De aquellos polvos vienen estas leches

En México hay una larga tradición de trampas en el suministro de productos lácteos empacados para programas sociales. Así que no debe extrañar que en ese país la corrupción venezolana haya conseguido la fórmula perfecta para hacer pasar en las llamadas Cajas CLAP un engrudo adquirido a precio de remate por leche de vaca en polvo. Por una misteriosa razón, empresas fantasmales o apenas conocidas son las que acaparan las órdenes de compra expedidas desde Venezuela.
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La
comprobación de que la leche en polvo incluida en las llamadas “cajas CLAP” es
fraudulenta
abre interrogantes en torno a los proveedores e intermediarios seleccionados por
las autoridades venezolanas, y acerca de los controles que estas pudieron
aplicar sobre el producto que se importa. Pero ese escrutinio no debe perder de
vista el origen de la mercancía: México. Ese país registra una tradición funesta
de productos lácteos de pobre calidad destinada a sus programas sociales.
Información falsa en el etiquetado y bajo aporte en nutrientes, forman parte de
un patrón verificable tanto en el programa de los CLAP del Gobierno de Nicolás
Maduro como en iniciativas sucesivas del Estado mexicano.
Desde
tan temprano como 2004, la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), una de
las instancias federales que en México se ocupan del derecho de los
consumidores, vienen avisando de que algunas marcas de leche presentan problemas
en la información comercial o que llevan leyendas que inducen al error o engaño.
En 2006, a través de la Secretaría de Economía, Profeco revelaba que 400 marcas
de productos lácteos engañaban a los consumidores ofreciendo bebidas de soya o
de arroz como leche. Ya en 2008, el organismo impuso multas cuantiosas a más de
un centenar de marcas y ordenó la inmovilización de cuatro millones de
productos.
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“La
Profeco hace verificaciones día a día, a través de la Subprocuraduría de
Verificación, a donde está adscrito este laboratorio, y de la Dirección de
Verificación y Vigilancia. Nosotros verificamos los diferentes
puntos de venta. En caso de que existan irregularidades, en cuanto los
componentes, se hace un dictamen y sobre eso, un proceso administrativo en forma
de juicio, que de comprobarse se fincaría una multa”, explica Engels Ruelas
Olvera, Director General del Laboratorio Nacional de
Profeco.
De
hecho, una de las empresas que aparecen como suministradoras del programa
venezolano de los CLAP, Deshidratados
Alimenticios e Industriales (DAI), obtuvo decenas de contratos entre 2012 y 2016
del Gobierno federal mexicano para dotar de leche a programas sociales como
“Apadrina a un niño indígena”, “Despensas discapacitados”, “Pequeños en
movimiento” y “Creciendo sanos”, entre otros.
DAI,
registrada en el estado de Nuevo León, obtuvo el 15 de mayo de 2017 un
certificado para la exportación de libre venta hacia la República Bolivariana de
Venezuela por parte de la Secretaría de Salud del Estado de esa entidad a través
de la Comisión Federal para la Protección Contra Riesgos Sanitarios (Cofepris).
Para
ese momento las compras
masivas de alimentos a compañías mexicanas se
habían disparado al menos gracias a dos intermediarios del Gobierno venezolano
como Group
Grand Limited,
sociedad vinculada al empresario colombiano Alex Saab y que la Fiscal
destituida, Luisa Ortega Díaz, relaciona directamente con Nicolás Maduro, o
Postar
Intertrade Limited,
firma registrada en Barbados y perteneciente al empresario venezolano Samark
López, a quien el Departamento del Tesoro estadounidense califica de
“testaferro” del Vicepresidente de la República, Tareck El Aissami.
DAI
es la productora de la marca Mac Leche, “la de la vaquita roja”, como el público
consumidor venezolano ha dado en llamarla, en alusión a su emblema y logotipo.
Entre las ocho marcas analizadas por el Instituto
de Ciencia y Tecnología de Alimentos de la Universidad Central de Venezuela
(UCV), a solicitud de Armando.info, recolectadas entre septiembre y diciembre de
2017, es una de las que mostró peores perfiles nutritivos. A pesar de que en el empaque la
marca asegura que contiene 26 gramos de proteína por cada 100 gramos de
producto, el análisis químico de la UCV comprobó que apenas llegaba a 8,79
gramos una fracción de un cuarto del aporte de referencia establecido por el
propio Estado venezolano a través de sus entes reguladores. En el laboratorio
Mac Leche tuvo una proporción de sodio que duplica la cantidad que el empaque
informa, que es por cierto el máximo permitido en los estándares nacionales e
internacionales para la leche. Esa característica es la que produce el
característico sabor salado del que se quejan con frecuencia los consumidores en
redes sociales y que es ya parte de la imagen -probablemente indeseada- de la
marca.

