar de que tiene
una nueva pareja, un joven empresario, también venezolano.
Suárez vivió en Miami, Florida (Estados Unidos), donde trabajó en un periódico de la comunidad venezolana. Hacía entrevistas de farándula y estudió un poco de actuación. Su manager le sugirió esta preparación para que tuviera un valor adicional al ser modelo en medio de tanta competencia en Estados Unidos. Tras el accidente de Camero, Suárez decidió regresar a Venezuela, contrariando una vez más a su familia, y en 2015 Globovisión -el canal 24 horas de noticias, adquirido poco antes por inversionistas cercanos al régimen chavista- la contrató como animadora.
Pero ella no tenía la experiencia ni el carisma de otras presentadoras del canal. Se le atribuye un error imperdonable en el medio, que cometió en una de sus primeras apariciones en el noticiario: reveló al aire la locación del after party del Miss Venezuela, una ubicación que suele mantenerse en secreto, como tal vez pensaría que quedaría aquel millón de dólares que hoy la mantienen confinada a un exilio sin fecha de caducidad.