Nada
más esas distorsiones ya trasgreden dos normas mexicanas: la NOM-155-SCFI-2012,
que establece entre las propiedades nutricionales de la leche un mínimo de 34
gramos por litro de proteínas; y la NOM-051-SCFI/SSA1-2010, en donde se
determina que la información del etiquetado “debe ser veraz y describirse y
presentarse de forma tal que no induzca al error al consumidor con respecto a la
naturaleza y características del producto”.
Sin
embargo, las oportunidades de negocio en Venezuela resultan tan atractivas que
DAI, además de su participación al detal con la marca Mac Leche en los combos
CLAP, aparece entregando, entre
octubre y noviembre de 2017, despachos por alrededor de 2.100 toneladas de leche
en polvo para la estatal venezolana Corporación Única de Servicios Productivos y
Alimentarios (Cuspal), adscrita al Ministerio de Alimentación, según los
registros de Puerto Cabello, estado de Carabobo, el principal puerto del país.
El reconocimiento de la marca Mac Leche entre los consumidores de bajo poder
adquisitivo, beneficiarios de los programas asistencialistas del Gobierno de
Nicolás Maduro, forzó que durante unos meses de 2017 DAI debiera convivir con
otra marca de leche, un me too, que
abiertamente buscaba imitar los colores, nombre e identidad visual de Mac
Leche.
El
representante legal de DAI, Jaime H. García, fue contactado, pero al cierre de
este reportaje no aclaró ni la disparidad entre la información reportada por la
empresa en las etiquetas y el estudio de la UCV, ni el caso de la falsificación
del producto. Tampoco las autoridades mexicanas de la Cofepris ofrecieron una
versión sobre las irregularidades.
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Ordeño fantasmal
En
lo que el caso de DAI y Mac Leche resulta una singularidad es que se trata de
una empresa y una marca que operan tanto en el mercado mexicano como en el
venezolano de manera abierta y simultánea. La mayoría de los sucedáneos lácteos
de los CLAP son producidos por empresas de historial desconocido y a través de
marcas, como Lacto Más y Suprema, que ni siquiera se comercializan en las redes
de supermercados de México y son producidas exclusivamente para
Venezuela.
Tanto
Lacto Mas como Suprema son empacadas por Grupo Brandon, una desconocida en la
industria alimenticia mexicana. Quien siga la dirección reflejada en los
envoltorios de ambas marcas llegará a una casa en la Colonia del Valle, San
Pedro, Garza García, en Nuevo León. Pero allí opera otra compañía, cuyos
representantes aseguran que nada tienen que ver con la producción o
procesamiento de leche. El análisis químico de la UCV realizado a la marca
Suprema revela que ese producto apenas contiene 4,7 gramos de proteína por cada
100 en vez de los 29 reflejados en la etiqueta y apenas 115,33 miligramos de
calcio, muy por debajo de los 900 que ofrece. “Para ser distribuido en la
República Bolivariana de Venezuela”, especifica una inscripción en el empaque.
Pese a ello, el negocio de los CLAP para el Grupo Brandon parece en auge.
Recientemente llegó a Venezuela la marca Santa Paula, también empacada por la
compañía.

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Un
caso similar al de Grupo Brandon ocurre con Dilac, responsable de la producción
de KF Milk y Pure Milk, ambas analizadas también por la UCV. Ambas marcas
prefieren identificarse como “productos lácteos fortificados” en vez de como
leche. Pero su amago de transparencia llega solo hasta ahí: en las supuestas
oficinas de la empresa manifestaron desconocer esas marcas; se trata de una
empresa del sector lácteo, eso sí, pero que dice que no exporta productos al
mercado venezolano.
Desde el inicio de los CLAP ningún funcionario venezolano ha explicado por qué se ha recurrido a esas empresas mexicanas, apenas conocidas, ni a los intermediarios que han terminado comprando esa mercancía.
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Este es un trabajo investigado y publicado en simultáneo por Armando.info y el diario Excélsior de México.